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| Imagen de la Virgen de Candelaria de Tara en su trono para las fiestas de 2024 (Fotografía del autor) |
Si confiamos en las aportaciones del historiador Marín de Cubas, la primera advocación mariana que se veneró en la Telde aborigen fue la Virgen de Candelaria pues una imagen suya presidía el oratorio de la Torre de Gando hasta su destrucción en torno a la década de los sesenta del siglo XV. Acerca de esta destrucción narra «cómo quitaron primero la madera y junta la quemaron, y piedra por piedra le volvieron muy lejos de allí los canarios: los dos padres que asistían a la Capilla u oratorio de la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria por la antecedente noticia que hubo de esta Señora. Estos religiosos vivieron cerca de Agüimes cautivos algunos años exhortando a los cristianos» (Marín, fol. 97).
Debemos ser conscientes de que quizás este oratorio fuera el de la torre y casa de oración que levantó Diego de Silva en la actual Telde, que es la que fue destruida, no así la de Gando, confusión de la historiografía canaria ya aclarado por Serra, Rumeu y otros.
No obstante, siguiendo a Marín de Cubas, teniendo en cuenta a dónde fueron llevados los religiosos y su misión durante el cautiverio, más bien podría tomarse tal hecho como el origen de la devoción a la Virgen de la Candelaria en el actual Ingenio. Allí arraigó tal devoción mariana, actual patrona del municipio, con la erección de una primera ermita en torno a la mitad del siglo XVI.
En nuestra ciudad, por el contrario, la devoción a la Virgen de la Candelaria fue pronto retomada por sus repobladores conocedores de los milagros obrados por su imagen milagrosamente aparecida en la isla de Tenerife. Así sale a relucir en la historia que sobre la misma compuso el dominico fray Alonso de Espinosa en 1594.
«De como Nuestra Señora de Candelaria sanó a una mujer de unas calenturas y peste.
MILAGRO TREINTA Y NUEVE
El sobredicho año [1531], una mujer natural de Lanzarote, llamada Margarita Franquez, habiendo venido a la isla de Canaria, a la ciudad de Telde, fue herida de peste; y sobre ella las acostumbradas calenturas la pusieron en tal extremo, que tenía perdido el sentido, con los demás actos naturales. Y hallándose así, se encomendó a Nuestra Señora de Candelaria allá en su pensamiento, lo mejor que podía (quien estaba privada de los exteriores sentidos), y prometió de venir a su bendita casa en romería.
Hecho el prometimiento, aquél que tuvo poder de mandar que la calentura dejase a la suegra de Pedro mandó a la calentura que abrasaba a aquella mujer, y luego por los merecimientos de la Virgen de Candelaria la calentura cesó, sin más venirle, y de la enfermedad de peste quedó sana. Luego cumplió su promesa, viniendo a su romería, y estando en ella contó el caso sucedido al padre Tomás de Santiago, y él lo afirma» (Espinosa, p. 194).
«De una mujer que estuvo año y medio de mal de bubas tullida, y por medio de esta santa imagen fue sana.
MILAGRO CINCUENTA Y CINCO
El año de mil quinientos cincuenta y cuatro, una buena mujer, por nombre María Hernández, vecina de la ciudad de Telde, en la Gran Canaria, mujer de Juan Batista, nata, estuvo de una larga y pesada enfermedad año y medio en una cama tullida, tal que no se podía levantar, porque tenía siete y ocho llagas asquerosas en los muslos, rodillas y garganta, de mal francés que llaman bubas. Y eras las llagas tales y el humor que se criaban tan malo, que ningún médico le daba ni sabía remedio, antes la habían desahuciado de la vida.
Viéndose así la triste mujer, tan al cabo y tan sin remedio, se encomendó con mucha fe y devoción a Nuestra Señora de Candelaria, cuya devota era y cuya imagen de bulto tenía en su aposento, a quien muy a menudo y de ordinario se encomendaba, en este día sábado en la noche; y estaba con mucha pena, por ser el día que era y no tener con qué alumbrar la dicha imagen y estar a oscuras. Y súbitamente vio la dicha imagen con una vela encendida; y desde este punto comenzó a sentir mejoría en su enfermedad.
Y como cierta muchacha suya, que había ido por aceite para alumbrar la dicha imagen, entrase por la puerta con él, desapareció la lumbre que veía.
Pasados algunos días, un jueves a las nueve del día, estando la pobre paciente con grandes dolores y comezón que se deshacía, hallándose sola, comenzó a llamar a Nuestra Señora de Candelaria con grande ahínco que la ayudase, por espacio de media hora o más, habiendo este tiempo rezado sus devociones y ofreciéndolas como mejor había podido.
