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27 septiembre 2025

DEL ORIGEN DE LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA


"El Calvarito" (Fotografía del autor, 17/04/2023)

Los repobladores europeos que llegaron al lugar que hoy ocupan los barrios de San Juan, San Francisco y San Gregorio decidieron honrar con la erección de capillas, ermitas e iglesias a diversas advocaciones de su devoción, bien por ser las de su lugar de procedencia, bien por su poder taumatúrgico y protector ante las epidemias, las malas cosechas, etc. Así, mientras se roturaban las primeras tierras para el cultivo, se construían las primeras casas e iban quedando trazadas sus calles y callejuelas, también fueron erigidas pequeñas casas a modo de humildes capillas.

En ellas se entronizaba la imagen pictórica o escultórica que daba título a la misma con la esperanza de que, más tarde o más temprano, sus capillas fueran transformadas en auténticas ermitas e iglesias capaces de acoger el culto (celebración de misas, enterramientos, etc.). Esta transformación podía realizarse, bien mediante la ampliación de las mismas, bien con su construcción de nueva planta en otro emplazamiento, generalmente en sus cercanías. 

Estas capillas o “casillas”, que refieren las fuentes, como las de Santa Lucía y la de Ntra. Sra. de Guadalupe, tuvieron un origen popular frente a otras ermitas, como las de san José en Las Longueras y la de san Gregorio Obispo, que surgieron auspiciadas por los terratenientes más destacados que se avecindaron en Telde en medio de sus propiedades. También, de esta última manera, se propició la construcción de la parroquial de san Juan Bautista. Por lo tanto, dado su origen popular, muchas no llegaron a ser auténticas ermitas dada la dependencia de aquellos donativos y legados que pudieran pagar sus obras y sostenimiento. Es el caso de la casilla de Nuestra Señora de Guadalupe (AHPLP.2, ff. 85r.-89r.) que, por su ubicación en las cercanías de la que terminará siendo la Casa Condal, bien pudo ser la causante del añadido al mencionado título del condado "de la Vega Grande", a saber, de la Vega Grande "de Guadalupe".

En la elevación orográfica que se encuadra entre los cauces del Barranco Real y de La Fuente de la ciudad, el altozano que referirá una de las calles del naciente barrio, se decidió construir una de estas casillas en honor de Nuestra Señora de la Antigua. Esta es una advocación mariana de gran raigambre en Sevilla desde que su imagen, una pintura mural, se descubriera durante las obras de construcción de la catedral hispalense, supuestamente, sobre un muro de la antigua mezquita que fue cristianizada tras la conquista. 

El arraigo de esta advocación en la isla, en nuestra ciudad, se debe a la procedencia sevillana de muchos de los repobladores, así como a la dependencia de la diócesis canaria de la hispalense. De hecho, la catedral de Canarias también le dedicó una de sus capillas. Esta fue construida entre 1517 y 1526 (Cazorla, pp. 52-53), siendo reubicada dentro de la ampliación de la misma a partir de “la vieja iglesia” en 1573 (Cazorla, p. 64). Finalmente, en 1816 su primitiva imagen de candelero fue retirada del culto al ser sustituida por otra de talla completa del imaginero Luján Pérez.

Primitiva imagen de Ntra. Sra. de la Antigua - S. I. C. B. de Canarias
(Fotografía del autor, 27/09/2025)

La misma devoción mariana prendió en nuestra ciudad a la par que en la catedral dado que desde 1522 se habla en los testamentos que obran en el archivo parroquial de san Juan Bautista de la ermita de santa María de la Antigua teldense (Hernández, p. 173). Posteriormente, en su testamento de 14 de enero de 1539, Cristóbal García del Castillo lega media dobla de oro a dicha ermita (Chil, p. 484), como también lo hace otro teldense (nombre ilegible), en su testamento de 13 de enero de 1541 al dejar algunas limosnas “al hospital de Telde, a la capilla de la Antigua, a los monasterios de santo Domingo y san Francisco, algo a la iglesia y fábrica de san Juan de Telde” (AHPLP.1, f. 2v.).

