05 enero 2025

LA LEYENDA DE DIEGO DE SILVA ¿EN GÁLDAR O EN TELDE?

La Torre de Gando en 1910 (FEDAC)

Sobre el caballero portugués Diogo da Silva de Meneses (c. 1430 – 1504) que intentó la conquista de Gran Canaria y «ganó una aldea de canarios que se llamaba Telde en la qual fizo una fortaleza» (Aznar,  1990, p. 269), se generó una leyenda sobre una de sus correrías por la isla. En la zona de Gáldar fue capturado con todos los suyos y apresado en un gran cercado por los canarios. Cuando todo parecía perdido, Diogo da Silva fue sorprendido por la inexplicable bondad del guanarteme que pactó con él una forma de dejarlos en libertad sin que supieran los aborígenes que su rey estaba en connivencia con los extranjeros.

Desgraciadamente, la leyenda fue transmitida en la historiografía canaria sin un encuadre cronológico preciso, con la progresiva adición de personajes secundarios, la teatralización con diálogos, etc., todo ello debido al mayor o menor barroquismo del escritor. Por ello, al dudarse de su veracidad, es conveniente recurrir a la más antigua de las versiones. Está recogida en la «crónica ovetense» que, todo lo indica, es la copia más cercana a la «crónica madre» de Alonso Jaimes de Sotomayor escrita entre 1477 y 1512.

«Viendo pues Diego de Herrera que allí de aquella parte de la ysla [Gando-Agüimes] no ganava nada, encargó a un caballero llamado Diego de Silba, fidalgo portugués muy onbre por su persona y de mucho gobierno y ánimo, que fuese con gente a dar sobre los canarios que asistían sobre la otra parte de la ysla do llaman Gáldar, que estavan discuydados y desapersibidos, y el buen Silva lo aceptó y estimó en mucho la merçed que el Señor Herrera le hasía de servirse de su persona y entender que en aquella ocasión era de alguna ymportancia y provecho a su servisio. El qual tomó luego dusientos onbres y se embarcó con ellos en dos navíos y fue a surgir de noche en el Bañadero y con luna que hasía. Luego que desembarcó pasó su jente en orden y dio sobre los canarios a el amaneser hasiendo en ellos tal estrago que era mucho de ver por que como les tomaron de sobresalto no pudieron los canarios resistir la furia de Silba como avían hecho otras veses y así huyeron a más andar. Más duró poco esta vitoria, porque luego los canarios apellidaron y avisaron toda la ysla y en poco tiempo se juntaron hasta seiscientos canarios y juntos bolvieron sobre los nuestros con tanto ynpetu y conraje que los conbino rretirarse y entrarse en un sercado que estaba a un lado del lugar de Gáldar a la parte donde se pone el sol, el qual era del tamaño de una gran plasa y rredondo de dos tapias de alto y pared muy ancha y de grandes piedras; el quel tenía dos puertas y entradas una frontero de otra, que les servía de haser en el justiçia de los malhechores; y teniéndolos allí sercados desíanles por señas y ademanes y también de palabra en su lengua, que ya entendían los nuestros algún tanto, que sediesesn pues sus pecados los avían traydo allí a morir, y tanbién avía algunos canarios que sabían muchas palabras castellanas aprendidas de las lenguas desde su principio de las conquistas y éstos hablavan por todos, y el Silba en esta ocasión se mostró muy animoso y esforsó mucho a sus soldados disiéndoles que no desmayasen que la causa de Dios defendían, que él bolbería por ellos y los socorrería en aquella ocasión que estaban, y tomó rresolusión con la lengua que llevaba y les habló que hablasen con el capitán o más principal dellos que diesen asiento sobre este caso y que harían lo que conbiniese a todos donde no que se dessengañasen y estubiesen siertos que ellos no se avían de rrendir sino bender su vida a presio de mucha sangre; y los canarios estaban con tanto coraje que no querían oyr la lengua sino a toda priesa matallos, mas quiso Dios que se asertase a hallar allí su rrey de los canarios que se desía Guadarteme, onbre de ánimo piadoso y rreal, el qual parasen el daño que querían haser y oyr la lengua, y luego se llegó el propio a hablar y poner en rrasón el caso con el dicho Diego de Silba por medio de la lengua, y se agradó tanto de su vista y senblante de las rrasones que el Silba le dijo que se condolió mucho del y de su jente y a el fin le dijo: «ya veys buen capitán cómo os tengo sercado y que es ynposible escapar ninguno de los que aquí están con vida por más que os defendáis, mas quiero que conozcáys que soy rrei y que el daño que a mi jente avéis hecho, y aunque pudiera en esta ocasión tomar bastante y justa bengança, de tu atrebimiento, no quiero otra bengança de ti no que llebes que contar a quien te ynbió y que le digas la bondad que en mí hallastes y dame fee y palabra de la seguridad que mi voluntad merese que yo consintiré ponerme en vuestro poder sin que los míos lo entiendan, y como me tengáis en él publicaréis que me avéis de matar sino os dejan yr libremente, y con esta yndustria escaparéis del furor de mi jente por que de otra manera será ynposible escapar uno sólo de sus manos». Y el capitán Silba le besó las suyas y estimó tal merced y piedad en lo que era rrasón y él hiso juramento y promesa de toda la seguridad; y así con esta confiança el Guadarteme se puso de modo que llegaron y le prendieron y quedó en poder de los nuestros, mas los canarios acudieron en un punto con tanta furia y coraje apellidando; ¡traisión!, en altas bozes, saltando algunos con sus lansas dentro del sercado donde hisieran grande estrago a los nuestros, sino temieran herir o matar a bueltas a su rrey, y tanbién pararon en ello por que su propio rrey asido de los nuestros por seña y a bozes les dijo que se apartasen y sosegasen por que le querían soltar y no hasían mal ninguno más de pedir que los dejasen yr libremente, y con mucha fieresa les dijo que a quien se desmandase y tirase lanças, con lo quel rreportaron los canarios con el deseo que tenían de ver a su rrey libre, y a el fin se consertó que diesen rrehenes los nuestros para dejar a el rrei libre y sin daño alguno para que los dejasen yr libres a enbarcarse, y con esto el rrey propio los sacó y los llevó a enbarcar a sus navíos que estaban casi a una legua de camino por una sierra muy alta y agraria [¿agraz? ¿agria?], la qual hasta oy se llama y se llamará del Puerto de Silva, y los enbarcó y no se apartó dellos hasta que todos estaban enbarcados, y se despidió de Diego de Silva y de los demás con semblante rreal y amoroso, y ellos le echaban mil bendisiones como a quien les abía dado la vida a todos y el Guadarteme se bolvió adonde estaban los suyos, los quales se alegraron mucho con él y largaron los rrehenes sin saber ni aber entendido la bondad que su rrey avía usado con el capitán Silva y su jente» (Morales, pp. 116-119).

