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23 diciembre 2024

LA NAVIDAD EN TELDE ALLÁ POR EL SIGLO XVII

Talla del Niño Jesús del Facistol (s. XVII) (Rodríguez, s/p)

El tiempo de Navidad, con su respectivo tiempo de preparación de Adviento, fue enriqueciéndose culturalmente en nuestro ciudad con diversas tradiciones que no solo provinieron del ámbito peninsular como sus primeros repobladores, sino también por el intercambio comercial con las Indias, regiones europeas como Flandes y África.

Centrada la solemnidad en torno al 25 de diciembre con la asistencia a la misa del Gallo tras una opípara cena de nochebuena, costumbre culinaria que fue abriéndose paso en las casas de los miembros del estamento privilegiado, la alegría de las pascuas se alargaba hasta la solemnidad de la Epifanía con la participación cada vez más festiva de todos los teldenses.

Entre 1685 y 1692 quedan anotadas en la sección de Cuadrante y Colecturía del archivo parroquial de San Juan las siguientes celebraciones navideñas. 

«En 1 de enero, procesión de la Circuncisión de Nuestro Señor, con un coste de 16 reales y se iba por las calles. 
En 6 de enero, procesión y misa con ministros de La Epifanía, hecha por los cofrades, su costo era de 22 reales y discurría por las calles. En ocasiones se la denomina como Fiesta de los Reyes o procesión de los Reyes Magos y en 1657 se hace alusión a ella como la Fiesta de los Morrenos (sic) y es en la única ocasión que se menciona su recorrido concreto, ya que discurría por la calle de La Cruz y regresaba a la iglesia por la calle de Diego Díaz» (Acosta et Rodríguez, p. 43).

La del inicio del año, a partir de 1700, se comenzará a denominar del Dulce Nombre de Jesús y se la hará coincidir con la procesión de La Epifanía (Acosta et Rodríguez, p. 45), suponemos que por ahorrar costes en tiempos críticos. Esta «se solemnizaba por las calles (…) saliendo el Beneficio con cruz alzada y cantando el «In nomine Jesu» (Hernández, p. 227), a saber, los versículos décimo y undécimo del capítulo segundo de Filipenses.

Así, por las calles adyacentes a la actual basílica de San Juan Bautista transcurría la comitiva religiosa entonándose «in nomine Iesu, omne genuflectatur caelestium terrestrium et infernorum et omnis lingua confiteatur, quia Dominus Jesus Christus in gloria est Dei Patris. Domine Dominus noster quam admirabile est nomen tuum in universa terra. Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc et semper, et in saecula saeclorum. Amen.
[Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén]

De esta manera la procesión del día uno de enero transcurriría con el aire solemne que imprime este canto en tono gregoriano [puede escucharse en https://youtu.be/rdpZObmllDU?si=fCl2wtsv5QnucpGF], relegándose otro tipos de cantos y bailes más festivos para la fiesta de los Reyes Magos.

Con respecto a esta, además de una procesión de similares características a la del día primero, se llevaban a cabo por la tarde «autos sacros que tenían como argumento la Adoración de los Santos Reyes» (Hernández, p. 227) y que, probablemente, sean un antecedente del que todavía conserva y celebra la Villa de Agüimes. En nuestra ciudad todavía se llevaba a cabo en la parroquia durante la primera mitad del siglo XX ante un nacimiento compuesto por las imágenes con las que contaba la iglesia, aunque no fueran las propias de un belén, en un portal efímero creado justo delante del políptico flamenco del retablo principal. Así, por ejemplo, la talla de San José, obra de Luján Pérez, se desprendía de su Niño que, recostado en el pesebre, era arropado por la Virgen (representada por una de las otras dos Marías de la imaginería de Semana Santa), todos ellos entre una mula y un buey de cartón. 