En medio de la incipiente urbanización de la ciudad, me atrevo a aventurar que estos testamentos aún se refieren a una de las citadas pequeñas capillas o casillas en su aspiración a ser auténticas ermitas e iglesias. Esta, con total seguridad, no es otra que la que hoy conocemos como “El Calvarito” en la misma plaza de San Francisco como se desprende de una carta de dote realizada el 6 de septiembre de 1568 por el matrimonio formado por Gonzalo Díaz y Catalina Hernández. En ella prometen en dote a su hija unas casas que lindan con la “casa de Nuestra Señora de la Antigua, casas de Isabel Jara y, por delante, con la calle real que baja do la calle nueva y, por un lado, con la calle que va a la iglesia de la Antigua" (AHPLP.2, ff. 67r.-68r.).

Como vemos, hay un “casa de” y una “iglesia de”. Esta casa, la primitiva y humilde capilla, sería la que acogió la pequeña imagen de Ntra. Sra. de la Antigua teldense mientras se terminaba de erigir su iglesia. Terminada la misma, la capilla o casilla original, en este caso no integrada en la construcción final, pasó a tener otra función como parte de la fábrica de la misma. En el caso que nos ocupa, pasó a ser un Calvario, seguramente, como decimosegunda estación del Via Crucis que los franciscanos implementarán por las calles del barrio.

“Frente a la iglesia se ve una antigua capilla con cubierta de tea a cuatro aguas a la que el pueblo llama “El Calvarito”, si bien no hay memoria sino de la existencia en la misma de una imagen de Cristo Crucificado, probablemente antes acompañado de san Juan Evangelista y la Virgen de los Dolores. Debió tener este Cristo mucha devoción, sobre todo entre los caminantes que atravesaban este barrio subiendo por el camino de Santa María en dirección a los pueblos del sur de la isla, todavía puede verse una ranura abierta en la cantería azul que da a la plaza por donde los viajeros introducían sus limosnas que luego pasaban a una caja de tea, recordándonos por su forma el “gazofilacio” del templo de Jerusalén en los días de Jesús” (Hernández, pp. 175-176).

Probablemente, la imagen que presidió tal capilla es la que aún hoy puede contemplarse en la pequeña hornacina que se abre en el altillo del retablo pétreo de santo Domingo de Guzmán en la iglesia de san Francisco. Una imagen de candelero, de madera, telas y arcilla, de la que se contaba una leyenda sobre su aparición en una de las cuevas de la costa teldense, en la zona de El Castellano, desde donde fue llevada al convento franciscano teldense (Hernández, p. 175). Quizás pueda conjugarse la leyenda con la realidad pues bien pudo ser esta imagen una de las que tuvieron que abandonar los franciscanos misioneros en la costa teldense, siendo encontrada, posteriormente, por los repobladores de Telde que pudieron entronizarla en la casilla o capillita del naciente barrio de Santa María a donde, cosas de la historia, "retornarán" los franciscanos en 1610. 

Ntra. Sra. de la Antigua - Telde
(Diócesis de Canarias, p. 182)

Ntra. Sra. de la Antigua - Telde
Fotografía anterior a su restauración 
(Hernández, p. 204)

No obstante lo anterior, la procedencia de la imagen pudo tener un origen más corriente pues, naturalmente, el comercio de imágenes para la devoción particular entre la naciente población teldense queda atestiguado en diversas fuentes, entre otras, un reconocimiento de deuda de 9 de noviembre de 1535. En él, el mercader teldense Francisco de Deza reconoce deber a Melchor Núñez, también mercader, diferentes cantidades, por ejemplo, "14 reales por la hechura de una imagen de Nuestra Señora y de un Jesús" (AHPLP.3, ff. 168-169). Teniendo en cuenta que comparte apellido y, quizás, parentesco con el arzobispo de Sevilla, Diego de Deza (+1523), es natural que la imaginación vuele pensando que esta imagen de 14 reales es la Virgen de la Antigua teldense cuyo precio aún no había satisfecho.