Como ejemplo de la distorsión posterior, ya en la «relación de Cedeño» (s. XVII), se relata con nuevos añadidos: desembarcaron en la costa del Aumastel; subieron a un alto cerro que dicen los Palmitares y le prendieron fuego para descubrir camino; la intérprete o lengua que intermedia se identifica con una neófita aborigen María Taçirga; el pacto con el Guanarteme conllevó su conversión y bautizo como Fernando (sabemos que su bautizo fue en la península en 1482) y, por último, el regreso a los barcos se realiza por un sendero por el que podían ser precipitados a traición en cualquier momento (la denominada Cuesta de Silva), protegidos por los propios aborígenes que les ofrecen sus brazos para asirse como garantía de que no sería así (Morales, pp. 346-349).

Por si fuera poco, resta aún más credibilidad a esta historia que su trama es la misma que también se aplicó al conquistador portugués Fernando de Castro en sus intentos de ocupación de las isla de la Gomera en 1424 (Serra, pp. 33-34). De la misma manera se vio atrapado con los suyos por los gomeros y liberados por la bondad de su caudillo. No obstante, no sólo desconocemos la autenticidad de la narración, sino también si fue extrapolada de las hazañas de Fernando de Castro (1424) a Diogo da Silva (1459 en adelante) o viceversa, habida cuenta de su transmisión por cronistas de los siglos XVI y XVII informados por la tradición oral.

La clave que nos aporta Serra al sostener que esta leyenda «acaso tenga algún fundamento real en algún episodio de paz y concierto entre invasores y nativos» (Serra, p. 34), conjuntamente a la toponimia de la isla de Gran Canaria, puede llevarnos a encontrar el pozo de realidad que tiene toda leyenda si la encuadramos geográficamente en Telde y no en Gáldar.

