24 julio 2025

DE CUANDO SAN DIEGO ESTUVO EN MELENARA

Talla relicario de San Diego de Alcalá de su ermita en Betancuria
Fotografía del autor en su exposición en la Catedral recién restaurada (2023)

“Ofrecióse el Capitán Cabrera pasar á Canaria por la vía del comercio, é instado por San Diego á querer pasar él también á Canaria, le advertía del peligro. Dieron vista á Canaria por la Isleta y fueron a surgir a Melenara, frontero de Telde, y tiénese en Canaria por evidencia que San Diego estuvo allí, en la cueva de esta playa, que yo he visto y he estado dentro, la pisó el Santo y esperó en ella por más de tres horas el aviso del Rey de Telde, que los mandó salir de la tierra porque supo venía fraile allí, y añadió el Rey Canario que no esperase otra respuesta que las armas y disgustado contra su voluntad salió de Canaria. Oílo decir a los antiguos que San Diego estuvo en Canaria” (Marín, f. 82).

Es curiosa esta aseveración que Marín de Cubas hace en 1694 fiado de la tradición oral. Teniendo en cuenta las características del autor, sin embargo, no sabemos si su relato no es más que una mixtificación de lo que realmente recoge la biografía oficial del santo escrita por fray Antonio Rojo en 1663. En cuanto a los deseos del mismo de evangelizar la isla de Canaria (Gran Canaria), narra que ni siquiera pudo desembarcar en ella porque fuertes vientes contrarios dieron con la expedición nuevamente en Fuerteventura, hecho que el santo interpretó "como voluntad de Dios que le juzgaba indigno del martirio" (Rojo, pp. 97-98). 

En 1725, otro autor franciscano, fray Eusebio González, también recoge el fuerte deseo de san Diego de evangelizar hasta el martirio, si hiciera falta, en la isla de Gran Canaria, aduciendo no al mal tiempo sino a que el propio capitán del barco en el que iba así como sus frailes acompañantes se conjuraron para regresar a Fuerteventura sin darle oportunidad de desembarcar en Canaria, muy a su pesar, dada la peligrosidad de los canarios por ellos conocida (González, p. 325).

Así que, si san Diego estuvo en Telde o no, solo podemos creerlo si tomamos como certero a Marín de Cubas lo que, por otro lado, parece que no hizo el propio Viera y Clavijo cuando en 1772 narra los mismos deseos infructuosos de san Diego por evangelizar Canaria aún a costa de ser martirizado como sus antecesores en la misión (Viera, pp. 442-443) siguiendo la versión de González antedicha. Por cierto, a colación de estos antecesores, bien podrían ser aquellos que en torno a 1424, con la expedición del luso Fernando de Castro, fueron lanzados al mar desde el Salto del Castellano (Alonso, pp. 43-49).

Es una lástima que Marín no especifique si entre los antiguos a los que les ha oído que san Diego estuvo en Melenara se encontraban los propios frailes del convento teldense con quienes, además, aprendió las primeras letras y mantuvo trato frecuente. Sin embargo, su vehemencia a la hora de afirmar que él mismo estuvo en la cueva donde los aborígenes hicieron esperar al santo muestra que esta era un lugar señalado y marcado en la memoria de sus coetáneos.

Melenara en la década de los 60-70 del s. XX (FEDAC)
Pueden observarse las antiguas casas que ya existían

Teniendo en cuenta la orografía de la playa de Melenara y su transformación antrópica, las cuevas que pudieron existir en el cantil que se eleva en su zona norte, sobre la cual radica la actual avenida hacia Taliarte, fueron pasto de la construcción de los edificios modernos. Sólo queda una pequeña casa centenaria construida junto al risco (c/ Luis Morote, 49).

Antigua casa pegada al cantil de Melenara que aún pervive (Google Maps)

Es cierto que por Melenara se conocía a todo el cabo de la costa teldense que también acoge la zona actual de Taliarte y la Baja de Melenara. Así, otras posibles cuevas que pudieron acoger al santo pueden ser las que ya están más inmediatas al mencionado puerto donde, además, se conserva el topónimo de “Las Cuevas” por las que allí se siguen encontrando, una de ellas horadada en los riscos en la misma orilla del mar, cerca de la cala de Taliarte, y otras ya en la misma zona portuaria bajo el faro. De ser en estas cuevas donde estuvo san Diego, quizás fuera él quien trajo consigo la imagen de la Virgen que allí dejara, entroncando con la leyenda de la Virgen Blanca, llevaba al convento franciscano de Telde tras ser encontrada "en una cueva del Castellano”, que justo refiere a dichas cuevas y lugar (Hernández, p. 175).