El momento en que se terminó de construir la ermita podemos situarlo en torno a 1569. El mejor indicador de ello es que ya se puede celebrar la misa en ella. Así se desprende de un codicilo de 10 de agosto de 1569 sobre su testamento del pasado 30 de julio, en el que Hernández de Rosiana establece un aniversario cantado perpetuamente en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua en el día de la Natividad de Nuestra Señora en septiembre o en su octavario (AHPLP.2, ff. 283v.-284v.). También, por otro lado, del testamento de Juan Márquez de 21 de septiembre de 1569 en el que solicita que se digan dos misas por su alma en la iglesia de Nuestra Señora de Antigua (AHPLP.2, ff. 300v.-302v.).

Con anterioridad a esta fecha, tenemos datos que nos dan idea de cómo fue construyéndose y de qué manera se financió su obra. Así, en su testamento de 8 de agosto de 1568, el sacerdote Sebastián Ramos lega seis reales “para la obra de Nuestra Señora de la Antigua de Telde” (AHPLP.2, ff. 37r-44v.). De igual manera, en su testamento de 9 de agosto de 1568, Leonor Ortiz, mujer de Leste, “dona a la obra de Nuestra Señora de Antigua de Telde un real de plata de sus bienes” (AHPLP.2, ff. 47r.-48v.).

Por otro lado, sabemos que los carpinteros Gregorio Simón y Gaspar de Cerrada, mediante concierto de 3 de mayo de 1563, se comprometieron a terminar para el día de Santiago la obra de carpintería de la capilla “que se ha de hacer” en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua de la que es mayordomo Juan Tello. Además, como curiosidad, el artesonado que la ha de cubrir debía ser como el de la capilla de María Fernandez Calva de san Juan Bautista, la de san José en la actualidad (AHPLP.4, f. 146 v.).

No queda claro si el regidor Juan Tello fue mayordomo de esta futura capilla o de la iglesia entera pero, con total seguridad, fue uno de sus grandes financiadores dada su condición de gran hacendado. No en vano, acumuló tal número de propiedades que su nombre quedó plasmado en la propia toponimia, por ejemplo, en la Montaña de Juan Tello o los Cercados de Juan Tello (Hernández, p. 340).

Finalizada la ermita, en lo que a poder mantener el culto litúrgico en ella se refiere, no cesará su dotación y mejora por parte de nuevos benefactores. En su testamento de 10 de junio de 1570, Francisca Ramos, viuda de Fernán Gómez, lega un real a la misma y manda que se paguen los 15 reales que le debía su marido. También, dispone que se haga una capilla a san Antonio en dicha iglesia, ya que su marido así lo dispuso antes de morir, con las 120 doblas que destinó para ello de sus bienes. Una vez hecha la capilla, además, quiere que se dé de sus bienes veinte doblas para comprar ornamentos para poner decir misa (AHPLP.2, ff. 340r.-348r.).

A colación de la celebración de la eucaristía en ella, de cara a la comodidad de fieles y sacerdotes, sabemos que el 1 de noviembre de 1577, se vuelve a contratar al carpintero Gaspar de Cerrada para realizar cuatro escaños (bancos) para la iglesia (AHPLP.5, f. 387v.).

Por otro lado, será Torriani quien, posteriormente, nos legue una idea de la localización y entidad de la ermita de Ntra. Sra. de la Antigua teldense en la última década del siglo XVI. En el plano de la ciudad que levanta en 1590 de la ciudad, esta ocupa el lugar más elevado del altozano del barrio de Santa María, está compuesta de una sola nave y rodeada de casas que, en veinte años, serán donadas y derruidas/integradas en la conformación del cenobio franciscano y sus huertas.

