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27 septiembre 2025

DEL ORIGEN DE LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA


"El Calvarito" (Fotografía del autor, 17/04/2023)

Los repobladores europeos que llegaron al lugar que hoy ocupan los barrios de San Juan, San Francisco y San Gregorio decidieron honrar con la erección de capillas, ermitas e iglesias a diversas advocaciones de su devoción, bien por ser las de su lugar de procedencia, bien por su poder taumatúrgico y protector ante las epidemias, las malas cosechas, etc. Así, mientras se roturaban las primeras tierras para el cultivo, se construían las primeras casas e iban quedando trazadas sus calles y callejuelas, también fueron erigidas pequeñas casas a modo de humildes capillas.

En ellas se entronizaba la imagen pictórica o escultórica que daba título a la misma con la esperanza de que, más tarde o más temprano, sus capillas fueran transformadas en auténticas ermitas e iglesias capaces de acoger el culto (celebración de misas, enterramientos, etc.). Esta transformación podía realizarse, bien mediante la ampliación de las mismas, bien con su construcción de nueva planta en otro emplazamiento, generalmente en sus cercanías. 

Estas capillas o “casillas”, que refieren las fuentes, como las de Santa Lucía y la de Ntra. Sra. de Guadalupe, tuvieron un origen popular frente a otras ermitas, como las de san José en Las Longueras y la de san Gregorio Obispo, que surgieron auspiciadas por los terratenientes más destacados que se avecindaron en Telde en medio de sus propiedades. También, de esta última manera, se propició la construcción de la parroquial de san Juan Bautista. Por lo tanto, dado su origen popular, muchas no llegaron a ser auténticas ermitas dada la dependencia de aquellos donativos y legados que pudieran pagar sus obras y sostenimiento. Es el caso de la casilla de Nuestra Señora de Guadalupe (AHPLP.2, ff. 85r.-89r.) que, por su ubicación en las cercanías de la que terminará siendo la Casa Condal, bien pudo ser la causante del añadido al mencionado título del condado "de la Vega Grande", a saber, de la Vega Grande "de Guadalupe".

En la elevación orográfica que se encuadra entre los cauces del Barranco Real y de La Fuente de la ciudad, el altozano que referirá una de las calles del naciente barrio, se decidió construir una de estas casillas en honor de Nuestra Señora de la Antigua. Esta es una advocación mariana de gran raigambre en Sevilla desde que su imagen, una pintura mural, se descubriera durante las obras de construcción de la catedral hispalense, supuestamente, sobre un muro de la antigua mezquita que fue cristianizada tras la conquista. 

El arraigo de esta advocación en la isla, en nuestra ciudad, se debe a la procedencia sevillana de muchos de los repobladores, así como a la dependencia de la diócesis canaria de la hispalense. De hecho, la catedral de Canarias también le dedicó una de sus capillas. Esta fue construida entre 1517 y 1526 (Cazorla, pp. 52-53), siendo reubicada dentro de la ampliación de la misma a partir de “la vieja iglesia” en 1573 (Cazorla, p. 64). Finalmente, en 1816 su primitiva imagen de candelero fue retirada del culto al ser sustituida por otra de talla completa del imaginero Luján Pérez.

Primitiva imagen de Ntra. Sra. de la Antigua - S. I. C. B. de Canarias
(Fotografía del autor, 27/09/2025)

La misma devoción mariana prendió en nuestra ciudad a la par que en la catedral dado que desde 1522 se habla en los testamentos que obran en el archivo parroquial de san Juan Bautista de la ermita de santa María de la Antigua teldense (Hernández, p. 173). Posteriormente, en su testamento de 14 de enero de 1539, Cristóbal García del Castillo lega media dobla de oro a dicha ermita (Chil, p. 484), como también lo hace otro teldense (nombre ilegible), en su testamento de 13 de enero de 1541 al dejar algunas limosnas “al hospital de Telde, a la capilla de la Antigua, a los monasterios de santo Domingo y san Francisco, algo a la iglesia y fábrica de san Juan de Telde” (AHPLP.1, f. 2v.).

En medio de la incipiente urbanización de la ciudad, me atrevo a aventurar que estos testamentos aún se refieren a una de las citadas pequeñas capillas o casillas en su aspiración a ser auténticas ermitas e iglesias. Esta, con total seguridad, no es otra que la que hoy conocemos como “El Calvarito” en la misma plaza de San Francisco como se desprende de una carta de dote realizada el 6 de septiembre de 1568 por el matrimonio formado por Gonzalo Díaz y Catalina Hernández. En ella prometen en dote a su hija unas casas que lindan con la “casa de Nuestra Señora de la Antigua, casas de Isabel Jara y, por delante, con la calle real que baja do la calle nueva y, por un lado, con la calle que va a la iglesia de la Antigua" (AHPLP.2, ff. 67r.-68r.).

Como vemos, hay un “casa de” y una “iglesia de”. Esta casa, la primitiva y humilde capilla, sería la que acogió la pequeña imagen de Ntra. Sra. de la Antigua teldense mientras se terminaba de erigir su iglesia. Terminada la misma, la capilla o casilla original, en este caso no integrada en la construcción final, pasó a tener otra función como parte de la fábrica de la misma. En el caso que nos ocupa, pasó a ser un Calvario, seguramente, como decimosegunda estación del Via Crucis que los franciscanos implementarán por las calles del barrio.

“Frente a la iglesia se ve una antigua capilla con cubierta de tea a cuatro aguas a la que el pueblo llama “El Calvarito”, si bien no hay memoria sino de la existencia en la misma de una imagen de Cristo Crucificado, probablemente antes acompañado de san Juan Evangelista y la Virgen de los Dolores. Debió tener este Cristo mucha devoción, sobre todo entre los caminantes que atravesaban este barrio subiendo por el camino de Santa María en dirección a los pueblos del sur de la isla, todavía puede verse una ranura abierta en la cantería azul que da a la plaza por donde los viajeros introducían sus limosnas que luego pasaban a una caja de tea, recordándonos por su forma el “gazofilacio” del templo de Jerusalén en los días de Jesús” (Hernández, pp. 175-176).

Probablemente, la imagen que presidió tal capilla es la que aún hoy puede contemplarse en la pequeña hornacina que se abre en el altillo del retablo pétreo de santo Domingo de Guzmán en la iglesia de san Francisco. Una imagen de candelero, de madera, telas y arcilla, de la que se contaba una leyenda sobre su aparición en una de las cuevas de la costa teldense, en la zona de El Castellano, desde donde fue llevada al convento franciscano teldense (Hernández, p. 175). Quizás pueda conjugarse la leyenda con la realidad pues bien pudo ser esta imagen una de las que tuvieron que abandonar los franciscanos misioneros en la costa teldense, siendo encontrada, posteriormente, por los repobladores de Telde que pudieron entronizarla en la casilla o capillita del naciente barrio de Santa María a donde, cosas de la historia, "retornarán" los franciscanos en 1610. 

Ntra. Sra. de la Antigua - Telde
(Diócesis de Canarias, p. 182)

Ntra. Sra. de la Antigua - Telde
Fotografía anterior a su restauración 
(Hernández, p. 204)

No obstante lo anterior, la procedencia de la imagen pudo tener un origen más corriente pues, naturalmente, el comercio de imágenes para la devoción particular entre la naciente población teldense queda atestiguado en diversas fuentes, entre otras, un reconocimiento de deuda de 9 de noviembre de 1535. En él, el mercader teldense Francisco de Deza reconoce deber a Melchor Núñez, también mercader, diferentes cantidades, por ejemplo, "14 reales por la hechura de una imagen de Nuestra Señora y de un Jesús" (AHPLP.3, ff. 168-169). Teniendo en cuenta que comparte apellido y, quizás, parentesco con el arzobispo de Sevilla, Diego de Deza (+1523), es natural que la imaginación vuele pensando que esta imagen de 14 reales es la Virgen de la Antigua teldense cuyo precio aún no había satisfecho.

El momento en que se terminó de construir la ermita podemos situarlo en torno a 1569. El mejor indicador de ello es que ya se puede celebrar la misa en ella. Así se desprende de un codicilo de 10 de agosto de 1569 sobre su testamento del pasado 30 de julio, en el que Hernández de Rosiana establece un aniversario cantado perpetuamente en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua en el día de la Natividad de Nuestra Señora en septiembre o en su octavario (AHPLP.2, ff. 283v.-284v.). También, por otro lado, del testamento de Juan Márquez de 21 de septiembre de 1569 en el que solicita que se digan dos misas por su alma en la iglesia de Nuestra Señora de Antigua (AHPLP.2, ff. 300v.-302v.).

Con anterioridad a esta fecha, tenemos datos que nos dan idea de cómo fue construyéndose y de qué manera se financió su obra. Así, en su testamento de 8 de agosto de 1568, el sacerdote Sebastián Ramos lega seis reales “para la obra de Nuestra Señora de la Antigua de Telde” (AHPLP.2, ff. 37r-44v.). De igual manera, en su testamento de 9 de agosto de 1568, Leonor Ortiz, mujer de Leste, “dona a la obra de Nuestra Señora de Antigua de Telde un real de plata de sus bienes” (AHPLP.2, ff. 47r.-48v.).

Por otro lado, sabemos que los carpinteros Gregorio Simón y Gaspar de Cerrada, mediante concierto de 3 de mayo de 1563, se comprometieron a terminar para el día de Santiago la obra de carpintería de la capilla “que se ha de hacer” en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua de la que es mayordomo Juan Tello. Además, como curiosidad, el artesonado que la ha de cubrir debía ser como el de la capilla de María Fernandez Calva de san Juan Bautista, la de san José en la actualidad (AHPLP.4, f. 146 v.).

No queda claro si el regidor Juan Tello fue mayordomo de esta futura capilla o de la iglesia entera pero, con total seguridad, fue uno de sus grandes financiadores dada su condición de gran hacendado. No en vano, acumuló tal número de propiedades que su nombre quedó plasmado en la propia toponimia, por ejemplo, en la Montaña de Juan Tello o los Cercados de Juan Tello (Hernández, p. 340).

Finalizada la ermita, en lo que a poder mantener el culto litúrgico en ella se refiere, no cesará su dotación y mejora por parte de nuevos benefactores. En su testamento de 10 de junio de 1570, Francisca Ramos, viuda de Fernán Gómez, lega un real a la misma y manda que se paguen los 15 reales que le debía su marido. También, dispone que se haga una capilla a san Antonio en dicha iglesia, ya que su marido así lo dispuso antes de morir, con las 120 doblas que destinó para ello de sus bienes. Una vez hecha la capilla, además, quiere que se dé de sus bienes veinte doblas para comprar ornamentos para poner decir misa (AHPLP.2, ff. 340r.-348r.).

A colación de la celebración de la eucaristía en ella, de cara a la comodidad de fieles y sacerdotes, sabemos que el 1 de noviembre de 1577, se vuelve a contratar al carpintero Gaspar de Cerrada para realizar cuatro escaños (bancos) para la iglesia (AHPLP.5, f. 387v.).

