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09 enero 2025

LA ERMITA DE SANTA LUCÍA DE LA CALLE DON ESTEBAN DE TELDE

Imagen de santa Lucía que se venera en la iglesia de san Francisco
en su altar de cultos en la basílica de San Juan Bautista para su fiesta
(Fotografía del autor, 18/12/2024)

Son tan pocas las noticias que han quedado de la ermita de santa Lucía de Telde que, precisamente por ello, muy pocos conocen que en los albores de nuestra ciudad, al parecer, alguien quiso rendirle culto a la mártir de Siracusa erigiéndole una ermita mientras aún se trazaban las propias calles del Telde que conocemos hoy. ¿Cuál era su entidad real? ¿Quién o quiénes decidieron su fundación? ¿Cuándo? ¿En qué lugar concreto de la ciudad se encontraba? ¿Cuándo y por qué desapareció? Muchas son las preguntas y una sola la premisa: sí, existió y, al menos, hasta finales del siglo XVI.

¿Qué sabemos de ella?

A falta de que se encuentren nuevas pruebas documentales o arqueológicas, sabemos de su existencia y posible localización al calor de dos datas de tierra concedidas por el Cabildo de la isla, varias escrituras de compraventa y otra de institución y dotación de una capellanía.

El 15 de noviembre de 1538, Juan Balieron pide que le "hagan merçerd de un solar para hazer una ca(sa) en la çibdad de Telde lindero con una parte el Alb (roto) (roto) de Medina e de otra parte con la Yglesya ermita de señora santa Luzia e (roto) (roto) por (roto) con calle real" (Ronquillo et Aznar, p. 57).

Como en todos los procesos de petición de tierras al Cabildo, este manda que se pregone la posible concesión, en días de fiesta y a la salida de misa, para cerciorarse de que nadie ponía impedimento alguno. En este caso, sí lo puso Diego Reyna que acusó a Juan Balieron de ser portugués, de no ser vecino de esta isla, de no estar casado y de no tener hijos esgrimiendo, además, que la tierra debería ser para los que sí la necesitan y son vecinos como él que, casualmente, aprovecha para reclamar dicho solar para sí mismo.

Atendidas las alegaciones y tras nuevos pregones en los que nadie más presenta quejas, el Cabildo vuelve a estudiar la petición de Juan Balieron el 4 de diciembre del mismo año ante su contrarréplica. "E digo que este solar que pido es fuera d ella çibdad de Telde donde están muchos solares començados a Repartir e ally ay lugar donde el dicho Diego de Reyna (se) haga solar e porque yo tengo aderesçados los materiales para hazer una casilla en que me meta e de hazerme la dicha casa es noblesçimiento y a nadie es perjuizio suplica a vuestra señoría me m(an)de dar el dicho solar e que el alcalde de Telde o quien vuestras señorías mandaren señale, que en ello me harán merçed" (Ronquillo et Aznar, p. 58).

Finalmente, el portugués puede avecindarse en Telde porque se le concede el solar que, recordemos, linda con "la iglesia ermita de nuestra señora santa Lucía" y está "a las afueras de la ciudad".

Casi una década después, el 30 de enero de 1548, Luys Diepa pide que "le hagan merçed de un solar que es en esta dicha çibdad de Telde el qual alinda con solar de santa Luzia por la una parte e por la otra con camino que va para el banadero e por otra con la suerte de la Palma el qual dicho solar quiere hazer una casa en que biba" (Ronquillo et Aznar, p. 407).

Desde el primero de los pregones consiguientes, es contestado por el escribano Hernán Gutiérrez en nombre de los herederos de Bartolomé de Medyna. Este impugna dicha posible concesión dado que el dicho solar lo es "en pertenençia y entrada e salida de la heredad de las higueras e albercón della la qual heredad e albercón es suya [de Bartolomé Medina] e de los dichos herederos" (Ronquillo et Aznar, p. 407).

Luys Diepa, por su parte, responde ante el Cabildo que el solar que solicita no es de nadie y que los herederos citados "tenían e tienen puerta al dicho su cañaveral e camino con llave e çerradura por e mandan syn llegar al solar que el pide" (Ronquillo et Aznar, p. 407).

El Cabildo ordena al alcalde de Telde, Diego Xara, que compruebe la situación y, finalmente, el 14 de enero de 1549, le concede la propiedad del solar con la condición de que "dexe una açequia vieja que está entre el dicho solar y un albercón de la mujer de Bartholomé de Medina que es para serviçio del dicho albercón" (Ronquillo et Aznar, p. 408).

Finalmente, Luys Diepa puede construir su vivienda que hipotecará el 8 de noviembre de 1550 como garantía de pago de su deuda con el mercader flamenco Lamberto Broque, refiriendo que su morada "linda con la de Juan Díaz, vecino de Telde, y solar que dicen de santa Lucía" (AHPLP.1, f. 301v.).

De la concesión del solar a Luys Diepa podemos leer los "rotos" del documento de data de Juan Balieron pues ya sabemos que debían decir "albercón de Bartholomé de Medina". Del mismo modo, también nos indica esta data dos posibilidades. La primera, que la ermita ya no existe, si a ella se refiere ahora como "el solar" de la santa. La segunda, que alguna persona piadosa ha dejado en su testamento un solar a la santa para aprovechamiento del mismo en favor de su ermita. 

La primera opción indicaría que la ermita se ha venido abajo, quizás, por lo endeble de los materiales con los que se erigió, como abajo se vino, de la misma manera, la primitiva iglesia de San Juan (Hernández, p. 66). 

La segunda opción, nos llama a valorar la posibilidad de que este solar podría estar situado en otro lugar, no junto a la ermita, al igual que otro posible legado para la santa consistente en varias casas. En una venta de propiedades que realiza Alonso de Matos el 12 de marzo de 1525, se comprueba que estas tienen "por linderos de la una parte con tierras de Pedro López e de la otra parte con casas de santa Lucía" (AHPLP.2, f. 118r.).

Pormenor de la digitalización de la escritura de venta citada (AHPLP.2)

Todo ello nos lleva a preguntarnos por qué su fundación no llegó a buen término si contaba con tan rica dotación, la que podría denominarse su "fábrica", perviviendo su edificación hasta la actualidad o, al menos, quedando claro el momento de su desaparición como ocurrió, por ejemplo, con la de los santos Sebastián y Roque derruida por orden municipal en 1868.

Por todo ello, creemos que las "casas de santa Lucía" que se nombran en la venta que realiza Alonso de Matos en 1525; "la iglesia y ermita" que refiere la data a Juan Balieron en 1538 y "el solar de santa Lucía" referido en la data a Luys Diepa en 1549 no son más que la misma realidad en su devenir histórico. En resumen, de varias casas de la santa a una sola casa y su solar, quizás por ruina de algunas de ellas, casa y solar que algunos entendieron como ermita pero que jamás se consolidó como tal.

De hecho, en el testamento del conquistador Cristóbal García de 1539 no se refleja. "Item, mando, á las Iglesias, y Hermitas de Nuestra Señora de la Antigua, é al Hospital del Señor San Pedro Mártir, é á la Iglesia de Señor San Sebastian é San Roque, é á a iglesia de nuestra Señora de Concebición de Hinamar, Iglesia y Hermita desta Ciudad de Telde, y su termino á cada una dellas media dobla de oro para las obras y reparos, é necesidades de las dichas (…).
Item, mando, á la Hermita de San Roque desta Ciudad de Telde para la obra, y edificios de ella, quinze doblas de oro, que muchos días ha tengo prometido, que se paguen de mis bienes" (Chil, p. 488).