Infografía del autor a partir de pormenor del plano de Torriani 

Desde entonces, 1610, la historia de la ermita de Santa María de la Antigua tendrá nuevos y variados capítulos. Como convento franciscano de la Madre de Dios de la Antigua será dotada con una nueva nave, retablos pétreos de inspiración colonial y varias capillas claustrales como la de las Llagas de san Francisco o la de san Francisco de Paula (Suárez, pp. 285-287). Finalmente, tras la exclaustración, como la iglesia del barrio de San Francisco que conocemos actualmente y que fue perdiendo progresivamente el culto que en ella se mantenía hasta la actualidad.

Sirva este pequeño artículo como acción de gracias a los arriba citados y otros que, al promover su fundación, nos la legaron como bien histórico patrimonial.


REFERENCIAS

AHPLP.1. Protocolos notariales. Escribano Hernán de Gutiérrez. Telde. 1541.

AHPLP.2. Protocolos Notariales. Escribano Pedro Fernández de Chávez. Telde. 1568-1570.

AHPLP.3. Protocolos Notariales. Escribano Hernando de Padilla. Las Palmas de Gran Canarias. 1535.

AHPLP.4. Protocolos Notariales. Escribano Juan de Vega. Telde. 1557-1563.

AHPLP.5. Protocolos Notariales. Escribano Juan de Vega. Telde. 1577.

Cazorla León, S. (1992). Historia de la Catedral de Canarias. Real Sociedad Económica de Amigos del País. Las Palmas de Gran Canaria.

Chil y Naranjo, G. (1891). Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Vol. 3. Imprenta La Atlántida. Las Palmas de Gran Canaria.

Diócesis de Canarias (org). (2004). La Huella y la Senda. Islas Canarias en https://restauracionlapalma.com/wp-content/publicaciones/lahuellaylasenda.pdf [consultado el 26/09/2025].

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde en https://mdc.ulpgc.es/s/mdcte/item/259809 [consultado el 24/09/2025]. 

Suárez Quevedo, D. (1992). "El convento franciscano de Telde (Gran Canaria). Datos para la historia de una institución desaparecida" en Revista de Historia Canaria, núm. 176, pp. 277-314. 

Torriani, L. (1959 [1590]). Descripción e historia del reino de las islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus fortificaciones. Traducción del Italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.

24 julio 2025

DE CUANDO SAN DIEGO ESTUVO EN MELENARA

Talla relicario de San Diego de Alcalá de su ermita en Betancuria
Fotografía del autor en su exposición en la Catedral recién restaurada (2023)

“Ofrecióse el Capitán Cabrera pasar á Canaria por la vía del comercio, é instado por San Diego á querer pasar él también á Canaria, le advertía del peligro. Dieron vista á Canaria por la Isleta y fueron a surgir a Melenara, frontero de Telde, y tiénese en Canaria por evidencia que San Diego estuvo allí, en la cueva de esta playa, que yo he visto y he estado dentro, la pisó el Santo y esperó en ella por más de tres horas el aviso del Rey de Telde, que los mandó salir de la tierra porque supo venía fraile allí, y añadió el Rey Canario que no esperase otra respuesta que las armas y disgustado contra su voluntad salió de Canaria. Oílo decir a los antiguos que San Diego estuvo en Canaria” (Marín, f. 82).

Es curiosa esta aseveración que Marín de Cubas hace en 1694 fiado de la tradición oral. Teniendo en cuenta las características del autor, sin embargo, no sabemos si su relato no es más que una mixtificación de lo que realmente recoge la biografía oficial del santo escrita por fray Antonio Rojo en 1663. En cuanto a los deseos del mismo de evangelizar la isla de Canaria (Gran Canaria), narra que ni siquiera pudo desembarcar en ella porque fuertes vientes contrarios dieron con la expedición nuevamente en Fuerteventura, hecho que el santo interpretó "como voluntad de Dios que le juzgaba indigno del martirio" (Rojo, pp. 97-98). 