Mapa topográfico de la Baja de Melenara y La Cuevas (GRAFCAN)

Al fin y cabo, esta idea no es descabellada porque, precisamente, el quehacer misionero de los franciscanos en Canarias partía siempre de la erección de pequeños oratorios en las costas de las islas desde los cuales ir ganando el favor de la población aborigen para adentrarse y asentarse definitivamente en la isla (García, pp. 20-21). Quizás, estos primeros pasos de una nueva incursión misionera y franciscana desde la costa teldense es lo que sustentaba la tradición oral de la que fue partícipe Marín de Cubas.

En este sentido, quién sabe si en otra intentona, por el poniente, en la actual Aldea de San Nicolás de Tolentino, también en una cueva de su playa, dejara la imagen de San Nicolás el mismo santo que, aunque conocemos a posteriori como “del Alcalá” por ser la localidad donde murió, se llamaba “de San Nicolás” por haber nacido en la localidad sevillana de San Nicolás de Puerto. Serían luego los misioneros agustinos llegados con Alonso de Lugo quienes desde Agaete o desde la vecina Tenerife (zona de Güimar-Candelaria) evangelizarían la zona y cambiando la advocación al santo agustino desde la del obispo de Mira pues, no hay que olvidarlo, la ermita cavernícola primigenia de La Aldea data con anterioridad a la canonización de San Nicolas de Tolentino (5 de junio de 1446 por el papa Eugenio IV) por lo que sería imposible haberla intitulado así. Precisamente, a la familia de los marqueses de Villanueva del Prado, los Nava y Grimón (naturales de Tenerife y protectores de la orden agustina en la isla) debemos la edificación de la iglesia aldeana en su actual emplazamiento a partir de 1700 (Suárez, p. 132).

Sería bueno que se retomara entre los teldenses la devoción a san Diego de Alcalá quien, tras su canonización en 1588, fue propuesto sin éxito como patrono del archipiélago, dio nombre a la provincia franciscana de Canarias y fue honrado por la diócesis de Canarias decretando su día, 13 de noviembre, como fiesta de precepto (conmemoración hoy olvidada). Del mismo modo, en el cenobio minorita teldense su imagen comenzó a procesionar junto a la de san Francisco de Asís hasta bien entrado el siglo XX.

Procesión de San Francisco, Santa Rita y San Diego (en primer lugar)
bajando por la calle Carlos Eusebio Navarro hacia la de Tres Casas (FEDAC)

A quien, cosas de nuestra historia, bien pudo recorrer las arenas de Melenara entre los años 1441 y 1450 preocupado por el bienestar de los canarios (García, p. 31), bien podría recordársele con una pequeña imagen suya al término de la calle Luis Morote e inicio del muelle de Melenara, lugar que tan bien se presta para serlo de memoria de este hito histórico.


REFERENCIAS:

Alonso Morales, E. C. (2023). Vida del bienaventurado Jehan Le Verrier, capellán de Jehan de Béthencourt y fervoroso apóstol evangelizador de las ínsulas de Canaria en el primer cuarto del siglo XV, deán y coadjutor del obispo de la diócesis rubicense. Imprenta online S. L. U. Zaragoza – Telde.

García Oro, J. (2003). “La misión franciscana en Canarias. La conciencia misionera de la Iglesia Moderna resucita en Canarias” en Tebeto. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, núm. 16, pp. 13-48.

González de Torres, E. (1725). Chrónica seraphica, dedicada a N. Rmo. P. Fray Juan de Soto, Comissario General de toda la Orden de N. P. S. Francisco en esta Familia Cismontada, y de las Indias, &c. Sexta Parte. Imprenta de la viuda de Juan García Infançón. Madrid.

Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde.

Marín de Cubas, T. (1993 [1694]). Historia de las siete islas de Canaria. Canarias clásica. La Laguna.