Y estando en esto, vio súbitamente delante de sí una mujer vestida de blanco, muy hermosa, la cual entendió ser la Candelaria; y así le dijo:
- Señora mía de Candelaria.
Y ella respondió:
- Mujer, yo soy contigo; ¿no me llamabas?
- Sí llamaba, señora, dijo la enferma, mas no puedo levantarme para recibiros ni haceros reverencia.
Díjole entonces la reina de vida:
- Pues, levántate, que sana estás.
Y luego, en ese punto se puso la buena mujer en pie, sin saber cómo, en medio de la casa, sana de su tullimiento y enfermedades. Y hallóse vestida de un jubón blanco de lienzo que a su cabeza tenía, sin saber quién se lo hubiese vestido. Y fue tanta su admiración de verse sana, que dio voces, a las cuales acudió toda la vecindad y pueblo y dieron gracias a Dios Nuestro Señor y a su bendita madre del repentino acaecimiento y sanidad no pensada.
La dicha mujer, queriendo a la noche ver sus llagas y curarlas, hallólas todas tan sanas, como si hubiera mucho tiempo que lo estaban. Luego puso por obra su romería, y fue a Candelaria, donde sirvió en aquella casa mucho tiempo a Nuestra Señora.
Todo esto cuenta el padre fray Gil y el padre fray Francisco de Santo Domingo» (Espinosa, pp. 208-210).
No obstante, esta devoción a la Candelaria no parece haber tenido reflejo en templo propio o altar dedicado en las iglesias de la ciudad hasta bien entrado el siglo XVIII más allá de la prescriptiva celebración eucarística de la Iglesia Católica cada dos de febrero en conmemoración de la Presentación en el Templo o la Purificación de Nuestra Señora.
En el archivo parroquial de la basílica de San Juan Bautista «a partir de 1763 comienza a reflejarse la fiesta del Santísimo Cristo del Altar Mayor, con realización de procesión circular; la procesión de La Candelaria, que se realizaba en San Sebastián, a principios de febrero o, entre otras, la procesión del Domingo de Ramos, San Antonio, San Ignacio, Santa Rosalía» (Acosta, p. 45).
Si en tal ermita cuajó la devoción a la Candelaria, con procesión y, por lo tanto, imagen procesional incluida, fue sin duda por la obra de los vecinos franciscanos del convento de Santa María La Antigua que desde ella atenderían a los habitantes de la cercana Tara que allí encontraban el templo más cercano donde celebrar su fe.
Algunos franciscanos, quizás procedentes desde los hermanos conventos tinerfeños, al calor de la orografía propia de Tara (barrio eminentemente troglodita), implantaron la devoción a la Virgen que en una cueva de la costa tinerfeña tuvo su primera morada y que ya se postulaba como patrona del archipiélago. Además, quizás, también lo hicieron con el propósito de resignificar una cueva que hoy en día se sabe que era un lugar de culto astronómico de los antiguos canarios (Barrios, Valencia et Brito), carácter sagrado que no habrían olvidado aún por aquellos días sus vecinos.
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| Cueva de la Virgen de Tara (Barrios, Valencia et Brito, p. 8) |
No sabemos si los frailes acudían en procesión con la imagen a la cueva o si en ella establecieron un pequeño oratorio pues de lo único que hay constancia es que el culto a la Virgen de la Candelaria se celebraba en torno a la ermita de San Sebastián. De usarse la cueva como lugar de culto, tampoco se ha podido datar fehacientemente desde cuándo, transidas algunas datas con exageraciones y folclore propios de la transmisión oral.
No obstante, por fuerza mayor, el año de 1868 parece tornarse clave al ser el año en que el alcalde de la ciudad de Telde, José Falcón Vega, decide derruir la ermita de San Sebastián al calor de la Revolución Gloriosa (Hernández, pp. 177-178). El ajuar religioso de la misma pasó, mayoritariamente, a la ya exconventual de San Francisco y, de ésta, posteriormente, a la basílica de San Juan Bautista.
Sin duda, ésta es la que se volvió a entronizar en la actual iglesia de Tara tras su bendición por el nuncio de Su Santidad en España en mayo de 1970. “A continuación Monseñor Dadaglio, revestido de pontifical, bendijo el exterior del templo con el ritual de rigor, haciendo las asperciones con un ramo de olivo. Inmediatamente después, la delicada imagen de Nuestra Señora de Candelaria de Tara, portada por el párroco de la iglesia de San Francisco de nuestra ciudad, reverendo Padre don Miguel Ojeda, y cura ecónomo del templo de Tara, siendo precedido por los señores Vega Guerra” (“La Provincia”, 5/05/1970, p. 8).
