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26 octubre 2025

CON PIEDAD Y MISERICORDIA

El Barranco de los Ríos de Telde "corriendo" bajo el acueducto de Las Longueras
en torno los años cincuenta del siglo XX (FEDAC)

Así, como reza el título, pedían nuestros mayores que lloviera sabedores de la necesidad siempre acuciante del agua para el riego de sus cercados pero, también, temerosos de que la combinación de lluvias torrenciales y vientos tempestuosos trocarían tal beneficio en desgracia.

Hace ya 146 años, la isla sufrió un gran temporal de fuertes tormentas con gran aparato eléctrico que afectaron, no solo a los cultivos, sino también a infraestructuras como carreteras y puentes. Entre otras, quedó impracticable la carretera de nuestra ciudad a la capital de la isla que había sido inaugurada trece años antes. No en vano, Telde fue una de las comarcas más perjudicadas por el aluvión según nos descubren las fuentes.

El temporal que asoló las islas en la última semana del mes de octubre de 1879 no estuvo acompañado por fuertes vientos pero, sin embargo, las grandes riadas y avenidas de agua por los barrancos que provocó cegaron la vida de cuatro niñas en Santa Brígida, más allá de las pérdidas económicas y miseria de las familias que se vieron sin el sustento de sus cultivos arrasados, cultivos como los de la cochinilla o grana para la pujante industria tintorera y textil.

Tras un estudio de diversas fuentes periodísticas de la época, podemos observar que todas reseñan lo acontecido a partir de la reseña escrita remitida por igual a todos por parte del corresponsal isleño. A partir de la misma, cada periódico, según su línea ideológica, suprimía o añadía parte de la noticia. De esta manera, llama la atención que solo uno de ellos haga referencia a las víctimas mortales, prefiriendo el resto centrarse en la debacle económica que significaría para la economía isleña del momento.

“Las Palmas (Canarias) 22.
Desgarrador es el cuadro que presenta la isla con motivo de las terribles lluvias que, cual asoladora plaga, se nos han venido encima. Por toras partes desolación, lamentos, ruinas irreparables.
No es solo en Telde donde ha causado daños de inmensa consideración; también Tafira, Tamaraceite, Tenoya; Arucas, Guía, Gáldar, Agaete y Las Palmas han tenido su parte, y no pequeña, de incalculables desastres.
Casi todas las fincas situadas en las vertientes de montañas y en el cauce de los barrancos han desaparecido o quedado inservibles por largo tiempo.
Propiedades, en general destruidas, frutos perdidos, plantaciones arrasadas, árboles tronchados y arrastrados luego al mar por el ímpetu de las aguas en desbordados torrentes que se precipitaban por las vertientes de los montes.
Toda la cochinilla que las primeras aguas habían dejado desprendida sobre los nopales, han venido las últimas a arrebatarlas, y con ella el alimento de centenares de familias. En Telde, Arucas, Guía y Gáldar no ha quedado ninguna grana.
La carretera de Telde, rota y hundida en varios sitios, la de Tafira en su parte inmediata a esta ciudad con un puente destrozado; la de Arucas con otro en Tamaraceite, que se ha venido al suelo.
En la vega, según se nos informa, cuatro niñas que se acogieron al resguardo de una montaña cuando empezó allí el temporal, fueron arrastradas por las aguas, y perecieron; el lunes por la noche se desplomaron dos casas en el risco de San Lorenzo, de esta ciudad.
Las pérdidas son de todo punto incalculables hasta que se reciban datos fijos y se sepa la suerte que ha cabido a los demás pueblos de la isla, de los cuales aún no se ha tenido conocimiento, pero se pueden evaluar por el pronto en unos cuatrocientos mil duros”. “Gaceta universal”, 30/10/1879, p. 3.


“Hoy recibimos el correo de Canarias y por él vemos que también allí se han sentido desgracias por fuertes aguaceros. He aquí lo que dicen los periódicos de Las Palmas:
“De grandísima consideración son los daños causados por las lluvias en estos últimos días. Telde, Arucas, Tenoya, Tafira y Las Palmas son los pueblos que más han sufrido. Las pérdidas en la cosecha de cochinilla son inmensas. Ha habido muchos cultivadores que han visto perecer, en absoluto, el producto de su trabajo y los capitales invertidos, sin que les quede esperanza de reponerse de tantas pérdidas.
En Telde y los pagos de Jinámar y Marzagán ha habido también desperfectos de gran valor en las fincas.
La carretara de esta ciudad a Telde quedó interrumpida para el tránsito de carruajes por las grandes avenidas de las montañas inmediatas y por haberse hundido algunos trozos. Hace tres días trabaja con empeño una cuadrilla de unos cien hombres para dejar el paso expedito.
El barranco de esta ciudad acaba de llegar al mar trayendo una masa de agua imponente, y arrastrando en su corriente plantones de nopales, árboles y arbustos.
Que Dios tenga compasión de todos”. “Los debates”, 30/10/1879, p. 1.


“En Canarias han caído también lluvias torrenciales.
“De grandísima consideración, dice el Diario de Las Palmas, son los daños causados por las lluvias en estos últimos días. Telde, Arucas, Tenoya, Tafira y Las Palmas son los pueblos que más han sufrido. Las pérdidas en la cosecha de conchinilla son inmensas. Ha habido muchos cultivadores que han visto desaparecer casi en absoluto el producto de su trabajo y los capitales invertidos, sin que les quede esperanza de reponerse de tantas pérdidas.
En Telde y los pagos de Jinámar y Marzagán ha habido también numerosos desperfectos de gran valor en las fincas, paredes derribadas, cercados arrastrados a los barrancos, terrenos plantados de nopales enterrados bajo los escombros, por donde quiera que se tiende la vista no se ve más que destrozos, que sumirán en la miseria a muchas familias”. “El siglo futuro”, 30/10/1879, p. 3.


“Las noticias de Canarias que nos traen los periódicos de aquellas islas son también lamentables.
“De grandísima consideración, dicen, son los daños causados por las lluvias en estos últimos días. Telde, Arucas, Tenoya, Tafira y Las Palmas son los pueblos que más han sufrido. Las pérdidas en la cosecha de cochinilla son inmensas. Ha habido muchos cultivadores que han visto desaparecer, casi absolutamente, el producto de su trabajo y los capitales invertidos, sin que les quede esperanza de reponerse de tantas pérdidas.
En Telde y los pagos de Jinámar y Marzagán ha habido también desperfectos de gran valor en las fincas; paredes derribadas, cercados arrastrados a los barrancos, terrenos plantados de nopales enterrados bajo escombros, por donde que se tienda la vista no se ve más que destrozos, que sumirán en la miseria a muchas familias.
Y a pesar de todo tendemos que dar gracias a la Providencia porque aquellas lluvias torrenciales no han venido acompañada de vientos, en cuyo caso tendríamos que lamentar destrozos aún mayores.
La carretera de esta ciudad a Telde quedó interrumpida para el tránsito de carruajes, por las grandes avenidas de las montañas inmediatas, y por haberse hundido algunos trozos. Hace tres días trabaja con empeño una cuadrilla de cien hombres para dejar el paso expedito.
En los momentos de escribir estas líneas el tiempo está fijo al Sur, encapotado, se sienten fuertes y continuas truenos y los chubascos se suceden sin interrupción.
No tenemos noticias de los demás pueblos de la isla.
El barranco de esta ciudad acaba de llegar al mar trayendo una masa de agua imponente, y arrastrando en su corriente plantones de nopales, árboles y arbustos.
Que Dios tenga compasión de todos”. “El tiempo”, 30/10/1879, p. 2.