En 1725, otro autor franciscano, fray Eusebio González, también recoge el fuerte deseo de san Diego de evangelizar hasta el martirio, si hiciera falta, en la isla de Gran Canaria, aduciendo no al mal tiempo sino a que el propio capitán del barco en el que iba así como sus frailes acompañantes se conjuraron para regresar a Fuerteventura sin darle oportunidad de desembarcar en Canaria, muy a su pesar, dada la peligrosidad de los canarios por ellos conocida (González, p. 325).

Así que, si san Diego estuvo en Telde o no, solo podemos creerlo si tomamos como certero a Marín de Cubas lo que, por otro lado, parece que no hizo el propio Viera y Clavijo cuando en 1772 narra los mismos deseos infructuosos de san Diego por evangelizar Canaria aún a costa de ser martirizado como sus antecesores en la misión (Viera, pp. 442-443) siguiendo la versión de González antedicha. Por cierto, a colación de estos antecesores, bien podrían ser aquellos que en torno a 1424, con la expedición del luso Fernando de Castro, fueron lanzados al mar desde el Salto del Castellano (Alonso, pp. 43-49).

Es una lástima que Marín no especifique si entre los antiguos a los que les ha oído que san Diego estuvo en Melenara se encontraban los propios frailes del convento teldense con quienes, además, aprendió las primeras letras y mantuvo trato frecuente. Sin embargo, su vehemencia a la hora de afirmar que él mismo estuvo en la cueva donde los aborígenes hicieron esperar al santo muestra que esta era un lugar señalado y marcado en la memoria de sus coetáneos.

Melenara en la década de los 60-70 del s. XX (FEDAC)
Pueden observarse las antiguas casas que ya existían

Teniendo en cuenta la orografía de la playa de Melenara y su transformación antrópica, las cuevas que pudieron existir en el cantil que se eleva en su zona norte, sobre la cual radica la actual avenida hacia Taliarte, fueron pasto de la construcción de los edificios modernos. Sólo queda una pequeña casa centenaria construida junto al risco (c/ Luis Morote, 49).

Antigua casa pegada al cantil de Melenara que aún pervive (Google Maps)

Es cierto que por Melenara se conocía a todo el cabo de la costa teldense que también acoge la zona actual de Taliarte y la Baja de Melenara. Así, otras posibles cuevas que pudieron acoger al santo pueden ser las que ya están más inmediatas al mencionado puerto donde, además, se conserva el topónimo de “Las Cuevas” por las que allí se siguen encontrando, una de ellas horadada en los riscos en la misma orilla del mar, cerca de la cala de Taliarte, y otras ya en la misma zona portuaria bajo el faro. De ser en estas cuevas donde estuvo san Diego, quizás fuera él quien trajo consigo la imagen de la Virgen que allí dejara, entroncando con la leyenda de la Virgen Blanca, llevaba al convento franciscano de Telde tras ser encontrada "en una cueva del Castellano”, que justo refiere a dichas cuevas y lugar (Hernández, p. 175).

Mapa topográfico de la Baja de Melenara y La Cuevas (GRAFCAN)

Al fin y cabo, esta idea no es descabellada porque, precisamente, el quehacer misionero de los franciscanos en Canarias partía siempre de la erección de pequeños oratorios en las costas de las islas desde los cuales ir ganando el favor de la población aborigen para adentrarse y asentarse definitivamente en la isla (García, pp. 20-21). Quizás, estos primeros pasos de una nueva incursión misionera y franciscana desde la costa teldense es lo que sustentaba la tradición oral de la que fue partícipe Marín de Cubas.