Esta imagen de la Virgen de la Candelaria guarda muchas similitudes artísticas con la imagen de Nuestra Señora del Rosario de la de la basílica de San Juan Bautista de la que es coetánea. Ambas debieron ser obra del mismo imaginero, un imaginero cercano a los frailes franciscanos, si no de un fraile mismamente. Curiosamente, hasta los tiempos de don Teodoro Rodríguez como párroco de San Juan Bautista, la Virgen del Rosario era puesta en su trono para la fiesta de la Candelaria, a manera de altar de cultos, fungiendo como tal, portando ella la candela en su mano y el Niño vestido "de cristianar" que se decía, además de con un gracioso bonete.
Debemos reseñar que la familia Navarro sostiene de otra imagen de la Virgen de la Candelaria, que en 2007 donaron a la iglesia de Tara, que es la que realmente se veneraba en la Cueva de la Virgen, siempre custodiada por sus antepasados (Barrios, Valencia et Brito, pp. 20-21). Atendiendo al lenguaje estilístico de la talla, escuela levantina o catalana, no sevillana, del siglo XIX, no podemos sino creer que ante el derribo de la ermita de San Sebastián en 1868 esta familia de Tara, que como el resto de sus vecinos se vio despojada de su lugar de culto y de su patrona, entronizaron una nueva imagen en la cueva como remedo de la desaparecida ermita.
Por la sacralidad de la imagen celebrada en la ermita de San Sebastián es impensable que de la ermita derruida pasara a ser entronizada y venerada en una cueva, pasó a la iglesia de San Francisco, por lo que no sabemos cuál es la imagen que el actual cronista de Telde afirma que los Rodríguez Quetler, suegros de Matías Vega Guerra, se llevaron de la cueva y pasaron a custodiar en su casa desde 1931 ante la situación política del país (Cuenca, s/p), a no ser que sea la donada por la referida familia Navarro que, sin embargo, no son parientes de los anteriores.
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| Imagen de la Virgen de Candelaria donada a la iglesia por la familia Navarro en 2007 (Barrios, Valencia et Brito, p. 20) |
Esta imagen devocional privada, es lo que pudo llevar a Hernández a no referir nada de su existencia cuando describió la Cueva de la Virgen que él conoció como de Los Guaires y que, por supuesto, no consideraba lugar de culto católico alguno. Además, cuando la visitó, seguramente esa imagen tampoco se encontraba ya en su interior pues refiere en su descripción que la cueva había sufrido una reciente reducción de su corredor de entrada por la extracción de toba para cantos (Hernández, p. 46), lo que motivaría que la imagen se hallara a salvo en la casa de sus propietarios, sin que sepamos si de los antepasados de los Navarro o si de los Rodríguez Quetler.
Sea como fuera, desde mayo de 1970, el barrio de Tara cuenta con su actual templo de la Virgen de Candelaria gracias a la promoción, construcción y donación que de él hiciera el matrimonio formado por don Matías Vega Guerra y doña Clara Rosa Sintes Rodríguez. En ella se entronizó y sigue venerando la imagen que un día suscitó la devoción de todos los teldenses en la desaparecida ermita de San Sebastián, sobre todo, la de sus feligreses más cercanos, moradores de Tara, que aún la tienen como celestial patrona y abogada.
REFERENCIAS
Acosta Brito, C. R. et Rodríguez Calleja, J. E. (1999). El archivo parroquial de San Juan Bautista de Telde. Cabildo de Gran Canaria. Telde.
Barrios García, J., Valencia Afonso, V. et Brito Mayor, A. (2018). “Investigaciones arqueoastronómicas en Gran Canaria. La recámara equinoccial de la Cueva de la Virgen de la Candelaria (Tara, Telde)” en XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana, núm. 23, pp. 1-22.
Cuenca, J. (2023). “Tara: el Templo perdido de los canarios del Guanartemato de Telde” en “elDiario.es”, 24/03/2023, s/p. https://www.eldiario.es/canariasahora/patrimonio-canarias/tara-templo-perdido-canarios-guanartemato-telde_130_10062238.html#:~:text=La%20Cueva%20de%20La%20Virgen,cuanto%20a%20su%20verdadero%20significado. [consultado el 31/01/2025]
Espinosa, A. de. (1967 [1594]). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Goya ediciones. Santa Cruz de Tenerife.
Hernández Benítez, P. (1958). Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos. Talleres tipográficos de imprenta Telde. Telde.
“La Provincia", 5/07/1970, p. 8.
Marín de Cubas, T. (1993 [1694]). Historia de las siete islas de Canaria. Canarias clásica. La Laguna.



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