Por otro lado, será Torriani quien, posteriormente, nos legue una idea de la localización y entidad de la ermita de Ntra. Sra. de la Antigua teldense en la última década del siglo XVI. En el plano de la ciudad que levanta en 1590 de la ciudad, esta ocupa el lugar más elevado del altozano del barrio de Santa María, está compuesta de una sola nave y rodeada de casas que, en veinte años, serán donadas y derruidas/integradas en la conformación del cenobio franciscano y sus huertas.

Infografía del autor a partir de pormenor del plano de Torriani 

Desde entonces, 1610, la historia de la ermita de Santa María de la Antigua tendrá nuevos y variados capítulos. Como convento franciscano de la Madre de Dios de la Antigua será dotada con una nueva nave, retablos pétreos de inspiración colonial y varias capillas claustrales como la de las Llagas de san Francisco o la de san Francisco de Paula (Suárez, pp. 285-287). Finalmente, tras la exclaustración, como la iglesia del barrio de San Francisco que conocemos actualmente y que fue perdiendo progresivamente el culto que en ella se mantenía hasta la actualidad.

Sirva este pequeño artículo como acción de gracias a los arriba citados y otros que, al promover su fundación, nos la legaron como bien histórico patrimonial.


REFERENCIAS

AHPLP.1. Protocolos notariales. Escribano Hernán de Gutiérrez. Telde. 1541.

AHPLP.2. Protocolos Notariales. Escribano Pedro Fernández de Chávez. Telde. 1568-1570.

AHPLP.3. Protocolos Notariales. Escribano Hernando de Padilla. Las Palmas de Gran Canarias. 1535.

AHPLP.4. Protocolos Notariales. Escribano Juan de Vega. Telde. 1557-1563.

AHPLP.5. Protocolos Notariales. Escribano Juan de Vega. Telde. 1577.

Cazorla León, S. (1992). Historia de la Catedral de Canarias. Real Sociedad Económica de Amigos del País. Las Palmas de Gran Canaria.

Chil y Naranjo, G. (1891). Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Vol. 3. Imprenta La Atlántida. Las Palmas de Gran Canaria.

Diócesis de Canarias (org). (2004). La Huella y la Senda. Islas Canarias en https://restauracionlapalma.com/wp-content/publicaciones/lahuellaylasenda.pdf [consultado el 26/09/2025].

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde en https://mdc.ulpgc.es/s/mdcte/item/259809 [consultado el 24/09/2025]. 

Suárez Quevedo, D. (1992). "El convento franciscano de Telde (Gran Canaria). Datos para la historia de una institución desaparecida" en Revista de Historia Canaria, núm. 176, pp. 277-314. 

Torriani, L. (1959 [1590]). Descripción e historia del reino de las islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus fortificaciones. Traducción del Italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.

10 agosto 2025

DEL TOPÓNIMO TELDENSE LA COLOMBA


Panorámica de La Colomba (Fotografía del autor)

Este pequeño pago de Telde, enclavado entre los barrios de Arenales (Telde) y Lomo Fregenal (Valsequillo), se ha convertido en la actualidad en punto de encuentro de todos los senderistas que hasta él acuden para adentrarse en el Barranco de los Cernícalos. La disposición de un área recreativa a su entrada ha facilitado, igualmente, el disfrute del lugar.

Don Pedro Hernández Benítez, en su estudio de los topónimos de la ciudad en la que fue párroco, comentó del de este enclave que "no se trata de un apellido, puesto que va precedido del articulo La; posiblemente se trata de un nombre importado, existiendo un monasterio que lleva el título de Santa María de la Colomba en Plasencia." (Hernández, p. 315). Se olvidó de que esta advocación de la Virgen viene del latín columba, paloma, pudiendo haber explicado el topónimo de una manera más peregrina, que el lugar terminó siendo conocido así por la presencia de dicha aves. 

Sin embargo, las fuentes documentales corrigen a Hernández pues aunque vaya "precedido del artículo La" sí que se trata de un topónimo patronímico a partir del apellido Colombo. En el título de propiedad del convento dominico de san Pedro mártir de Las Palmas de Gran Canaria sobre un tributo redimible para la dotación de la capellanía que instituyó a su favor Fernán Moro en 1551, podemos observar el devenir de los arrendatarios que han tenido las propiedades que la sustentaban.

"[N. 12 a.] Tributo de 68 reales 4/8. Abril. Redimible. Capellanía de Fernán Moro. [Encabezado].
Convento de San Pedro mártir. Paga este tributo don Nicolás Alvarado. [Al margen].
Paga este tributo por 24 de este mes José Cabrera Beatancurt escribano público de esta isla según la escritura de venta que le otorgó este convento en 24 de abril de 1713 por ante D. Lucas de Betancurt Cabrera, escribano público y de Cabildo, de la casa que dicen de la Colomba, la cual casa la hubo este convento por haberla rematado el convento por principal y corridos, y haberla aplicado la Justicia Real Ordinaria al convento como más largamente consta de los autos ejecutivos que el Procurador General de este convento siguió con dicha casa, cuyos están en el oficio de dicho José Cabrera ante quien pasaron. 
Siguió lo ejecución el convento con los herederos de Jerónimo de la Oliva, quien sucedió en esta casa por traspaso y escritura de venta que le otorgó el licenciado don Juan Santos, como albacea de la Colomba, con la pensión de pagar cien reales pagaderos a este convento. La Luisa Ortega Colombo hubo esta casa por donación que le hizo doña Francisca Zambrana con esta pensión. La doña Francisca Zambrana hubo de Juan de León, su padrastro a quien se la dio el convento por escritura ante Francisco Suárez el año de 1606. (…).
Porque como tal albacea pague los dichos réditos para cuya paga hipoteco por expresa ¿escritura? penal, hipoteca una ¿güerta (sic) de? árboles frutales en Valle de los Nueve, término de la ciudad de Telde, y sus rentas, para no poder venderla ni enajenarla, ni que se venda ni enajene hasta estar satisfechos y pagados dichos réditos por haber quedado por muerte de la dicha Luisa de Ortega y la venta y enajenación que en otra manera se hiciere, que no valga y vaya  pase a poder de cualquier sino con esta carga adquiera derecho por ningún transcurso del tiempo y así mismo me obligo a entregarte los títulos y ¿certificados? de cómo fue dueño la Luisa de Ortega. (…) Las Palmas, isla de Gran Canaria, a veinte días del mes de julio de mil y seiscientos y setenta y nueve años" (AHPLP.1, exp. 55).

No sabemos si Luisa de Ortega Colombo ostenta tal apellido materno al encontrarse entre sus antepasados Pedro Colombo, documentado peón en las tropas del conquistador Armas según Viana (Cebrián, p. 171), o bien el genovés Ambrosio Colombo que de mercader estante en 1519 (AHPLP.3, f. 240v.), pasó a mercader vecino en 1527 (AHPLP.4, f. 58v.) adquiriendo posesiones en tierras y casas por toda la isla. 

Lo que sí sabemos es que tuvo que ser una mujer bastante peculiar dado que pasó a la historia como "La Colomba", quizás, no tanto por méritos propios, sino por deméritos como el que motivó los autos que el monasterio de bernardas de Las Palmas de Gran Canaria inició contra sus propiedades en 1693 por el impago de un censo (AHPLP.2, exp. 477).

Entre estas posesiones del Valle de los Nueve quizás se encontraban las tierras que todavía hoy conforman el pago teldense de La Colomba dado que, por aquel entonces, el topónimo Valle de los Nueve encuadraba una amplia zona entre El Ejido y Los Mocanes (hoy Valsequillo). Así se desprende de las fuentes documentales como, por ejemplo, la de imposición de un censo enfitéutico de 26 de marzo de 1598 sobre tierras en La Vega de los Mocanes y el Lomo Fregenal que hace Marcos de León a favor Sebastián del Castillo, tierras "que lindan por la parte de hacia Agüimes con el barranco del Valle de los Nueve" (AHPLP.5, ff. 44r.-49v.), tramo del barranco que hoy conocemos como Castillo y La Colomba.


REFERENCIAS

AHPLP.1. Conventos. Convento de san Pedro mártir. Las Palmas de Gran Canaria. 1510-1836.

AHPLP.2. Conventos. Convento de la Concepción. Orden de san Bernardo. Las Palmas de Gran Canaria. 1532-1836.

AHPLP.3. Protocolos Notariales. Escribano Cristóbal de San Clemente. Las Palmas de Gran Canarias. 1518-1519.

AHPLP.4. Protocolos Notariales. Escribano Hernando de Padilla. Las Palmas de Gran Canaria. 1527.

AHPLP.5. Protocolos Notariales. Escribano Bernardino de Palenzuela Jiménez. Las Palmas de Gran Canaria. 1568-1588.

Cebrián Latasa, J. A. (2003). Ensayo para un diccionario de conquistadores de Canarias. Gobierno de Canarias. Consejería de educación, cultura y deportes. Viceconsejería de cultura y deportes. Dirección general de cultura. Santa Cruz de Tenerife.

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde.

13 marzo 2025

LA MORERÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA, ¿UNA MEZQUITA Y UN PALOMAR?

Vista aérea del barrio de S. Francisco, antes de Ntra. Sra. de la Antigua (Google Earth)

La presencia de esclavos moriscos en las plantaciones de la Telde desde mediados del siglo XVI en adelante es bastante conocida. De hecho, su presencia tan numerosa en algunas zonas hizo que éstas fueran conocidas como barrio berberisco o, simplemente, Berbería, como aún hoy testimonia la calle Barbería (realmente Berbería) en las cercanías de la plaza de San Gregorio. Esta población esclava de origen bereber llegaba a las islas de manera forzada, fruto de cabalgadas en las costas africanas vecinas, con la imposición de convertirse al cristianismo y abandonar su fe mahometana. No obstante, la Inquisición en Canarias no vigiló tanto a la población morisca como a la judeoconversa por la práctica secreta de sus respectivas creencias anteriores (Aznar Vallejo).

Por otro lado, con antelación a esta afluencia berberisca esclava, nos encontramos en nuestra ciudad la presencia de mudéjares, musulmanes que no eran esclavos sino que se llegaron con los demás repobladores tras la conquista y que siguieron practicando libremente su fe hasta bien entrado el siglo XVI pues “la pragmática del 12 de febrero de 1502 de los Reyes Católicos que disponía que los moros abandonasen España o abjurasen del islamismo, no tuvo aplicación en Canarias” (Santana, p. 640).

Tuvo pues la naciente Telde su morería localizada, sin lugar a dudas, en la manzana que queda delimitada por las calles que actualmente se denominan Portería, Montañeta de San Francisco y Altozano del barrio de San Francisco, antes de Santa María de la Antigua.