Rojo, A. (1663). Historia de San Diego de Alcalá, fundación y frutos de santidad que ha producido su convento de Santa María de Jesús de la Orden de N. P. S. Francisco de la Observancia de la Santa Provincia de Castilla. Imprenta Real. Madrid.

Suárez Moreno, F. (1999). La Historia de la Aldea de San Nicolás. Ayuntamiento de la La Aldea de San Nicolás. Cabildo de Gran Canaria. Centro de la Cultura Popular Canaria.

Viera y Clavijo, J. (1772). Noticias de la historia general de las islas de Canaria (…). Tomo Primero. Imprenta de Blas Román. Madrid.

18 junio 2025

TELDE, CIUDAD DEL POZO

Pozo de Fiol (Carta Etnográfica FEDAC)

Al inicio de la década de los ochenta del siglo XX, el entonces Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria decidió encargar a la empresa INTECSA (Internacional de Ingeniería y Estudios Técnicos S. A.) un detallado inventario sobre los pozos, galerias y catas existentes en la isla. Dentro del proyecto MAC-21, fueron inventariados mediante la visita de los técnicos que se preocupaban por localizar a los dueños, hablar con los maquinistas, vecinos, etc., para conseguir medir la profundidad, realizar catas y comprobaciones de la salubridad del agua, etc.

En el tomo que se ocupa del municipio de Telde (y que pueden consultar aquí) podemos encontrar bastantes datos, no solo para la historia hidráulica de nuestro municipio, sino también sobre las personas "aguatenientes", las principales zonas de cultivo y demás explotaciones agrarias. 

Si tenemos en cuenta las "fechas de concesión" notaremos, enseguida, bien la lucha diaria por arrancar el alimento a la tierra en tiempos de la autarquía de la década de los cuarenta y cincuenta (posguerra), bien el auge de nuevas fincas y plantaciones con el desarrollismo económico propio ya de los sesenta del s. XX.

Por otro lado, además, si atendemos a la "localización" podemos contrastar cómo hay topónimos propios de nuestro municipio que habiendo caído en desuso corren el peligro de desaparecer para siempre al ser fagocitados por el topónimo de entidades de población más numerosa cercanos.  Sirva también para esta publicación para rememorarlo y evitar su olvido.

Aquí van unas tablas-resumen del tomo aludido para facilitar su consulta. En cuanto a los/as "aguatenientes", he recogido solo al primer propietario, por aquello de lo histórico, pudiéndose comprobar en el inventario los/as que lo eran en 1981 y, quién sabe, todavía actualmente.









REFERENCIAS:

FEDAC. Carta etnográfica. Ficha 06176 en https://fichacarta.fedac.org/fichas/6176 (consultado el 3/06/2025).

INTECSA (1981). Inventario de obras de captación y almacenamiento de agua en la isla de Gran Canaria. Obras de captación. Nivel 1. Zona 1. Tno. Mcpal. Las Palmas de Gran Canaria. Telde. Pozos nº del 1001 al 1036. Ecxmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria en https://mdc.ulpgc.es/files/original/c83148567a2fe52cca0eb5ea7d39b37968888986.pdf (consultado el 1/06/2025).

03 mayo 2025

DE LA APARICIÓN DE LA SANTA CRUZ EN NUESTRA CIUDAD

Santa Cruz de El Alcaravanal de Telde (1938) - Fotografía del autor (2018)
(con mi gratitud a Dª Fátima Ascanio Panyasart, hermana del marqués del Muni)

“Sobre la aparición de una cruz en la ciudad de Telde
Durante la tarde del sábado, corrió por la ciudad el rumor que en la ciudad de Telde había aparecido en el tronco de un pino, que unos obreros habían cortado, una cruz, y que el hallazgo había causado general curiosidad.
Se decía que los obreros que se dedicaban a cortar el grueso tronco, al llegar al corazón del mismo, la sierra no funcionaba, y probándolo hasta tres veces, decidieron abrirlo por medio de cuñas, quedando estupefactos al encontrarse en el mismo corazón del tronco, perfectamente dibujado, el signo de la redención.
Guiados por la curiosidad, ayer acudimos a la ciudad de Telde, y efectivamente, en la finca de la señorita de León y Castillo, en el barrio de San Antonio, pudimos apreciar en cada uno de los dos trozos del pino, perfectamente dibujada, una cruz de color oscuro, más visible en una mitad que en la otra.
Durante todo el día de ayer la asistencia de público no sólo de Telde, sino de los pueblos cercanos y de Las Palmas, fue extraordinaria, constituyendo una verdadera romería, quedando todos admirados del prodigio, incluso muchos sacerdotes.
Nosotros oímos muchísimos y muy variados comentarios sobre la aparición de la Cruz, pero no creemos conveniente dar a la publicidad, esperando a que las autoridades competentes en la materia den su opinión sobre el asunto” (“Diario de Las Palmas”, 25/04/1938, p. 5).

