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12 abril 2025

LA SEMANA SANTA EN LOS LLANOS A MEDIADOS DEL SIGLO XX

San Juan Evangelista en la plaza de San Gregorio (FEDAC)

Con el paso de los años, tras el Concilio Vaticano II y la renovadoras ideas que desdeñaban de lo hasta entonces tradicional, fueron quedando en el olvido algunos de los actos que por Semana Santa se llevaban a cabo desde la parroquia de San Gregorio Taumaturgo de nuestra ciudad.

La parroquia de los Llanos de Jaraquemada recibía la Semana Santa con todos sus altares despojados de cualquier ornamentación floral desde el miércoles de Ceniza en que daba comienzo a la Cuaresma. A partir del V Domingo de la misma, además, los santos de sus altares y retablos y hasta la cruz del altar quedaban cubiertas con telas moradas como antesala de los misterios que se iban a solemnizar durante la semana mayor.

La "Burrita" hacia San Juan entrando a la calle Portería desde la calle Carreñas
(Fuente: desconocida, imagen viralizada vía whatsapp)

El domingo de Ramos se conmemoraba la entrada triunfal a Jerusalén con la procesión de “la burrita” cuyo recorrido se alternaba cada año entre la iglesia de San Gregorio Taumaturgo y la de San Juan Bautista. Un año bajaba y otro subía, no en vano, la escultura del Señor “en su entrada triunfal en Jerusalén” fue comprada en los talleres olotinos por ambas parroquias a la vez. Perdida la tradición y, según dicen, por cierta animadversión entre los párrocos de las citadas iglesias, terminó siendo custodiada en la basílica menor de la que ha seguido procesionando cada año hasta la actualidad.

En esta jornada, muchas familias estrenaban sus nuevos vestidos y trajes que habían encargado a las modistas y costureras locales pues, además, recién se estrenaba la primavera, el cambio de temporada. Era el momento, además, en que los jóvenes que atravesaban ya la adolescencia dejaban atrás sus pantalones cortos para comenzar a lucirlos largos, mucho más adecuados a la "madurez" en la que ya principiaban. Entre las mujeres, destacaba el uso de la mantilla canaria y de la española. 

Mujeres con mantilla española durante la Semana Santa teldense (FEDAC)

El Miércoles Santo se llevaba a cabo la procesión "del encuentro” que en nada desmerecía de la que recorría las calles de Vegueta. En sus tronos salían del templo la bella Virgen de los Dolores de Silvestre Bello de luto riguroso, san Juan Evangelista con sus vestes tradicionales (túnica verde y mantolín rojo), la Magdalena, la Verónica y el Cristo con la Cruz acompañado de Simón de Cirene, talla que ya sólo ve la luz ataviado en el belén parroquial como cargador de una piña de plátanos en ofrenda al Divino Infante. 

Desde la plaza peroraba el acontecimiento el párroco con su sermón que intentaba suscitar en los presentes la conversión, el dolor de los pecados y la compasión al que siendo Dios no desdeñó morir por nosotros ¡y de tal manera! Uno de los momentos más esperados era cuando el paño de la Verónica caía desenrollado al limpiar el rostro del nazareno mostrando tres rostros porque tres veces enjugó el rostro del Señor camino del Calvario.

Procesión del Encuentro en las inmediaciones de la plaza de San Gregorio (FEDAC)

El Jueves Santo se llevaba a cabo la celebración de la misa de la Cena del Señor en la que doce hombres del barrio eran elegidos para que el párroco obrara con ellos idéntico gesto simbólico que Cristo en la última cena, el lavado de sus pies. Terminada ésta se reservaba de manera solemne el Pan de los Ángeles en “el monumento” especialmente decorado para tal ocasión. El sagrario de la parroquia de San Gregorio Taumaturgo, en su emplazamiento original (en el centro del retablo mayor), lucía adornado con toda la candelería, bandejas y violeteros plateados que desde días atrás habían limpiado y pulido con esmero un grupo de vecinas. 

El "monumento" en la parroquia de San Gregorio (FEDAC)

Allí quedaba “reservado” el Santísimo Sacramento, entre cientos de calas, primorosamente cultivadas en los jardines de las casas del vecindario para la ocasión, y el titilar de las velas de cera que creaban una atmósfera apropiada para todos los que acompañaban, en su "visita de los monumentos", al que sufría en Getsemaní durante el rezo de la Hora Santa. Allí permanecía, hasta que en la celebración de la Pasión al día siguiente (que no es eucaristía, ni puede celebrarse alguna) es del todo consumido en el momento de la comunión, tras la adoración de la Cruz y la oración de los fieles que en esa jornada es aún más extensa y precisa.

