02 noviembre 2024

EL CUADRO DE ÁNIMAS DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN ¿OBRA COLONIAL DEL SIGLO XVII?

Cuadro de Ánimas o del Juicio Final - Anónimo (1675)
Basílica de San Juan Bautista de Telde (Fotografía del autor)

De este lienzo que preside el retablo de Ánimas nos dice don Pedro Hernández que «fue pintado en el año 1675, habiendo costado la obra de pintura 379 reales y 2 cuartos» (Hernández Benítez, p. 100). Sin embargo, nada nos asegura de su autor. En primer lugar, porque no hay constancia alguna en la documentación que obra en el archivo parroquial. En segundo lugar, porque el mismo lienzo carece de firma (Hernández Benítez, p. 101) o, al menos, eso afirma el benemérito sacerdote sin darse cuenta de que, quizás, sí que la tenga. Lo que ocurre es que también conoció el lienzo bastante oscurecido, tal cual lo apreciamos aún hoy. «Lástima grande que algún escrupuloso mayordomo de Fábrica, en tiempos ya lejanos, embadurnara la parte baja de este excelente lienzo, para oscurecer los artísticos desnudos en los que pueden apreciarse escorzos magníficos y rostros de un realismo sorprendente» (Hernández Benítez, p. 102). Quizás una correcta y más que necesaria restauración desvelaría una posible firma y, con ella, su autor.

Para tal fin estuvo el lienzo en los almacenes del actual Museo de Arte Sacro tras ser remitido por el sacerdote don Teodoro Rodríguez. Sin embargo, fue devuelto a su parroquia en 2000, tras más de dos décadas y sin que se apreciara mejora alguna, en tiempos del sacerdote D. Francisco González. Marcos Hernández Moreno, su restaurador, aseguró que no se podía hacer más porque en los intentos de limpieza se dañaba irremediablemente la pintura original (Calderín, p. 89)

En cuanto a la autoría, don Pedro Hernández señala que su creador debió inspirarse en artistas como Rubens o Memling, pero que, indudablemente, debe ser una obra «de escuela española sevillana» con «inspiración de la flamenca». Por si fuera obra canaria, entre los pintores que han trabajado en la basílica a lo largo de su historia, descarta a Cristóbal de Quintana al no ver comparación con otras de sus obras, señalando como hipótesis a «Juan de Silva, Juan Rodríguez o Juan Pablo» (Hernández Benítez, p. 102). No se percató, mientras escribía, de que el primero de estos tres vio la luz en Santa Cruz de la Palma en 1687, años después de la creación del lienzo que nos ocupa.

En realidad, claramente fue otra la inspiración del artista, el grabado «El juicio final» realizado en Roma por Philippe Thomassin en 1605. Así lo demuestran las coincidencias entre el grabado y la obra que nos ocupa: la disposición vertical trinitaria de Dios Padre, Espíritu Santo, Jesucristo, sobre el Mundo y el arco iris; la central del arcángel san Miguel que domina al demonio; la disposición y estilo de la puerta del paraíso en el margen izquierdo desde la que suben al cielo las ánimas; la figura del esqueleto que con su guadaña, en el horizonte, ciega las vidas, así como la del Leviatán que engulle a los condenados en el margen inferior derecho.

Grabado sobre el Juicio Final de Philippe Thomassin (1608) 
(Brewer et Fromont, p. 960)

Este grabado se dio a conocer en las Indias de la mano de los misioneros religiosos que lo usaban en sus catequesis con los indígenas. En la escuela pictórica colonial del siglo XVII arraigó como el prototipo para la representación de la escena del Juicio Final gracias al pintor Diego Quispe Tito que gustaba inspirarse en estos grabados para sus obras. Si atendemos a su lienzo «Las postrimerías o el Juicio Final» pintado, casualmente, en 1675 para la iglesia del convento de san Francisco del Cuzco, nos daremos cuenta, inmediatamente, que podría ser el autor que buscamos.