Las nuevas generaciones desconocen que el jueves 21 de abril de 1938, jueves de la octava de Pascua, unos trabajadores de la finca de la marquesa del Muni situada en El Alcaravanal, en el camino a La Pardilla, encontraron en el interior del tronco del árbol que aserraban una gran marca en forma de cruz latina. Esta historia es la que siempre contó mi abuelo paterno, Expedito Alonso León, manteniendo con auténtica fe la versión que relató en su momento al periódico, incluso, al confrontarlo con mis dudas sobre si tal señal no serían sino las marcas de las cuñas usadas que, seguramente, dilataron aplicándole fuego para fracturar con mayor celeridad el tronco (de ahí el color negro de una de las cruces).

De izquierda a derecha, Nicolás Hernández Pulido, Paulino Hernández Pulido,
Antonio Henríquez González y mi abuelo paterno, Expedito Alonso León
(Fuente: "La Provincia", 26/04/1938, p. 3)

En el lugar conocido por “El Alcarabanal”, en Telde, aparece en un árbol el signo de la cruz, lo que ha causado curiosidad entre el vecindario.
El domingo, la afluencia de gente a dicho lugar fué enorme.
Una enorme multitud acudió el domingo a la ciudad de Telde a causa de los insistentes humores [sic] que corrieron sobre la aparición de una cruz en el troco [sic] de un árbol de la finca propiedad de la señorita Dolores de León y Castillo, enclavada en el sitio conocido por “El Alcaravanal”.
Y como es natural nosotros también acudimos a comprobar la veracidad de los rumores. Vimos, como el numeroso público allí estancionado [sic], el signo de la cruz perfectamente dibujado en un pedazo del tronco de un árbol, que según nos manifestaron es un pino marino. Los comentarios sobre el mismo ha sido muy variados, pero nosotros nos vamos a limitar a transcribir lo que nos manifestó el mayordomo de la finca, Expedito Alonso León. He aquí lo que nos dijo.
“El jueves pasado, a eso de las once, me encontraba talando este pino marino que ustedes ven, con el trabajador de la finca Manuel Peña Sánchez. La operación de serrar el árbol se llevó a efecto sin inconvenientes hasta más de la mitad del tronco. De pronto notamos que la sierra resbalaba como si hubiera encontrado un trozo de metal o algo que es imposible cortar con aquella sierra.
Como habíamos hecho en varias ocasiones procedimos a colocar unas cuñas para facilitar el corte. En este preciso momento llegaron Antonio Henríquez González y Pedro y Nicolás Hernández Pulido, los que también trabajaron con el fin de pasar con la sierra este tronco que oponía dura resistencia.
Sin lograr, como nosotros, su propósito.
Entonces, apretamos las cuñas con alguna violencia saltando por este motivo un trozo de árbol que cayó a nuestros pies. Cuando lo recogimos para retirarlo vimos, con la consiguiente sorpresa, que en el mismo aparecía en negro una cruz de unos veinte centímetros de alto por unos ocho o diez de ancho. La noticia corrió inmediatamente por la ciudad de Telde acudiendo a los pocos momentos tal cantidad de gente que tuvimos que colocar el trozo de árbol en una habitación, a fin de que pudiera ser visto por el público con más facilidad”.
Esto fue lo que nos contó Expedito Alonso León. Por nuestra parte solo nos queda que decir que el domingo vimos llegar numerosos automóviles de Las Palmas, en los que viajaban personas conocidísimas” (“La Provincia”, 26/04/1938, p. 3).