La misma crónica, con similar redacción, podemos encontrarla en “La correspondencia de España”, 31/10/1879, p. 3; “El diario español”, 31/10/1879, p. 1; “La época”, 31/10/1879, p. 2 y “La política”, 31/10/1879, p. 2. No en vano, tal impronta negativa causó en la economía canaria que todavía en diciembre del mismo año el Ministerio de Fomento de la España de Alfonso XII calculaba los daños y el envío de ayudas (“Gaceta agrícola del Ministerio de Fomento”, 10/12/1879, pp. 355-356).

Como anécdota, no sabemos en qué estado quedaron las múltiples y amplias posesiones que el quinto marqués del Buen Suceso, don Fernando de la Rocha y de la Fontecilla (Rumeu, p. 302), se había preocupado de identificar e inventariar el 29 de marzo de 1879 "en la Cumbre y Breña de Cazadores de la jurisdicción de Telde" (AHPLP), curiosamente, tan solo cinco meses antes de la catástrofe reseñada. 


REFERENCIAS

AHPLP. Archivos privados. Familiares y personales. Sall Tascón. Administración de bienes. Inventario de bienes y propiedades (1877-1895). Signatura: FST-005/47.

"El diario español" 31/10/1879.

“El siglo futuro”, 30/10/1879.

“El tiempo”, 30/10/1879.

"Gaceta agrícola del Ministerio de Fomento", 10/12/1879.

“Gaceta universal”, 30/10/1879.

“La correspondencia de España”, 31/10/1879.

"La época", 31/10/1879.

"La política", 31/10/1879.

“Los debates”, 30/10/1879.

Rumeu de Armas, A. (1983). "El marqués del Buen Suceso (1712-1783)" en Anuario de estudios atlánticos, núm. 29, pp. 233-302.

11 septiembre 2025

TELDE EN EL MARQUESADO DEL BUEN SUCESO

Blasón del Marquesado del Buen Suceso (Rumeu, p. 296)

Encuadrada su vida en el siglo XVIII, el grancanario Bartolomé Hernández Naranjo hizo carrera como militar de prestigio una vez que se trasladó a Venezuela. Allí consiguió amasar una gran fortuna de la que haría muy buen uso en cuanto a inversiones y cambio de status social. 

De Venezuela regresó en 1775 para, al poco tiempo, establecerse entre Cádiz y Madrid por mor de la concesión del título nobiliario que se propuso conseguir a toda costa del monarca Carlos III. Para cuando regresó definitivamente a Gran Canaria en julio de 1783, lo hacía como I marqués del Buen Suceso desde 1781 pero, también, gravemente enfermo por una apoplejía sufrida y, además, totalmente ciego a causa del glaucoma. De hecho, fallecerá en noviembre de ese mismo año, disponiendo ser enterrado en la iglesia de la Vera Cruz de los agustinos en Las Palmas, en el sepulcro de sus padres, en la misma calle de Vegueta en la que había nacido el 25 de octubre de 1712. 

Como herederos instituyó a su esposa e hijo, Juan Domingo Hernández Naranjo y de Monasterios, quien ostentará el marquesado en segundo lugar ya desde Jerez de la Frontera, ciudad natal de su esposa, desarraigo de las islas que ya mantendrán sus sucesores para siempre (Rumeu, pp. 299-302).

Bien mientras residía en Caracas, bien personalmente en la isla o por medio de su hermano sacerdote, Domingo José Naranjo Nieto, que había hecho carrera en México y regresado a la isla como su apoderado, comenzó a adquirir innumerables propiedades en diversas partes de la isla. Obviamente, destacó la adquisición de la Hacienda del Buen Suceso, desgajada del mayorazgo de Arucas y que dará título a su marquesado pero, por otro lado, no menos importantes y cuantiosas fueron sus posesiones en nuestra ciudad. El 5 de agosto de 1773, desde Caracas y ante el escribano Juan Domingo Fernández, compró una finca en la Hoya de Juan Gallegos (Jinámar). El 21 de septiembre de 1775, en Las Palmas y ante el escribano Antonio Miguel del Castillo, permutó tierras en el Valle de Casares por otras situadas en La Betancora (Rumeu, p. 292).

"Hay que suponer que otros diversos bienes raíces adquirió nuestro biografiado en la isla nativa, en provechosas inversiones durante la etapa caraqueña de su existencia, pero por desgracia no ha quedado constancia de ello” (Rumeu, pp. 287-288). No obstante, gracias a un inventario de 29 de marzo de 1879, mandado a realizar por el V marqués del Buen Suceso y IV conde de los Andes, don Fernando de la Rocha y de la Fontecilla, sabemos de veintisiete amplias posesiones en la zona cumbrera de nuestro municipio. Suman un total de 400 fanegas, 10 celemines y 1 braza de la época, es decir, más de dos millones de metros cuadrados aproximadamente. 

Estas posesiones debieron ser adquiridas por el I marqués, bien durante su estancia en Caracas, bien durante su estancia en la isla o mediante su hermano apoderado, dado el citado desarraigo de sus descendientes y sucesores en el marquesado.

Un resumen del inventario que nos ocupa (AHPLP), nos aporta la siguiente información: 

Propiedades del marquesado en La Breña:
  • 2 fanegas de tierras y arrifes en Las Cuevas de Cubas.
  • 4 celemines de arrifes en el mismo lugar.
  • 5 fanegas de arrifes y riscos en La Hoya del Escribano.
  • 5 fanegas de tierras y arrifes en El Altabacal, al pie de El Risco del Escribano.
  • 1 fanega de tierra y arrifes inmediata a la anterior.
  • 1 fanega de arrifes y riscos en Los Morros de la Mesa.
  • 9 celemines de tierra y arrifes en La Cuevecilla.
  • 24 brazas de tierra en La Solana de la Breña con doce horas de reloj de agua del estanque de La Breña (su dula cada treinta días).
  • 1 cuartillo y 20 brazas en el mismo punto que llaman La Huerta de Arriba con un día de agua (su dula cada treinta días).
  • 10 celemines y 2 brazas de tierra en La Hoya de la Breña.
  • 8 celemines, 2 cuartillos y 20 brazas de tierra y arrifes en La Bicacarera.
  • 7 celemines, 2 cuartillos y 25 brazas de tierra y arrifes en El Morrillo de la Breña.
  • 21 fanegas, 10 celemines y 2 cuartillos de tierra, arrifes y riscos en El Arenal del Cabezo (con tres cuevas).
  • 4 fanegas, 2 celemines y 18 brazas de tierra y arrifes en La Mesa.
  • 2 fanegas, 3 celemines y 10 brazas de tierra y arrifes en El Lomo del Camello.
  • 103 fanegas, 9 celemines, 3 cuartillos y 31 brazas de tierra, arrifes y riscos en el mismo lugar. La lleva Matías Cruz.
Propiedades del marquesado en Cazadores:
  • 91 fanegas, 11 celemines y 15 brazas de tierra, arrifes y riscos en “El Risco de las Ortigas” y “Solana de Cazadores”. Lo lleva Juan Rodríguez.
  • 19 fanegas y 5 celemines de de tierra y arrifes en “Hoya Bermeja”. Lo lleva Antonia Caballero.
  • 1 fanega, 8 celemines y 23 brazas de tierra y arrifes en “La Erilla”.
  • 1 fanega, 8 celemines, 3 cuartillos y 23 brazas de tierra y arrifes en “Los Cuchillos”.
  • 10 fanegas, 4 celemines, 1 cuartillo y 28 brazas de tierra, arrifes y riscos en “El Gorete” [Guriete]. Lo llevan entre Juan Rodríguez y Juan Caballero.
  • 18 fanegas, 11 celemines y 13 brazas de tierra y arrifes en “El Blanquizal”. También la lleva Antonia Caballero.
  • 1 fanega, 4 celemines y 3 cuartillo de tierra y arrifes en “Los Escobones”. Lo llevan Antonia Caballero y Juan Caballero.
  • 17 fanegas, 7 celemines y 30 brazas de tierra y arrifes en “El Laderón”. Lo lleva Antonia Caballero.
  • 68 fanegas, 9 celemines, 1 cuartillo y 14 brazas de tierra, la mayor parte de arrifes y páramos, donde llaman “La Mesa” y “Fuente de la Gaviota”. La llevan los tres (¿anteriores?).
  • 9 fanegas, 10 celemines, 3 cuartillos y 6 brazas de tierra y arrifes en “La Abejerilla”.
  • 8 fanegas, 2 celemines y 18 brazas de tierra y arrifes en “La Hoya de la Perra”, en “El Salvialillo”.

