31 diciembre 2024

TELDE SEGÚN LE CANARIEN

Vista de Cendro en 1939 (FEDAC)

La crónica que escribieron los capellanes de la conquista normanda al calor de los hechos vividos, conocida como Le Canarien, nos ha llegado trastocada en dos versiones según quisieran ensalzar el papel de uno u otro conquistador. 

De esta manera, la versión G (compuesta en torno a 1420) es la que más se acerca a la realidad de lo acontecido aunque, no obstante, busca ensalzar el papel de Gadifer de la Salle. Por otro lado, la versión B (compuesta en torno a 1490) fue mucho más adulterada por los descendientes del mismo Jehan de Béthencourt a quien, obviamente, ensalzaban como el único conquistador de las islas, relegando al anterior a un papel casi secundario. 

En lo que a Telde se refiere, podemos atender a los siguientes capítulos, contrastando ambas versiones a la par:


Lo primero que llama la atención es que el vocablo Telde, aún en el francés original de la redacción, se escribe tal cual aún hoy lo conocemos. De hecho, es la primera vez en la historia que así se refleja (recordemos que el obispado de Telde no era tal, sino de Telda). No ocurre así lo mismo con Agüimes o Arguineguín que, por consiguiente, eran lugares menos referidos por esos exploradores anteriores que los cronistas citan como fuente de información. Lo mismo ocurre con el desconocimiento de los topónimos Gando, Guiniguada y otros que podrían ser los lugares visitados según las distancias que se aportan.


Es en Telde donde parecen encontrar mejor acogida por los aborígenes, es más, es donde buscan refugio tras verse fuertemente repelidos en Arguineguín o no poder hacer aguada en otras partes, suponemos que el Guiniguada o Juncaillo del Sur. Quizás, los canarios que han recibido la fe, los acojan y sirvan de intermediarios ante los demás, permitiéndolos adentrarse en la misma Telde actual, barranco arriba, hasta las cercanías de las actuales Tara y Cendro.

Parece que Gadifer la ha visitado en varias ocasiones, sabe que es una zona abierta, llana, dividida en dos por un río. Sin saberlo, está legando la primera descripción de lo que fue el núcleo original del Telde actual con los barrios de Tara y Cendro en cada uno de los márgenes del río. Este río transcurría por el Barranco Real hasta su desembocadura en la zona de La Restinga (con sus yacimimentos arqueológicos), zona en la que era navegable tierra adentro con las barcazas citadas. Este era el puerto de Telde (Alonso, 2018), cuya existencia también conocen y distinguen del otro en el que han atracado y que la historiografía suele identificar con el de Gando.

Yacimiento de la Restinga en la playa de Bocabarranco, el puerto de Telde (Fotografía del autor)

Quizás, al calor de los textos y la pronta presencia de tantos aborígenes ante el desembarco, pueda tratarse más bien de otro puerto, el que conformaría la ensenada de las playas de Silva, Aguadulce y Tufia, zona bastante poblada en la época, no así Gando. Traemos a colación los poblados adyacentes de Tufia, el Goro, Las Huesas, Cuevas de Jerez, Montaña Bermeja (o Cuatro Puertas), etc.
Si tenemos en cuenta que todavía el 29 de enero de 1517 toda la ensenada de Gando se entendía como parte del señorío episcopal de Agüimes y que sus obispos establecía uno de los límites de su señorío en lo que parecen describir como Tufia, la playa del barranco de Silva, precisamente luego nominada así por el uso como puerto que le dio el hidalgo portugués, pudo ser el lugar que realmente citan los normandos como puerto entre ambas regiones, creando así el precedente al portugués citado y a los propios obispos en su señorío.