El Viernes Santo, la feligresía de San Gregorio volvía a llenar las calles al mediodía. Terminada la celebración de la Pasión en el templo, procesionaba el Crucificado con la Magdalena a sus pies y, una vez más, la Virgen Dolorosa de Silvestre Bello y el San Juan Evangelista. El gentío era tal, seña de lo que un “Viernes Santo” significaba en la época, que no desmerecía de la procesión de las mantillas catedralicia. Terminada la misma, se acercaba la hora nona (las tres de la tarde), momento en el que nos dicen los evangelios que expiró Jesucristo y el recogimiento se hacía patente al vaciarse las calles del barrio.

Procesión del Viernes Santo a su regreso a la plaza (FEDAC)

El Sábado Santo bien entrada la noche, se llevaba a cabo la celebración de la Vigilia Pascual en la parroquia, extensa eucaristía en la que se bendice el fuego del Cirio Pascual y el agua, agua bendita que, era tradición, se llevaban al término de la misma todos los que quisieran, mayoritariamente aquellas que se encargaban de reponer dicha agua en las benditeras de sus hogares.

El Domingo de Pascua, terminada la solemne eucaristía, la alegría de la chiquillería desbordaba en la plaza de San Gregorio y alrededores pues ¡había resucitado el Señor!, por lo que ya se podían divertir nuevamente, la música volvía a las emisoras de radio (más allá de la sacra de los días previos) y los cines podían continuar con sus estrenos tanto como los cafetines y bares con sus tertulias y tertulianos varios.

02 noviembre 2024

EL CUADRO DE ÁNIMAS DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN ¿OBRA COLONIAL DEL SIGLO XVII?

Cuadro de Ánimas o del Juicio Final - Anónimo (1675)
Basílica de San Juan Bautista de Telde (Fotografía del autor)

De este lienzo que preside el retablo de Ánimas nos dice don Pedro Hernández que «fue pintado en el año 1675, habiendo costado la obra de pintura 379 reales y 2 cuartos» (Hernández Benítez, p. 100). Sin embargo, nada nos asegura de su autor. En primer lugar, porque no hay constancia alguna en la documentación que obra en el archivo parroquial. En segundo lugar, porque el mismo lienzo carece de firma (Hernández Benítez, p. 101) o, al menos, eso afirma el benemérito sacerdote sin darse cuenta de que, quizás, sí que la tenga. Lo que ocurre es que también conoció el lienzo bastante oscurecido, tal cual lo apreciamos aún hoy. «Lástima grande que algún escrupuloso mayordomo de Fábrica, en tiempos ya lejanos, embadurnara la parte baja de este excelente lienzo, para oscurecer los artísticos desnudos en los que pueden apreciarse escorzos magníficos y rostros de un realismo sorprendente» (Hernández Benítez, p. 102). Quizás una correcta y más que necesaria restauración desvelaría una posible firma y, con ella, su autor.

Para tal fin estuvo el lienzo en los almacenes del actual Museo de Arte Sacro tras ser remitido por el sacerdote don Teodoro Rodríguez. Sin embargo, fue devuelto a su parroquia en 2000, tras más de dos décadas y sin que se apreciara mejora alguna, en tiempos del sacerdote D. Francisco González. Marcos Hernández Moreno, su restaurador, aseguró que no se podía hacer más porque en los intentos de limpieza se dañaba irremediablemente la pintura original (Calderín, p. 89)

En cuanto a la autoría, don Pedro Hernández señala que su creador debió inspirarse en artistas como Rubens o Memling, pero que, indudablemente, debe ser una obra «de escuela española sevillana» con «inspiración de la flamenca». Por si fuera obra canaria, entre los pintores que han trabajado en la basílica a lo largo de su historia, descarta a Cristóbal de Quintana al no ver comparación con otras de sus obras, señalando como hipótesis a «Juan de Silva, Juan Rodríguez o Juan Pablo» (Hernández Benítez, p. 102). No se percató, mientras escribía, de que el primero de estos tres vio la luz en Santa Cruz de la Palma en 1687, años después de la creación del lienzo que nos ocupa.

En realidad, claramente fue otra la inspiración del artista, el grabado «El juicio final» realizado en Roma por Philippe Thomassin en 1605. Así lo demuestran las coincidencias entre el grabado y la obra que nos ocupa: la disposición vertical trinitaria de Dios Padre, Espíritu Santo, Jesucristo, sobre el Mundo y el arco iris; la central del arcángel san Miguel que domina al demonio; la disposición y estilo de la puerta del paraíso en el margen izquierdo desde la que suben al cielo las ánimas; la figura del esqueleto que con su guadaña, en el horizonte, ciega las vidas, así como la del Leviatán que engulle a los condenados en el margen inferior derecho.

Grabado sobre el Juicio Final de Philippe Thomassin (1608) 
(Brewer et Fromont, p. 960)

Este grabado se dio a conocer en las Indias de la mano de los misioneros religiosos que lo usaban en sus catequesis con los indígenas. En la escuela pictórica colonial del siglo XVII arraigó como el prototipo para la representación de la escena del Juicio Final gracias al pintor Diego Quispe Tito que gustaba inspirarse en estos grabados para sus obras. Si atendemos a su lienzo «Las postrimerías o el Juicio Final» pintado, casualmente, en 1675 para la iglesia del convento de san Francisco del Cuzco, nos daremos cuenta, inmediatamente, que podría ser el autor que buscamos.