En este sentido, quién sabe si en otra intentona, por el poniente, en la actual Aldea de San Nicolás de Tolentino, también en una cueva de su playa, dejara la imagen de San Nicolás el mismo santo que, aunque conocemos a posteriori como “del Alcalá” por ser la localidad donde murió, se llamaba “de San Nicolás” por haber nacido en la localidad sevillana de San Nicolás de Puerto. Serían luego los misioneros agustinos llegados con Alonso de Lugo quienes desde Agaete o desde la vecina Tenerife (zona de Güimar-Candelaria) evangelizarían la zona y cambiando la advocación al santo agustino desde la del obispo de Mira pues, no hay que olvidarlo, la ermita cavernícola primigenia de La Aldea data con anterioridad a la canonización de San Nicolas de Tolentino (5 de junio de 1446 por el papa Eugenio IV) por lo que sería imposible haberla intitulado así. Precisamente, a la familia de los marqueses de Villanueva del Prado, los Nava y Grimón (naturales de Tenerife y protectores de la orden agustina en la isla) debemos la edificación de la iglesia aldeana en su actual emplazamiento a partir de 1700 (Suárez, p. 132).

Sería bueno que se retomara entre los teldenses la devoción a san Diego de Alcalá quien, tras su canonización en 1588, fue propuesto sin éxito como patrono del archipiélago, dio nombre a la provincia franciscana de Canarias y fue honrado por la diócesis de Canarias decretando su día, 13 de noviembre, como fiesta de precepto (conmemoración hoy olvidada). Del mismo modo, en el cenobio minorita teldense su imagen comenzó a procesionar junto a la de san Francisco de Asís hasta bien entrado el siglo XX.

Procesión de San Francisco, Santa Rita y San Diego (en primer lugar)
bajando por la calle Carlos Eusebio Navarro hacia la de Tres Casas (FEDAC)

A quien, cosas de nuestra historia, bien pudo recorrer las arenas de Melenara entre los años 1441 y 1450 preocupado por el bienestar de los canarios (García, p. 31), bien podría recordársele con una pequeña imagen suya al término de la calle Luis Morote e inicio del muelle de Melenara, lugar que tan bien se presta para serlo de memoria de este hito histórico.


REFERENCIAS:

Alonso Morales, E. C. (2023). Vida del bienaventurado Jehan Le Verrier, capellán de Jehan de Béthencourt y fervoroso apóstol evangelizador de las ínsulas de Canaria en el primer cuarto del siglo XV, deán y coadjutor del obispo de la diócesis rubicense. Imprenta online S. L. U. Zaragoza – Telde.

García Oro, J. (2003). “La misión franciscana en Canarias. La conciencia misionera de la Iglesia Moderna resucita en Canarias” en Tebeto. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, núm. 16, pp. 13-48.

González de Torres, E. (1725). Chrónica seraphica, dedicada a N. Rmo. P. Fray Juan de Soto, Comissario General de toda la Orden de N. P. S. Francisco en esta Familia Cismontada, y de las Indias, &c. Sexta Parte. Imprenta de la viuda de Juan García Infançón. Madrid.

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde.

Marín de Cubas, T. (1993 [1694]). Historia de las siete islas de Canaria. Canarias clásica. La Laguna.

Rojo, A. (1663). Historia de San Diego de Alcalá, fundación y frutos de santidad que ha producido su convento de Santa María de Jesús de la Orden de N. P. S. Francisco de la Observancia de la Santa Provincia de Castilla. Imprenta Real. Madrid.

Suárez Moreno, F. (1999). La Historia de la Aldea de San Nicolás. Ayuntamiento de la La Aldea de San Nicolás. Cabildo de Gran Canaria. Centro de la Cultura Popular Canaria.

Viera y Clavijo, J. (1772). Noticias de la historia general de las islas de Canaria (…). Tomo Primero. Imprenta de Blas Román. Madrid.

13 marzo 2025

LA MORERÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA, ¿UNA MEZQUITA Y UN PALOMAR?

Vista aérea del barrio de S. Francisco, antes de Ntra. Sra. de la Antigua (Google Earth)

La presencia de esclavos moriscos en las plantaciones de la Telde desde mediados del siglo XVI en adelante es bastante conocida. De hecho, su presencia tan numerosa en algunas zonas hizo que éstas fueran conocidas como barrio berberisco o, simplemente, Berbería, como aún hoy testimonia la calle Barbería (realmente Berbería) en las cercanías de la plaza de San Gregorio. Esta población esclava de origen bereber llegaba a las islas de manera forzada, fruto de cabalgadas en las costas africanas vecinas, con la imposición de convertirse al cristianismo y abandonar su fe mahometana. No obstante, la Inquisición en Canarias no vigiló tanto a la población morisca como a la judeoconversa por la práctica secreta de sus respectivas creencias anteriores (Aznar Vallejo).