“En la noble çibdad Real de Las Palmas que es en esta ysla de la Grand Canaria en diez e ocho días del mes de setiembre año del nasçimiento de Nuestro Salvador Ihesu Christo de mill e quinientos e quarenta e nueve años estando ayuntados a cabildo en las casas del dicho cabildo como lo an de uso e costumbre el muy magnífico señor don Rodrigo Manrrique de Acuña governador desta dicha ysla por sus magestades e los señores Regidores della e en presençia de my Pedro Ximénez escrivano de sus magestades e tiniente del escrivano mayor del cabildo vezino de la çibdad de Telde su tenor de la qual es este que se sigue.
Muy magníficos señores Pedro Gudino vezino de la çibdad de Telde beso las manos a vuestra señoría e digo que puede aver un mes que yo ove pedido a vuestras señorías me hiziesen merçed de un solar en la çibdad de Telde en el barrio de Nuestra Señora de la Antigua linde con la calle Real que va de Nuestra Señora y por otra parte otra calle que viene de hazia San Sebastián a Nuestra Señora y por otra parte con casas que fueron de los alfaquíes e de la otra un solar de Juan Yanes palomero e por vuestra señoría fue mandado apregonar e se apregonó en la dicha çibdad de Telde e porque no ovo contradiçión me mandaron dar el dicho solar con que el señor liçinçiado del Castillo me lo señalose y llevando la petiçión a la çibdad de Telde después de aver señalado el dicho solar el liçençiado del Castillo trayéndolo para asentar el título se perdió. Suplico a vuestras señorías que constándoles lo de suso contenido ser asy me mande dar título del dicho solar y en ello reçiviré merçed.
El solar que vuestra señoría mandó le señalase se le señaló en el lugar e debaxo de los linderos en la petiçión contenidos tiene çinquenta e seys pies de frontero e çiento e doze de cunplido. El liçençiado del Castillo.
E por los dichos señores governador e regidores y visto dixeron que davan e dieron al dicho Pedro Gudino el dicho solar que pide e donde el liçençiado del Castillo Regidor syn perjuizio de terçero e con que lo labre y aprobeche e dello le mandara dar titulo e que se le asyente en este libro de Repatimientos” (Ronquillo, pp. 414-415).

Estas “casas que fueron de los alfaquíes” indican que allí habitaron varios doctores de la ley islámica, referentes religiosos en la comunidad musulmana. En 1549 estas casas parecen haber sido abandonadas. La animadversión hacia esta comunidad había ido creciendo en la medida que aumentaba la población esclava berberisca y las incursiones de piratas de igual procedencia en las islas. Los cristianos creyeron que estos mudéjares, aliados con los esclavos berberiscos, podían ser una auténtica quinta columna. Así, “con los moriscos libres se intentará su expulsión. En Gran Canaria, el gobernador y el Cabildo la habían decretado en 1538, pero aquellos que habían llegado de forma voluntaria a Canarias para convertirse al cristianismo, logran autorización para quedarse” (Santana, p. 641).

No debieron renegar de su fe estos alfaquíes del barrio de Santa María la Antigua al haber abandonados sus casas con anterioridad a la data reseñada, probablemente tras el inicio de 1541 cuando “las autoridades de Gran Canaria dispusieron que los moriscos libres salieran de esa isla, por lo que algunos pasaron a Tenerife. Allí se encuentran con diversos problemas, se les acusa de no ser sinceros en su conversión y que se pasaban al enemigo en la mínima oportunidad” (Santana, p. 635), misma causa que los llevó a abandonar Gran Canaria. Por lo tanto, la morería teldense pervivió entre los orígenes de la ciudad (1483) y la disposición legislativa reseñada (1541), es decir, más de medio siglo.

No sabemos si estos alfaquíes fueron familia o vecinos de María Hernández ("Las brujas de Telde"), procesada por la Inquisición entre el 14 de noviembre de 1521 y el 10 de octubre de 1522 por pretender curar con hechizos a Juan de Ávila, hijo de Isabel de Talavera, vecinos de la misma ciudad (Rodríguez Galindo, p. 134). 

Esposa del alfaquí Fernán Pérez, relata que sus hijos estaban en la cárcel (luego se fugarían) por lo que no tiene otro medio de subsistencia junto al de la mendicidad (Fajardo, p. 211). Sometida al tormento del agua fue, finalmente, absuelta (Fajardo, p. 254) y puesta en vigilancia por su abjuración del Islam. Todavía en 1525, con 60 años, aparece en el padrón que realiza la Inquisición para controlar a los conversos y sus buenas disposiciones religiosas (Lobo, p. 48).

En el mapa de la ciudad que en torno a 1590 levantara el ingeniero Torriani se observa el lugar en torno a un amplio solar o placetilla que, posteriormente, absorberá la actualmente conocida como Casa de los Sall. En una de las remodelaciones de esta extensa propiedad, que agrupó también varias de las antiguas edificaciones anexas, el presbítero Hernández Benítez y el pintor José Arencibia Gil creyeron identificar restos de lo que creyeron un torreón defensivo así como el arranque de un arco goticista en una pared. El presbítero, según el cronista de Telde González Padrón, avisó a los investigadores Rumeu de Armas y Serra Ráfols para que dieran su parecer de tales vestigios que no dudaron en creerlos anteriores a la conquista castellana (Galindo et Mireles, pp. 32).

Manzana que acogió la morería en el mapa de nuestra ciudad de 1590 (Torriani) 

En cuanto al torreón, cuya base circular de mampuestos fue lo único observado, más que los restos de un alminar, parte de la mezquita que en tal morería existiría, se trataría más bien de uno de los palomares de Juan Yanes, que allí tenía su solar, dada la configuración de los palomares en la época, de planta circular y a modo de torrecilla, tal cual el de los Salazar que aún se conserva en la villa palmera de Mazo (Rodríguez Sánchez).

En cuanto al arco de carácter goticista que el mencionado cronista afirma desapareció con las obras de una pequeña vivienda en el Jardín del Té de la Casa de los Sall en los años 70 del siglo XX (Galindo et Mireles, p. 47), (González), quién sabe si no se trataba del mihrab, el nicho u hornacina que en toda mezquita indica la alquibla, es decir, la dirección de la Meca hacia donde deben dirigir la oración los musulmanes. Esta posible pared de la alquibla, aquella pared donde se encontraba el arco, sigue orientada, casualmente, hacia tal sagrado lugar, aunque hoy sea medianera entre viviendas.


REFERENCIAS

Aznar Vallejo, E. (1983). La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1520). Universidad de Sevilla – Universidad de La Laguna. Madrid.

Fajardo Spínola, F. (1985). "Las Palmas en 1524: hechicería y sexualidad" en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 31, pp. 177-275.

Galindo Rodríguez, A. et Mireles Betancor, F. M. (2010). “Aportaciones sobre torres de la conquista en la isla de Gran Canaria: estudio arqueológico en la Casa de los Sall (San Francisco, Telde)” en El Museo Canario, núm. 65, pp. 31-50.

González Padrón, A. M. “Caminando hacia la desmemoria (XLIX). El gótico en Telde” en “TeldeActualidad”, 19/10/2023, https://teldeactualidad.com/art/156533/el-gotico-en-telde [consultado el 3/03/2025].

Lobo Cabrera, M. (1983). Los libertos en la sociedad canarias del siglo XVI. Instituto de Estudios Canarios. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid - Tenerife.

Rodríguez Galindo, A. (1966-1969), "El Museo Canario. Catálogo y extractos de la Inquisición de Canarias" en El Museo Canario, núm. 26-29, pp. 129-144.

Rodríguez Sánchez, F. “Patrimonio de todos, patrimonio de nadie: Palomar de los Salazar” en “MundolaPalma”, 31/02/2024, https://www.mundolapalma.es/2024/03/patrimonio-todos-patrimonio-nadie-palomar-salazar.html [consultado el 3/03/2025].

Santana Pérez, J. M. (1995). “Presencia morisca en las islas canarias” en Mélanges Louis Cardaillac. Tome Deuxième. Fondation Temimi pour la recherche scientifique et l´information (FTERSI). Zaghouan, pp. 629-647.

Torriani, L. (1959 [1590]). Descripción e historia del reino de las islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus fortificaciones. Traducción del Italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.

27 febrero 2025

LAS MONTAÑAS DEL AYGA, ¿LAS MONTAÑAS DE EGONAYGA?

Montaña del Gallego y Montaña de Águeda o Topino (Google Maps)

Varias son las montañas que se elevan en la frontera sur de nuestro municipio formando un bello paisaje que caracteriza a esta zona que puede ser tránsito hacia las cumbres más altas de la isla. Siguiendo la cartografía oficial del Gobierno de Canarias (GRAFCAN), éstas reciben los nombre de Montaña de Ruano, Montaña de Rosiana, Montaña de Santidad, Montañeta de Cubas, Montaña del Gallego, Montaña de Las Triguerillas, Montaña de Galindo, Montaña Águeda, Montaña de la Majada, La Montañetilla, Montaña Herrero, Montaña de Águeda, Montaña de Juan Tello, Montaña de Juan Santiago, todas ellas al oeste de la que es más conocida, la Montaña de Cuatro Puertas.

Ocurre con la toponimia de algunos lugares de la isla que responden a distintos nombres según los habitantes de los pueblos. Así, la Montaña de Águeda, también se conoce como del Águila, de Santa Águeda, Topino, del Constante, según preguntemos a los vecinos de los barrios limítrofes a la zona bien por la banda de Telde, bien por la banda de Ingenio. Sin embargo, todas ellas recibieron un nombre desde los primeros días de la colonización de la isla que sería conveniente que no cayera en el olvido.

Mapa topográfico de la zona montañosa del S y SW de Telde (GRAFCAN)

Este nombre es el de “las montañas del Ayga”, montañas que las antiguas datas de repartimientos sitúan en el lugar que nos ocupa, literalmente, “al poniente del barranco de Diego de Silva”, “en el camino que para para Agüimes” (Sánchez et Martín, pp. 281-282). Son tierras “montuosas que no son de ninguna persona sino vasias que no quiere nadye yr a sembrar ni desmontallas por ser muy lejos e de sequero e trabaxosas”, lo que no importa a Pedro Gudino, quien así las define al solicitar al Cabildo en 1557 que confirme el título de la data que allí recibió en 1543 (Rivero, p. 412). Vecino de Telde, también había solicitado al Cabildo en 1549 un solar en el barrio de Santa María de la Antigua (Ronquillo, p. 414).

“Montañas del Ayga” o “Montaña del Hayga” (Ronquillo, pp. 279 y 315) son referidas en las datas de repartimiento, si bien es cierto que de manera anecdótica, pues no fue una zona apetecible para establecerse por los colonizadores tal y como queda dicho. Su nombre, por la corrupción del habla, derivó en los actuales de Águila o Águeda, explicación ésta más plausible que la dada por Hernández Benitez, "Montaña de Águeda: tierras así llamadas por haber pertenecido a Águeda María de las Llagas que vivió en el siglo XVIII en aquel lugar" (Hernández, p. 330) y que, probablemente, refería no a esta montaña, sino a otra de la zona teldense de Hoya Aguedita.