Las Postrimerías o El Juicio Final de Diego Quispe Tito (1675) (Wuffarden, p. 3) 

Por otro lado, podemos atender al cuadro de «El Juicio Final», indudablemente de la misma escuela, que obra en la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia). El parecido con el teldense también es evidente. Lástima que tampoco se conozca su autoría lo que habría ayudado a acotar la atribución que nos ocupa.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (s. XVII)
Iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia)
(Brewer et Fromont, p. 961)

Dada la procedencia de estos lienzos sobre los novísimos, podríamos aventurar cómo llegó a Telde uno de ellos. Hemos visto que este modelo iconográfico fue promovido fervientemente por los franciscanos (Wuffarden, p. 3). Casualmente, entre los años 1673 y 1674 (Rodríguez, p. 422), ejercía como servidor en la iglesia de San Juan, mientras se proveía su beneficio, el predicador conventual del cenobio minorita teldense fray Juan Pablo Díaz (Rodríguez, p. 164). Este bien pudo promover la compra del lienzo que, encargado a sus hermanos en las Indias, terminaría llegando a la parroquial en 1675.

Sabemos del trasiego de frailes franciscanos entre el convento teldense y las misiones en las Indias por lo que bien pudo venir con alguno de ellos el lienzo a las islas. Por eso no se cita el autor en los registros del archivo dado que, además, desde los prejuicios del momento, este no era más que un indígena, una obra de arte de inferior categoría.

Es lógico que para conseguir los fondos necesarios para su adquisición se llevara a cabo una cuestación entre los feligreses. Con seguridad, entre las aportaciones recibidas, se encontraba la del matrimonio formado por Francisco Yanes Perdomo y Beatriz de Ortega Sánchez cuyos dos hijos eran sacerdotes. De hecho, uno de ellos, Francisco Yanes Ortega, terminará siendo beneficiado de San Juan entre 1684 y 1694 (Rodríguez, p. 422), promoviendo la construcción de la capilla de San Ignacio de Loyola.

«Hijo de una nobilísima familia oriunda de Realejo en Tenerife» (Hernández Benítez, p. 243), no tenemos duda de que eran parientes del mayordomo de la parroquial de Santiago del Realejo, Francisco Yanes Barroso quien, en el año 1669 y por un precio bastante mayor que el teldense (759 reales), había comprado el cuadro de Ánimas que sigue obrando en la mencionada parroquia tinerfeña (Hernández Abreu, p. 102). Tampoco reseña a su autor en la documentación del archivo por lo que podemos pensar que lo ayudaron a traerlo de las Indias, si de allí procede, los religiosos franciscanos del convento de Santa Lucía ya que, a todas luces, sigue el mismo modelo iconográfico.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (1669)
Parroquia de Santiago de Los Realejos de Tenerife (Hernández Abreu, p. 102)

En resumen, parece evidente que el cuadro de Ánimas de la basílica de San Juan es una obra de arte colonial del siglo XVII y que llegó a la isla de mano de los religiosos franciscanos que allá misionaban. Dadas las características propias se puede atribuir su autoría al taller de Diego Quispe Tito (1611-1681), si no a este directamente.


REFERENCIAS

Calderín Ojeda, L. (2024). «La pintura de los Cuadros de Ánimas en Gran Canaria. Tres ejemplos significativos: Telde, Teror y Santa Brígida» en Revista de Historia Canaria, núm. 206, pp. 79-92.

Hernández Abreu, P. (2018). «Arte y devoción en torno a la muerte. Las cofradías de ánimas de Los Realejos» en Revista de Historia Canaria, núm. 200, pp. 95-108. 

Hernández Benítez, P. (1958). Telde (sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos). Talleres tipográficos de Imprenta Telde. Telde. 

Rodríguez Calleja, J. E. (2015). La población de Telde en el siglo XVII, un modelo demográfico comparado. ULPGC. Las Palmas de Gran Canaria.

Wuffarden, L. E. (2020). «Diego Quispe Tito y el Juicio Final en los Andes» en Quipu Virtual. Boletín de Cultura Peruana, núm. 23, pp. 1-4.


OTRAS FUENTES

Brewer García, L. et Fromont, C. (2023). «From Hell to Hell: Central Africans and Catholic Visual Catechesis in the Early Modern Atlantic Slave Trade» en Art History, núm, 46, pp. 946-977.

Lozada, N. (2012). La incorporación del indígena en el Purgatorio cristiano: estudio de los lienzos de ánimas de la Nueva Granada de los siglos XVI y XVII. Universidad de los Andes. Bogotá.

Rodríguez, F. de M.ª. (1969). «Notas para un diccionario biográfico de pintores peruanos (1535-1821)» en Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, núm. 19, pp. 193-257.