Por otro lado, con antelación a esta afluencia berberisca esclava, nos encontramos en nuestra ciudad la presencia de mudéjares, musulmanes que no eran esclavos sino que se llegaron con los demás repobladores tras la conquista y que siguieron practicando libremente su fe hasta bien entrado el siglo XVI pues “la pragmática del 12 de febrero de 1502 de los Reyes Católicos que disponía que los moros abandonasen España o abjurasen del islamismo, no tuvo aplicación en Canarias” (Santana, p. 640).

Tuvo pues la naciente Telde su morería localizada, sin lugar a dudas, en la manzana que queda delimitada por las calles que actualmente se denominan Portería, Montañeta de San Francisco y Altozano del barrio de San Francisco, antes de Santa María de la Antigua.

“En la noble çibdad Real de Las Palmas que es en esta ysla de la Grand Canaria en diez e ocho días del mes de setiembre año del nasçimiento de Nuestro Salvador Ihesu Christo de mill e quinientos e quarenta e nueve años estando ayuntados a cabildo en las casas del dicho cabildo como lo an de uso e costumbre el muy magnífico señor don Rodrigo Manrrique de Acuña governador desta dicha ysla por sus magestades e los señores Regidores della e en presençia de my Pedro Ximénez escrivano de sus magestades e tiniente del escrivano mayor del cabildo vezino de la çibdad de Telde su tenor de la qual es este que se sigue.
Muy magníficos señores Pedro Gudino vezino de la çibdad de Telde beso las manos a vuestra señoría e digo que puede aver un mes que yo ove pedido a vuestras señorías me hiziesen merçed de un solar en la çibdad de Telde en el barrio de Nuestra Señora de la Antigua linde con la calle Real que va de Nuestra Señora y por otra parte otra calle que viene de hazia San Sebastián a Nuestra Señora y por otra parte con casas que fueron de los alfaquíes e de la otra un solar de Juan Yanes palomero e por vuestra señoría fue mandado apregonar e se apregonó en la dicha çibdad de Telde e porque no ovo contradiçión me mandaron dar el dicho solar con que el señor liçinçiado del Castillo me lo señalose y llevando la petiçión a la çibdad de Telde después de aver señalado el dicho solar el liçençiado del Castillo trayéndolo para asentar el título se perdió. Suplico a vuestras señorías que constándoles lo de suso contenido ser asy me mande dar título del dicho solar y en ello reçiviré merçed.
El solar que vuestra señoría mandó le señalase se le señaló en el lugar e debaxo de los linderos en la petiçión contenidos tiene çinquenta e seys pies de frontero e çiento e doze de cunplido. El liçençiado del Castillo.
E por los dichos señores governador e regidores y visto dixeron que davan e dieron al dicho Pedro Gudino el dicho solar que pide e donde el liçençiado del Castillo Regidor syn perjuizio de terçero e con que lo labre y aprobeche e dello le mandara dar titulo e que se le asyente en este libro de Repatimientos” (Ronquillo, pp. 414-415).

Estas “casas que fueron de los alfaquíes” indican que allí habitaron varios doctores de la ley islámica, referentes religiosos en la comunidad musulmana. En 1549 estas casas parecen haber sido abandonadas. La animadversión hacia esta comunidad había ido creciendo en la medida que aumentaba la población esclava berberisca y las incursiones de piratas de igual procedencia en las islas. Los cristianos creyeron que estos mudéjares, aliados con los esclavos berberiscos, podían ser una auténtica quinta columna. Así, “con los moriscos libres se intentará su expulsión. En Gran Canaria, el gobernador y el Cabildo la habían decretado en 1538, pero aquellos que habían llegado de forma voluntaria a Canarias para convertirse al cristianismo, logran autorización para quedarse” (Santana, p. 641).