Multitud de curiosos en el lugar el domingo 24 de abril de 1938
(Fuente: "La Provincia", 26/04/1938, p. 3)

De la afluencia de gente al lugar en automóviles, debo añadir que una prima hermana de mi madre, la entrañable vecina de San Juan Dª Carmita Morales Morales (+ 2008), siempre nos contó que “el cura estaba bastante preocupado por lo que todo el mundo manifestaba” (bastante incrédulo) y que pronto llegó “un camión lleno de militares a ver qué estaba pasando”. No en vano, en plena contienda civil española, es de suponer que aquellas multitudes debían ser vigiladas por los actos que pudieran derivarse de tal encuentro.

Desde 1938 en adelante, las romerías han continuado aunque ya no sean tan numerosas. Raro es el año en que un pequeño grupo de romeros, generalmente vecinos de San Antonio y La Pardilla, no celebren el día de la Cruz (3 de mayo) en el lugar que quedó rebautizado desde entonces como "Finca de la Cruz". Ataviados con nuestra vestimenta tradicional llegaban con tocadores y cestas para el enyesque festivo. Si esta celebración se ha podido seguir haciendo, ha sido gracias a la bondad de la familia de los marqueses del Muni que permiten acceder a su propiedad. De hecho, esta misma familia levantó un pequeño y original oratorio neocanario en el que, en sendas hornacinas acristaladas, pueden admirarse los dos trozos del tronco que siguen siendo testigos de aquella Telde de antaño.

En honor a la honestidad de mi abuelo -estoy seguro de que habría reconocido la invención de serlo-, y ante la ausencia de un análisis pormenorizado y químico de las marcas en ambos trozos del tronco, me atreví a proponer otras posibles causas a tal hallazgo. Así, bien pudo ser que en el pasado alguien grabara una cruz o incrustara alguna sobre el tronco y éste, al crecer e ir engrosando, la terminara absorbiendo cual cicatriz. Al encontrarse el lugar en la entrada natural desde su puerto al núcleo fundacional de la actual ciudad, bien pudieron ser los hacedores de este "prodigio" antiguos misioneros de entre los que llegaron a la isla desde el s. XIV (Alonso, p. 28).


REFERENCIAS

Alonso Morales, E. C. (2018). "Acerca del puerto de Telde, de cuando la Historia atracó en nuestra ciudad" en Guía Histórico Cultural de la Ciudad de Telde, núm. 27, pp. 25-30.

"Diario de Las Palmas", 25/04/1938.

"La Provincia", 26/04/1938.

12 abril 2025

LA SEMANA SANTA EN LOS LLANOS A MEDIADOS DEL SIGLO XX

San Juan Evangelista en la plaza de San Gregorio (FEDAC)

Con el paso de los años, tras el Concilio Vaticano II y la renovadoras ideas que desdeñaban de lo hasta entonces tradicional, fueron quedando en el olvido algunos de los actos que por Semana Santa se llevaban a cabo desde la parroquia de San Gregorio Taumaturgo de nuestra ciudad.

La parroquia de los Llanos de Jaraquemada recibía la Semana Santa con todos sus altares despojados de cualquier ornamentación floral desde el miércoles de Ceniza en que daba comienzo a la Cuaresma. A partir del V Domingo de la misma, además, los santos de sus altares y retablos y hasta la cruz del altar quedaban cubiertas con telas moradas como antesala de los misterios que se iban a solemnizar durante la semana mayor.

La "Burrita" hacia San Juan entrando a la calle Portería desde la calle Carreñas
(Fuente: desconocida, imagen viralizada vía whatsapp)

El domingo de Ramos se conmemoraba la entrada triunfal a Jerusalén con la procesión de “la burrita” cuyo recorrido se alternaba cada año entre la iglesia de San Gregorio Taumaturgo y la de San Juan Bautista. Un año bajaba y otro subía, no en vano, la escultura del Señor “en su entrada triunfal en Jerusalén” fue comprada en los talleres olotinos por ambas parroquias a la vez. Perdida la tradición y, según dicen, por cierta animadversión entre los párrocos de las citadas iglesias, terminó siendo custodiada en la basílica menor de la que ha seguido procesionando cada año hasta la actualidad.