Como vemos, este inventario nos ayuda, además, a perpetuar en la historia topónimos de nuestra ciudad ya perdidos, así como el recurso al mayoral o guardés por medio de los cuales el propietario de las tierras las mantenía en explotación y rendimiento. En este sentido, destaca la confianza del V marqués en la familia Caballero.

Por último, teniendo en cuenta las diversas propiedades que en la otra vertiente del barranco de los Cernícalos también poseyó el marquesado, entre otras, las que aún hoy se denominan Las Haciendas en Valsequillo (Santana), nos podemos hacer una idea de cuán rico llegó a ser en propiedades agrícolas el marquesado del Buen Suceso, más allá de las aruquenses.


REFERENCIAS

AHPLP. Archivos privados. Familiares y personales. Sall Tascón. Administración de bienes. Inventario de bienes y propiedades (1877-1895). Signatura: FST-005/47.

Rumeu de Armas, A. (1983). "El marqués del Buen Suceso (1712-1783)" en Anuario de estudios atlánticos, núm. 29, pp. 233-302.

Santana, F. (2025). "Haciendas del Marqués del Buen Suceso" en "Valsequillo Digital", 5/09/2025, s/p. https://valsequillodigital.es/haciendas-del-marques-del-buen-suceso/ [consultado el 10/09/2025].

18 junio 2025

TELDE, CIUDAD DEL POZO

Pozo de Fiol (Carta Etnográfica FEDAC)

Al inicio de la década de los ochenta del siglo XX, el entonces Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria decidió encargar a la empresa INTECSA (Internacional de Ingeniería y Estudios Técnicos S. A.) un detallado inventario sobre los pozos, galerias y catas existentes en la isla. Dentro del proyecto MAC-21, fueron inventariados mediante la visita de los técnicos que se preocupaban por localizar a los dueños, hablar con los maquinistas, vecinos, etc., para conseguir medir la profundidad, realizar catas y comprobaciones de la salubridad del agua, etc.

En el tomo que se ocupa del municipio de Telde (y que pueden consultar aquí) podemos encontrar bastantes datos, no solo para la historia hidráulica de nuestro municipio, sino también sobre las personas "aguatenientes", las principales zonas de cultivo y demás explotaciones agrarias. 

Si tenemos en cuenta las "fechas de concesión" notaremos, enseguida, bien la lucha diaria por arrancar el alimento a la tierra en tiempos de la autarquía de la década de los cuarenta y cincuenta (posguerra), bien el auge de nuevas fincas y plantaciones con el desarrollismo económico propio ya de los sesenta del s. XX.

Por otro lado, además, si atendemos a la "localización" podemos contrastar cómo hay topónimos propios de nuestro municipio que habiendo caído en desuso corren el peligro de desaparecer para siempre al ser fagocitados por el topónimo de entidades de población más numerosa cercanos.  Sirva también para esta publicación para rememorarlo y evitar su olvido.

Aquí van unas tablas-resumen del tomo aludido para facilitar su consulta. En cuanto a los/as "aguatenientes", he recogido solo al primer propietario, por aquello de lo histórico, pudiéndose comprobar en el inventario los/as que lo eran en 1981 y, quién sabe, todavía actualmente.









REFERENCIAS:

FEDAC. Carta etnográfica. Ficha 06176 en https://fichacarta.fedac.org/fichas/6176 (consultado el 3/06/2025).

INTECSA (1981). Inventario de obras de captación y almacenamiento de agua en la isla de Gran Canaria. Obras de captación. Nivel 1. Zona 1. Tno. Mcpal. Las Palmas de Gran Canaria. Telde. Pozos nº del 1001 al 1036. Ecxmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria en https://mdc.ulpgc.es/files/original/c83148567a2fe52cca0eb5ea7d39b37968888986.pdf (consultado el 1/06/2025).

03 mayo 2025

DE LA APARICIÓN DE LA SANTA CRUZ EN NUESTRA CIUDAD

Santa Cruz de El Alcaravanal de Telde (1938) - Fotografía del autor (2018)
(con mi gratitud a Dª Fátima Ascanio Panyasart, hermana del marqués del Muni)

“Sobre la aparición de una cruz en la ciudad de Telde
Durante la tarde del sábado, corrió por la ciudad el rumor que en la ciudad de Telde había aparecido en el tronco de un pino, que unos obreros habían cortado, una cruz, y que el hallazgo había causado general curiosidad.
Se decía que los obreros que se dedicaban a cortar el grueso tronco, al llegar al corazón del mismo, la sierra no funcionaba, y probándolo hasta tres veces, decidieron abrirlo por medio de cuñas, quedando estupefactos al encontrarse en el mismo corazón del tronco, perfectamente dibujado, el signo de la redención.
Guiados por la curiosidad, ayer acudimos a la ciudad de Telde, y efectivamente, en la finca de la señorita de León y Castillo, en el barrio de San Antonio, pudimos apreciar en cada uno de los dos trozos del pino, perfectamente dibujada, una cruz de color oscuro, más visible en una mitad que en la otra.
Durante todo el día de ayer la asistencia de público no sólo de Telde, sino de los pueblos cercanos y de Las Palmas, fue extraordinaria, constituyendo una verdadera romería, quedando todos admirados del prodigio, incluso muchos sacerdotes.
Nosotros oímos muchísimos y muy variados comentarios sobre la aparición de la Cruz, pero no creemos conveniente dar a la publicidad, esperando a que las autoridades competentes en la materia den su opinión sobre el asunto” (“Diario de Las Palmas”, 25/04/1938, p. 5).

Las nuevas generaciones desconocen que el jueves 21 de abril de 1938, jueves de la octava de Pascua, unos trabajadores de la finca de la marquesa del Muni situada en El Alcaravanal, en el camino a La Pardilla, encontraron en el interior del tronco del árbol que aserraban una gran marca en forma de cruz latina. Esta historia es la que siempre contó mi abuelo paterno, Expedito Alonso León, manteniendo con auténtica fe la versión que relató en su momento al periódico, incluso, al confrontarlo con mis dudas sobre si tal señal no serían sino las marcas de las cuñas usadas que, seguramente, dilataron aplicándole fuego para fracturar con mayor celeridad el tronco (de ahí el color negro de una de las cruces).