Auto de los Reyes Magos en la parroquia de San Juan Bautista de Telde
Años 1940-1950 (FEDAC)

Volviendo al siglo XVII, esta Fiesta de los Morenos, tomó su nombre por la intervención en ella de danzantes, generalmente, negros (de la población esclava africana traída como mano de obra para los ingenios azucareros teldenses). Estos, como en casi todas las procesiones de la parroquia, eran contratados para bailar abriendo paso a la procesión y acompañándola en todo su recorrido. Estas danzas, además, estaban amenizadas por el sonoro cascabeleo de los que llevaban enlazados en muñequeras y tobilleras (Hernández, p. 226).

En la misma época, se llevaban a cabo procesiones similares en los virreinatos españoles en América, lo que nos ayuda a imaginarnos lo que ocurría en la parroquial teldense. «La procesión que hacen los morenos el día de la Epifanía y pascua de los Santos Reyes Magos no es nada inferior a la de los indios, en la cual, fuera de los pendones, suelen sacar en trece pares de andas todo el nacimiento de Nuestro Redentor. Va en unas el pesebre con la gloria, en otras el ángel que da la nueva a los pastores, y en otras varias pasos de devoción, y por remate, los tres santos magos que siguen la luz de una grande estrella, que va delante, de mucho lucimiento» (Ovalle, p. 224).

No hay constancia de tal despliegue de imaginería procesional en nuestra parroquia. En ambas solemnidades, probablemente, sería procesionado sobre unas pequeñas andas la talla del Niño Jesús «que estuvo primitivamente sobre el facistol del coro de esta iglesia, en la que se cantaban vísperas, hasta hace poco, diariamente» (Hernández, p. 111). Este Santo Niño se puede venerar hoy en la capilla de San José tras la intervención realizada en 2012 por la restauradora Beatriz Galán.

Por otro lado, cabe destacar la aportación flamenca a la Navidad teldense pues el retablo escultórico que ya obraba en la parroquia desde el siglo XVI muestra todas las escenas de la Navidad, representando en su panel central el nacimiento del Niño Jesús en el portal de Belén. Fue para los teldenses que lo admiraban en su parroquia el mejor precedente de los nacimientos o belenes que progresivamente, ya con la dinastía borbónica y reminiscencias napolitanas, se generalizarán en las casas durante el siglo XVIII.

Pormenor del retablo gótico flamenco, escena de la Natividad (Falcón, s/p)

En este sentido, no podemos obviar el papel fundamental que jugó san Francisco en la institución del pesebre navideño desde el s. XIII. Sus hijos del convento franciscano de nuestra ciudad habían creado en su claustro una capilla intitulada al Dulce Nombre de Jesús. En ella, desde 1626, se llevaban a cabo diversos actos solemnes cada uno de enero, a saber, misa cantada (con Vísperas en la tarde anterior) y una procesión claustral, todo ello por voluntad del regidor de la isla Juan Tello (Suárez, p. 285). 


REFERENCIAS

Acosta Brito, C. R. et Rodríguez Calleja, J. E. (1999). El Archivo parroquial de San Juan Bautista de Telde. Cabildo Insular de Gran Canaria. Telde.

Falcón, R. (2024). «El retablo flamenco de la Basílica de San Juan de Telde es considerado una joya a nivel mundial» en «Canarias7», 9/05/2024, https://www.canarias7.es/canarias/gran-canaria/telde/retablo-flamenco-basilica-san-juan-telde-considerado-20240509174551-nt.html
[consultado el 23/12/2024].

Hernández Benítez, P. (1958). Telde (sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos). Talleres tipográficos de Imprenta Telde. Telde.

Ovalle, A. de. (1888). Histórica relación del Reino de Chile. Vol. 2. Imprenta Ercilla. Santiago de Chile.

Rodríguez, A. (2012). «Telde restaura la talla del Niño del Facistol» en «La Provincia», 8/08/2012, https://www.laprovincia.es/gran-canaria/2012/08/08/telde-restaura-talla-nino-facistol-10523009.html [consultado el 23/12/2024].

Suárez Quevedo, D. (1992). «El convento franciscano de Telde (Gran Canaria). Notas para la historia de una institución desaparecida» en Revista de Historia Canaria, núm. 176, pp. 277-310.