Llama la atención que en su dadivosidad hacia todas las ermitas de la población no nombre a la de santa Lucía cuando solo han transcurrido dos meses entre su mención como "ermita e iglesia" por Juan Valieron y el Cabildo de la isla (noviembre de 1538) y la redacción de su testamento (enero de 1539). Su silencio nos da a entender, bien que era una fundación privada de alguien que no era de su agrado, bien que la entidad de aquellas casas como ermita no estaba del todo clara y, por lo tanto, tampoco su futuro. 

¿Dónde estaba la ermita?

Según la cartelería informativa del casco histórico que el M. I. Ayuntamiento de Telde ha implementado por sus calles, la ermita se localizada en el mismo emplazamiento que hoy ocupa la del que fuera hospital de la ciudad, la de san Pedro Mártir, metros más arriba o más abajo. Se cree que, con seguridad, aprovecharon las ruinas de la de santa Lucía para reconstruirla como parte de la institución hospitalaria.

Sin embargo, esta posibilidad no coincide con su ubicación "a las afueras de la ciudad" que nos narran las fuentes pues, precisamente, era el hospital la entrada oficial a la ciudad y así se consideró hasta el siglo XIX. Tampoco coincide con las fechas en que todavía existían su casa y solar. La propia historia de la iglesia hospitalaria nos indica que comenzó a erigirse en torno a 1525 (Suárez, p. 541) y ya estaba terminada en torno a 1550, siendo consagrada en 1551 por el obispo de Marruecos, don Sancho Trujillo (Hernández, p. 195).


Con las fuentes documentales citadas, sabemos que lindaba con las propiedades de Bartolomé de Medina y, posteriormente, de sus herederos, propiedades que se conocían como Heredad de las Higueras, Albercón de Bartolomé de Medina o Albercón de sus herederos. Además, también con la Suerte de la Palma en La Vega de la Fuente y los límites del ingenio de caballos de Alonso de Matos. Esta zona eran las afueras de la ciudad en aquellos días por lo que, ante el aumento de la población, comenzó a ser parcelada no sin resquemores entre los propietarios de las tierras. Es el caso del remate de propiedades de Alonso de Matos en favor de los herederos de Bartolomé de Medina, traspaso de propiedades que ya había acontecido a 8 de enero de 1530 (AHPLP.7, f. 616v.).

Localización de los emplazamientos referidos y de la casa y solar de la santa (X)
salvando el tiempo y la progresiva urbanización de la ciudad que ya reflejó Torriani
(Elaboración del autor a partir de pormenor del plano de Torriani)

El dato crucial para esta propuesta de localización es el hecho de que la casa y solar de la santa lindaba con el domicilio de Juan Díaz pues este, en su testamento de 10 de marzo de 1557, estableció una capellanía en favor del convento dominico de san Pedro Mártir de Vegueta, capellanía que dotó con su propia vivienda y un solar vecino también de su propiedad.

De esta manera, gracias al título de propiedad sobre la misma que los dominicos irán actualizando en sus registros con el paso de las generaciones, sabemos, no solo quiénes fueron los siguientes usufructuarios de su casa y solar, sino también la sucesiva y cambiante toponimia de su emplazamiento. Además, por si fuera poco, también nos descubre que la casa y solar de santa Lucía terminaron siendo asumidos por la fábrica parroquial de san Juan Bautista.

Pormenor de la digitalización del título de propiedad citado (AHPLP.3)

El 12 de enero de 1595 el procurador general del convento, fray Alonso Miñol, arrienda de por vida la casa de Juan Díaz a Matías Perdomo por dos ducados, declarando que es “una caza baxa terrera que el dicho convento tiene en esta dicha ciudad de Telde que es en el barrio de la torresilla que linda e a por linderos por un lado caza de alvaro ¿gonzález? e por baxo caza y solar de la iglezia de santa Luzia e por delante la calle real que va a las xigeras e camyno de las rremudas” (AHPLP.3, exp. 2). Es importante reseñar que el lugar descrito se puede localizar perfectamente en el plano de la ciudad que levantara Torriani pocos años antes.

Pormenor de la digitalización del título de propiedad citado (AHPLP.3)

Por si fuera poca la concreción, el mismo título de propiedad reconoce a 17 de enero de 1711 que el convento sigue siendo propietario de dicha casa, “una cassa de alto y baxo en la ciudad de telde, con todo lo que le pertenesse que es en la Calle que disen de la torresilla y oi se nombra la de Don Estevan, que linda por un lado con casa que fue de Lucía López y oi de este dicho combento, por el otro cassa de la fábrica parrochial de la ciudad de telde, por las espaldas sercado de Don Juan Esterlin, y por delante la dicha Calle que la hubo de Juan Díaz por cláusula de su testamento que otorgó ante Pedro hernández escribano público que fue de la dicha ciudad de telde en diez de marzo del año passado de mill quininentos y cinquenta siete” (AHPLP.3, exp. 2).

En definitiva, la casa de Juan Díaz se encontraba en la calle Don Esteban, calle que sigue con tal nombre en la actualidad desde que "en ella vivió en 1689 el capitán del Tercio de Telde, don Esteban Calderín" (Hernández, p. 318). A sus espaldas se encontraba el cercado "don Juan Esterlin" que debió ser, bien don Juan Westerling Sarmiento y Saavedra, bien su hijo Don Juan Westerling Calderín Saavedra y Ponce de León. En todo caso, el cercado fue integrado en los jardines de la casa condal. Por último, a su lado, la casa de la fábrica parroquial que años antes, como hemos visto, era la casa y solar de santa Lucía.

Se hace necesaria una aclaración terminológica en cuanto al "camino que va al banadero" que menciona la data de Luys Diepa. Si este no se refiere a alguno que cruzaba hacia El Bailadero, debemos entenderlo, salvando el tiempo, como la actual avenida Pedro Agustín del Castillo, el camino que bajaba a la confluencia de los dos cursos de agua que constituían La Fuente de la ciudad y del Barranco Real, pues la palabra tal cual, "banadero", la encontramos entre las que perviven en las actuales Honduras y República Dominicana del español que hasta allí llevamos en aquellos mismos días con la acepción de ser el lugar donde se unen ríos (Mateo, p. 58). 

Sirve esta aclaración terminológica para darnos cuenta de que la casa de Juan Díaz que linda "por delante la calle real que va a las xigeras e camyno de las rremudas” o "camino de la torrecilla" (AHPLP.3, exp. 2), se encuentra en la confluencia de las actuales calles Comandante Franco (camino a las remudas) y Don Esteban (camino a la torrecilla, en un sentido, y calle real que va a la higueras o camino que va al banadero, en el otro). No en vano, desde la calle Comandante Franco y Don Esteban, que confluye en ella, se sale a la Av. Pedro Agustín del Castillo en dirección al barranco aún hoy. En el pasado, sería lógico pensar que era la calle D. Esteban, no la calle Comandante Franco, la que conectaba directamente con la actual avenida citada, siendo la segunda la que confluía con la primera y no al revés como en la actualidad.

Es la zona en la que, además, sigue el agua discurriendo por la acequia que, probablemente, fue la que Luys Diepa tuvo que respetar para hacer su casa (Ronquillo et Aznar, p. 408). porque suministraba al albercón de los Medina ampliamente referido. Esta acequia fue conocida como "del Finollo" desde el siglo XVII (Hernández, p. 315). 

Lugar en que se emplazó la casa y solar de la ermita de santa Lucía
(Infografía del autor a partir de pormenor del plano de Torriani)

La infografía superior no pretende ser más que una propuesta desde la conjugación de todas las referencias que nos aporta el título de propiedad estudiado de la casa de Juan Díaz (y la de santa Lucía anexa) en 1595, como hemos referido, a escasos cinco años de la realización del plano de Torriani que, obviamente, tampoco sabemos con el grado de detalle y fiabilidad que se levantó.