En esta jornada, muchas familias estrenaban sus nuevos vestidos y trajes que habían encargado a las modistas y costureras locales pues, además, recién se estrenaba la primavera, el cambio de temporada. Era el momento, además, en que los jóvenes que atravesaban ya la adolescencia dejaban atrás sus pantalones cortos para comenzar a lucirlos largos, mucho más adecuados a la "madurez" en la que ya principiaban. Entre las mujeres, destacaba el uso de la mantilla canaria y de la española. 

Mujeres con mantilla española durante la Semana Santa teldense (FEDAC)

El Miércoles Santo se llevaba a cabo la procesión "del encuentro” que en nada desmerecía de la que recorría las calles de Vegueta. En sus tronos salían del templo la bella Virgen de los Dolores de Silvestre Bello de luto riguroso, san Juan Evangelista con sus vestes tradicionales (túnica verde y mantolín rojo), la Magdalena, la Verónica y el Cristo con la Cruz acompañado de Simón de Cirene, talla que ya sólo ve la luz ataviado en el belén parroquial como cargador de una piña de plátanos en ofrenda al Divino Infante. 

Desde la plaza peroraba el acontecimiento el párroco con su sermón que intentaba suscitar en los presentes la conversión, el dolor de los pecados y la compasión al que siendo Dios no desdeñó morir por nosotros ¡y de tal manera! Uno de los momentos más esperados era cuando el paño de la Verónica caía desenrollado al limpiar el rostro del nazareno mostrando tres rostros porque tres veces enjugó el rostro del Señor camino del Calvario.

Procesión del Encuentro en las inmediaciones de la plaza de San Gregorio (FEDAC)

El Jueves Santo se llevaba a cabo la celebración de la misa de la Cena del Señor en la que doce hombres del barrio eran elegidos para que el párroco obrara con ellos idéntico gesto simbólico que Cristo en la última cena, el lavado de sus pies. Terminada ésta se reservaba de manera solemne el Pan de los Ángeles en “el monumento” especialmente decorado para tal ocasión. El sagrario de la parroquia de San Gregorio Taumaturgo, en su emplazamiento original (en el centro del retablo mayor), lucía adornado con toda la candelería, bandejas y violeteros plateados que desde días atrás habían limpiado y pulido con esmero un grupo de vecinas. 

El "monumento" en la parroquia de San Gregorio (FEDAC)

Allí quedaba “reservado” el Santísimo Sacramento, entre cientos de calas, primorosamente cultivadas en los jardines de las casas del vecindario para la ocasión, y el titilar de las velas de cera que creaban una atmósfera apropiada para todos los que acompañaban, en su "visita de los monumentos", al que sufría en Getsemaní durante el rezo de la Hora Santa. Allí permanecía, hasta que en la celebración de la Pasión al día siguiente (que no es eucaristía, ni puede celebrarse alguna) es del todo consumido en el momento de la comunión, tras la adoración de la Cruz y la oración de los fieles que en esa jornada es aún más extensa y precisa.

El Viernes Santo, la feligresía de San Gregorio volvía a llenar las calles al mediodía. Terminada la celebración de la Pasión en el templo, procesionaba el Crucificado con la Magdalena a sus pies y, una vez más, la Virgen Dolorosa de Silvestre Bello y el San Juan Evangelista. El gentío era tal, seña de lo que un “Viernes Santo” significaba en la época, que no desmerecía de la procesión de las mantillas catedralicia. Terminada la misma, se acercaba la hora nona (las tres de la tarde), momento en el que nos dicen los evangelios que expiró Jesucristo y el recogimiento se hacía patente al vaciarse las calles del barrio.

Procesión del Viernes Santo a su regreso a la plaza (FEDAC)

El Sábado Santo bien entrada la noche, se llevaba a cabo la celebración de la Vigilia Pascual en la parroquia, extensa eucaristía en la que se bendice el fuego del Cirio Pascual y el agua, agua bendita que, era tradición, se llevaban al término de la misma todos los que quisieran, mayoritariamente aquellas que se encargaban de reponer dicha agua en las benditeras de sus hogares.

El Domingo de Pascua, terminada la solemne eucaristía, la alegría de la chiquillería desbordaba en la plaza de San Gregorio y alrededores pues ¡había resucitado el Señor!, por lo que ya se podían divertir nuevamente, la música volvía a las emisoras de radio (más allá de la sacra de los días previos) y los cines podían continuar con sus estrenos tanto como los cafetines y bares con sus tertulias y tertulianos varios.