De izquierda a derecha, Nicolás Hernández Pulido, Paulino Hernández Pulido,
Antonio Henríquez González y mi abuelo paterno, Expedito Alonso León
(Fuente: "La Provincia", 26/04/1938, p. 3)

En el lugar conocido por “El Alcarabanal”, en Telde, aparece en un árbol el signo de la cruz, lo que ha causado curiosidad entre el vecindario.
El domingo, la afluencia de gente a dicho lugar fué enorme.
Una enorme multitud acudió el domingo a la ciudad de Telde a causa de los insistentes humores [sic] que corrieron sobre la aparición de una cruz en el troco [sic] de un árbol de la finca propiedad de la señorita Dolores de León y Castillo, enclavada en el sitio conocido por “El Alcaravanal”.
Y como es natural nosotros también acudimos a comprobar la veracidad de los rumores. Vimos, como el numeroso público allí estancionado [sic], el signo de la cruz perfectamente dibujado en un pedazo del tronco de un árbol, que según nos manifestaron es un pino marino. Los comentarios sobre el mismo ha sido muy variados, pero nosotros nos vamos a limitar a transcribir lo que nos manifestó el mayordomo de la finca, Expedito Alonso León. He aquí lo que nos dijo.
“El jueves pasado, a eso de las once, me encontraba talando este pino marino que ustedes ven, con el trabajador de la finca Manuel Peña Sánchez. La operación de serrar el árbol se llevó a efecto sin inconvenientes hasta más de la mitad del tronco. De pronto notamos que la sierra resbalaba como si hubiera encontrado un trozo de metal o algo que es imposible cortar con aquella sierra.
Como habíamos hecho en varias ocasiones procedimos a colocar unas cuñas para facilitar el corte. En este preciso momento llegaron Antonio Henríquez González y Pedro y Nicolás Hernández Pulido, los que también trabajaron con el fin de pasar con la sierra este tronco que oponía dura resistencia.
Sin lograr, como nosotros, su propósito.
Entonces, apretamos las cuñas con alguna violencia saltando por este motivo un trozo de árbol que cayó a nuestros pies. Cuando lo recogimos para retirarlo vimos, con la consiguiente sorpresa, que en el mismo aparecía en negro una cruz de unos veinte centímetros de alto por unos ocho o diez de ancho. La noticia corrió inmediatamente por la ciudad de Telde acudiendo a los pocos momentos tal cantidad de gente que tuvimos que colocar el trozo de árbol en una habitación, a fin de que pudiera ser visto por el público con más facilidad”.
Esto fue lo que nos contó Expedito Alonso León. Por nuestra parte solo nos queda que decir que el domingo vimos llegar numerosos automóviles de Las Palmas, en los que viajaban personas conocidísimas” (“La Provincia”, 26/04/1938, p. 3).

Multitud de curiosos en el lugar el domingo 24 de abril de 1938
(Fuente: "La Provincia", 26/04/1938, p. 3)

De la afluencia de gente al lugar en automóviles, debo añadir que una prima hermana de mi madre, la entrañable vecina de San Juan Dª Carmita Morales Morales (+ 2008), siempre nos contó que “el cura estaba bastante preocupado por lo que todo el mundo manifestaba” (bastante incrédulo) y que pronto llegó “un camión lleno de militares a ver qué estaba pasando”. No en vano, en plena contienda civil española, es de suponer que aquellas multitudes debían ser vigiladas por los actos que pudieran derivarse de tal encuentro.

Desde 1938 en adelante, las romerías han continuado aunque ya no sean tan numerosas. Raro es el año en que un pequeño grupo de romeros, generalmente vecinos de San Antonio y La Pardilla, no celebren el día de la Cruz (3 de mayo) en el lugar que quedó rebautizado desde entonces como "Finca de la Cruz". Ataviados con nuestra vestimenta tradicional llegaban con tocadores y cestas para el enyesque festivo. Si esta celebración se ha podido seguir haciendo, ha sido gracias a la bondad de la familia de los marqueses del Muni que permiten acceder a su propiedad. De hecho, esta misma familia levantó un pequeño y original oratorio neocanario en el que, en sendas hornacinas acristaladas, pueden admirarse los dos trozos del tronco que siguen siendo testigos de aquella Telde de antaño.

En honor a la honestidad de mi abuelo -estoy seguro de que habría reconocido la invención de serlo-, y ante la ausencia de un análisis pormenorizado y químico de las marcas en ambos trozos del tronco, me atreví a proponer otras posibles causas a tal hallazgo. Así, bien pudo ser que en el pasado alguien grabara una cruz o incrustara alguna sobre el tronco y éste, al crecer e ir engrosando, la terminara absorbiendo cual cicatriz. Al encontrarse el lugar en la entrada natural desde su puerto al núcleo fundacional de la actual ciudad, bien pudieron ser los hacedores de este "prodigio" antiguos misioneros de entre los que llegaron a la isla desde el s. XIV (Alonso, p. 28).


REFERENCIAS

Alonso Morales, E. C. (2018). "Acerca del puerto de Telde, de cuando la Historia atracó en nuestra ciudad" en Guía Histórico Cultural de la Ciudad de Telde, núm. 27, pp. 25-30.

"Diario de Las Palmas", 25/04/1938.

"La Provincia", 26/04/1938.

12 abril 2025

LA SEMANA SANTA EN LOS LLANOS A MEDIADOS DEL SIGLO XX

San Juan Evangelista en la plaza de San Gregorio (FEDAC)

Con el paso de los años, tras el Concilio Vaticano II y la renovadoras ideas que desdeñaban de lo hasta entonces tradicional, fueron quedando en el olvido algunos de los actos que por Semana Santa se llevaban a cabo desde la parroquia de San Gregorio Taumaturgo de nuestra ciudad.

La parroquia de los Llanos de Jaraquemada recibía la Semana Santa con todos sus altares despojados de cualquier ornamentación floral desde el miércoles de Ceniza en que daba comienzo a la Cuaresma. A partir del V Domingo de la misma, además, los santos de sus altares y retablos y hasta la cruz del altar quedaban cubiertas con telas moradas como antesala de los misterios que se iban a solemnizar durante la semana mayor.

La "Burrita" hacia San Juan entrando a la calle Portería desde la calle Carreñas
(Fuente: desconocida, imagen viralizada vía whatsapp)

El domingo de Ramos se conmemoraba la entrada triunfal a Jerusalén con la procesión de “la burrita” cuyo recorrido se alternaba cada año entre la iglesia de San Gregorio Taumaturgo y la de San Juan Bautista. Un año bajaba y otro subía, no en vano, la escultura del Señor “en su entrada triunfal en Jerusalén” fue comprada en los talleres olotinos por ambas parroquias a la vez. Perdida la tradición y, según dicen, por cierta animadversión entre los párrocos de las citadas iglesias, terminó siendo custodiada en la basílica menor de la que ha seguido procesionando cada año hasta la actualidad.

En esta jornada, muchas familias estrenaban sus nuevos vestidos y trajes que habían encargado a las modistas y costureras locales pues, además, recién se estrenaba la primavera, el cambio de temporada. Era el momento, además, en que los jóvenes que atravesaban ya la adolescencia dejaban atrás sus pantalones cortos para comenzar a lucirlos largos, mucho más adecuados a la "madurez" en la que ya principiaban. Entre las mujeres, destacaba el uso de la mantilla canaria y de la española. 

Mujeres con mantilla española durante la Semana Santa teldense (FEDAC)

El Miércoles Santo se llevaba a cabo la procesión "del encuentro” que en nada desmerecía de la que recorría las calles de Vegueta. En sus tronos salían del templo la bella Virgen de los Dolores de Silvestre Bello de luto riguroso, san Juan Evangelista con sus vestes tradicionales (túnica verde y mantolín rojo), la Magdalena, la Verónica y el Cristo con la Cruz acompañado de Simón de Cirene, talla que ya sólo ve la luz ataviado en el belén parroquial como cargador de una piña de plátanos en ofrenda al Divino Infante. 

Desde la plaza peroraba el acontecimiento el párroco con su sermón que intentaba suscitar en los presentes la conversión, el dolor de los pecados y la compasión al que siendo Dios no desdeñó morir por nosotros ¡y de tal manera! Uno de los momentos más esperados era cuando el paño de la Verónica caía desenrollado al limpiar el rostro del nazareno mostrando tres rostros porque tres veces enjugó el rostro del Señor camino del Calvario.