En este intento de localización, además, sirva de referencia el devenir histórico de los usufructuarios de la casa de Juan Díaz que expongo a continuación, al calor del título de propiedad estudiado (AHPLP.3, exp. 2), para llegar a imaginarnos qué construcción ocupa hoy lo que un día fue "de santa Lucía". 

En su testamento de 10 de marzo de 1557, Juan Díaz, cañaverero, establece una capellanía en favor del convento dominico de san Pedro Mártir de Vegueta. La dota con su propia casa con cercado trasero (en la que vive Juan Justo en ese momento) y un solar anexo en el que no ha terminado la construcción de unas habitaciones pero que sí tiene allí los materiales necesarios. En estos momentos, ambas propiedades se hallan en "el barrio nuevo del albercón de las Higueras". El solar por construir linda por un lado con la casa de Juan Díaz, por delante la calle real, por el otro lado con un solar de Ángel García y por detrás con el cañaveral de Antonio Fonte. Recordemos que es la casa de Juan Díaz la que linda con la casa y solar de santa Lucía.

Tras el fallecimiento del mismo, el convento arrienda a Marcos de Mesa el 31 de enero de 1558 la casa legada de por vida y el solar con la construcción a medias por tres vidas (AHPLP.5, ff. 52v.-56v.). 

El 21 de octubre de 1564, el convento arrienda la casa de por vida a Julio Caravallo, camellero.

El 12 de enero de 1595, el convento la arrienda por dos vidas a Mathías Perdomo. El barrio en el que se encuentra se denomina ahora "La Torrecilla".

En 1630, a la muerte del anterior, la hereda Francisco Yánez que, a su vez, en 1633 la usa como dote para sus dos hijas, una casada con Jerónimo Calderín y otra con Chrstóbal Ximénez. Entre ellas dividen la vivienda y el tributo a pagar.

Continuarán pagando el tributo Simón García, yerno de Christóbal Ximénez, y Lucía López, esposa de Fernando Gutiérrez (ausente en Indias) que es quien ocupa la casa que se terminó por construir en el solar anexo, siendo ella, junto a su marido, la "tercera vida" arrendataria. En este momento la puerta de entrada de la casa de Juan Díaz se alinea con la calle para no quedar impracticable ante la construcción vecina.

A 17 de enero de 1711, el convento “ha quitado” ya a los herederos de Simón García la parte de la casa que ocupa, suponemos que por impago. Esta la dan a Luis Padilla cuyo yerno, Macario, continuará pagando el censo impuesto. Ya no se refiere el barrio en su totalidad, sino la calle, "antes la torrezilla y oi se dice D. Esteban". 

La otra mitad la siguieron ocupando los herederos del matrimonio formado por Jerónimo Calderín y la hija de Francisco Yánez antes citada mientras que el 25 de noviembre de 1723, la casa de Lucía López fue vendida a tributo a Manuel Afonso.

La última referencia que nos da el título de propiedad es una anotación a modo de rápido apunte que certifica que "en 1800 es pagador y poseedor de la casa Ynacio Miranda, miliciano, vecino de Telde”, pero sin que sepamos si de la casa nuevamente reunificada, solo de la parte de los Padilla o solo de la parte de los Calderín. 

Según se desprende de la queja que en 1801 eleva Francisco Antonio Afonso (suponemos que descendiente de Manuel Afonso), al alcalde del agua de Telde, Julián Zapata, por haberle quitado el agua de la Vega Mayor, que le correspondía por arrendamiento del convento dominico, y habérsela dado a Antonio Calderín (suponemos que descendiente de los que siguen siendo sus vecinos) (AHPLP.8, exp. 15082), la casa original de Juan Díaz siguen siendo dos, una de los Calderín y otra de los Miranda.

La casa (doble o reunificada), como bien del clero regular y tras la desamortización de Mendizábal de 1835, saldría a subasta y pasaría a manos privadas hasta la actualidad.

En resumen, si superpusiésemos el plano de Torriani con uno actual, podríamos certificar que la casa de santa Lucía coincide con la natal del poeta Fernándo González que, curiosamente, también quedó dividida en dos por la propia familia. Del mismo modo, que su solar fue comprado como bien desamortizado por la familia condal para ampliar sus jardines. 

No obstante, la duda permanece aunque, al menos, la situación de la casa y solar de santa Lucía (¿de su ermita?) queda localizada ya con mayor concreción y claridad que hasta el momento presente.


¿Quién la edificó? ¿Por qué se permitió su desaparición?

Lo habitual en aquellos días es que la fundación de una ermita naciera al calor de la voluntad de los propios vecinos del lugar o de alguien concreto, algún miembro destacado de la sociedad, generalmente, de la alta burguesía o la nobleza. La documentación con la que contamos no ha permitido esclarecer nada sobre la persona o personas que dieron lugar a dicha ermita. No sería descabellado apuntar a la voluntad de Cristóbal García, Alonso de Matos y Bartolomé de Medina, primeros poseedores de los alrededores del lugar (AHPLP.2, f. 118r.). También, incluso, de Leonor González Camacho, esposa del segundo, que siguió gestionando tras enviudar las amplias propiedades del matrimonio en la isla (Rivero, p. 421) y en Sevilla (AHPLP.4, ff. 134r.-134v.), entendemos que su ciudad natal, quién sabe, si de la colación de santa Lucía.

Su patrimonio fue tal que, incluso, se puede dudar de si el barrio de La Torrecilla comenzó a ser conocido así por una antigua edificación defensiva o porque ella llamó así a una de sus fincas en el lugar. Esto se desprende de una escritura de 11 de enero de 1558 mediante la que alquila a su nieto “un parral que tengo en la zibdad de Telde con sus casas que en él están, altas e baxas, que se llama la Torrezilla” (AHPLP.5, ff. 34r.-34v.). Sorprende que no se refleje lo habitual "que está en el lugar que dicen", sino que, directamente, parece ser el nombre que ha dado a su propiedad y que, posteriormente, es el que da nombre al barrio que allí se va originando. 

Por otro lado, se debe valorar la idea de que, en todo momento, podríamos estar hablando de una simple "casilla", cual hornacina, con una imagen de la santa erigida por los propios vecinos del lugar y que, al regresar a su península natal o avecindarse en otras partes de la isla, allí las dejaron. Esta idea no es descabellada dado que en Telde existieron otras pequeñas construcciones similares que tampoco terminaron siendo ermitas. En una venta de casas en Telde por parte de los esposos Domingo Báez e Isabel González el 2 de octubre de 1568, se nos dice que dichas casas "lindan con el callejón que va hasta una casilla de Nuestra Señora de Guadalupe" (AHPLP.6, ff. 85r.-89r.). Si Juan Balieron se refirió a esta humilde realidad como "iglesia y ermita" (Aznar et Ronquillo, pp. 57-58), a priori podríamos decir que porque en la época así se entendía esa, diríamos hoy, humilde entidad que podemos seguir viendo en los exteriores de muchas viviendas de las islas, sobre todo, de la provincia occidental, hornacinas con sus devociones particulares, calvaritos, cruces, etc. A posteriori apuntaré otra hipótesis.