13 marzo 2025

LA MORERÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA, ¿UNA MEZQUITA Y UN PALOMAR?

Vista aérea del barrio de S. Francisco, antes de Ntra. Sra. de la Antigua (Google Earth)

La presencia de esclavos moriscos en las plantaciones de la Telde desde mediados del siglo XVI en adelante es bastante conocida. De hecho, su presencia tan numerosa en algunas zonas hizo que éstas fueran conocidas como barrio berberisco o, simplemente, Berbería, como aún hoy testimonia la calle Barbería (realmente Berbería) en las cercanías de la plaza de San Gregorio. Esta población esclava de origen bereber llegaba a las islas de manera forzada, fruto de cabalgadas en las costas africanas vecinas, con la imposición de convertirse al cristianismo y abandonar su fe mahometana. No obstante, la Inquisición en Canarias no vigiló tanto a la población morisca como a la judeoconversa por la práctica secreta de sus respectivas creencias anteriores (Aznar Vallejo).

Por otro lado, con antelación a esta afluencia berberisca esclava, nos encontramos en nuestra ciudad la presencia de mudéjares, musulmanes que no eran esclavos sino que se llegaron con los demás repobladores tras la conquista y que siguieron practicando libremente su fe hasta bien entrado el siglo XVI pues “la pragmática del 12 de febrero de 1502 de los Reyes Católicos que disponía que los moros abandonasen España o abjurasen del islamismo, no tuvo aplicación en Canarias” (Santana, p. 640).

Tuvo pues la naciente Telde su morería localizada, sin lugar a dudas, en la manzana que queda delimitada por las calles que actualmente se denominan Portería, Montañeta de San Francisco y Altozano del barrio de San Francisco, antes de Santa María de la Antigua.

“En la noble çibdad Real de Las Palmas que es en esta ysla de la Grand Canaria en diez e ocho días del mes de setiembre año del nasçimiento de Nuestro Salvador Ihesu Christo de mill e quinientos e quarenta e nueve años estando ayuntados a cabildo en las casas del dicho cabildo como lo an de uso e costumbre el muy magnífico señor don Rodrigo Manrrique de Acuña governador desta dicha ysla por sus magestades e los señores Regidores della e en presençia de my Pedro Ximénez escrivano de sus magestades e tiniente del escrivano mayor del cabildo vezino de la çibdad de Telde su tenor de la qual es este que se sigue.
Muy magníficos señores Pedro Gudino vezino de la çibdad de Telde beso las manos a vuestra señoría e digo que puede aver un mes que yo ove pedido a vuestras señorías me hiziesen merçed de un solar en la çibdad de Telde en el barrio de Nuestra Señora de la Antigua linde con la calle Real que va de Nuestra Señora y por otra parte otra calle que viene de hazia San Sebastián a Nuestra Señora y por otra parte con casas que fueron de los alfaquíes e de la otra un solar de Juan Yanes palomero e por vuestra señoría fue mandado apregonar e se apregonó en la dicha çibdad de Telde e porque no ovo contradiçión me mandaron dar el dicho solar con que el señor liçinçiado del Castillo me lo señalose y llevando la petiçión a la çibdad de Telde después de aver señalado el dicho solar el liçençiado del Castillo trayéndolo para asentar el título se perdió. Suplico a vuestras señorías que constándoles lo de suso contenido ser asy me mande dar título del dicho solar y en ello reçiviré merçed.
El solar que vuestra señoría mandó le señalase se le señaló en el lugar e debaxo de los linderos en la petiçión contenidos tiene çinquenta e seys pies de frontero e çiento e doze de cunplido. El liçençiado del Castillo.
E por los dichos señores governador e regidores y visto dixeron que davan e dieron al dicho Pedro Gudino el dicho solar que pide e donde el liçençiado del Castillo Regidor syn perjuizio de terçero e con que lo labre y aprobeche e dello le mandara dar titulo e que se le asyente en este libro de Repatimientos” (Ronquillo, pp. 414-415).