Más allá de que el portugués usurpase la Torre de Gando y se asentase, incluso, dentro de Telde con la ayuda de Pero Feio, es en la costa teldense donde encontramos un «barranco, playa y montaña» que se llaman de Diego de Silva porque por ellas anduvo el luso «unos treinta años de la conquista» (Hernández, p. 338). A partir de este dato, si este fuera el puerto de la leyenda, cabría preguntarse entonces por «el Bañadero» que, por el contrario, relacionamos sobre la marcha con la costa de Arucas, no con la teldense.

Sin embargo, al tener en cuenta que «bañadero» era como se conocían las charcas naturales donde los aborígenes solían tomar sus baños, podríamos pensar que refieren a la charca de Salinetas, vecina a la playa de Silva. La idea no es descabellada si atendemos a «cómo en 1533, Blas Díaz, vecino de Tenerife, suscribe una escritura (AHPLP, P. 741-137) con Cristóbal García, mayordomo de la Iglesia de San Juan de Telde, para traer 80 carros de madera de castaño de Galicia a los puertos de Melenara o del de Bañaderos, en Telde, para la iglesia de San Juan y otra cantidad para el propio Cristobal García de Moguer» (Pérez, p. 24). Así, un puerto «de Bañaderos» era muy cercano al de Melenara (¿Salinetas?) y propio de la costa teldense.

Por otro lado, si aquí desembarcó y comenzó sus correrías barranco arriba, pronto se tropezaría con los poblados de las Cuevas de Jerez, Cuevas de Calacio, Montaña Bermeja (Cuatro Puertas), etc., por cuyos habitantes se pudieron ver atrapados al ser socorridos, además, por los cercanos canarios de otras poblaciones (El Melosal, El Draguillo, Aguatona, Montaña Las Huesas, Tufia, etc.). Puede ser esta la subida hacia el alto cerro que relata Cedeño y que también refrenda la toponimia teldense del s. XVI, no sólo con la Montaña de Silva (Hernández, p. 338), sino también porque de una de las datas de los repartimientos de Gran Canaria sabemos que se localizaba «adelante del barranco de Diego de Silva hazia Agüimes las quales dichas tierras son y comiençan desde la Atalaya hasta llegar a las tierras de Gonçalo Pérez que están a la banda de abaxo en que podrían aver çinquenta hanegadas de sembradura poco más o menos» (Ronquillo et Aznar, p. 119). A los pies de la atalaya reseñada se encuentra aún hoy el Llano de Silva. 

También, como hemos visto, fueron retenidos en un cercado o plaza circular amurallada que cree el cronista que usaban para hacer justicia. Esta estructura a modo de corral de piedra seca podría ser uno de los goros que construían los aborígenes. El gran tamaño del relatado, capaz de mantener apresadas a varias personas, bien pudo ser la característica del que dio nombre a la zona teldense de El Goro y del que, todavía en el siglo XX, se pensaba que era donde los aborígenes encerraban a sus mujeres adúlteras para dejarlas morir (Hernández, p. 321). De la misma manera, un gran cercado de piedra eran las denominadas santidades de los aborígenes, «donde se acogían en tiempo de guerra» (Aznar, 1981, pp. 237-238), lo que nos lleva a pensar en la cercana «Montaña de la Santidad», barranco de Silva-Cazorla arriba. Una vez más, la toponimia cercana al barranco de Silva acude a refrendar la revisión de la leyenda.

El cronista la encuadró en tiempos de amistad entre Diego de Herrera y Diogo da Silva, además de antes de ser construida la torre de Gando. La revisión histórica (Bonnet, Rumeu, etc.) no admite relación alguna de amistad entre ambos previa a la construcción de la torre de Gando por el primero, ni a la dejación de Portugal de la conquista de la isla. Por lo tanto, la leyenda podría estar narrando algo acontecido en «una segunda estancia en el Archipiélago, posterior a 1465» (Rumeu 1975, p. 84) en la que ya le acompañaba Diego de Herrera, entonces ya su suegro. Por tanto, la leyenda podría haber nacido como narración de los intentos de recuperación de la isla, de la misma torre de Gando, que había sido asaltada y usurpada por los aborígenes. Esto explica, quizá, el desembarco en la playa de Silva y no en la de Gando.