Las Postrimerías o El Juicio Final de Diego Quispe Tito (1675) (Wuffarden, p. 3) 

Por otro lado, podemos atender al cuadro de «El Juicio Final», indudablemente de la misma escuela, que obra en la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia). El parecido con el teldense también es evidente. Lástima que tampoco se conozca su autoría lo que habría ayudado a acotar la atribución que nos ocupa.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (s. XVII)
Iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia)
(Brewer et Fromont, p. 961)

Dada la procedencia de estos lienzos sobre los novísimos, podríamos aventurar cómo llegó a Telde uno de ellos. Hemos visto que este modelo iconográfico fue promovido fervientemente por los franciscanos (Wuffarden, p. 3). Casualmente, entre los años 1673 y 1674 (Rodríguez, p. 422), ejercía como servidor en la iglesia de San Juan, mientras se proveía su beneficio, el predicador conventual del cenobio minorita teldense fray Juan Pablo Díaz (Rodríguez, p. 164). Este bien pudo promover la compra del lienzo que, encargado a sus hermanos en las Indias, terminaría llegando a la parroquial en 1675.

Sabemos del trasiego de frailes franciscanos entre el convento teldense y las misiones en las Indias por lo que bien pudo venir con alguno de ellos el lienzo a las islas. Por eso no se cita el autor en los registros del archivo dado que, además, desde los prejuicios del momento, este no era más que un indígena, una obra de arte de inferior categoría.

Es lógico que para conseguir los fondos necesarios para su adquisición se llevara a cabo una cuestación entre los feligreses. Con seguridad, entre las aportaciones recibidas, se encontraba la del matrimonio formado por Francisco Yanes Perdomo y Beatriz de Ortega Sánchez cuyos dos hijos eran sacerdotes. De hecho, uno de ellos, Francisco Yanes Ortega, terminará siendo beneficiado de San Juan entre 1684 y 1694 (Rodríguez, p. 422), promoviendo la construcción de la capilla de San Ignacio de Loyola.

«Hijo de una nobilísima familia oriunda de Realejo en Tenerife» (Hernández Benítez, p. 243), no tenemos duda de que eran parientes del mayordomo de la parroquial de Santiago del Realejo, Francisco Yanes Barroso quien, en el año 1669 y por un precio bastante mayor que el teldense (759 reales), había comprado el cuadro de Ánimas que sigue obrando en la mencionada parroquia tinerfeña (Hernández Abreu, p. 102). Tampoco reseña a su autor en la documentación del archivo por lo que podemos pensar que lo ayudaron a traerlo de las Indias, si de allí procede, los religiosos franciscanos del convento de Santa Lucía ya que, a todas luces, sigue el mismo modelo iconográfico.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (1669)
Parroquia de Santiago de Los Realejos de Tenerife (Hernández Abreu, p. 102)

En resumen, parece evidente que el cuadro de Ánimas de la basílica de San Juan es una obra de arte colonial del siglo XVII y que llegó a la isla de mano de los religiosos franciscanos que allá misionaban. Dadas las características propias se puede atribuir su autoría al taller de Diego Quispe Tito (1611-1681), si no a este directamente.


REFERENCIAS

Calderín Ojeda, L. (2024). «La pintura de los Cuadros de Ánimas en Gran Canaria. Tres ejemplos significativos: Telde, Teror y Santa Brígida» en Revista de Historia Canaria, núm. 206, pp. 79-92.

Hernández Abreu, P. (2018). «Arte y devoción en torno a la muerte. Las cofradías de ánimas de Los Realejos» en Revista de Historia Canaria, núm. 200, pp. 95-108. 

Hernández Benítez, P. (1958). Telde (sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos). Talleres tipográficos de Imprenta Telde. Telde. 

Rodríguez Calleja, J. E. (2015). La población de Telde en el siglo XVII, un modelo demográfico comparado. ULPGC. Las Palmas de Gran Canaria.

Wuffarden, L. E. (2020). «Diego Quispe Tito y el Juicio Final en los Andes» en Quipu Virtual. Boletín de Cultura Peruana, núm. 23, pp. 1-4.


OTRAS FUENTES

Brewer García, L. et Fromont, C. (2023). «From Hell to Hell: Central Africans and Catholic Visual Catechesis in the Early Modern Atlantic Slave Trade» en Art History, núm, 46, pp. 946-977.

Lozada, N. (2012). La incorporación del indígena en el Purgatorio cristiano: estudio de los lienzos de ánimas de la Nueva Granada de los siglos XVI y XVII. Universidad de los Andes. Bogotá.

Rodríguez, F. de M.ª. (1969). «Notas para un diccionario biográfico de pintores peruanos (1535-1821)» en Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, núm. 19, pp. 193-257.

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