Procesión del Encuentro en las inmediaciones de la plaza de San Gregorio (FEDAC)

El Jueves Santo se llevaba a cabo la celebración de la misa de la Cena del Señor en la que doce hombres del barrio eran elegidos para que el párroco obrara con ellos idéntico gesto simbólico que Cristo en la última cena, el lavado de sus pies. Terminada ésta se reservaba de manera solemne el Pan de los Ángeles en “el monumento” especialmente decorado para tal ocasión. El sagrario de la parroquia de San Gregorio Taumaturgo, en su emplazamiento original (en el centro del retablo mayor), lucía adornado con toda la candelería, bandejas y violeteros plateados que desde días atrás habían limpiado y pulido con esmero un grupo de vecinas. 

El "monumento" en la parroquia de San Gregorio (FEDAC)

Allí quedaba “reservado” el Santísimo Sacramento, entre cientos de calas, primorosamente cultivadas en los jardines de las casas del vecindario para la ocasión, y el titilar de las velas de cera que creaban una atmósfera apropiada para todos los que acompañaban, en su "visita de los monumentos", al que sufría en Getsemaní durante el rezo de la Hora Santa. Allí permanecía, hasta que en la celebración de la Pasión al día siguiente (que no es eucaristía, ni puede celebrarse alguna) es del todo consumido en el momento de la comunión, tras la adoración de la Cruz y la oración de los fieles que en esa jornada es aún más extensa y precisa.

El Viernes Santo, la feligresía de San Gregorio volvía a llenar las calles al mediodía. Terminada la celebración de la Pasión en el templo, procesionaba el Crucificado con la Magdalena a sus pies y, una vez más, la Virgen Dolorosa de Silvestre Bello y el San Juan Evangelista. El gentío era tal, seña de lo que un “Viernes Santo” significaba en la época, que no desmerecía de la procesión de las mantillas catedralicia. Terminada la misma, se acercaba la hora nona (las tres de la tarde), momento en el que nos dicen los evangelios que expiró Jesucristo y el recogimiento se hacía patente al vaciarse las calles del barrio.

Procesión del Viernes Santo a su regreso a la plaza (FEDAC)

El Sábado Santo bien entrada la noche, se llevaba a cabo la celebración de la Vigilia Pascual en la parroquia, extensa eucaristía en la que se bendice el fuego del Cirio Pascual y el agua, agua bendita que, era tradición, se llevaban al término de la misma todos los que quisieran, mayoritariamente aquellas que se encargaban de reponer dicha agua en las benditeras de sus hogares.

El Domingo de Pascua, terminada la solemne eucaristía, la alegría de la chiquillería desbordaba en la plaza de San Gregorio y alrededores pues ¡había resucitado el Señor!, por lo que ya se podían divertir nuevamente, la música volvía a las emisoras de radio (más allá de la sacra de los días previos) y los cines podían continuar con sus estrenos tanto como los cafetines y bares con sus tertulias y tertulianos varios.

16 noviembre 2024

DE NÁUFRAGOS Y PRIMEROS AUXILIOS

Vista panorámica de la costa teldense (c. 1920) (FEDAC)

Desde hace algunos años, el cronista oficial de la vecina Villa de Ingenio, don Rafael Sánchez Valerón, ha venido contribuyendo a la historia canaria con una serie de artículos de investigación sobre los diversos naufragios que han acontecido en la costa teldense. Me permito aportarle la crónica de uno que no ha advertido en su encomiable labor. 

«En la prensa de las Palmas de la Gran Canaria hallamos los siguientes pormenores respecto a la pérdida del bergantín francés S. Chrysostome:
«Una lamentable desgracia tenemos hoy que comunicar a nuestros abonados. Un bergantín francés denominado S. Chrysostome, acaba de perderse al Sur de esta isla en las inmediaciones de la punta de Melenara.
Este buque salió de Marsella el 28 de Noviembre último, con cargamento de mercaderías, entre otras, aceite, abono químico y velas esteáricas, con destino a Moule (isla de Guadalupe). A las ocho de la noche del sábado 18 del actual, pasaba frente al puerto de Las Palmas con dirección al Sur. La noche se hallaba completamente oscura, y guiándose en sus cálculos por el faro, creyeron equivocadamente que se encontraban a cinco millas distante de tierra, cuando a las diez y cuarenta y cinco minutos chocó contra unas rocas por el sitio ya dicho, próximo a la costa, y se abrió, sumergiéndose en breves momentos.
Cuál sería la confusión y el pánico que se apoderó de los diez individuos que componían la tripulación, ya pueden suponerlo nuestros lectores. En los instantes mismos del siniestro, cuando el capitán Goat trataba de procurar la salvación de su gente, un banco de mar se lo lleva sepultándolo con él. Eran las doce de la noche y el buque ya había desaparecido. Los tripulantes trataron de salvarse y seis pudieron llegar a una roca donde por mucho tiempo tuvieron que luchar con la violencia de las olas, en cuya lucha perecieron dos de los seis refugiados. Al fin los cuatro restantes se lanzaron buscando tierra, que felizmente la encontraron salvándose uno de ellos en un bote de pescadores.
El mal estado en que se hallaban estos desgraciados náufragos, hizo que se les condujera al hospital de esta ciudad, después de habérseles prodigado cuantos auxilios fue posible en la jurisdicción de Telde, encontrándose ya en disposición de marchar a su país, que, según hemos oído, lo harán en el vapor francés surto en nuestra rada» («El Globo», 2/01/1876, p. 3).

Hospital San Pedro Mártir de Telde (FEDAC) 

Los auxilios en la jurisdicción de Telde referidos por la noticia fueron posibles de la mano del médico don Vicente Ruano Urquía que desde 1870 ocupaba la plaza de médico titular de nuestra ciudad (Bosch, p. 30). No pasaron de ser primeros auxilios pues el ingreso de los náufragos debió hacerse en el hospital de San Martín de la capital al que el de San Pedro Mártir de Telde había quedado agregado por ruina e inoperancia desde el 24 de noviembre de 1837 (Bosch, p. 23). 

Retrato del doctor Vicente Ruano Urquía (Cumbre, p. 1)

Del agüimense don Vicente Ruano Urquía (1852-1924) conocemos que «estudió la segunda enseñanza en Las Palmas y después, en Madrid, la licenciatura de Medicina y Cirugía, donde se especializó en enfermedades de la piel. En dicha especialidad fue alumno del renombrado profesor del Hospital de San Juan de Dios, doctor Olavides. Terminado sus estudios vino a Canarias.
La primera ocasión que se le presentó de ejercer su profesión fue en Telde, donde el Padre de Don Vicente Ruano era Notario. Obtuvo inmediatamente la plaza de Médico titular de aquella Ciudad, cargo que ejerció hasta que se trasladó a Las Palmas en 1884.
Vino impulsado por la fama de buen médico que había adquirido en Telde, cosa que confirmó aquí entre sus compañeros. Fue durante muchos años director del Hospital de San Lázaro en donde dejó un recuerdo imborrable, el mismo que aún se conserva entre muchas familias de Las Palmas. Fue el primer cirujano que aquí extrajo el «apéndice». Obtuvo también los cargos de Subdelegado de Medicina e Inspector Municipal de Sanidad. Varias memorias que redactó sobre temas profesionales, se han conservado impresas por lo valiosas que fueron en auxilio de la sanidad de la Capital y la Isla.
Fue notable su labor al frente del Museo Canario, que entonces se convierte en centro donde las frecuentes conferencias dieron vida e interés a la institución» (Cumbre, pp. 1-4).


REFERENCIAS

Bosch Millares, J. (1952). «Hospitales de Gran Canaria: el hospital de curación de la ciudad de Telde» en El Museo Canario, núm. 52, pp. 1-30.

Cumbre (1955). «Don Vicente Ruano Urquía» en Serie de 100 canarios ilustres, núm. 55, pp. 1-4. https://mdc.ulpgc.es/files/original/0a94b83aad2d6dee0f951ed2185dc61243d63e65.pdf [consultado el 14/11/24].