Sin embargo, en este segundo periodo ya no habría «encontrado bondad alguna», siguiendo la crónica, en ninguno de los guanartemes y guayres de la isla que se han sentido traicionados por los que, en nombre de Herrera, custodiaban las plazas ganadas en la isla. El cronista, a lo largo de todo su escrito, desconoce (u oculta interesadamente) que Diego de Silva llegó a las islas en nombre y beneficio de Portugal, en contra de Diego de Herrera. Del mismo modo, sitúa la construcción de la Torre de Gando tras la amistad entre ambos. Por lo tanto, la leyenda tendría su pozo de realidad, si lo tiene, en alguna de las intentonas de Silva por usurpar la torre de Gando al señor de las islas en nombre de Portugal, aproximadamente entre 1459 y 1462. Este hecho también explicaría tanto el desembarco en la playa de Silva, ocultos de Gando, para caer sobre los de Herrera de improviso.

En definitiva, si todo ocurrió en Telde y no en Gáldar, el guanarteme o, mejor dicho, el guayre que tuvo de él misericordia pudo ser Maninidra (Chil, p. 566), habitante de la cercana Tufia que ostentó el título de guanarteme de Telde en su lucha contra el usurpador Doramas (Marín, fol. 97) y que era pariente del guanarteme de la leyenda, Fernando (Rumeu 1975, p. 152 y 190), lo que facilitaría la confusión en la leyenda. Desde tal poblado, bien pudo acercarse al cercado donde estaban encerrados los de Silva (El Goro), bien pudo serle presentado en su hogar el capturado, pactándose allí su liberación.

El regreso al puerto que relatan por «una sierra muy alta y agraria», (la denominada Cuesta de Silva guiense), pudo llevarse a cabo por el camino que discurre sobre los acantilados entre el morro de Tufia y la playa de Silva, morro y acantilados de considerable altura desde los que cualquiera de ellos pudo haber sido precipitado al mar, casualmente, la forma habitual en que los aborígenes ajusticiaban a los traidores (Marín, fol. 80, n. 130). Todavía en la cartografía actual este recorrido atraviesa la denominada Finca de Silva.

El sendero entre el Morro de Tufia y la playa de Silva (Fotografía del autor)

Obviamente, sabemos que Diogo de Silva prosiguió sus intentonas y consiguió usurpar la Torre de Gando a Diego de Herrera y tomar la población de Telde, sin contar ya con bondad alguna de los canarios. En las crónicas, en una de estas escaramuzas ya como yerno de Diego de Herrera, al haber quedado apresado Fernando Guanarteme, Diogo da Silva pide a su suegro poderlo liberar en recuerdo de cuando este le perdonó su vida. Curiosamente, los cronistas recogen este episodio añadiendo junto a Fernando Guanarteme la presencia de Maninidra (Abreu, p. 73). La fuente común de todos ellos, Abreu y Galindo, debió contrastarlo así en su investigación del pasado. 

Maninidra, efectivamente, no fue apresado (o retenido) por los de Herrera, pues destacará posteriormente por su lucha contra Juan Rejón, por su rendición ante Pedro de Vera y posterior transformación en la mano derecha de Alonso de Lugo en las conquistas de Tenerife, La Palma y la costa de Berbería donde murió alrededor de 1500.

La extraña misericordia manifestada por el guanarteme que, además, no quería que la conociesen sus súbditos porque no entenderían su connivencia con los extranjeros, puede ser un indicador de su mayor grado de aculturación o cristianización. De hecho, muestra su ánimo de no devolver mal por mal (no vengarse) pidiendo a Silva que refiera a su señor la bondad que él está mostrando. No podemos olvidar que la aculturación de los aborígenes canarios era mayoritaria en la zona teldense gracias a la labor iniciada por los misioneros mallorquines y catalanes en el siglo XIII y proseguida por los normandos Jehan Le Verrier y los franciscanos de Fuerteventura por lo menos hasta su martirio en 1424, casualmente acompañando a otro luso, Fernando de Castro, en su intento de tomar la isla (Alonso). No en vano, ya la bula de creación del obispado de Fuerteventura de 1423 recoge expresamente la existencia de convertidos en algunas partes de Gran Canaria.