No debieron renegar de su fe estos alfaquíes del barrio de Santa María la Antigua al haber abandonados sus casas con anterioridad a la data reseñada, probablemente tras el inicio de 1541 cuando “las autoridades de Gran Canaria dispusieron que los moriscos libres salieran de esa isla, por lo que algunos pasaron a Tenerife. Allí se encuentran con diversos problemas, se les acusa de no ser sinceros en su conversión y que se pasaban al enemigo en la mínima oportunidad” (Santana, p. 635), misma causa que los llevó a abandonar Gran Canaria. Por lo tanto, la morería teldense pervivió entre los orígenes de la ciudad (1483) y la disposición legislativa reseñada (1541), es decir, más de medio siglo.

No sabemos si estos alfaquíes fueron familia o vecinos de María Hernández ("Las brujas de Telde"), procesada por la Inquisición entre el 14 de noviembre de 1521 y el 10 de octubre de 1522 por pretender curar con hechizos a Juan de Ávila, hijo de Isabel de Talavera, vecinos de la misma ciudad (Rodríguez Galindo, p. 134). 

Esposa del alfaquí Fernán Pérez, relata que sus hijos estaban en la cárcel (luego se fugarían) por lo que no tiene otro medio de subsistencia junto al de la mendicidad (Fajardo, p. 211). Sometida al tormento del agua fue, finalmente, absuelta (Fajardo, p. 254) y puesta en vigilancia por su abjuración del Islam. Todavía en 1525, con 60 años, aparece en el padrón que realiza la Inquisición para controlar a los conversos y sus buenas disposiciones religiosas (Lobo, p. 48).

En el mapa de la ciudad que en torno a 1590 levantara el ingeniero Torriani se observa el lugar en torno a un amplio solar o placetilla que, posteriormente, absorberá la actualmente conocida como Casa de los Sall. En una de las remodelaciones de esta extensa propiedad, que agrupó también varias de las antiguas edificaciones anexas, el presbítero Hernández Benítez y el pintor José Arencibia Gil creyeron identificar restos de lo que creyeron un torreón defensivo así como el arranque de un arco goticista en una pared. El presbítero, según el cronista de Telde González Padrón, avisó a los investigadores Rumeu de Armas y Serra Ráfols para que dieran su parecer de tales vestigios que no dudaron en creerlos anteriores a la conquista castellana (Galindo et Mireles, pp. 32).

Manzana que acogió la morería en el mapa de nuestra ciudad de 1590 (Torriani) 

En cuanto al torreón, cuya base circular de mampuestos fue lo único observado, más que los restos de un alminar, parte de la mezquita que en tal morería existiría, se trataría más bien de uno de los palomares de Juan Yanes, que allí tenía su solar, dada la configuración de los palomares en la época, de planta circular y a modo de torrecilla, tal cual el de los Salazar que aún se conserva en la villa palmera de Mazo (Rodríguez Sánchez).

En cuanto al arco de carácter goticista que el mencionado cronista afirma desapareció con las obras de una pequeña vivienda en el Jardín del Té de la Casa de los Sall en los años 70 del siglo XX (Galindo et Mireles, p. 47), (González), quién sabe si no se trataba del mihrab, el nicho u hornacina que en toda mezquita indica la alquibla, es decir, la dirección de la Meca hacia donde deben dirigir la oración los musulmanes. Esta posible pared de la alquibla, aquella pared donde se encontraba el arco, sigue orientada, casualmente, hacia tal sagrado lugar, aunque hoy sea medianera entre viviendas.


REFERENCIAS

Aznar Vallejo, E. (1983). La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1520). Universidad de Sevilla – Universidad de La Laguna. Madrid.

Fajardo Spínola, F. (1985). "Las Palmas en 1524: hechicería y sexualidad" en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 31, pp. 177-275.

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