En este sentido, bien pudo ser el mismo vecino Pedro López el que levantó dicha ermita en el cercado y solar trasero de su casa, dada la religiosidad con la que vivían la fe en su familia. De hecho, la que creemos hermana suya, Luysa López, se nos revela, en su testamento de 9 de julio de 1568, como auténtica cumplidora de las obras de misericordia conjuntamente con su marido, hasta el punto de darle posada a algunos pescadores en su casa con frecuencia o legar cuantiosas limosnas a diversas personas, prendas y objetos a la iglesia, a sacerdotes en concreto, etc. (AHPLP.6, ff. 13v.-15r.).

De la misma forma, al observar que en la documentación consultada se cita mayoritariamente como casa (o casas) y solar "de" la santa, al calor de la información de 1595 en la que se describe como casa y solar "de la iglesia de santa Lucía", se podría establecer otra hipótesis, que nunca fue una construcción religiosa sino que esta casa (casas) y su solar en suelo teldense fueron legadas por quien las poseyó a una iglesia de santa Lucía, ya erigida o en construcción, de otra localidad, incluso, allende los mares. No es una práctica extraña, de hecho, en nuestra ciudad también la ermita de santa María de la Antigua tenía "su casa" que, suponemos, fue donada en favor de la construcción y sustento de su ermita. Esta, a todas luces, constituye hoy el denominado "Calvarito" de la plaza de san Francisco como se deduce de una carta de dote realizada el 6 de septiembre de 1568 por el matrimonio formado por Gonzalo Díaz y Catalina Hernández, en la cual prometen a su hija "unas casas que lindan con casa de Nuestra Señora de la Antigua, casas de Isabel Jara y, por delante, con la calle real que baja do la calle nueva y, por un lado, con la calle que va a la iglesia de la Antigua (AHPLP.6, ff. 67r.-68r.).

En este sentido, podríamos pensar que la casa y solar de santa Lucía en nuestra ciudad bien pudo ser un legado en favor de la construcción de su ermita de Tirajana. No en vano, la santa  también disponía allí de un cercado propio ya en 1519, suponemos que con el mismo fin (AHPLP.9, ff. 194v-195v.). En la unión de posesiones de la santa en Telde y Tirajana podríamos apuntar a una donación de María Rodríguez, vecina de Telde, que disponía de "veinte fanegadas de tierra en Santa Lucía" hasta que las traspasa y cede a Juan Martínez de Rociana, también vecino de Telde, el 15 de septiembre de 1537 (AHPLP.7, ff. 487v.-488v.). Bien pudo ella haber legado algunos años atrás una de sus propiedades en Telde para la construcción de la ermita del que, seguramente, sería su lugar de origen. La lejanía geográfica y la lentitud de las obras de la ermita tirajanera mantendrían en el ostracismo la propiedad teldense que, es cierto, nunca se refiere en la documentación como puesta en explotación para el beneficio de la dicha fábrica limitándose, quizás, a acoger una pequeña imagen, quizás la que obra en el Museo de Arte Sacro de la catedral, y un limosnero recaudatorio cual el que conserva "el Calvarito" de la plaza de San Francisco. 

Imagen de santa Lucía que se conserva en el Museo de Arte Sacro
de la S. I. C. B. de Canarias (Fotografía del autor)

No solo podríamos pensar en María Rodríguez, que bien podría haber dejado su legado en la propia Tirajana, por ejemplo, parte de las fanegadas que ha cedido, sino también en el propio Alonso Rodríguez de Palenzuela. Si el ingenio de Alonso de Matos que nos ocupa fue el mismo que le compró al anterior, bien pudo el primero no incluir en la venta estas casas, por eso quedaron limítrofes al mencionado ingenio, sino entregarlas en favor de la ermita que su hijo Lorenzo patrocinaba en Tirajana, lugar en el que ya tenía amplias posesiones con anterioridad a 1547 (Cazorla, p. 116).

Es más, otra posibilidad es que la ermita tirajanera fuera el deseo de Alonso Rodríguez de Palenzuela llevado a buen término por su hijo dado que el primero pudo planificar una ermita en su ingenio de Telde pero, al vender pronto sus propiedades, quedó inconclusa. Esta hipótesis explicaría por qué Marín de Cubas creyó que Alonso fundó la ermita de san Gregorio, fundación en la que, como es sabido, no tuvo nada que ver. Además, también es indicativo que uno de los ingenios teldenses del mismo molía con caballos (Hernández, p. 187), el mismo sistema que refieren los documentos del ingenio de Alonso de Matos que nos ocupa.

En resumen, desconocemos la voluntad (personal o comunitaria) que le dio origen al emplazamiento de santa Lucía en nuestra ciudad pero no su fin. Nunca se transformó realmente en una iglesia, probablemente, porque nunca se pensó como tal o porque, a falta de una voluntad personal férrea, se vio relegada por la voluntad comunitaria en favor de la terminación de las obras de la cercana iglesia de San Juan, mucho más importante por su condición parroquial, e, incluso, de la hospitalaria de san Pedro mártir, mucho más necesaria para la atención de los enfermos allí ingresados. 

Así, pasaron los años y la presumible ermita de santa Lucía fue, finalmente, asumida como parte de la fábrica de la parroquia de san Juan Bautista que la explotaría en beneficio propio. Este proceso debió ocurrir entre 1595 y 1711, según la documentación citada, sin que sepamos una razón clara, más allá de poner en orden lo que, desde siempre, se ha entendido como un lugar religioso que no tenía más dueño que la fe. Así, la parroquial de san Juan Bautista gozó de su propiedad y rendimiento por lo que, bien la arrendaría con frecuencia, bien la usaría como casa parroquial. En este sentido, uno de sus ocupantes fue, sin duda, el beneficiado Lorenzo de Finollo Venegas y Figueroa, que ejerció como tal entre 1661 y 1694 (Rodríguez, 2015, p. 422), hecho que dio nombre a la acequia y al lugar hasta bien entrado el siglo XX como me referían mis tías abuelas, las hermanas Morales y Morales, allí avecindadas.

No obstante, el pueblo teldense no ha olvidado jamás a su santa "vecina". En 1635 el Cabildo Catedral decretó que la fiesta de santa Lucía fuera "de guardar" en la diócesis tras la petición conjunta de Las Palmas de Gran Canaria y de Telde (Rodríguez, 2022, p.157). Su culto quedó centralizado en la iglesia de santa María de la Antigua, seguramente, a partir de la llegada de los franciscanos en 1610. En ella se conserva una bella imagen pendiente de un estudio que pueda arrojar más datos sobre su procedencia y autoría, imagen que durante las primeras décadas del siglo XX todavía era venerada con "la misa de la luz", a las seis de la mañana, en el día de su onomástica, fiesta a la que acudía, entre otros, mi abuelo materno.

Igualmente, también la iglesia de san Gregorio Taumaturgo cuenta con una imagen de la santa para el culto fruto de los talleres de Olot y de comienzos del siglo XX.


A modo de epílogo, otra hipótesis sobre su origen

El origen incierto de la misma y que no se llevase a término más tarde o más temprano, como otras de la ciudad, teniendo en cuenta que todavía en 1595, como hemos visto, se habla de "la casa y solar de la iglesia de santa Lucía" (AHPLP.3, exp. 2), permaneciendo inalterable hasta ser parte de la parroquia, hace que me atreva a sostener la siguiente hipótesis.

Probablemente cuando se volvió a conquistar la zona de Telde, todos sus repobladores se encontraron con algunas casas, algunas ya amenazando ruina, entre las que entendieron había una ermita de la santa. A partir de entonces, simple y llanamente, siguieron respetando el emplazamiento hasta que por la edificación de nuevas y mejores infraestructuras religiosas de la ciudad, así como por la falta de una voluntad personal fundacional, terminó integrándose en la fábrica parroquial que, hemos visto, la transformó en una vivienda.