12 noviembre 2024

TELDE CLARETIANO

Mosén Claret - Grabado de Paciano Ross (1894) (Aguilar, s/p)

De la tradición oral que han ido formando muchas familias teldenses se puede rescatar, entre otros hechos, la profunda huella que el misionero san Antonio M.ª Claret y Clará (1807-1870) y sus tres acompañantes dejaron tras su paso por las parroquias de San Juan y San Gregorio durante los últimos días de mayo de 1848.

Propio de la transmisión oral es que, con el paso de los años y de sus «transmisores», esta se vaya enriqueciendo con versiones de lo acontecido que desdibujan la realidad adornándola de anécdotas varias e, incluso, hechos prodigiosos. Baste recordar, como ejemplo de crónica de los acontecimientos, la información reseñada por nuestro cronista a cuya familia, por cierto, tocó muy de cerca la presencia del fundador de los claretianos en nuestra ciudad («TeldeActualidad», 11/05/2022).

La prensa del momento, incluso a nivel nacional, recogió también sus propias impresiones, lo que nos ofrece otra fuente para acercarnos a lo que nuestra ciudad vivió durante aquellas memorables jornadas.

«Hemos visto carta de las Palmas, capital de las Islas Canarias, de fecha 8 de noviembre. Su obispo el ilustrísimo señor don Buenaventura Codina seguía con notable aprovechamiento de sus feligreses la santa tarea de la visita pastoral, y todos acudían como extasiados a oír la divina palabra, siendo preciso en algunos pueblos predicarla en la plaza por no ser los templos bastante capaces para contener a tanta gente.
El reverendo presbítero don Antonio Claret seguía las misiones, produciendo en todas partes iguales o mayores resultados que en la parroquia de Telde. En dicha fecha solo le faltaba recorrer las parroquias de Fuerte-Ventura y Lanzarote, y pasar después al obispado de Tenerife, en donde se le esperaba con viva impaciencia, lo propio que aquel celoso prelado.
Una revolución religiosa y pacífica, la más extraordinaria que jamás se ha visto, dice la carta, está obrando Dios por medio de cuatro peninsulares en esta isla. Los libros piadosos del reverendo Claret se venden a millares» («La Esperanza», 1/1/1849, p. 2).

Llama poderosamente la atención que el artículo reseñe lo ocurrido en Telde como algo extraordinario, es más, se espera que la misión tenga en los otros lugares, al menos, los mismos resultados satisfactorios que en nuestra ciudad.

La tradición oral nos ha legado, como decía, la visión de esos días de misión «desde fuera», desde el parecer del pueblo. El P. Claret, en sus anotaciones, también nos ha legado su propia vivencia con aquellos apuntes suyos: «estos canarios me han robado el corazón» y «no ceso nunca de dar gracias a Dios por haberme enviado a estas islas». Alguien que también nos ha legado su visión de los acontecimientos y que ha pasado desapercibido, pese a haberlo vivido todo de primera mano, fue el beneficiado servidor de San Juan de ese momento, su párroco diríamos hoy, don Gregorio Chil y Morales, encargado de acoger a los misioneros y facilitar su labor.

Con esta carta le transmitía sus vivencias de la misión al obispo de la diócesis, don Buenaventura Codina, constituyendo, además, toda una crónica de la sociedad y economía teldenses del momento:

«Ilmo. Señor:

Hoy a las cinco de la mañana, después de celebrar el Santo Sacrificio de la misa, ha salido de este pueblo para la villa de Agüimes, el misionero apostólico don Antonio Claret, acompañado de los párrocos, del alcalde don Juan Mireles, secretario del M. ilustre ayuntamiento y la mayor parte de la población, quienes desde las tres de la madrugada llenaban la iglesia para recoger decían las últimas bendiciones de su Padre, y seguimos su huella hasta una distancia bastante larga de esta ciudad; desde allí nos retiramos con algunas personas que por sus años, sus achaques y destinos se encontraban imposibilitados de continuar la marcha, pero según me acaba de afirmar la persona de mi confianza a quien encargué su custodia hasta la casa de aquel venerable párroco, le seguían más de cuatrocientas personas de esta feligresía, a las que, entrando juntamente con él en la iglesia les hizo un exhorto, y han estado de vuelta llorando la ausencia de tan buen sacerdote, y bendiciendo la mano de V. S. I. que tantas gracias les prodiga. ¿Y quiénes son esas gentes que le rodeaban? No crea V. S. I. que eran las que llamamos hez del pueblo, sino las primeras familias de esta ciudad, personas ancianas y delicadas, ascendiendo a más de mil; tanto que se hizo preciso la intervención de la autoridad para abrirse paso.