Lo primero que podría pensarse es que “Ayga” refiera a cómo se conjugaba en el momento la primera y tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo haber (haiga - aiga en vez de haya), pero tal denominación carecería de sentido. Todo parece señalar, más bien, a la palabra agua en el catalán o mallorquín del siglo XV (Rosselló, p. 713), no en vano de allí provenían los primeros misioneros que se asentaron en Telde. Quizás se denominaron Montañas del Agua al alzarse entre barrancos como el de El Draguilllo que, en aquellos días, contaba con curso de agua caudaloso y continuo, curso invisibilizado en la actualidad por las canalizaciones y los pozos que aún se observan.

Sin embargo, encontramos ambas palabras, ayga y agua, incluso en la misma data como, por ejemplo, la de 30 de julio de 1554 que refiere a las “tierras montuosas e calmos que están en el término de Telde dentro de un barranco que se dize barranco de Diego de Silva que an por linderos por la vanda de abaxo con un camino que va de Telde para el Carrizal que va por çima de la montañeta de la Guesas e por la vanda de arriba con otro camino que va para Agüimes que va por las montañas de Ayga aguas vertientes de un cabo de otro del dicho barranco entre los dichos dos caminos” (Sánchez et Martín, p. 281-282).

Si bien es cierto que esto podría deberse a que el contexto lingüístico del siglo XVI en la isla era ya castellano, no el catalán de las misiones pasadas, la palabra “ayga” podría estar refiriendo otra realidad más allá del preciado líquido ya que, como hemos visto, no eran precisamente tierras de regadío, sino de "sequero y trabaxosas" las que allí se repartieron. Es lo que explica que el lugar fuera eminentemente usado para la silvicultura, no para la agricultura, durante el siglo XVI, extrayéndose recursos forestales como la leña dado que la zona estaba poblaba de tabaibas y salvias (Lobo, Santana et Rodríguez, p. 35).

En este sentido, a falta de nuevas fuentes, podríamos pensar que tal topónimo fue una pervivencia aborigen relacionada, probablemente, con las andanzas del buen guanarteme Egonaiga y Diego de Silva en la zona (La leyenda de Diego de Silva ¿en Gáldar o en Telde?) pensando que en la montaña de Santidad (otra de las montañas del Ayga) recibe su nombre porque era "una santidad donde los canarios se acogían en tiempo de guerra, como los había en muchos lugares de la isla y dado que dicho lugar era una aldea de la ciudad de Telde, donde residía el rey de la isla" (Aznar, p. 237).

En la actualidad diversos colectivos ecologistas luchan porque el paraje de los Montes de Rosiana, conocido también como Campo de Volcanes de Rosiana, sea reconocido como Paisaje Protegido dentro de la red de Espacios Naturales del Gobierno de Canarias (Espiño). Teniendo en cuenta que Rosiana es sólo el nombre de una de las montañas y su caserío, bien podría recuperarse con tal declaración el antiguo topónimo Montañas del Ayga, que no sólo recupera su primera toponimia, sino que también las engloba a todas.


REFERENCIAS

Aznar Vallejo, E. (1981). Documentos canarios en el Registro del Sello (1476-1517). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

Espiño Meilán, J. M. (2022). “Montaña Águeda o Topino” en “TeldeActualidad”, 2/10/2022, s/p. https://teldeactualidad.com/archive/131843/medioambiente [consultado el 24/02/2025].

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde.

Lobo Cabrera, M., Santana Pérez, G. et Rodríguez Padillas, A. (2007). Los usos de la madera: recursos forestales en Gran Canaria durante el siglo XVI. Cabildo de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria.

Rivero Suárez, B. (1997). «El régimen de propiedad de la tierra en Telde (Gran Canaria) después de la conquista» en Historia. Instituciones. Documentos, núm. 24, pp. 405-428.

Ronquillo Rubio, M. et Aznar Vallejo, E. (eds.). (1998). Repartimientos de Gran Canaria. Museo Canario – Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria.

Rosselló, G. (1859). Obras rimadas de Ramón Llul. Imprenta de Pedro José Gelabert. Palma.

Sánchez Valerón, R. et Martín Santiago, F. E. (2003). Génesis y desarrollo de Ingenio durante el siglo XVI. Iltre. Ayto. De la Villa de Ingenio – InfoNorteDigital.com. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://genealogiacanaria.wordpress.com/wp-content/uploads/2011/09/gc3a9nesis-y-desarrollo-de-ingenio-siglo-xvi.pdf [consultado el 23/02/2025]

31 enero 2025

DE LA CANDELARIA EN TELDE

Imagen de la Virgen de Candelaria de Tara en su trono para las fiestas de 2024
(Fotografía del autor)

Si confiamos en las aportaciones del historiador Marín de Cubas, la primera advocación mariana que se veneró en la Telde aborigen fue la Virgen de Candelaria pues una imagen suya presidía el oratorio de la Torre de Gando hasta su destrucción en torno a la década de los sesenta del siglo XV. Acerca de esta destrucción narra «cómo quitaron primero la madera y junta la quemaron, y piedra por piedra le volvieron muy lejos de allí los canarios: los dos padres que asistían a la Capilla u oratorio de la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria por la antecedente noticia que hubo de esta Señora. Estos religiosos vivieron cerca de Agüimes cautivos algunos años exhortando a los cristianos» (Marín, fol. 97).

Debemos ser conscientes de que quizás este oratorio fuera el de la torre y casa de oración que levantó Diego de Silva en la actual Telde, que es la que fue destruida, no así la de Gando, confusión de la historiografía canaria ya aclarado por Serra, Rumeu y otros. 

No obstante, siguiendo a Marín de Cubas, teniendo en cuenta a dónde fueron llevados los religiosos y su misión durante el cautiverio, más bien podría tomarse tal hecho como el origen de la devoción a la Virgen de la Candelaria en el actual Ingenio. Allí arraigó tal devoción mariana, actual patrona del municipio, con la erección de una primera ermita en torno a la mitad del siglo XVI.

En nuestra ciudad, por el contrario, la devoción a la Virgen de la Candelaria fue pronto retomada por sus repobladores conocedores de los milagros obrados por su imagen milagrosamente aparecida en la isla de Tenerife. Así sale a relucir en la historia que sobre la misma compuso el dominico fray Alonso de Espinosa en 1594.

«De como Nuestra Señora de Candelaria sanó a una mujer de unas calenturas y peste.
MILAGRO TREINTA Y NUEVE
El sobredicho año [1531], una mujer natural de Lanzarote, llamada Margarita Franquez, habiendo venido a la isla de Canaria, a la ciudad de Telde, fue herida de peste; y sobre ella las acostumbradas calenturas la pusieron en tal extremo, que tenía perdido el sentido, con los demás actos naturales. Y hallándose así, se encomendó a Nuestra Señora de Candelaria allá en su pensamiento, lo mejor que podía (quien estaba privada de los exteriores sentidos), y prometió de venir a su bendita casa en romería. 
Hecho el prometimiento, aquél que tuvo poder de mandar que la calentura dejase a la suegra de Pedro mandó a la calentura que abrasaba a aquella mujer, y luego por los merecimientos de la Virgen de Candelaria la calentura cesó, sin más venirle, y de la enfermedad de peste quedó sana. Luego cumplió su promesa, viniendo a su romería, y estando en ella contó el caso sucedido al padre Tomás de Santiago, y él lo afirma» (Espinosa, p. 194).

«De una mujer que estuvo año y medio de mal de bubas tullida, y por medio de esta santa imagen fue sana.
MILAGRO CINCUENTA Y CINCO
El año de mil quinientos cincuenta y cuatro, una buena mujer, por nombre María Hernández, vecina de la ciudad de Telde, en la Gran Canaria, mujer de Juan Batista, nata, estuvo de una larga y pesada enfermedad año y medio en una cama tullida, tal que no se podía levantar, porque tenía siete y ocho llagas asquerosas en los muslos, rodillas y garganta, de mal francés que llaman bubas. Y eras las llagas tales y el humor que se criaban tan malo, que ningún médico le daba ni sabía remedio, antes la habían desahuciado de la vida.
Viéndose así la triste mujer, tan al cabo y tan sin remedio, se encomendó con mucha fe y devoción a Nuestra Señora de Candelaria, cuya devota era y cuya imagen de bulto tenía en su aposento, a quien muy a menudo y de ordinario se encomendaba, en este día sábado en la noche; y estaba con mucha pena, por ser el día que era y no tener con qué alumbrar la dicha imagen y estar a oscuras. Y súbitamente vio la dicha imagen con una vela encendida; y desde este punto comenzó a sentir mejoría en su enfermedad. 
Y como cierta muchacha suya, que había ido por aceite para alumbrar la dicha imagen, entrase por la puerta con él, desapareció la lumbre que veía.
Pasados algunos días, un jueves a las nueve del día, estando la pobre paciente con grandes dolores y comezón que se deshacía, hallándose sola, comenzó a llamar a Nuestra Señora de Candelaria con grande ahínco que la ayudase, por espacio de media hora o más, habiendo este tiempo rezado sus devociones y ofreciéndolas como mejor había podido.
Y estando en esto, vio súbitamente delante de sí una mujer vestida de blanco, muy hermosa, la cual entendió ser la Candelaria; y así le dijo:
- Señora mía de Candelaria.
Y ella respondió: 
- Mujer, yo soy contigo; ¿no me llamabas?
- Sí llamaba, señora, dijo la enferma, mas no puedo levantarme para recibiros ni haceros reverencia.
Díjole entonces la reina de vida:
- Pues, levántate, que sana estás.
Y luego, en ese punto se puso la buena mujer en pie, sin saber cómo, en medio de la casa, sana de su tullimiento y enfermedades. Y hallóse vestida de un jubón blanco de lienzo que a su cabeza tenía, sin saber quién se lo hubiese vestido. Y fue tanta su admiración de verse sana, que dio voces, a las cuales acudió toda la vecindad y pueblo y dieron gracias a Dios Nuestro Señor y a su bendita madre del repentino acaecimiento y sanidad no pensada.
La dicha mujer, queriendo a la noche ver sus llagas y curarlas, hallólas todas tan sanas, como si hubiera mucho tiempo que lo estaban. Luego puso por obra su romería, y fue a Candelaria, donde sirvió en aquella casa mucho tiempo a Nuestra Señora.
Todo esto cuenta el padre fray Gil y el padre fray Francisco de Santo Domingo» (Espinosa, pp. 208-210).

No obstante, esta devoción a la Candelaria no parece haber tenido reflejo en templo propio o altar dedicado en las iglesias de la ciudad hasta bien entrado el siglo XVIII más allá de la prescriptiva celebración eucarística de la Iglesia Católica cada dos de febrero en conmemoración de la Presentación en el Templo o la Purificación de Nuestra Señora.

En el archivo parroquial de la basílica de San Juan Bautista «a partir de 1763 comienza a reflejarse la fiesta del Santísimo Cristo del Altar Mayor, con realización de procesión circular; la procesión de La Candelaria, que se realizaba en San Sebastián, a principios de febrero o, entre otras, la procesión del Domingo de Ramos, San Antonio, San Ignacio, Santa Rosalía» (Acosta, p. 45).