En este sentido, es sabido que desde el siglo XIV la zona de Telde fue centro de la predicación de varios eremitas y que, desde entonces, la misión evangelizadora ya no paró, aunque tuvo que enfrentarse a varios periodos de reticencias por parte de los aborígenes dadas las incursiones vasco-andaluza de 1393, normanda de 1405 y portuguesas de 1415, 1424, etc., que provocaron el martirio de los misioneros o su forzosa huída, sobre todo, franciscanos del convento de Betancuria (fundado a partir de 1416) al calor del obispado del Rubicón (1404) que conformaron la vicaría de Canarias (Barrios). 

Además, también sabemos por la bula de creación del obispado de Fuerteventura (1423) que en la isla de Gran Canaria había zonas donde los canarios se habían convertido al cristianismo y que, además, la isla contaba ya con su propia ermita de santa María de la Palma (Álvarez, pp. 472-474), advocación creada para la Virgen en Almería (de donde procedería alguno de los franciscanos misioneros). Estos, siguiendo un estilo de evangelización que consistía en resignificar lugares sagrados de los aborígenes, no dudaron en erigir su ermita en Telde, la zona de la isla más evangelizada desde tiempo atrás, precisamente frente al almogarén de El Baladero, donde los canarios llevaban a cabo sus rituales en sus cuevas, cazoletas y canalillos. 

Llama la atención que el nombre de la tierras anexas también afiance esta posible hipótesis con la pervivencia del topónimo «Suerte de la Palma», relativo a la intitulación de la primigenia ermita, o el «Hacienda de las Higueras» que nos habla del paraje de su ubicación tal cual lo definieron los portugueses de Joâo de Trasto cuando la visitaron en 1415, "telli fructuosa", "zona rica en higueras" (Serra, p. 21).

Puede que en esta ermita fuera donde el obispo Diego de Illescas celebró misa (Aznar, p. 294), quizás durante su posible cautiverio en Telde de más de un año, "520 esplendores de luna" (Torriani, p. 124). Esta situación, me atrevo a apuntar, fue fruto de su propio ofrecimiento como rehén, uno más del número total pactado entre Diego de Herrera y los canarios, después de las correrías de su socio el luso Diego de Silva, para que estos últimos le permitieran la edificación de la fortaleza de Telde (Rumeu, pp. 149-150), la "torrecilla" que también quedó reflejada en la toponimia del mismo lugar. 

El obispo, sin mayor problema, aprovecharía su situación para proseguir con su misión evangelizadora en la zona que giraría en torno a algunas casillas y la ermita estudiadas. Esta experiencia misionera volvió a fracasar al sentirse los canarios traicionados una vez más, en este caso por los de Herrera, y acabar destruyendo la torre de Telde (Rumeu, pp. 151-152). En este momento, me permito introducir la segunda hipótesis de explicación a la referencia que hace como iglesia y ermita Juan Valieron cuando para todos no es más que un solar. Al ser portugués y recién llegado a Telde, así lo acusaba Diego Reyna ante el Cabildo, bien podría tener referencias de los compatriotas que por la ciudad anduvieron con Diego de Silva y que como ermita e iglesia la vivieron.

Posteriormente, para cuando los misioneros pudieron regresar, tras la conquista realenga, el pequeño asentamiento misional, sus casillas y ermita, ya estaría en bastante mal estado. Fue retomado y respetado por todos como un lugar sagrado al entender que eran los restos de una iglesia pero, igualmente, relegado al ostracismo porque ya no hacía falta ante la edificación de las nuevas ermitas e iglesias de la creciente ciudad. Es comprensible, además, que al redescubrirse (en tiempos del obispo Diego de Illescas o ya con la conquista realenga) se malinterpretara su intitulación, quizás por la tosca imagen (escultórica o pictórica) de su interior, de la misma forma que ocurrió en Tazo (La Gomera) con su homónima ermita de santa María de la Palma.

"Por lo que afecta a la Gomera, la Bula dice que hay sólo una «capilla» o ermita (capella), no una «iglesia» (ecclesia) de más categoría, como las que nombra, así en Rubicón, Betancuria y las otras islas; cosa muy natural, si la cristianización de la Isla era un hecho tan cercano, como hemos establecido. Y personalmente pensamos que se trata de la conocida ermita de santa Lucía en Tazo, que según la tradición fue la primitiva fundación cristiana de la Isla. Incluso el cambio de la advocación de santa María de la Palma (por la que portaría en su mano derecha o izquierda), por santa Lucía, que también porta en su mano la palma del martirio, sería fácil de explicar para quien no conociera la advocación primitiva" (Álvarez, pp. 472-474).

De pronto es fácil imaginar el lugar y sus toscas infraestructuras que conformaron el eremitorio de aquellos misioneros que arribaron en 1386, dejando el suyo en tierras catalanas, para permanecer entre los canarios y evangelizarlos. 

De pronto es fácil imaginar cómo fueron arrancados de la paz del lugar por los canarios que decidieron acabar con todos ellos tras la razzia vasco andaluza de 1393, llevándolos montaña de Cendro arriba hasta arrojarlos en la sima, si es que por allí los arrojaron.

De pronto es fácil imaginar a Gadifer de la Salle en 1405 atisbando desde sus ruinas la hermosa Telde que divisaba a su alrededor y que lo enamoró. Algunos aborígenes neófitos, entristecidos por el asesinato cometido por los suyos, allí lo condujeron junto a los capellanes Bontier y Le Verrier que, en la casa que haría las veces de ermita, seguramente encontrarían el testamento de los misioneros. 

De pronto es fácil imaginar cómo los franciscanos desde Betancuria y el mismo Le Verrier intentaron reanimar la misión en la isla desde aquel mismo lugar durante las primeras décadas del s. XV, sorprendidos por las incursiones portuguesas o intentando colaborar con ellas. Pero la unión de la cruz y la espada con los canarios no funciona, como no lo hizo en 1424 aunque en el Vaticano, por esas mismas fechas, celebraban la conversión de parte de los canarios.

De pronto es fácil imaginar al portugués Diego de Silva, en la década de los sesenta del s. XV, intentando lograr lo que sus compatriotas no pudieron, consiguiendo con el buen hacer del obispo Diego de Illescas reanimar aquel primer eremitorio, centro misionero, y volver a celebrar misa dentro. Mas de nuevo la flaqueza humana defraudó a los canarios, que arrasaron con todo.

De pronto, ahora sí se entiende, a partir de 1477 llegaron los conquistadores y los repobladores a la Telde pronto castellana y se encontraron aquella torrecilla y aquellas casas, entre las cuales una vetusta ermita, el origen de lo que hoy es Telde y, el resto, el resto ya lo saben.

Un sencillo retablo cerámico de santa Lucía y un breve texto explicativo
podrían señalar el lugar de origen de nuestra ciudad que no olvida su pasado
(Fotomontaje del autor)


REFERENCIAS

Álvarez Delgado, J. (1960). "Primera conquista y cristianización de la Gomera. Algunos problemas históricos" en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 6, pp. 445-492.

AHPLP.1. Protocolos Notariales. Escribano Francisco de Díaz Peloz. Agüimes. 1567-1569.

AHPLP.2. Protocolos Notariales. Escribano Cristóbal de San Clemente. Las Palmas de Gran Canaria. 1525-1527.

AHPLP.3. Convento de san Pedro Mártir. Orden de los dominicos. Las Palmas de Gran Canaria. Títulos de propiedad. 1510-1836.

AHPLP.4. Protocolos Notariales. Escribano Alonso de Hernández. Las Palmas de Gran Canaria. 1560.