Por lo que toca al fruto que ha producido la santa Misión debo manifestar a V. S. I. que esta población jamás ha presenciado cosa igual: reconciliados los enemigos más encarnizados, los pecadores más obstinados penitentes, los escándalos públicos y privados cortados y expiados, los matrimonios extraviados restablecidos, las restituciones satisfechas; y ¿por qué esto? porque nada era capaz de hacer frente al fuego de sus discursos, a la dulce insinuación de sus maneras, a la energía de sus reprensiones, a la dialéctica y fuerza de sus razones. La unción de sus palabras rendía a los oyentes, y todos, aún lo más desdeñosos, derramando abundancia de lágrimas caen a sus pies. Y ¿podía esperarse otra cosa de unos trabajos sostenidos por la práctica de virtudes las más heroicas? Una caridad ardiente, un amor infatigable por los pobres, una fe viva, una humildad sin igual, una dulzura inalterable, tal es el modelo dechado que nos ha dejado el P. Claret. Después de haber pasado los días y parte de la noche en el confesionario vuela al lecho de los moribundos que a porfía le llamaban para recibir de sus manos la reconciliación: ya reúne los niños de ambos sexos para anunciarles la palabra de Dios en un dialecto inteligible a la tierna capacidad; ya enseña a los infelices que gimen bajo el azadón y a los que llevan el peso del día y la escarcha de la noche aquellas oraciones adaptadas a su razón inculta como antídoto contra la desesperación y en donde únicamente pueden encontrar la paciencia y la resignación. El culto y protección de la Madre de Dios que circunstancias azarosas han eclipsado, le despeja, le presenta bajo su verdadero punto de vista y todos le tributan homenaje como a corredentora. Si tal es el empeño que tomaba por el dogma, no lo era menos su actividad y celo por la casa de Dios como lo demuestra el respeto al templo a pesar del concurso tan numeroso que la iglesia parroquia no tenía amplitud para contenerle; y particularmente la comunión general celebrada el domingo 28 del corriente: aquí es donde al padre misionero Claret desplegó su amor por la religión; pasó recado a todos los eclesiásticos habilitados a fin de que se sentasen en sus confesionarios desde las dos de la madrugada para reconciliar a sus confesados. Efectivamente, desde las doce de la noche ya se hallaba la iglesia atestada de gente; mas no nos fue posible dar vado a tantas almas, y como entre estas se encontraban viejos y niños, se dio principio a la misa a las doce con la mayor solemnidad, y en el entretanto el P. Claret en el confesionario hasta que llegó la hora de la comunión.

De repente sale de la sacristía con cuatro niños de a ocho años coronados y vestidos de ángeles, derramando flores delante del Santísimo Sacramento con tal orden y compostura que a todos conmovió; pero cuando él con aquel semblante de paz, y los niños con su candidez cantaron algunas jaculatorias, el pueblo no pudo contenerse y prorrumpió en llanto, al instante sube al púlpito, y aquí vierte por su boca todo el amor de su corazón. Jamás, señor, he oído discurso tan tierno, tan sentimental, tan de fuego; fue preciso contener las gentes que iban a romper en vivas y aclamaciones. Concluido, baja del púlpito para servir de maestro de ceremonias, arregla los niños, dos sostienen la toalla, dos con sus velas en las manos, contuvo los primeros ímpetus de las gentes por el ansia de recibir a Dios, y ya todo bien ordenado sube nuevamente al púlpito y durante la comunión pasó en revista todo lo concerniente a tan augusto Sacramento. A las tres de la tarde concluyó la función, habiendo comulgado más de dos mil y quinientas personas, contándose entre las familias más notables de mi feligresía.