Si en tal ermita cuajó la devoción a la Candelaria, con procesión y, por lo tanto, imagen procesional incluida, fue sin duda por la obra de los vecinos franciscanos del convento de Santa María La Antigua que desde ella atenderían a los habitantes de la cercana Tara que allí encontraban el templo más cercano donde celebrar su fe.

Algunos franciscanos, quizás procedentes desde los hermanos conventos tinerfeños, al calor de la orografía propia de Tara (barrio eminentemente troglodita), implantaron la devoción a la Virgen que en una cueva de la costa tinerfeña tuvo su primera morada y que ya se postulaba como patrona del archipiélago. Además, quizás, también lo hicieron con el propósito de resignificar una cueva que hoy en día se sabe que era un lugar de culto astronómico de los antiguos canarios (Barrios, Valencia et Brito), carácter sagrado que no habrían olvidado aún por aquellos días sus vecinos.

Cueva de la Virgen de Tara (Barrios, Valencia et Brito, p. 8)

No sabemos si los frailes acudían en procesión con la imagen a la cueva o si en ella establecieron un pequeño oratorio pues de lo único que hay constancia es que el culto a la Virgen de la Candelaria se celebraba en torno a la ermita de San Sebastián. De usarse la cueva como lugar de culto, tampoco se ha podido datar fehacientemente desde cuándo, transidas algunas datas con exageraciones y folclore propios de la transmisión oral.

No obstante, por fuerza mayor, el año de 1868 parece tornarse clave al ser el año en que el alcalde de la ciudad de Telde, José Falcón Vega, decide derruir la ermita de San Sebastián al calor de la Revolución Gloriosa (Hernández, pp. 177-178). El ajuar religioso de la misma pasó, mayoritariamente, a la ya exconventual de San Francisco y, de ésta, posteriormente, a la basílica de San Juan Bautista. 

Sin duda, ésta es la que se volvió a entronizar en la actual iglesia de Tara tras su bendición por el nuncio de Su Santidad en España en mayo de 1970. “A continuación Monseñor Dadaglio, revestido de pontifical, bendijo el exterior del templo con el ritual de rigor, haciendo las asperciones con un ramo de olivo. Inmediatamente después, la delicada imagen de Nuestra Señora de Candelaria de Tara, portada por el párroco de la iglesia de San Francisco de nuestra ciudad, reverendo Padre don Miguel Ojeda, y cura ecónomo del templo de Tara, siendo precedido por los señores Vega Guerra” (“La Provincia”, 5/05/1970, p. 8).

Esta imagen de la Virgen de la Candelaria guarda muchas similitudes artísticas con la imagen de Nuestra Señora del Rosario de la de la basílica de San Juan Bautista de la que es coetánea. Ambas debieron ser obra del mismo imaginero, un imaginero cercano a los frailes franciscanos, si no de un fraile mismamente. Curiosamente, hasta los tiempos de don Teodoro Rodríguez como párroco de San Juan Bautista, la Virgen del Rosario era puesta en su trono para la fiesta de la Candelaria, a manera de altar de cultos, fungiendo como tal, portando ella la candela en su mano y el Niño vestido "de cristianar" que se decía, además de con un gracioso bonete.

Debemos reseñar que la familia Navarro sostiene de otra imagen de la Virgen de la Candelaria, que en 2007 donaron a la iglesia de Tara, que es la que realmente se veneraba en la Cueva de la Virgen, siempre custodiada por sus antepasados (Barrios, Valencia et Brito, pp. 20-21). Atendiendo al lenguaje estilístico de la talla, escuela levantina o catalana, no sevillana, del siglo XIX, no podemos sino creer que ante el derribo de la ermita de San Sebastián en 1868 esta familia de Tara, que como el resto de sus vecinos se vio despojada de su lugar de culto y de su patrona, entronizaron una nueva imagen en la cueva como remedo de la desaparecida ermita.

Por la sacralidad de la imagen celebrada en la ermita de San Sebastián es impensable que de la ermita derruida pasara a ser entronizada y venerada en una cueva, pasó a la iglesia de San Francisco, por lo que no sabemos cuál es la imagen que el actual cronista de Telde afirma que los Rodríguez Quetler, suegros de Matías Vega Guerra, se llevaron de la cueva y pasaron a custodiar en su casa desde 1931 ante la situación política del país (Cuenca, s/p), a no ser que sea la donada por la referida familia Navarro que, sin embargo, no son parientes de los anteriores.

Imagen de la Virgen de Candelaria donada a la iglesia por la familia Navarro en 2007
(Barrios, Valencia et Brito, p. 20)

Esta imagen devocional privada, es lo que pudo llevar a Hernández a no referir nada de su existencia cuando describió la Cueva de la Virgen que él conoció como de Los Guaires y que, por supuesto, no consideraba lugar de culto católico alguno. Además, cuando la visitó, seguramente esa imagen tampoco se encontraba ya en su interior pues refiere en su descripción que la cueva había sufrido una reciente reducción de su corredor de entrada por la extracción de toba para cantos (Hernández, p. 46), lo que motivaría que la imagen se hallara a salvo en la casa de sus propietarios, sin que sepamos si de los antepasados de los Navarro o si de los Rodríguez Quetler.

Sea como fuera, desde mayo de 1970, el barrio de Tara cuenta con su actual templo de la Virgen de Candelaria gracias a la promoción, construcción y donación que de él hiciera el matrimonio formado por don Matías Vega Guerra y doña Clara Rosa Sintes Rodríguez. En ella se entronizó y sigue venerando la imagen que un día suscitó la devoción de todos los teldenses en la desaparecida ermita de San Sebastián, sobre todo, la de sus feligreses más cercanos, moradores de Tara, que aún la tienen como celestial patrona y abogada.


REFERENCIAS

Acosta Brito, C. R. et Rodríguez Calleja, J. E. (1999). El archivo parroquial de San Juan Bautista de Telde. Cabildo de Gran Canaria. Telde. 

Barrios García, J., Valencia Afonso, V. et Brito Mayor, A. (2018). “Investigaciones arqueoastronómicas en Gran Canaria. La recámara equinoccial de la Cueva de la Virgen de la Candelaria (Tara, Telde)” en XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana, núm. 23, pp. 1-22.

Cuenca, J. (2023). “Tara: el Templo perdido de los canarios del Guanartemato de Telde” en “elDiario.es”, 24/03/2023, s/p. https://www.eldiario.es/canariasahora/patrimonio-canarias/tara-templo-perdido-canarios-guanartemato-telde_130_10062238.html#:~:text=La%20Cueva%20de%20La%20Virgen,cuanto%20a%20su%20verdadero%20significado. [consultado el 31/01/2025]

Espinosa, A. de. (1967 [1594]). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Goya ediciones. Santa Cruz de Tenerife.

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde.

“La Provincia", 5/07/1970, p. 8.

Marín de Cubas, T. (1993 [1694]). Historia de las siete islas de Canaria. Canarias clásica. La Laguna.

09 enero 2025

LA ERMITA DE SANTA LUCÍA DE LA CALLE DON ESTEBAN DE TELDE

Imagen de santa Lucía que se venera en la iglesia de san Francisco
en su altar de cultos en la basílica de San Juan Bautista para su fiesta
(Fotografía del autor, 18/12/2024)

Son tan pocas las noticias que han quedado de la ermita de santa Lucía de Telde que, precisamente por ello, muy pocos conocen que en los albores de nuestra ciudad, al parecer, alguien quiso rendirle culto a la mártir de Siracusa erigiéndole una ermita mientras aún se trazaban las propias calles del Telde que conocemos hoy. ¿Cuál era su entidad real? ¿Quién o quiénes decidieron su fundación? ¿Cuándo? ¿En qué lugar concreto de la ciudad se encontraba? ¿Cuándo y por qué desapareció? Muchas son las preguntas y una sola la premisa: sí, existió y, al menos, hasta finales del siglo XVI.

¿Qué sabemos de ella?

A falta de que se encuentren nuevas pruebas documentales o arqueológicas, sabemos de su existencia y posible localización al calor de dos datas de tierra concedidas por el Cabildo de la isla, varias escrituras de compraventa y otra de institución y dotación de una capellanía.

El 15 de noviembre de 1538, Juan Balieron pide que le "hagan merçerd de un solar para hazer una ca(sa) en la çibdad de Telde lindero con una parte el Alb (roto) (roto) de Medina e de otra parte con la Yglesya ermita de señora santa Luzia e (roto) (roto) por (roto) con calle real" (Ronquillo et Aznar, p. 57).

Como en todos los procesos de petición de tierras al Cabildo, este manda que se pregone la posible concesión, en días de fiesta y a la salida de misa, para cerciorarse de que nadie ponía impedimento alguno. En este caso, sí lo puso Diego Reyna que acusó a Juan Balieron de ser portugués, de no ser vecino de esta isla, de no estar casado y de no tener hijos esgrimiendo, además, que la tierra debería ser para los que sí la necesitan y son vecinos como él que, casualmente, aprovecha para reclamar dicho solar para sí mismo.

Atendidas las alegaciones y tras nuevos pregones en los que nadie más presenta quejas, el Cabildo vuelve a estudiar la petición de Juan Balieron el 4 de diciembre del mismo año ante su contrarréplica. "E digo que este solar que pido es fuera d ella çibdad de Telde donde están muchos solares començados a Repartir e ally ay lugar donde el dicho Diego de Reyna (se) haga solar e porque yo tengo aderesçados los materiales para hazer una casilla en que me meta e de hazerme la dicha casa es noblesçimiento y a nadie es perjuizio suplica a vuestra señoría me m(an)de dar el dicho solar e que el alcalde de Telde o quien vuestras señorías mandaren señale, que en ello me harán merçed" (Ronquillo et Aznar, p. 58).

Finalmente, el portugués puede avecindarse en Telde porque se le concede el solar que, recordemos, linda con "la iglesia ermita de nuestra señora santa Lucía" y está "a las afueras de la ciudad".

Casi una década después, el 30 de enero de 1548, Luys Diepa pide que "le hagan merçed de un solar que es en esta dicha çibdad de Telde el qual alinda con solar de santa Luzia por la una parte e por la otra con camino que va para el banadero e por otra con la suerte de la Palma el qual dicho solar quiere hazer una casa en que biba" (Ronquillo et Aznar, p. 407).

Desde el primero de los pregones consiguientes, es contestado por el escribano Hernán Gutiérrez en nombre de los herederos de Bartolomé de Medyna. Este impugna dicha posible concesión dado que el dicho solar lo es "en pertenençia y entrada e salida de la heredad de las higueras e albercón della la qual heredad e albercón es suya [de Bartolomé Medina] e de los dichos herederos" (Ronquillo et Aznar, p. 407).

Luys Diepa, por su parte, responde ante el Cabildo que el solar que solicita no es de nadie y que los herederos citados "tenían e tienen puerta al dicho su cañaveral e camino con llave e çerradura por e mandan syn llegar al solar que el pide" (Ronquillo et Aznar, p. 407).