AHPLP.5. Protocolos Notariales. Escribano Alonso de Hernández. Las Palmas de Gran Canaria. 1557-1558.

AHPLP.6. Protocolos Notariales. Escribano Pedro Fernández de Chavez. Telde. 1568-1570.

AHPLP.7. Protocolos Notariales. Escribano Hernando de Padilla. Las Palmas de Gran Canaria. 1529.

AHPLP.8. Real Audiencia de Canarias. Procesos civiles, penales y sala de gobierno. 1526-1939.

AHPLP.9. Protocolos Notariales. Escribano Cristóbal de San Clemente. Las Palmas de Gran Canaria. 1518-1519.

Aznar Vallejo, E. (ed.). (1990). Pesquisa de Cabitos. Cabildo Insular de Gran Canaria. Madrid - Las Palmas de Gran Canaria.

Cazorla León, S. (2000). Las Tirajanas de Gran Canaria. Notas y documentos para su historia. Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. Las Palmas de Gran Canaria.

Chil y Naranjo, G. (1891). Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, Vol. 3. Imp. La Atlántida. Las Palmas de Gran Canaria.

Mateo Sanz, G. (2020). Topónimos y apellidos ancestrales de los países de la Hispanidad. Jolube. Huesca.

Pérez Aguado, L. (1982). La caña de azúcar en el desarrollo de la ciudad de Telde (siglo XVI). M. I. Ayuntamiento de Telde. Las Palmas.

Rivero Suárez, B. (1997). "El régimen de propiedad de la tierra en Telde (Gran Canaria) después de la conquista" en Historia. Instituciones. Documentos, núm. 24, pp. 405-428.

Rodríguez Calleja, J. E. (2015). La población de Telde en el siglo XVII. Un modelo demográfico comparado. ULPGC. Las Palmas de Gran Canaria.

Rodríguez Calleja, J. E. (2022). En el lugar de Tirajana. Población del siglo XVII y antecedentes históricos. NPQ editores. San Bartolomé de Tirajana.

Ronquillo Rubio, M. et Aznar Vallejo, E. (eds.). (1998). Repartimientos de Gran Canaria. Museo Canario – Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria.

Rumeu de Armas, A. (2001 [1960]). El obispado de Telde. Misioneros mallorquines y catalanes en el Atlántico. M. I. Ayto. de Telde. Madrid-Telde.

Serra Ráfols, E. (1941). Los portugueses en canarias. Discurso de apertura del año académico 1941-1942. Universidad de La Laguna. Imprenta y librería Curbelo. La Laguna.

Suárez Quevedo, D. (1983). "La iglesia del Hospital de San Pedro Mártir de Telde" en Anuario de Estudios Atlánticos, vol. 1, núm. 29, pp. 530-563.

Torriani, L. (1959 [1590]). Descripción e historia del reino de las islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus fortificaciones. Traducción del Italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.

27 septiembre 2025

DEL ORIGEN DE LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA


"El Calvarito" (Fotografía del autor, 17/04/2023)

Los repobladores europeos que llegaron al lugar que hoy ocupan los barrios de San Juan, San Francisco y San Gregorio decidieron honrar con la erección de capillas, ermitas e iglesias a diversas advocaciones de su devoción, bien por ser las de su lugar de procedencia, bien por su poder taumatúrgico y protector ante las epidemias, las malas cosechas, etc. Así, mientras se roturaban las primeras tierras para el cultivo, se construían las primeras casas e iban quedando trazadas sus calles y callejuelas, también fueron erigidas pequeñas casas a modo de humildes capillas.

En ellas se entronizaba la imagen pictórica o escultórica que daba título a la misma con la esperanza de que, más tarde o más temprano, sus capillas fueran transformadas en auténticas ermitas e iglesias capaces de acoger el culto (celebración de misas, enterramientos, etc.). Esta transformación podía realizarse, bien mediante la ampliación de las mismas, bien con su construcción de nueva planta en otro emplazamiento, generalmente en sus cercanías. 

Estas capillas o “casillas”, que refieren las fuentes, como las de Santa Lucía y la de Ntra. Sra. de Guadalupe, tuvieron un origen popular frente a otras ermitas, como las de san José en Las Longueras y la de san Gregorio Obispo, que surgieron auspiciadas por los terratenientes más destacados que se avecindaron en Telde en medio de sus propiedades. También, de esta última manera, se propició la construcción de la parroquial de san Juan Bautista. Por lo tanto, dado su origen popular, muchas no llegaron a ser auténticas ermitas dada la dependencia de aquellos donativos y legados que pudieran pagar sus obras y sostenimiento. Es el caso de la casilla de Nuestra Señora de Guadalupe (AHPLP.2, ff. 85r.-89r.) que, por su ubicación en las cercanías de la que terminará siendo la Casa Condal, bien pudo ser la causante del añadido al mencionado título del condado "de la Vega Grande", a saber, de la Vega Grande "de Guadalupe".

En la elevación orográfica que se encuadra entre los cauces del Barranco Real y de La Fuente de la ciudad, el altozano que referirá una de las calles del naciente barrio, se decidió construir una de estas casillas en honor de Nuestra Señora de la Antigua. Esta es una advocación mariana de gran raigambre en Sevilla desde que su imagen, una pintura mural, se descubriera durante las obras de construcción de la catedral hispalense, supuestamente, sobre un muro de la antigua mezquita que fue cristianizada tras la conquista. 

El arraigo de esta advocación en la isla, en nuestra ciudad, se debe a la procedencia sevillana de muchos de los repobladores, así como a la dependencia de la diócesis canaria de la hispalense. De hecho, la catedral de Canarias también le dedicó una de sus capillas. Esta fue construida entre 1517 y 1526 (Cazorla, pp. 52-53), siendo reubicada dentro de la ampliación de la misma a partir de “la vieja iglesia” en 1573 (Cazorla, p. 64). Finalmente, en 1816 su primitiva imagen de candelero fue retirada del culto al ser sustituida por otra de talla completa del imaginero Luján Pérez.

Primitiva imagen de Ntra. Sra. de la Antigua - S. I. C. B. de Canarias
(Fotografía del autor, 27/09/2025)

La misma devoción mariana prendió en nuestra ciudad a la par que en la catedral dado que desde 1522 se habla en los testamentos que obran en el archivo parroquial de san Juan Bautista de la ermita de santa María de la Antigua teldense (Hernández, p. 173). Posteriormente, en su testamento de 14 de enero de 1539, Cristóbal García del Castillo lega media dobla de oro a dicha ermita (Chil, p. 484), como también lo hace otro teldense (nombre ilegible), en su testamento de 13 de enero de 1541 al dejar algunas limosnas “al hospital de Telde, a la capilla de la Antigua, a los monasterios de santo Domingo y san Francisco, algo a la iglesia y fábrica de san Juan de Telde” (AHPLP.1, f. 2v.).

En medio de la incipiente urbanización de la ciudad, me atrevo a aventurar que estos testamentos aún se refieren a una de las citadas pequeñas capillas o casillas en su aspiración a ser auténticas ermitas e iglesias. Esta, con total seguridad, no es otra que la que hoy conocemos como “El Calvarito” en la misma plaza de San Francisco como se desprende de una carta de dote realizada el 6 de septiembre de 1568 por el matrimonio formado por Gonzalo Díaz y Catalina Hernández. En ella prometen en dote a su hija unas casas que lindan con la “casa de Nuestra Señora de la Antigua, casas de Isabel Jara y, por delante, con la calle real que baja do la calle nueva y, por un lado, con la calle que va a la iglesia de la Antigua" (AHPLP.2, ff. 67r.-68r.).