Esta labor de avanzadilla evangelizadora, de aculturación, fructificó en 1461 con el tratado de vasallaje y amistad firmado entre los régulos de la isla y Diego de Herrera (Rumeu 2001, p. 148), con la presencia del obispo de Rubicón Diego de Illescas. Este hecho coincidió, además, con las nuevas relaciones entre Herrera y Silva, ahora familia, que pusieron fin a la hostilidad del luso que, hasta el momento, le había usurpado la torre de Gando, tomado el núcleo teldense donde hizo una fortaleza, casa de oración, etc. (Hernández, pp. 295-298; Rumeu 2001, pp. 149-154).

Para terminar, en aras a dar mayor verosimilitud a la leyenda situándola en tierras teldenses, debemos atender a la propia plausibilidad geográfica. De esta manera, si desembarcaron en el Bañadero (Arucas) y subieron hacia la sierra interior (¿Trasmontaña?) muy difícilmente pudieron verse encerrados casi sin darse cuenta en el cercado que se refiere estaba en el núcleo de Gáldar. No obstante, aunque por esos lares llegaran hasta dicha población, es curioso que los aborígenes los hagan regresar por la Cuesta de Silva a embarcar en la actual playa de San Felipe, ya no en Bañaderos donde habían fondeado. Quizás por esta inconsistencia con respecto a ambos puertos y por el mismo significado de «bañadero» para los aborígenes, las siguientes crónicas hablan para el atraque de la región del «Aumastel». En este sentido, si desde el principio desembarcaron por San Felipe y por allí se adentraron a la alta sierra (¿Montaña del Gallego?), ellos mismos son los que subieron y abrieron el camino (¿Cuesta de Silva?) que luego les pareció peligroso y desconocido.

Es cierto, sin embargo, que el 7 de marzo de 1512 tenemos referencia a un puerto de Diego de Silva en la zona de Lairaga mediante la cesión de aparcería que hace Pedro de Jaén a Cristóbal de Alcalá para sembrar de cañas ciertas tierras de regadío en Lairaga, «debajo del puerto de Diego de Silva» (AHPLP, f. 31). No obstante, con la expresión «debajo», más bien parece referir a un puerto de montaña que a uno marítimo. 

Por otro lado, la plausibilidad geográfica en Telde es patente. Desembarcan por el Bañadero (la charca de Salinetas), se adentran por el barranco de Silva que va ascendiendo hasta la atalaya que conforman la Montaña Bermeja (Cuatro Puertas) y las vecinas de Águeda, Gallego, etc. Son sorprendidos por muchos canarios, no en vano es una zona con una alta concentración de poblados aborígenes (ya citados), siendo repelidos. Es en la retirada cuando se ven atrapados en el gran corral que sin duda existió en la cercana llanura para ser denominada El Goro o, por otro lado y por el mismo motivo, la Montaña de Santidad. Si el pacto fue con Maninidra, habitante de Tufia, bien pudieron regresar por ahí con él y sus súbditos, al mismo puerto de inicio, no sin el peligro de ser precipitados.


A modo se conclusión, se puede sostener que la tradición oral armó la leyenda con algunos datos verídicos confundiendo los topónimos Gando y Gáldar y, sobre todo, al régulo al que se referían dada la importancia que supuso la conversión de Fernando Guanarteme para la conquista realenga de Gran Canaria. 

Del mismo modo, al calor de la transformación de la leyenda, se fueron creando los topónimos en la costa de Arucas y la de Guía, de manera sobrevenida, no así los que de siempre existieron en Telde.

Reseña de la toponimia relativa a Silva sobre mapa de la zona (GRAFCAN)

La leyenda de Diego de Silva forjada en torno a Gáldar pudo arrancar en torno a una de sus correrías en Telde, como ya sostuvo Bonnet con respecto a la etimología del Valle de los Nueve (Suárez, pp. 24-26), intentando tomar la Torre de Gando herreriana en nombre de Portugal (1459-1462). Los aborígenes, en esos momentos, son favorables a la presencia castellana comercial y evangelizadora, por lo que se asegurarían de evitar la intromisión lusa quizás, en un primer momento, mostrando su mejor cara.


REFERENCIAS

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