El Cabildo ordena al alcalde de Telde, Diego Xara, que compruebe la situación y, finalmente, el 14 de enero de 1549, le concede la propiedad del solar con la condición de que "dexe una açequia vieja que está entre el dicho solar y un albercón de la mujer de Bartholomé de Medina que es para serviçio del dicho albercón" (Ronquillo et Aznar, p. 408).

Finalmente, Luys Diepa puede construir su vivienda que hipotecará el 8 de noviembre de 1550 como garantía de pago de su deuda con el mercader flamenco Lamberto Broque, refiriendo que su morada "linda con la de Juan Díaz, vecino de Telde, y solar que dicen de santa Lucía" (AHPLP.1, f. 301v.).

De la concesión del solar a Luys Diepa podemos leer los "rotos" del documento de data de Juan Balieron pues ya sabemos que debían decir "albercón de Bartholomé de Medina". Del mismo modo, también nos indica esta data dos posibilidades. La primera, que la ermita ya no existe, si a ella se refiere ahora como "el solar" de la santa. La segunda, que alguna persona piadosa ha dejado en su testamento un solar a la santa para aprovechamiento del mismo en favor de su ermita. 

La primera opción indicaría que la ermita se ha venido abajo, quizás, por lo endeble de los materiales con los que se erigió, como abajo se vino, de la misma manera, la primitiva iglesia de San Juan (Hernández, p. 66). 

La segunda opción, nos llama a valorar la posibilidad de que este solar podría estar situado en otro lugar, no junto a la ermita, al igual que otro posible legado para la santa consistente en varias casas. En una venta de propiedades que realiza Alonso de Matos el 12 de marzo de 1525, se comprueba que estas tienen "por linderos de la una parte con tierras de Pedro López e de la otra parte con casas de santa Lucía" (AHPLP.2, f. 118r.).

Pormenor de la digitalización de la escritura de venta citada (AHPLP.2)

Todo ello nos lleva a preguntarnos por qué su fundación no llegó a buen término si contaba con tan rica dotación, la que podría denominarse su "fábrica", perviviendo su edificación hasta la actualidad o, al menos, quedando claro el momento de su desaparición como ocurrió, por ejemplo, con la de los santos Sebastián y Roque derruida por orden municipal en 1868.

Por todo ello, creemos que las "casas de santa Lucía" que se nombran en la venta que realiza Alonso de Matos en 1525; "la iglesia y ermita" que refiere la data a Juan Balieron en 1538 y "el solar de santa Lucía" referido en la data a Luys Diepa en 1549 no son más que la misma realidad en su devenir histórico. En resumen, de varias casas de la santa a una sola casa y su solar, quizás por ruina de algunas de ellas, casa y solar que algunos entendieron como ermita pero que jamás se consolidó como tal.

De hecho, en el testamento del conquistador Cristóbal García de 1539 no se refleja. "Item, mando, á las Iglesias, y Hermitas de Nuestra Señora de la Antigua, é al Hospital del Señor San Pedro Mártir, é á la Iglesia de Señor San Sebastian é San Roque, é á a iglesia de nuestra Señora de Concebición de Hinamar, Iglesia y Hermita desta Ciudad de Telde, y su termino á cada una dellas media dobla de oro para las obras y reparos, é necesidades de las dichas (…).
Item, mando, á la Hermita de San Roque desta Ciudad de Telde para la obra, y edificios de ella, quinze doblas de oro, que muchos días ha tengo prometido, que se paguen de mis bienes" (Chil, p. 488).

Llama la atención que en su dadivosidad hacia todas las ermitas de la población no nombre a la de santa Lucía cuando solo han transcurrido dos meses entre su mención como "ermita e iglesia" por Juan Valieron y el Cabildo de la isla (noviembre de 1538) y la redacción de su testamento (enero de 1539). Su silencio nos da a entender, bien que era una fundación privada de alguien que no era de su agrado, bien que la entidad de aquellas casas como ermita no estaba del todo clara y, por lo tanto, tampoco su futuro. 

¿Dónde estaba la ermita?

Según la cartelería informativa del casco histórico que el M. I. Ayuntamiento de Telde ha implementado por sus calles, la ermita se localizada en el mismo emplazamiento que hoy ocupa la del que fuera hospital de la ciudad, la de san Pedro Mártir, metros más arriba o más abajo. Se cree que, con seguridad, aprovecharon las ruinas de la de santa Lucía para reconstruirla como parte de la institución hospitalaria.

Sin embargo, esta posibilidad no coincide con su ubicación "a las afueras de la ciudad" que nos narran las fuentes pues, precisamente, era el hospital la entrada oficial a la ciudad y así se consideró hasta el siglo XIX. Tampoco coincide con las fechas en que todavía existían su casa y solar. La propia historia de la iglesia hospitalaria nos indica que comenzó a erigirse en torno a 1525 (Suárez, p. 541) y ya estaba terminada en torno a 1550, siendo consagrada en 1551 por el obispo de Marruecos, don Sancho Trujillo (Hernández, p. 195).


Con las fuentes documentales citadas, sabemos que lindaba con las propiedades de Bartolomé de Medina y, posteriormente, de sus herederos, propiedades que se conocían como Heredad de las Higueras, Albercón de Bartolomé de Medina o Albercón de sus herederos. Además, también con la Suerte de la Palma en La Vega de la Fuente y los límites del ingenio de caballos de Alonso de Matos. Esta zona eran las afueras de la ciudad en aquellos días por lo que, ante el aumento de la población, comenzó a ser parcelada no sin resquemores entre los propietarios de las tierras. Es el caso del remate de propiedades de Alonso de Matos en favor de los herederos de Bartolomé de Medina, traspaso de propiedades que ya había acontecido a 8 de enero de 1530 (AHPLP.7, f. 616v.).

Localización de los emplazamientos referidos y de la casa y solar de la santa (X)
salvando el tiempo y la progresiva urbanización de la ciudad que ya reflejó Torriani
(Elaboración del autor a partir de pormenor del plano de Torriani)

El dato crucial para esta propuesta de localización es el hecho de que la casa y solar de la santa lindaba con el domicilio de Juan Díaz pues este, en su testamento de 10 de marzo de 1557, estableció una capellanía en favor del convento dominico de san Pedro Mártir de Vegueta, capellanía que dotó con su propia vivienda y un solar vecino también de su propiedad.

De esta manera, gracias al título de propiedad sobre la misma que los dominicos irán actualizando en sus registros con el paso de las generaciones, sabemos, no solo quiénes fueron los siguientes usufructuarios de su casa y solar, sino también la sucesiva y cambiante toponimia de su emplazamiento. Además, por si fuera poco, también nos descubre que la casa y solar de santa Lucía terminaron siendo asumidos por la fábrica parroquial de san Juan Bautista.

Pormenor de la digitalización del título de propiedad citado (AHPLP.3)

El 12 de enero de 1595 el procurador general del convento, fray Alonso Miñol, arrienda de por vida la casa de Juan Díaz a Matías Perdomo por dos ducados, declarando que es “una caza baxa terrera que el dicho convento tiene en esta dicha ciudad de Telde que es en el barrio de la torresilla que linda e a por linderos por un lado caza de alvaro ¿gonzález? e por baxo caza y solar de la iglezia de santa Luzia e por delante la calle real que va a las xigeras e camyno de las rremudas” (AHPLP.3, exp. 2). Es importante reseñar que el lugar descrito se puede localizar perfectamente en el plano de la ciudad que levantara Torriani pocos años antes.

Pormenor de la digitalización del título de propiedad citado (AHPLP.3)

Por si fuera poca la concreción, el mismo título de propiedad reconoce a 17 de enero de 1711 que el convento sigue siendo propietario de dicha casa, “una cassa de alto y baxo en la ciudad de telde, con todo lo que le pertenesse que es en la Calle que disen de la torresilla y oi se nombra la de Don Estevan, que linda por un lado con casa que fue de Lucía López y oi de este dicho combento, por el otro cassa de la fábrica parrochial de la ciudad de telde, por las espaldas sercado de Don Juan Esterlin, y por delante la dicha Calle que la hubo de Juan Díaz por cláusula de su testamento que otorgó ante Pedro hernández escribano público que fue de la dicha ciudad de telde en diez de marzo del año passado de mill quininentos y cinquenta siete” (AHPLP.3, exp. 2).

En definitiva, la casa de Juan Díaz se encontraba en la calle Don Esteban, calle que sigue con tal nombre en la actualidad desde que "en ella vivió en 1689 el capitán del Tercio de Telde, don Esteban Calderín" (Hernández, p. 318). A sus espaldas se encontraba el cercado "don Juan Esterlin" que debió ser, bien don Juan Westerling Sarmiento y Saavedra, bien su hijo Don Juan Westerling Calderín Saavedra y Ponce de León. En todo caso, el cercado fue integrado en los jardines de la casa condal. Por último, a su lado, la casa de la fábrica parroquial que años antes, como hemos visto, era la casa y solar de santa Lucía.

Se hace necesaria una aclaración terminológica en cuanto al "camino que va al banadero" que menciona la data de Luys Diepa. Si este no se refiere a alguno que cruzaba hacia El Bailadero, debemos entenderlo, salvando el tiempo, como la actual avenida Pedro Agustín del Castillo, el camino que bajaba a la confluencia de los dos cursos de agua que constituían La Fuente de la ciudad y del Barranco Real, pues la palabra tal cual, "banadero", la encontramos entre las que perviven en las actuales Honduras y República Dominicana del español que hasta allí llevamos en aquellos mismos días con la acepción de ser el lugar donde se unen ríos (Mateo, p. 58). 

Sirve esta aclaración terminológica para darnos cuenta de que la casa de Juan Díaz que linda "por delante la calle real que va a las xigeras e camyno de las rremudas” o "camino de la torrecilla" (AHPLP.3, exp. 2), se encuentra en la confluencia de las actuales calles Comandante Franco (camino a las remudas) y Don Esteban (camino a la torrecilla, en un sentido, y calle real que va a la higueras o camino que va al banadero, en el otro). No en vano, desde la calle Comandante Franco y Don Esteban, que confluye en ella, se sale a la Av. Pedro Agustín del Castillo en dirección al barranco aún hoy. En el pasado, sería lógico pensar que era la calle D. Esteban, no la calle Comandante Franco, la que conectaba directamente con la actual avenida citada, siendo la segunda la que confluía con la primera y no al revés como en la actualidad.

Es la zona en la que, además, sigue el agua discurriendo por la acequia que, probablemente, fue la que Luys Diepa tuvo que respetar para hacer su casa (Ronquillo et Aznar, p. 408). porque suministraba al albercón de los Medina ampliamente referido. Esta acequia fue conocida como "del Finollo" desde el siglo XVII (Hernández, p. 315). 