Como vemos, hay un “casa de” y una “iglesia de”. Esta casa, la primitiva y humilde capilla, sería la que acogió la pequeña imagen de Ntra. Sra. de la Antigua teldense mientras se terminaba de erigir su iglesia. Terminada la misma, la capilla o casilla original, en este caso no integrada en la construcción final, pasó a tener otra función como parte de la fábrica de la misma. En el caso que nos ocupa, pasó a ser un Calvario, seguramente, como decimosegunda estación del Via Crucis que los franciscanos implementarán por las calles del barrio.

“Frente a la iglesia se ve una antigua capilla con cubierta de tea a cuatro aguas a la que el pueblo llama “El Calvarito”, si bien no hay memoria sino de la existencia en la misma de una imagen de Cristo Crucificado, probablemente antes acompañado de san Juan Evangelista y la Virgen de los Dolores. Debió tener este Cristo mucha devoción, sobre todo entre los caminantes que atravesaban este barrio subiendo por el camino de Santa María en dirección a los pueblos del sur de la isla, todavía puede verse una ranura abierta en la cantería azul que da a la plaza por donde los viajeros introducían sus limosnas que luego pasaban a una caja de tea, recordándonos por su forma el “gazofilacio” del templo de Jerusalén en los días de Jesús” (Hernández, pp. 175-176).

Probablemente, la imagen que presidió tal capilla es la que aún hoy puede contemplarse en la pequeña hornacina que se abre en el altillo del retablo pétreo de santo Domingo de Guzmán en la iglesia de san Francisco. Una imagen de candelero, de madera, telas y arcilla, de la que se contaba una leyenda sobre su aparición en una de las cuevas de la costa teldense, en la zona de El Castellano, desde donde fue llevada al convento franciscano teldense (Hernández, p. 175). Quizás pueda conjugarse la leyenda con la realidad pues bien pudo ser esta imagen una de las que tuvieron que abandonar los franciscanos misioneros en la costa teldense, siendo encontrada, posteriormente, por los repobladores de Telde que pudieron entronizarla en la casilla o capillita del naciente barrio de Santa María a donde, cosas de la historia, "retornarán" los franciscanos en 1610. 

Ntra. Sra. de la Antigua - Telde
(Diócesis de Canarias, p. 182)

Ntra. Sra. de la Antigua - Telde
Fotografía anterior a su restauración 
(Hernández, p. 204)

No obstante lo anterior, la procedencia de la imagen pudo tener un origen más corriente pues, naturalmente, el comercio de imágenes para la devoción particular entre la naciente población teldense queda atestiguado en diversas fuentes, entre otras, un reconocimiento de deuda de 9 de noviembre de 1535. En él, el mercader teldense Francisco de Deza reconoce deber a Melchor Núñez, también mercader, diferentes cantidades, por ejemplo, "14 reales por la hechura de una imagen de Nuestra Señora y de un Jesús" (AHPLP.3, ff. 168-169). Teniendo en cuenta que comparte apellido y, quizás, parentesco con el arzobispo de Sevilla, Diego de Deza (+1523), es natural que la imaginación vuele pensando que esta imagen de 14 reales es la Virgen de la Antigua teldense cuyo precio aún no había satisfecho.

El momento en que se terminó de construir la ermita podemos situarlo en torno a 1569. El mejor indicador de ello es que ya se puede celebrar la misa en ella. Así se desprende de un codicilo de 10 de agosto de 1569 sobre su testamento del pasado 30 de julio, en el que Hernández de Rosiana establece un aniversario cantado perpetuamente en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua en el día de la Natividad de Nuestra Señora en septiembre o en su octavario (AHPLP.2, ff. 283v.-284v.). También, por otro lado, del testamento de Juan Márquez de 21 de septiembre de 1569 en el que solicita que se digan dos misas por su alma en la iglesia de Nuestra Señora de Antigua (AHPLP.2, ff. 300v.-302v.).

Con anterioridad a esta fecha, tenemos datos que nos dan idea de cómo fue construyéndose y de qué manera se financió su obra. Así, en su testamento de 8 de agosto de 1568, el sacerdote Sebastián Ramos lega seis reales “para la obra de Nuestra Señora de la Antigua de Telde” (AHPLP.2, ff. 37r-44v.). De igual manera, en su testamento de 9 de agosto de 1568, Leonor Ortiz, mujer de Leste, “dona a la obra de Nuestra Señora de Antigua de Telde un real de plata de sus bienes” (AHPLP.2, ff. 47r.-48v.).

Por otro lado, sabemos que los carpinteros Gregorio Simón y Gaspar de Cerrada, mediante concierto de 3 de mayo de 1563, se comprometieron a terminar para el día de Santiago la obra de carpintería de la capilla “que se ha de hacer” en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua de la que es mayordomo Juan Tello. Además, como curiosidad, el artesonado que la ha de cubrir debía ser como el de la capilla de María Fernandez Calva de san Juan Bautista, la de san José en la actualidad (AHPLP.4, f. 146 v.).

No queda claro si el regidor Juan Tello fue mayordomo de esta futura capilla o de la iglesia entera pero, con total seguridad, fue uno de sus grandes financiadores dada su condición de gran hacendado. No en vano, acumuló tal número de propiedades que su nombre quedó plasmado en la propia toponimia, por ejemplo, en la Montaña de Juan Tello o los Cercados de Juan Tello (Hernández, p. 340).

Finalizada la ermita, en lo que a poder mantener el culto litúrgico en ella se refiere, no cesará su dotación y mejora por parte de nuevos benefactores. En su testamento de 10 de junio de 1570, Francisca Ramos, viuda de Fernán Gómez, lega un real a la misma y manda que se paguen los 15 reales que le debía su marido. También, dispone que se haga una capilla a san Antonio en dicha iglesia, ya que su marido así lo dispuso antes de morir, con las 120 doblas que destinó para ello de sus bienes. Una vez hecha la capilla, además, quiere que se dé de sus bienes veinte doblas para comprar ornamentos para poner decir misa (AHPLP.2, ff. 340r.-348r.).

A colación de la celebración de la eucaristía en ella, de cara a la comodidad de fieles y sacerdotes, sabemos que el 1 de noviembre de 1577, se vuelve a contratar al carpintero Gaspar de Cerrada para realizar cuatro escaños (bancos) para la iglesia (AHPLP.5, f. 387v.).

Por otro lado, será Torriani quien, posteriormente, nos legue una idea de la localización y entidad de la ermita de Ntra. Sra. de la Antigua teldense en la última década del siglo XVI. En el plano de la ciudad que levanta en 1590 de la ciudad, esta ocupa el lugar más elevado del altozano del barrio de Santa María, está compuesta de una sola nave y rodeada de casas que, en veinte años, serán donadas y derruidas/integradas en la conformación del cenobio franciscano y sus huertas.

Infografía del autor a partir de pormenor del plano de Torriani 

Desde entonces, 1610, la historia de la ermita de Santa María de la Antigua tendrá nuevos y variados capítulos. Como convento franciscano de la Madre de Dios de la Antigua será dotada con una nueva nave, retablos pétreos de inspiración colonial y varias capillas claustrales como la de las Llagas de san Francisco o la de san Francisco de Paula (Suárez, pp. 285-287). Finalmente, tras la exclaustración, como la iglesia del barrio de San Francisco que conocemos actualmente y que fue perdiendo progresivamente el culto que en ella se mantenía hasta la actualidad.

Sirva este pequeño artículo como acción de gracias a los arriba citados y otros que, al promover su fundación, nos la legaron como bien histórico patrimonial.