Estas “casas que fueron de los alfaquíes” indican que allí habitaron varios doctores de la ley islámica, referentes religiosos en la comunidad musulmana. En 1549 estas casas parecen haber sido abandonadas. La animadversión hacia esta comunidad había ido creciendo en la medida que aumentaba la población esclava berberisca y las incursiones de piratas de igual procedencia en las islas. Los cristianos creyeron que estos mudéjares, aliados con los esclavos berberiscos, podían ser una auténtica quinta columna. Así, “con los moriscos libres se intentará su expulsión. En Gran Canaria, el gobernador y el Cabildo la habían decretado en 1538, pero aquellos que habían llegado de forma voluntaria a Canarias para convertirse al cristianismo, logran autorización para quedarse” (Santana, p. 641).

No debieron renegar de su fe estos alfaquíes del barrio de Santa María la Antigua al haber abandonados sus casas con anterioridad a la data reseñada, probablemente tras el inicio de 1541 cuando “las autoridades de Gran Canaria dispusieron que los moriscos libres salieran de esa isla, por lo que algunos pasaron a Tenerife. Allí se encuentran con diversos problemas, se les acusa de no ser sinceros en su conversión y que se pasaban al enemigo en la mínima oportunidad” (Santana, p. 635), misma causa que los llevó a abandonar Gran Canaria. Por lo tanto, la morería teldense pervivió entre los orígenes de la ciudad (1483) y la disposición legislativa reseñada (1541), es decir, más de medio siglo.

No sabemos si estos alfaquíes fueron familia o vecinos de María Hernández ("Las brujas de Telde"), procesada por la Inquisición entre el 14 de noviembre de 1521 y el 10 de octubre de 1522 por pretender curar con hechizos a Juan de Ávila, hijo de Isabel de Talavera, vecinos de la misma ciudad (Rodríguez Galindo, p. 134). 

Esposa del alfaquí Fernán Pérez, relata que sus hijos estaban en la cárcel (luego se fugarían) por lo que no tiene otro medio de subsistencia junto al de la mendicidad (Fajardo, p. 211). Sometida al tormento del agua fue, finalmente, absuelta (Fajardo, p. 254) y puesta en vigilancia por su abjuración del Islam. Todavía en 1525, con 60 años, aparece en el padrón que realiza la Inquisición para controlar a los conversos y sus buenas disposiciones religiosas (Lobo, p. 48).

En el mapa de la ciudad que en torno a 1590 levantara el ingeniero Torriani se observa el lugar en torno a un amplio solar o placetilla que, posteriormente, absorberá la actualmente conocida como Casa de los Sall. En una de las remodelaciones de esta extensa propiedad, que agrupó también varias de las antiguas edificaciones anexas, el presbítero Hernández Benítez y el pintor José Arencibia Gil creyeron identificar restos de lo que creyeron un torreón defensivo así como el arranque de un arco goticista en una pared. El presbítero, según el cronista de Telde González Padrón, avisó a los investigadores Rumeu de Armas y Serra Ráfols para que dieran su parecer de tales vestigios que no dudaron en creerlos anteriores a la conquista castellana (Galindo et Mireles, pp. 32).

Manzana que acogió la morería en el mapa de nuestra ciudad de 1590 (Torriani) 

En cuanto al torreón, cuya base circular de mampuestos fue lo único observado, más que los restos de un alminar, parte de la mezquita que en tal morería existiría, se trataría más bien de uno de los palomares de Juan Yanes, que allí tenía su solar, dada la configuración de los palomares en la época, de planta circular y a modo de torrecilla, tal cual el de los Salazar que aún se conserva en la villa palmera de Mazo (Rodríguez Sánchez).

En cuanto al arco de carácter goticista que el mencionado cronista afirma desapareció con las obras de una pequeña vivienda en el Jardín del Té de la Casa de los Sall en los años 70 del siglo XX (Galindo et Mireles, p. 47), (González), quién sabe si no se trataba del mihrab, el nicho u hornacina que en toda mezquita indica la alquibla, es decir, la dirección de la Meca hacia donde deben dirigir la oración los musulmanes. Esta posible pared de la alquibla, aquella pared donde se encontraba el arco, sigue orientada, casualmente, hacia tal sagrado lugar, aunque hoy sea medianera entre viviendas.


REFERENCIAS

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Torriani, L. (1959 [1590]). Descripción e historia del reino de las islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus fortificaciones. Traducción del Italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.