Lugar en que se emplazó la casa y solar de la ermita de santa Lucía
(Infografía del autor a partir de pormenor del plano de Torriani)

La infografía superior no pretende ser más que una propuesta desde la conjugación de todas las referencias que nos aporta el título de propiedad estudiado de la casa de Juan Díaz (y la de santa Lucía anexa) en 1595, como hemos referido, a escasos cinco años de la realización del plano de Torriani que, obviamente, tampoco sabemos con el grado de detalle y fiabilidad que se levantó.

En este intento de localización, además, sirva de referencia el devenir histórico de los usufructuarios de la casa de Juan Díaz que expongo a continuación, al calor del título de propiedad estudiado (AHPLP.3, exp. 2), para llegar a imaginarnos qué construcción ocupa hoy lo que un día fue "de santa Lucía". 

En su testamento de 10 de marzo de 1557, Juan Díaz, cañaverero, establece una capellanía en favor del convento dominico de san Pedro Mártir de Vegueta. La dota con su propia casa con cercado trasero (en la que vive Juan Justo en ese momento) y un solar anexo en el que no ha terminado la construcción de unas habitaciones pero que sí tiene allí los materiales necesarios. En estos momentos, ambas propiedades se hallan en "el barrio nuevo del albercón de las Higueras". El solar por construir linda por un lado con la casa de Juan Díaz, por delante la calle real, por el otro lado con un solar de Ángel García y por detrás con el cañaveral de Antonio Fonte. Recordemos que es la casa de Juan Díaz la que linda con la casa y solar de santa Lucía.

Tras el fallecimiento del mismo, el convento arrienda a Marcos de Mesa el 31 de enero de 1558 la casa legada de por vida y el solar con la construcción a medias por tres vidas (AHPLP.5, ff. 52v.-56v.). 

El 21 de octubre de 1564, el convento arrienda la casa de por vida a Julio Caravallo, camellero.

El 12 de enero de 1595, el convento la arrienda por dos vidas a Mathías Perdomo. El barrio en el que se encuentra se denomina ahora "La Torrecilla".

En 1630, a la muerte del anterior, la hereda Francisco Yánez que, a su vez, en 1633 la usa como dote para sus dos hijas, una casada con Jerónimo Calderín y otra con Chrstóbal Ximénez. Entre ellas dividen la vivienda y el tributo a pagar.

Continuarán pagando el tributo Simón García, yerno de Christóbal Ximénez, y Lucía López, esposa de Fernando Gutiérrez (ausente en Indias) que es quien ocupa la casa que se terminó por construir en el solar anexo, siendo ella, junto a su marido, la "tercera vida" arrendataria. En este momento la puerta de entrada de la casa de Juan Díaz se alinea con la calle para no quedar impracticable ante la construcción vecina.

A 17 de enero de 1711, el convento “ha quitado” ya a los herederos de Simón García la parte de la casa que ocupa, suponemos que por impago. Esta la dan a Luis Padilla cuyo yerno, Macario, continuará pagando el censo impuesto. Ya no se refiere el barrio en su totalidad, sino la calle, "antes la torrezilla y oi se dice D. Esteban". 

La otra mitad la siguieron ocupando los herederos del matrimonio formado por Jerónimo Calderín y la hija de Francisco Yánez antes citada mientras que el 25 de noviembre de 1723, la casa de Lucía López fue vendida a tributo a Manuel Afonso.

La última referencia que nos da el título de propiedad es una anotación a modo de rápido apunte que certifica que "en 1800 es pagador y poseedor de la casa Ynacio Miranda, miliciano, vecino de Telde”, pero sin que sepamos si de la casa nuevamente reunificada, solo de la parte de los Padilla o solo de la parte de los Calderín. 

Según se desprende de la queja que en 1801 eleva Francisco Antonio Afonso (suponemos que descendiente de Manuel Afonso), al alcalde del agua de Telde, Julián Zapata, por haberle quitado el agua de la Vega Mayor, que le correspondía por arrendamiento del convento dominico, y habérsela dado a Antonio Calderín (suponemos que descendiente de los que siguen siendo sus vecinos) (AHPLP.8, exp. 15082), la casa original de Juan Díaz siguen siendo dos, una de los Calderín y otra de los Miranda.

La casa (doble o reunificada), como bien del clero regular y tras la desamortización de Mendizábal de 1835, saldría a subasta y pasaría a manos privadas hasta la actualidad.

En resumen, si superpusiésemos el plano de Torriani con uno actual, podríamos certificar que la casa de santa Lucía coincide con la natal del poeta Fernándo González que, curiosamente, también quedó dividida en dos por la propia familia. Del mismo modo, que su solar fue comprado como bien desamortizado por la familia condal para ampliar sus jardines. 

No obstante, la duda permanece aunque, al menos, la situación de la casa y solar de santa Lucía (¿de su ermita?) queda localizada ya con mayor concreción y claridad que hasta el momento presente.


¿Quién la edificó? ¿Por qué se permitió su desaparición?

Lo habitual en aquellos días es que la fundación de una ermita naciera al calor de la voluntad de los propios vecinos del lugar o de alguien concreto, algún miembro destacado de la sociedad, generalmente, de la alta burguesía o la nobleza. La documentación con la que contamos no ha permitido esclarecer nada sobre la persona o personas que dieron lugar a dicha ermita. No sería descabellado apuntar a la voluntad de Cristóbal García, Alonso de Matos y Bartolomé de Medina, primeros poseedores de los alrededores del lugar (AHPLP.2, f. 118r.). También, incluso, de Leonor González Camacho, esposa del segundo, que siguió gestionando tras enviudar las amplias propiedades del matrimonio en la isla (Rivero, p. 421) y en Sevilla (AHPLP.4, ff. 134r.-134v.), entendemos que su ciudad natal, quién sabe, si de la colación de santa Lucía.

Su patrimonio fue tal que, incluso, se puede dudar de si el barrio de La Torrecilla comenzó a ser conocido así por una antigua edificación defensiva o porque ella llamó así a una de sus fincas en el lugar. Esto se desprende de una escritura de 11 de enero de 1558 mediante la que alquila a su nieto “un parral que tengo en la zibdad de Telde con sus casas que en él están, altas e baxas, que se llama la Torrezilla” (AHPLP.5, ff. 34r.-34v.). Sorprende que no se refleje lo habitual "que está en el lugar que dicen", sino que, directamente, parece ser el nombre que ha dado a su propiedad y que, posteriormente, es el que da nombre al barrio que allí se va originando. 

Por otro lado, se debe valorar la idea de que, en todo momento, podríamos estar hablando de una simple "casilla", cual hornacina, con una imagen de la santa erigida por los propios vecinos del lugar y que, al regresar a su península natal o avecindarse en otras partes de la isla, allí las dejaron. Esta idea no es descabellada dado que en Telde existieron otras pequeñas construcciones similares que tampoco terminaron siendo ermitas. En una venta de casas en Telde por parte de los esposos Domingo Báez e Isabel González el 2 de octubre de 1568, se nos dice que dichas casas "lindan con el callejón que va hasta una casilla de Nuestra Señora de Guadalupe" (AHPLP.6, ff. 85r.-89r.). Si Juan Balieron se refirió a esta humilde realidad como "iglesia y ermita" (Aznar et Ronquillo, pp. 57-58), a priori podríamos decir que porque en la época así se entendía esa, diríamos hoy, humilde entidad que podemos seguir viendo en los exteriores de muchas viviendas de las islas, sobre todo, de la provincia occidental, hornacinas con sus devociones particulares, calvaritos, cruces, etc. A posteriori apuntaré otra hipótesis.

En este sentido, bien pudo ser el mismo vecino Pedro López el que levantó dicha ermita en el cercado y solar trasero de su casa, dada la religiosidad con la que vivían la fe en su familia. De hecho, la que creemos hermana suya, Luysa López, se nos revela, en su testamento de 9 de julio de 1568, como auténtica cumplidora de las obras de misericordia conjuntamente con su marido, hasta el punto de darle posada a algunos pescadores en su casa con frecuencia o legar cuantiosas limosnas a diversas personas, prendas y objetos a la iglesia, a sacerdotes en concreto, etc. (AHPLP.6, ff. 13v.-15r.).

De la misma forma, al observar que en la documentación consultada se cita mayoritariamente como casa (o casas) y solar "de" la santa, al calor de la información de 1595 en la que se describe como casa y solar "de la iglesia de santa Lucía", se podría establecer otra hipótesis, que nunca fue una construcción religiosa sino que esta casa (casas) y su solar en suelo teldense fueron legadas por quien las poseyó a una iglesia de santa Lucía, ya erigida o en construcción, de otra localidad, incluso, allende los mares. No es una práctica extraña, de hecho, en nuestra ciudad también la ermita de santa María de la Antigua tenía "su casa" que, suponemos, fue donada en favor de la construcción y sustento de su ermita. Esta, a todas luces, constituye hoy el denominado "Calvarito" de la plaza de san Francisco como se deduce de una carta de dote realizada el 6 de septiembre de 1568 por el matrimonio formado por Gonzalo Díaz y Catalina Hernández, en la cual prometen a su hija "unas casas que lindan con casa de Nuestra Señora de la Antigua, casas de Isabel Jara y, por delante, con la calle real que baja do la calle nueva y, por un lado, con la calle que va a la iglesia de la Antigua (AHPLP.6, ff. 67r.-68r.).

En este sentido, podríamos pensar que la casa y solar de santa Lucía en nuestra ciudad bien pudo ser un legado en favor de la construcción de su ermita de Tirajana. No en vano, la santa  también disponía allí de un cercado propio ya en 1519, suponemos que con el mismo fin (AHPLP.9, ff. 194v-195v.). En la unión de posesiones de la santa en Telde y Tirajana podríamos apuntar a una donación de María Rodríguez, vecina de Telde, que disponía de "veinte fanegadas de tierra en Santa Lucía" hasta que las traspasa y cede a Juan Martínez de Rociana, también vecino de Telde, el 15 de septiembre de 1537 (AHPLP.7, ff. 487v.-488v.). Bien pudo ella haber legado algunos años atrás una de sus propiedades en Telde para la construcción de la ermita del que, seguramente, sería su lugar de origen. La lejanía geográfica y la lentitud de las obras de la ermita tirajanera mantendrían en el ostracismo la propiedad teldense que, es cierto, nunca se refiere en la documentación como puesta en explotación para el beneficio de la dicha fábrica limitándose, quizás, a acoger una pequeña imagen, quizás la que obra en el Museo de Arte Sacro de la catedral, y un limosnero recaudatorio cual el que conserva "el Calvarito" de la plaza de San Francisco. 

Imagen de santa Lucía que se conserva en el Museo de Arte Sacro
de la S. I. C. B. de Canarias (Fotografía del autor)

No solo podríamos pensar en María Rodríguez, que bien podría haber dejado su legado en la propia Tirajana, por ejemplo, parte de las fanegadas que ha cedido, sino también en el propio Alonso Rodríguez de Palenzuela. Si el ingenio de Alonso de Matos que nos ocupa fue el mismo que le compró al anterior, bien pudo el primero no incluir en la venta estas casas, por eso quedaron limítrofes al mencionado ingenio, sino entregarlas en favor de la ermita que su hijo Lorenzo patrocinaba en Tirajana, lugar en el que ya tenía amplias posesiones con anterioridad a 1547 (Cazorla, p. 116).