REFERENCIAS

AHPLP.1. Protocolos notariales. Escribano Hernán de Gutiérrez. Telde. 1541.

AHPLP.2. Protocolos Notariales. Escribano Pedro Fernández de Chávez. Telde. 1568-1570.

AHPLP.3. Protocolos Notariales. Escribano Hernando de Padilla. Las Palmas de Gran Canarias. 1535.

AHPLP.4. Protocolos Notariales. Escribano Juan de Vega. Telde. 1557-1563.

AHPLP.5. Protocolos Notariales. Escribano Juan de Vega. Telde. 1577.

Cazorla León, S. (1992). Historia de la Catedral de Canarias. Real Sociedad Económica de Amigos del País. Las Palmas de Gran Canaria.

Chil y Naranjo, G. (1891). Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Vol. 3. Imprenta La Atlántida. Las Palmas de Gran Canaria.

Diócesis de Canarias (org). (2004). La Huella y la Senda. Islas Canarias en https://restauracionlapalma.com/wp-content/publicaciones/lahuellaylasenda.pdf [consultado el 26/09/2025].

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde en https://mdc.ulpgc.es/s/mdcte/item/259809 [consultado el 24/09/2025]. 

Suárez Quevedo, D. (1992). "El convento franciscano de Telde (Gran Canaria). Datos para la historia de una institución desaparecida" en Revista de Historia Canaria, núm. 176, pp. 277-314. 

Torriani, L. (1959 [1590]). Descripción e historia del reino de las islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus fortificaciones. Traducción del Italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.

12 abril 2025

LA SEMANA SANTA EN LOS LLANOS A MEDIADOS DEL SIGLO XX

San Juan Evangelista en la plaza de San Gregorio (FEDAC)

Con el paso de los años, tras el Concilio Vaticano II y la renovadoras ideas que desdeñaban de lo hasta entonces tradicional, fueron quedando en el olvido algunos de los actos que por Semana Santa se llevaban a cabo desde la parroquia de San Gregorio Taumaturgo de nuestra ciudad.

La parroquia de los Llanos de Jaraquemada recibía la Semana Santa con todos sus altares despojados de cualquier ornamentación floral desde el miércoles de Ceniza en que daba comienzo a la Cuaresma. A partir del V Domingo de la misma, además, los santos de sus altares y retablos y hasta la cruz del altar quedaban cubiertas con telas moradas como antesala de los misterios que se iban a solemnizar durante la semana mayor.

La "Burrita" hacia San Juan entrando a la calle Portería desde la calle Carreñas
(Fuente: desconocida, imagen viralizada vía whatsapp)

El domingo de Ramos se conmemoraba la entrada triunfal a Jerusalén con la procesión de “la burrita” cuyo recorrido se alternaba cada año entre la iglesia de San Gregorio Taumaturgo y la de San Juan Bautista. Un año bajaba y otro subía, no en vano, la escultura del Señor “en su entrada triunfal en Jerusalén” fue comprada en los talleres olotinos por ambas parroquias a la vez. Perdida la tradición y, según dicen, por cierta animadversión entre los párrocos de las citadas iglesias, terminó siendo custodiada en la basílica menor de la que ha seguido procesionando cada año hasta la actualidad.

En esta jornada, muchas familias estrenaban sus nuevos vestidos y trajes que habían encargado a las modistas y costureras locales pues, además, recién se estrenaba la primavera, el cambio de temporada. Era el momento, además, en que los jóvenes que atravesaban ya la adolescencia dejaban atrás sus pantalones cortos para comenzar a lucirlos largos, mucho más adecuados a la "madurez" en la que ya principiaban. Entre las mujeres, destacaba el uso de la mantilla canaria y de la española. 

Mujeres con mantilla española durante la Semana Santa teldense (FEDAC)

El Miércoles Santo se llevaba a cabo la procesión "del encuentro” que en nada desmerecía de la que recorría las calles de Vegueta. En sus tronos salían del templo la bella Virgen de los Dolores de Silvestre Bello de luto riguroso, san Juan Evangelista con sus vestes tradicionales (túnica verde y mantolín rojo), la Magdalena, la Verónica y el Cristo con la Cruz acompañado de Simón de Cirene, talla que ya sólo ve la luz ataviado en el belén parroquial como cargador de una piña de plátanos en ofrenda al Divino Infante. 

Desde la plaza peroraba el acontecimiento el párroco con su sermón que intentaba suscitar en los presentes la conversión, el dolor de los pecados y la compasión al que siendo Dios no desdeñó morir por nosotros ¡y de tal manera! Uno de los momentos más esperados era cuando el paño de la Verónica caía desenrollado al limpiar el rostro del nazareno mostrando tres rostros porque tres veces enjugó el rostro del Señor camino del Calvario.

Procesión del Encuentro en las inmediaciones de la plaza de San Gregorio (FEDAC)

El Jueves Santo se llevaba a cabo la celebración de la misa de la Cena del Señor en la que doce hombres del barrio eran elegidos para que el párroco obrara con ellos idéntico gesto simbólico que Cristo en la última cena, el lavado de sus pies. Terminada ésta se reservaba de manera solemne el Pan de los Ángeles en “el monumento” especialmente decorado para tal ocasión. El sagrario de la parroquia de San Gregorio Taumaturgo, en su emplazamiento original (en el centro del retablo mayor), lucía adornado con toda la candelería, bandejas y violeteros plateados que desde días atrás habían limpiado y pulido con esmero un grupo de vecinas. 

El "monumento" en la parroquia de San Gregorio (FEDAC)

Allí quedaba “reservado” el Santísimo Sacramento, entre cientos de calas, primorosamente cultivadas en los jardines de las casas del vecindario para la ocasión, y el titilar de las velas de cera que creaban una atmósfera apropiada para todos los que acompañaban, en su "visita de los monumentos", al que sufría en Getsemaní durante el rezo de la Hora Santa. Allí permanecía, hasta que en la celebración de la Pasión al día siguiente (que no es eucaristía, ni puede celebrarse alguna) es del todo consumido en el momento de la comunión, tras la adoración de la Cruz y la oración de los fieles que en esa jornada es aún más extensa y precisa.

El Viernes Santo, la feligresía de San Gregorio volvía a llenar las calles al mediodía. Terminada la celebración de la Pasión en el templo, procesionaba el Crucificado con la Magdalena a sus pies y, una vez más, la Virgen Dolorosa de Silvestre Bello y el San Juan Evangelista. El gentío era tal, seña de lo que un “Viernes Santo” significaba en la época, que no desmerecía de la procesión de las mantillas catedralicia. Terminada la misma, se acercaba la hora nona (las tres de la tarde), momento en el que nos dicen los evangelios que expiró Jesucristo y el recogimiento se hacía patente al vaciarse las calles del barrio.

Procesión del Viernes Santo a su regreso a la plaza (FEDAC)

El Sábado Santo bien entrada la noche, se llevaba a cabo la celebración de la Vigilia Pascual en la parroquia, extensa eucaristía en la que se bendice el fuego del Cirio Pascual y el agua, agua bendita que, era tradición, se llevaban al término de la misma todos los que quisieran, mayoritariamente aquellas que se encargaban de reponer dicha agua en las benditeras de sus hogares.

El Domingo de Pascua, terminada la solemne eucaristía, la alegría de la chiquillería desbordaba en la plaza de San Gregorio y alrededores pues ¡había resucitado el Señor!, por lo que ya se podían divertir nuevamente, la música volvía a las emisoras de radio (más allá de la sacra de los días previos) y los cines podían continuar con sus estrenos tanto como los cafetines y bares con sus tertulias y tertulianos varios.