Me abstengo de presentar a V. S. I. el todo más en detalle por no cansar la atención de V. S. I. Debí pasar al momento a dar parte verbalmente; pero como se atravesaba la Ascensión de Nuestro Señor, me parece no ser justo el abandono de la parroquia en día tal, pero mediante Dios lo verificaré muy pronto, para que V. S. I. palpe los felices efectos de las santas misiones en estos pueblos abandonados.
Dios guarde a V. S. I. muchos años.

Ciudad de Telde mayo 31 de 1848. Gregorio Chil y Morales.

S. I. aún no ha recibido la relación del párroco de Agüimes; seguramente será más sorprendente que la que antecede. En esta villa las iglesias no podía contener al auditorio; fue menester predicar y celebrar la comunión general a campo raso» («El Católico», 11/08/1848, pp. 2-3).

Este buen hacer y cercanía del beneficiado servidor, tanto con su obispo como con el misionero Claret que pronto será nombrado obispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II, motivó que fuera confirmado en su beneficio, ya como párroco titular, el 14 de marzo de 1851, junto a don Cristóbal Aguilar para San Gregorio, parroquia que hacía solo un año se había desmembrado de la sanjuanera («La Esperanza», 19/03/1851, p. 2).

Por último, hay que reseñar que el P. Claret volvió a visitar Telde cien años más tarde, en mayo de 1948, eso sí, mediante una imagen suya que peregrinó por todas las parroquias de la isla como conmemoración del centenario de la misión reseñada. Esta imagen es la que actualmente está en la Basílica de Teror, no en vano es copatrono de la diócesis de Canarias junto a la Virgen del Pino, quedando en la parroquia de San Gregorio una de mayor tamaño, de taller olotino y pasta de madera.

Honra también la memoria de nuestro santo misionero la parroquia de San Gregorio con el tondo conmemorativo que en el suelo, bajo la gran cúpula de la iglesia, recuerda la presencia del misionero en tal parroquia y que se colocó tras la última gran restauración que sufrió la parroquia en los inicios del tercer milenio.

Los retablos cerámicos que desde 1998 adornan las parroquias de la isla por donde pasó el Padrito, como era conocido, tienen el defecto de recoger la imagen propia del santo con vestidura episcopal, vestidura y condición que aún no ostentaba a su paso por las islas como «mosén Claret».


REFERENCIAS

Aguilar, M. (1894). Vida admirable del siervo de Dios Antonio María Claret fundador de la congregación de los misioneros hijos del inmaculado Corazón de María. Vol. 1. Establecimiento tipográfico san Francisco de Sales, Madrid.

«El Católico», 11/08/1848.

«La Esperanza», 1/01/1849 y 19/03/1851.

«TeldeActualidad», 11/05/2022, 

20 octubre 2024

LAS BRUJAS DE TELDE

La ciudad de Telde ha ido recibiendo diversos títulos a lo largo de su centenaria historia. El origen del que nos ocupa, "ciudad de las brujas", puede retrotraerse hasta los orígenes mismos del núcleo poblacional de nuestra ciudad. En él habitaron hombres y mujeres que, acusados de hechicería, brujerías y pactos con el diablo, fueron perseguidos y condenados por la Inquisición.

¿Quiénes fueron las denominadas brujas de Telde? ¿Fue la mulata hilandera Ana la que bailaba en "El Bailadero", otrora "las Cuevas de San Francisco"? Obviamente, tratándose de una "actividad" que debían vivir en la clandestinidad, en el siguiente listado solo están aquellas personas de nuestra ciudad que tuvieron que vérselas con el Santo Oficio de la Inquisición.



REFERENCIAS:
Alonso Morales, E. C. (2019). «La prodigiosa y crédula ciudad de Telde durante el Antiguo Régimen» en Guía Histórico Cultural de Telde, núm. 28, pp. 5-11.