Es más, otra posibilidad es que la ermita tirajanera fuera el deseo de Alonso Rodríguez de Palenzuela llevado a buen término por su hijo dado que el primero pudo planificar una ermita en su ingenio de Telde pero, al vender pronto sus propiedades, quedó inconclusa. Esta hipótesis explicaría por qué Marín de Cubas creyó que Alonso fundó la ermita de san Gregorio, fundación en la que, como es sabido, no tuvo nada que ver. Además, también es indicativo que uno de los ingenios teldenses del mismo molía con caballos (Hernández, p. 187), el mismo sistema que refieren los documentos del ingenio de Alonso de Matos que nos ocupa.

En resumen, desconocemos la voluntad (personal o comunitaria) que le dio origen al emplazamiento de santa Lucía en nuestra ciudad pero no su fin. Nunca se transformó realmente en una iglesia, probablemente, porque nunca se pensó como tal o porque, a falta de una voluntad personal férrea, se vio relegada por la voluntad comunitaria en favor de la terminación de las obras de la cercana iglesia de San Juan, mucho más importante por su condición parroquial, e, incluso, de la hospitalaria de san Pedro mártir, mucho más necesaria para la atención de los enfermos allí ingresados. 

Así, pasaron los años y la presumible ermita de santa Lucía fue, finalmente, asumida como parte de la fábrica de la parroquia de san Juan Bautista que la explotaría en beneficio propio. Este proceso debió ocurrir entre 1595 y 1711, según la documentación citada, sin que sepamos una razón clara, más allá de poner en orden lo que, desde siempre, se ha entendido como un lugar religioso que no tenía más dueño que la fe. Así, la parroquial de san Juan Bautista gozó de su propiedad y rendimiento por lo que, bien la arrendaría con frecuencia, bien la usaría como casa parroquial. En este sentido, uno de sus ocupantes fue, sin duda, el beneficiado Lorenzo de Finollo Venegas y Figueroa, que ejerció como tal entre 1661 y 1694 (Rodríguez, 2015, p. 422), hecho que dio nombre a la acequia y al lugar hasta bien entrado el siglo XX como me referían mis tías abuelas, las hermanas Morales y Morales, allí avecindadas.

No obstante, el pueblo teldense no ha olvidado jamás a su santa "vecina". En 1635 el Cabildo Catedral decretó que la fiesta de santa Lucía fuera "de guardar" en la diócesis tras la petición conjunta de Las Palmas de Gran Canaria y de Telde (Rodríguez, 2022, p.157). Su culto quedó centralizado en la iglesia de santa María de la Antigua, seguramente, a partir de la llegada de los franciscanos en 1610. En ella se conserva una bella imagen pendiente de un estudio que pueda arrojar más datos sobre su procedencia y autoría, imagen que durante las primeras décadas del siglo XX todavía era venerada con "la misa de la luz", a las seis de la mañana, en el día de su onomástica, fiesta a la que acudía, entre otros, mi abuelo materno.

Igualmente, también la iglesia de san Gregorio Taumaturgo cuenta con una imagen de la santa para el culto fruto de los talleres de Olot y de comienzos del siglo XX.


A modo de epílogo, otra hipótesis sobre su origen

El origen incierto de la misma y que no se llevase a término más tarde o más temprano, como otras de la ciudad, teniendo en cuenta que todavía en 1595, como hemos visto, se habla de "la casa y solar de la iglesia de santa Lucía" (AHPLP.3, exp. 2), permaneciendo inalterable hasta ser parte de la parroquia, hace que me atreva a sostener la siguiente hipótesis.

Probablemente cuando se volvió a conquistar la zona de Telde, todos sus repobladores se encontraron con algunas casas, algunas ya amenazando ruina, entre las que entendieron había una ermita de la santa. A partir de entonces, simple y llanamente, siguieron respetando el emplazamiento hasta que por la edificación de nuevas y mejores infraestructuras religiosas de la ciudad, así como por la falta de una voluntad personal fundacional, terminó integrándose en la fábrica parroquial que, hemos visto, la transformó en una vivienda.

En este sentido, es sabido que desde el siglo XIV la zona de Telde fue centro de la predicación de varios eremitas y que, desde entonces, la misión evangelizadora ya no paró, aunque tuvo que enfrentarse a varios periodos de reticencias por parte de los aborígenes dadas las incursiones vasco-andaluza de 1393, normanda de 1405 y portuguesas de 1415, 1424, etc., que provocaron el martirio de los misioneros o su forzosa huída, sobre todo, franciscanos del convento de Betancuria (fundado a partir de 1416) al calor del obispado del Rubicón (1404) que conformaron la vicaría de Canarias (Barrios). 

Además, también sabemos por la bula de creación del obispado de Fuerteventura (1423) que en la isla de Gran Canaria había zonas donde los canarios se habían convertido al cristianismo y que, además, la isla contaba ya con su propia ermita de santa María de la Palma (Álvarez, pp. 472-474), advocación creada para la Virgen en Almería (de donde procedería alguno de los franciscanos misioneros). Estos, siguiendo un estilo de evangelización que consistía en resignificar lugares sagrados de los aborígenes, no dudaron en erigir su ermita en Telde, la zona de la isla más evangelizada desde tiempo atrás, precisamente frente al almogarén de El Baladero, donde los canarios llevaban a cabo sus rituales en sus cuevas, cazoletas y canalillos. 

Llama la atención que el nombre de la tierras anexas también afiance esta posible hipótesis con la pervivencia del topónimo «Suerte de la Palma», relativo a la intitulación de la primigenia ermita, o el «Hacienda de las Higueras» que nos habla del paraje de su ubicación tal cual lo definieron los portugueses de Joâo de Trasto cuando la visitaron en 1415, "telli fructuosa", "zona rica en higueras" (Serra, p. 21).

Puede que en esta ermita fuera donde el obispo Diego de Illescas celebró misa (Aznar, p. 294), quizás durante su posible cautiverio en Telde de más de un año, "520 esplendores de luna" (Torriani, p. 124). Esta situación, me atrevo a apuntar, fue fruto de su propio ofrecimiento como rehén, uno más del número total pactado entre Diego de Herrera y los canarios, después de las correrías de su socio el luso Diego de Silva, para que estos últimos le permitieran la edificación de la fortaleza de Telde (Rumeu, pp. 149-150), la "torrecilla" que también quedó reflejada en la toponimia del mismo lugar. 

El obispo, sin mayor problema, aprovecharía su situación para proseguir con su misión evangelizadora en la zona que giraría en torno a algunas casillas y la ermita estudiadas. Esta experiencia misionera volvió a fracasar al sentirse los canarios traicionados una vez más, en este caso por los de Herrera, y acabar destruyendo la torre de Telde (Rumeu, pp. 151-152). En este momento, me permito introducir la segunda hipótesis de explicación a la referencia que hace como iglesia y ermita Juan Valieron cuando para todos no es más que un solar. Al ser portugués y recién llegado a Telde, así lo acusaba Diego Reyna ante el Cabildo, bien podría tener referencias de los compatriotas que por la ciudad anduvieron con Diego de Silva y que como ermita e iglesia la vivieron.

Posteriormente, para cuando los misioneros pudieron regresar, tras la conquista realenga, el pequeño asentamiento misional, sus casillas y ermita, ya estaría en bastante mal estado. Fue retomado y respetado por todos como un lugar sagrado al entender que eran los restos de una iglesia pero, igualmente, relegado al ostracismo porque ya no hacía falta ante la edificación de las nuevas ermitas e iglesias de la creciente ciudad. Es comprensible, además, que al redescubrirse (en tiempos del obispo Diego de Illescas o ya con la conquista realenga) se malinterpretara su intitulación, quizás por la tosca imagen (escultórica o pictórica) de su interior, de la misma forma que ocurrió en Tazo (La Gomera) con su homónima ermita de santa María de la Palma.

"Por lo que afecta a la Gomera, la Bula dice que hay sólo una «capilla» o ermita (capella), no una «iglesia» (ecclesia) de más categoría, como las que nombra, así en Rubicón, Betancuria y las otras islas; cosa muy natural, si la cristianización de la Isla era un hecho tan cercano, como hemos establecido. Y personalmente pensamos que se trata de la conocida ermita de santa Lucía en Tazo, que según la tradición fue la primitiva fundación cristiana de la Isla. Incluso el cambio de la advocación de santa María de la Palma (por la que portaría en su mano derecha o izquierda), por santa Lucía, que también porta en su mano la palma del martirio, sería fácil de explicar para quien no conociera la advocación primitiva" (Álvarez, pp. 472-474).

De pronto es fácil imaginar el lugar y sus toscas infraestructuras que conformaron el eremitorio de aquellos misioneros que arribaron en 1386, dejando el suyo en tierras catalanas, para permanecer entre los canarios y evangelizarlos. 

De pronto es fácil imaginar cómo fueron arrancados de la paz del lugar por los canarios que decidieron acabar con todos ellos tras la razzia vasco andaluza de 1393, llevándolos montaña de Cendro arriba hasta arrojarlos en la sima, si es que por allí los arrojaron.

De pronto es fácil imaginar a Gadifer de la Salle en 1405 atisbando desde sus ruinas la hermosa Telde que divisaba a su alrededor y que lo enamoró. Algunos aborígenes neófitos, entristecidos por el asesinato cometido por los suyos, allí lo condujeron junto a los capellanes Bontier y Le Verrier que, en la casa que haría las veces de ermita, seguramente encontrarían el testamento de los misioneros. 

De pronto es fácil imaginar cómo los franciscanos desde Betancuria y el mismo Le Verrier intentaron reanimar la misión en la isla desde aquel mismo lugar durante las primeras décadas del s. XV, sorprendidos por las incursiones portuguesas o intentando colaborar con ellas. Pero la unión de la cruz y la espada con los canarios no funciona, como no lo hizo en 1424 aunque en el Vaticano, por esas mismas fechas, celebraban la conversión de parte de los canarios.

De pronto es fácil imaginar al portugués Diego de Silva, en la década de los sesenta del s. XV, intentando lograr lo que sus compatriotas no pudieron, consiguiendo con el buen hacer del obispo Diego de Illescas reanimar aquel primer eremitorio, centro misionero, y volver a celebrar misa dentro. Mas de nuevo la flaqueza humana defraudó a los canarios, que arrasaron con todo.

De pronto, ahora sí se entiende, a partir de 1477 llegaron los conquistadores y los repobladores a la Telde pronto castellana y se encontraron aquella torrecilla y aquellas casas, entre las cuales una vetusta ermita, el origen de lo que hoy es Telde y, el resto, el resto ya lo saben.

Un sencillo retablo cerámico de santa Lucía y un breve texto explicativo
podrían señalar el lugar de origen de nuestra ciudad que no olvida su pasado
(Fotomontaje del autor)


REFERENCIAS

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