«El Globo», 2/01/1876.

Sánchez Valerón, R. (2024). Recopilación de naufragios en la costa de Telde https://grandio.org/Valeron/Recopilacion_de_Naufragios_en_la%20Costa_de_Telde.pdf [consultado el 16/11/24].

12 noviembre 2024

TELDE CLARETIANO

Mosén Claret - Grabado de Paciano Ross (1894) (Aguilar, s/p)

De la tradición oral que han ido formando muchas familias teldenses se puede rescatar, entre otros hechos, la profunda huella que el misionero san Antonio M.ª Claret y Clará (1807-1870) y sus tres acompañantes dejaron tras su paso por las parroquias de San Juan y San Gregorio durante los últimos días de mayo de 1848.

Propio de la transmisión oral es que, con el paso de los años y de sus «transmisores», esta se vaya enriqueciendo con versiones de lo acontecido que desdibujan la realidad adornándola de anécdotas varias e, incluso, hechos prodigiosos. Baste recordar, como ejemplo de crónica de los acontecimientos, la información reseñada por nuestro cronista a cuya familia, por cierto, tocó muy de cerca la presencia del fundador de los claretianos en nuestra ciudad («TeldeActualidad», 11/05/2022).

La prensa del momento, incluso a nivel nacional, recogió también sus propias impresiones, lo que nos ofrece otra fuente para acercarnos a lo que nuestra ciudad vivió durante aquellas memorables jornadas.

«Hemos visto carta de las Palmas, capital de las Islas Canarias, de fecha 8 de noviembre. Su obispo el ilustrísimo señor don Buenaventura Codina seguía con notable aprovechamiento de sus feligreses la santa tarea de la visita pastoral, y todos acudían como extasiados a oír la divina palabra, siendo preciso en algunos pueblos predicarla en la plaza por no ser los templos bastante capaces para contener a tanta gente.
El reverendo presbítero don Antonio Claret seguía las misiones, produciendo en todas partes iguales o mayores resultados que en la parroquia de Telde. En dicha fecha solo le faltaba recorrer las parroquias de Fuerte-Ventura y Lanzarote, y pasar después al obispado de Tenerife, en donde se le esperaba con viva impaciencia, lo propio que aquel celoso prelado.
Una revolución religiosa y pacífica, la más extraordinaria que jamás se ha visto, dice la carta, está obrando Dios por medio de cuatro peninsulares en esta isla. Los libros piadosos del reverendo Claret se venden a millares» («La Esperanza», 1/1/1849, p. 2).

Llama poderosamente la atención que el artículo reseñe lo ocurrido en Telde como algo extraordinario, es más, se espera que la misión tenga en los otros lugares, al menos, los mismos resultados satisfactorios que en nuestra ciudad.

La tradición oral nos ha legado, como decía, la visión de esos días de misión «desde fuera», desde el parecer del pueblo. El P. Claret, en sus anotaciones, también nos ha legado su propia vivencia con aquellos apuntes suyos: «estos canarios me han robado el corazón» y «no ceso nunca de dar gracias a Dios por haberme enviado a estas islas». Alguien que también nos ha legado su visión de los acontecimientos y que ha pasado desapercibido, pese a haberlo vivido todo de primera mano, fue el beneficiado servidor de San Juan de ese momento, su párroco diríamos hoy, don Gregorio Chil y Morales, encargado de acoger a los misioneros y facilitar su labor.

Con esta carta le transmitía sus vivencias de la misión al obispo de la diócesis, don Buenaventura Codina, constituyendo, además, toda una crónica de la sociedad y economía teldenses del momento:

«Ilmo. Señor:

Hoy a las cinco de la mañana, después de celebrar el Santo Sacrificio de la misa, ha salido de este pueblo para la villa de Agüimes, el misionero apostólico don Antonio Claret, acompañado de los párrocos, del alcalde don Juan Mireles, secretario del M. ilustre ayuntamiento y la mayor parte de la población, quienes desde las tres de la madrugada llenaban la iglesia para recoger decían las últimas bendiciones de su Padre, y seguimos su huella hasta una distancia bastante larga de esta ciudad; desde allí nos retiramos con algunas personas que por sus años, sus achaques y destinos se encontraban imposibilitados de continuar la marcha, pero según me acaba de afirmar la persona de mi confianza a quien encargué su custodia hasta la casa de aquel venerable párroco, le seguían más de cuatrocientas personas de esta feligresía, a las que, entrando juntamente con él en la iglesia les hizo un exhorto, y han estado de vuelta llorando la ausencia de tan buen sacerdote, y bendiciendo la mano de V. S. I. que tantas gracias les prodiga. ¿Y quiénes son esas gentes que le rodeaban? No crea V. S. I. que eran las que llamamos hez del pueblo, sino las primeras familias de esta ciudad, personas ancianas y delicadas, ascendiendo a más de mil; tanto que se hizo preciso la intervención de la autoridad para abrirse paso.

Por lo que toca al fruto que ha producido la santa Misión debo manifestar a V. S. I. que esta población jamás ha presenciado cosa igual: reconciliados los enemigos más encarnizados, los pecadores más obstinados penitentes, los escándalos públicos y privados cortados y expiados, los matrimonios extraviados restablecidos, las restituciones satisfechas; y ¿por qué esto? porque nada era capaz de hacer frente al fuego de sus discursos, a la dulce insinuación de sus maneras, a la energía de sus reprensiones, a la dialéctica y fuerza de sus razones. La unción de sus palabras rendía a los oyentes, y todos, aún lo más desdeñosos, derramando abundancia de lágrimas caen a sus pies. Y ¿podía esperarse otra cosa de unos trabajos sostenidos por la práctica de virtudes las más heroicas? Una caridad ardiente, un amor infatigable por los pobres, una fe viva, una humildad sin igual, una dulzura inalterable, tal es el modelo dechado que nos ha dejado el P. Claret. Después de haber pasado los días y parte de la noche en el confesionario vuela al lecho de los moribundos que a porfía le llamaban para recibir de sus manos la reconciliación: ya reúne los niños de ambos sexos para anunciarles la palabra de Dios en un dialecto inteligible a la tierna capacidad; ya enseña a los infelices que gimen bajo el azadón y a los que llevan el peso del día y la escarcha de la noche aquellas oraciones adaptadas a su razón inculta como antídoto contra la desesperación y en donde únicamente pueden encontrar la paciencia y la resignación. El culto y protección de la Madre de Dios que circunstancias azarosas han eclipsado, le despeja, le presenta bajo su verdadero punto de vista y todos le tributan homenaje como a corredentora. Si tal es el empeño que tomaba por el dogma, no lo era menos su actividad y celo por la casa de Dios como lo demuestra el respeto al templo a pesar del concurso tan numeroso que la iglesia parroquia no tenía amplitud para contenerle; y particularmente la comunión general celebrada el domingo 28 del corriente: aquí es donde al padre misionero Claret desplegó su amor por la religión; pasó recado a todos los eclesiásticos habilitados a fin de que se sentasen en sus confesionarios desde las dos de la madrugada para reconciliar a sus confesados. Efectivamente, desde las doce de la noche ya se hallaba la iglesia atestada de gente; mas no nos fue posible dar vado a tantas almas, y como entre estas se encontraban viejos y niños, se dio principio a la misa a las doce con la mayor solemnidad, y en el entretanto el P. Claret en el confesionario hasta que llegó la hora de la comunión.

De repente sale de la sacristía con cuatro niños de a ocho años coronados y vestidos de ángeles, derramando flores delante del Santísimo Sacramento con tal orden y compostura que a todos conmovió; pero cuando él con aquel semblante de paz, y los niños con su candidez cantaron algunas jaculatorias, el pueblo no pudo contenerse y prorrumpió en llanto, al instante sube al púlpito, y aquí vierte por su boca todo el amor de su corazón. Jamás, señor, he oído discurso tan tierno, tan sentimental, tan de fuego; fue preciso contener las gentes que iban a romper en vivas y aclamaciones. Concluido, baja del púlpito para servir de maestro de ceremonias, arregla los niños, dos sostienen la toalla, dos con sus velas en las manos, contuvo los primeros ímpetus de las gentes por el ansia de recibir a Dios, y ya todo bien ordenado sube nuevamente al púlpito y durante la comunión pasó en revista todo lo concerniente a tan augusto Sacramento. A las tres de la tarde concluyó la función, habiendo comulgado más de dos mil y quinientas personas, contándose entre las familias más notables de mi feligresía.

Me abstengo de presentar a V. S. I. el todo más en detalle por no cansar la atención de V. S. I. Debí pasar al momento a dar parte verbalmente; pero como se atravesaba la Ascensión de Nuestro Señor, me parece no ser justo el abandono de la parroquia en día tal, pero mediante Dios lo verificaré muy pronto, para que V. S. I. palpe los felices efectos de las santas misiones en estos pueblos abandonados.
Dios guarde a V. S. I. muchos años.

Ciudad de Telde mayo 31 de 1848. Gregorio Chil y Morales.

S. I. aún no ha recibido la relación del párroco de Agüimes; seguramente será más sorprendente que la que antecede. En esta villa las iglesias no podía contener al auditorio; fue menester predicar y celebrar la comunión general a campo raso» («El Católico», 11/08/1848, pp. 2-3).

Este buen hacer y cercanía del beneficiado servidor, tanto con su obispo como con el misionero Claret que pronto será nombrado obispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II, motivó que fuera confirmado en su beneficio, ya como párroco titular, el 14 de marzo de 1851, junto a don Cristóbal Aguilar para San Gregorio, parroquia que hacía solo un año se había desmembrado de la sanjuanera («La Esperanza», 19/03/1851, p. 2).

Por último, hay que reseñar que el P. Claret volvió a visitar Telde cien años más tarde, en mayo de 1948, eso sí, mediante una imagen suya que peregrinó por todas las parroquias de la isla como conmemoración del centenario de la misión reseñada. Esta imagen es la que actualmente está en la Basílica de Teror, no en vano es copatrono de la diócesis de Canarias junto a la Virgen del Pino, quedando en la parroquia de San Gregorio una de mayor tamaño, de taller olotino y pasta de madera.

Honra también la memoria de nuestro santo misionero la parroquia de San Gregorio con el tondo conmemorativo que en el suelo, bajo la gran cúpula de la iglesia, recuerda la presencia del misionero en tal parroquia y que se colocó tras la última gran restauración que sufrió la parroquia en los inicios del tercer milenio.

Los retablos cerámicos que desde 1998 adornan las parroquias de la isla por donde pasó el Padrito, como era conocido, tienen el defecto de recoger la imagen propia del santo con vestidura episcopal, vestidura y condición que aún no ostentaba a su paso por las islas como «mosén Claret».


REFERENCIAS

Aguilar, M. (1894). Vida admirable del siervo de Dios Antonio María Claret fundador de la congregación de los misioneros hijos del inmaculado Corazón de María. Vol. 1. Establecimiento tipográfico san Francisco de Sales, Madrid.

«El Católico», 11/08/1848.

«La Esperanza», 1/01/1849 y 19/03/1851.

«TeldeActualidad», 11/05/2022, 

09 noviembre 2024

DE TELDE A LAS PALMAS, HISTORIA DE UNA CARRETERA

Tramo de la carretera de Telde a Jinámar a la altura de La Primavera (FEDAC)

Las nuevas generaciones, acostumbradas a las autovías y autopista que casi circunvalan la isla, desconocen que la única carretera que unía la capital de la isla con el sur, entonces Juan Grande, discurría por el actual Paseo de San José, la playa de La Laja con su túnel y el pueblo de Jinámar hasta entroncar con San Juan cruzando el puente «de los Siete Ojos». Desde aquí, tras salir de la ciudad por la plaza de Arauz (hoy parque Franchy y Roca), seguía la carretera hacia Agüimes y demás localidades sureñas.

Quiso el Estado que esta carretera se construyese ya en 1848 siguiendo el camino vecinal que poco había cambiado desde tiempos de la conquista. Sin embargo, en el devenir político y económico de España, no será hasta 1863 (mejor 1866) cuando se inaugure en su totalidad tras el empuje dado a sus obras por el ingeniero teldense don Juan de León y Castillo que retoma el proyecto que de la misma ya había diseñado el ingeniero Antonio Molina (Hernández, p. 39).

«En el mismo caso [paralizada por falta de fondos] se halla la carretera cuya apertura fue autorizada en 1848 y que debía atravesar la isla por la parte del Norte uniendo a Las Palmas con el pequeño pueblo de Agaete, distante siete leguas de ellas; e igualmente acontece con el ramal destinado a enlazar la misma con Telde.
Si a tan escaso apoyo por parte del gobierno para llevar a cabo obras que imperiosamente exigen los intereses materiales en aquellas islas, y que son necesarias para el desarrollo de los elementos de riqueza que tanto al país como al Estado convienen favorecer, se agrega el abandono en que se encuentran la mayor parte de los ramos administrativos, fácilmente nos explicaremos el decaimiento de este hermoso país, su falta de población y su escasa riqueza actual, comparativamente con la que debería alcanzar («El Orbe», 8/04/1857, p. 4).

Quizás las quejas expresadas en 1857 causaron la llegada a la oficina de Obras Públicas de Gran Canaria de León y Castillo al año siguiente. Nada más pertrechar la oficina con lo necesario, se puso manos a la obra, entre otras cosas, con el proyecto que nos ocupa. De esta manera, el 15 de septiembre de 1859, ya puede presentar una memoria del mismo (Hernández, pp. 127-129), proyectando las obras en tres grandes tramos:
a) De San José al barranco de El Salto del Negro.
b) De El Santo del Negro a Juan Ruano (Vega de Jinámar).
c) De Juan Ruano a la ermita de san Pedro mártir. (Hernández, pp. 39-41).

A partir de entonces, las obras marcharían al ritmo de la financiación que el Estado le otorgaba tras declarar el proyecto como «carretera de segundo orden» y llegar a la colocación de la última piedra del séptimo arco del puente sobre el barranco de Telde el 6 de octubre de 1865 (Jiménez, p. 89).

Año 1860. Parece que ahora sí, pero no

La aprobación del proyecto no supuso el inmediato inicio de las obras. La financiación por parte del Estado no terminaba de concretarse por más reales decretos y subastas (concesiones) que se fueran aprobando.

«Un Real decreto declarando de segundo orden la carretera que partiendo de la ciudad de las Palmas termina en Telde (islas Canarias)» («La Gaceta militar», 18/07/1860, p. 3).

«Por reales decretos que publica La Gaceta, se declaran de segundo orden las carreteras que partiendo la una de la ciudad de las Palmas, en las islas Canarias, termina en Telde y la otra que partiendo de Toledo termina en Ciudad-Real» («El Día»», 19/07/1860, p. 2).

«La dirección general de Obras públicas ha señalado el día 10 de septiembre próximo para la subasta de las obras del trozo primero de la carretera de segundo orden de Palmas a Telde, cuyo presupuesto asciende a 426,478 rs. 27 céntimos» («El Reino», 26/07/1860, p. 3).

«Ministerio de Fomento. Relación por provincias de las carreteras que forman el plan general para la Península e islas adyacentes (…). Carreteras de tercer orden (…). Gran Canaria. Telde a Juan Grande por Agüimes» («El Clamor público», 2/10/1860, p. 3).

Año 1861. Sin financiación todavía

«El último correo de Canarias nos trae noticias de aquellas islas, que alcanzan hasta el 28 del pasado. Las obras públicas en Gran Canaria toman de día en día un incremento considerable, merced a la inteligencia y celo del joven ingeniero D. Juan de León y Castillo. La carretera al Puerto de la Luz, estará terminada dentro de dos meses, gracias a la actividad que han desplegado los contratistas Sres. Massieu, que a pesar de la falta de operarios y de los escasos recursos del país para esta clase de construcciones, han logrado superar todas las dificultades y hacer una obra modelo en su clase. El faro de la isleta está ya rematado por los mismos señores y pronto se comenzará a construir, y por último, la carretera de Las Palmas a Telde, tan necesaria porque pone en comunicación las dos poblaciones más importantes de la isla, también se ha rematado, y en breve se dará principio a la construcción» («El Universal»·, 24/02/1861, p. 2).

Año 1862. Por fin en proceso

«En la carretera de Las Palmas a Telde se trabaja con gran actividad, y es de esperar que muy pronto queden unidas por medio de ella los pueblos más importantes de la isla» («La Correspondencia de España», 6/01/1862, p. 3).

«El 16 de agosto se verificará en la Dirección de Obras Públicas las subastas de las carreteras siguientes: (…). El trozo tercero de las Palmas a Telde, provincia de Canarias, bajo el tipo de su presupuesto de contrata importantes 555,971 res. 52 cénts.» («La Regeneración», 10/07/1862, p. 4).

Año 1863. Conectados por la Marfea

El desarrollo de las obras en sí fue necesitando de más recursos que excedían lo presupuestado. De ahí que se suscitara el resquemor de otras provincias inmersas, también, en obras de ingeniería viaria. 

«Por el interés que puedan tener para nuestros lectores, y para complacer a algunos de provincias que lo han solicitado, ponemos a continuación un extracto de las subastas anunciadas por la dirección general de Obras públicas: (…). 4 de septiembre (…). De las obras de un fuerte para el paso del barranco de Telde, en la carretera de Las Palmas a Telde. Presupuesto, rs. vn. 453,393-64. Depósito, 22,600» («El Reino», 2/07/1863, p. 1). 

Se llevaría a cabo la mencionada subasta, finalmente, el 18 de septiembre («Gaceta de los caminos de hierro», 2/08/1963, p. 8).

No en vano, era cierto que salvar algunos escollos en el trazado de la carretera insular proyectada conllevaba un esfuerzo ingente de recursos, no solo en la época sino en la actualidad.

«Las obras públicas adelantaban en todas las islas. El 4 del actual a las once de la mañana han quedado en comunicación las dos cámaras que venían simultáneamente practicándose para el establecimiento del túnel de Mar-fea en la carretera de segundo orden de Santa Cruz (sic.) a Telde. Esa hora fue de verdadero júbilo y entusiasmo para los encargados de la obra y operarios, quienes unos en pos de otros se lanzaron por la brecha abierta en el tabique que separaba ambas cámaras» («La Correspondencia de España», 22/07/1863, p. 2).

El túnel de la Marfea o de La Laja en dirección a la capital (FEDAC)

«Dice nuestro apreciable colega el País de Canarias:
«El 28 de Noviembre último ha quedado abierta a la circulación el segundo trozo de la carretera de segundo orden de las Palmas a Telde, en esta isla.
Entre las obras que abraza este trozo, llaman la atención, por su importancia, el túnel de la mar fea, abierto en roca viva, de 111 metros de longitud; y el puente de la cuesta empedrada de cosa de 17 metros de elevación.
Solo el Estado ha podido llevar a cima la obra del túnel, obra asombrosa por la clase de roca que se ha practicado que esa la más dura que la geología nos presenta, midiendo un cubo de desmonte de 111 metros lineales, por una sección de cerca de 20 metros cuadrados, que hacen 2,200 metros cúbicos; y esto sin contar el desmonte en la misma clase de roca que ha precedido seguido al túnel propiamente dicho» («El Clamor público», 25/12/1863, p. 3).

Año 1864. La novedad, ayer como hoy

«Ayer recibimos la correspondencia de Canarias con noticias de aquellas islas que alcanzan al 26 de diciembre último, en cuya fecha, era bueno el estado sanitario de todas ellas (…). La carretera que une a Telde con las Palmas, terminada hace poco, se halla constantemente transitada por los coches de las personas más ricas del país, que han convertido a la ciudad de Telde en un delicioso sitio de recreo» («El Eco del país», 6/01/1864, p. 3).

«Canarias. Hemos recibido noticias de aquellas islas que alcanzan al 14 del corriente: (…). La rica ciudad de Telde, unida ya a Las Palmas por una buena carretera, se hallaba constantemente visitada por numerosas personas que acudían a ella a pasar los días festivos en dulce esparcimiento, y se preparaban muchas familias, de las más acomodadas del país, a veranear en aquella ciudad que tantos recursos encierra, y donde las brisas del mar extinguen casi por completo los ardores del reverberante sol de los trópicos» («La Razón española», 26/05/1864, p. 2).

El crecimiento económico de la ciudad de Telde se vio favorecido con esta vía de comunicación de primer orden que los ha conectado a la capital (con su puerto en ciernes). Así, del mismo modo, se buscó la mejora de su conexión hacia el sur. 

«Carreteras de tercer orden. (…). Las Palmas a Agüimes por Telde» («El Reino», 14/09/1864, p. 1).


1866: El puente sobre el barranco de Telde, el de los ¿Nueve Ojos?

El puente sobre el barranco de Telde (FEDAC)

Visto lo anterior, se sobrentiende que ya se podía circular por él desde 1864. Sin embargo, en honor a la verdad, el puente no se dio por finalizado oficialmente hasta dos años después.

«En los periódicos de Canarias que recibimos ayer, hallamos las noticias siguientes:
Dice El Auxiliar: (…).
El ingeniero jefe de Canarias ha sido autorizado por la superioridad, para recibir definitivamente con las formalidades de ley, las obras del puente de Telde, ejecutadas por su contratista D. Antonio Matos y Moreno» («La Reforma», 22/09/1866, p. 2).

Como en toda obra sobre plano, la realidad a veces se impone. Quizás al contratista Matos y a su cuadrilla, así como al devenir de la propia obra, debamos que el puente que León y Castillo soñó con nueve ojos (Jiménez, p. 80), se quedara finalmente en siete y, así, nombrado por todos los teldenses.


REFERENCIAS

Florido Medina, G. (2016). «El puente de los Siete Ojos cumple un siglo y Medio» en TeldeActualidad, 28/06/2016, https://teldeactualidad.com/archive/93066/cultura [consultado el 9/11/2024].

Hernández Gutiérrez, A. S. (2006). Juan de León y Castillo. Biografías de Científicos Canarios. Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria.

Jiménez Martel, G. (2002). «La carretera de Las Palmas de Gran Canaria a la ciudad de Telde. El instrumento del progreso y desarrollo de la zona sur-este de la Isla» en Boletín Millares Carló, núm. 21, pp. 63-91. 


REFERENCIAS HEMEROGRÁFICAS

«El Clamor público», 2/10/1860 y 25/12/1863.


«El Día», 19/07/1860.


«El Eco del país», 6/01/1864.


«El Reino», 26/07/1860, 2/07/1863 y 14/09/1864.


«Gaceta de los caminos de hierro», 2/08/1863.


«El Orbe», 8/04/1857.


«El Universal»·, 24/02/1861.


«La Correspondencia de España», 6/01/1862 y 22/07/1863.


«La Gaceta militar», 18/07/1860.


«La Razón española», 26/05/1864.


«La Reforma» 22/09/1866.


«La Regeneración», 10/07/1862.