«Indicó, además, que el gobernador Lope de Sosa, aparte de lo contenido en la sentencia, repartió ciertas tierras y un ingenio que está más cerca de Agüimes que la casa y huerta edificada por don Diego de Muros en el Carrizal (…) lo que prueba que aquéllas también están fuera de realengo y que Agüimes tiene términos, los cuales existían ya en tiempo de los canarios, aunque no hubiese memoria de ellos por ser la villa más antigua que la ciudad de Las Palmas, y que Antonio Torres los había hallado, aunque algunos testigos pensaron que eran atalayas de pescadores y otros sepulturas de canarios. (…). A raíz de la apelación (…) Enrique Yañes afirmó, en nombre de la isla, que no existían tales límites, ya que los mojones se trataban de una santidad donde los canarios se acogían en tiempo de guerra, como las había en muchos lugares de la isla, y dado que dicho lugar era una aldea de la ciudad de Telde, donde residía el rey de la isla» (Aznar, pp. 237-238).

Estos mojones que se interpretaron como atalayas de pescadores y tumbas de canarios (¿Tufia?) y como una «santidad» (¿Montaña de la Santidad?), marcaron la frontera Norte del señorío de Agüimes con Telde, línea divisoria que luego fue retrotraída al barranco de Aguatona-Draguillo. En este sentido, entendiéndose santidad como corrales en los que realizaban sus rituales (http://toponimograncanaria.blogspot.com/2012/09/santidad-llanos-y-montana-de-la-san.html), podríamos ver también en ella el propio corral que sigue observándose en el yacimiento de Tufia o el desaparecido que tuvo que dar lugar al topónimo El Goro, trazándonos igualmente la frontera norte citada hacia la esquilmada Montaña de la Santidad por las de Montaña Bermeja, Águeda, etc. 

Panorámica del Morro de Tufia desde la playa de Silva (Google Maps)

La identificación que proponemos con Tufia se sostiene, además, por ser reconocida sin lugar a dudas como población de Telde ya en el siglo XVI y por ser residencia posteriormente no de un rey de la isla, sino del guayre Maninidra, cuya fama se acrecentó una vez que, cristianizado, intervino en las conquistas no solo de Gran Canaria, sino también de Tenerife, La Palma y hasta de Berbería.

En resumen, lo que traslucen ambos textos, es que Gadifer y compañía fueron bien acogidos por los aborígenes de la zona teldense dado que, en principio, no han mostrado más ánimo que el exploratorio y evangelizador. Sin duda alguna, explica esta actitud de los aborígenes su mayor grado de aculturación fruto de la labor de los misioneros que desde la Corona Aragonesa llegaron y cuyo testamento, además, les permiten recoger a los capellanes de la expedición, quién sabe, si en la denominada todavía hoy «Cueva de los Papeles», una de las del yacimiento de Montaña Bermeja, dado que no parecen haberlo encontrado en la misma Telde que sí visitan por dos días consecutivos en su segundo viaje. No obstante, de haberlo recogido en la actual Telde, lo harían en la cueva ermita en la que se juntarían los  eremitas misioneros desde sus cuevas-celdas para las celebraciones comunes.

Si bien estos misioneros fueron asesinados seguramente tras la razzia vasco andaluza de 1393 (Bonnet), sin que nada se diga de ser arrojados a la sima (invención y confusión de la historiografía canaria posterior), el camino hacia una convivencia pacífica había quedado abierto y el pozo del cristianismo en algunos de ellos.

Si efectivamente no llegó a plasmarse la idea de asentarse en ella, aprovechando la plausibilidad comprobada, para desde ella proseguir conquistando la isla, hecho que deja entrever una división entre los de Telde y los de otros bandos de la isla, es por el regreso a Francia de Gadifer enfrentado a su socio Béthencourt. 

Telde sí seguirá siendo el centro de acogida de los nuevos refuerzos misioneros que llegarán de la mano del obispado de Rubicón, en esta ocasión, por medio de su deán y administrador Jehan Le Verrier y los franciscanos de Fuerteventura (Alonso, 2023). Estos nuevos misioneros serán igualmente martirizados, probablemente, durante el intento de ocupación lusa llevada a cabo por el capitán portugués Fernando de Castro en 1424. Su martirio se produjo desde el Salto del Castellano (actual Mar Fea), la «alta peña que va para el mar» (Bonnet, p. 296) hecho que también fue confundido y recreado por la historiografía canaria al ser, además, rápidamente acallado para evitar la reclamación portuguesa sobre la isla. Tan confundido y recreado quedaron los martirios hasta aquí reseñados que todavía en el siglo XXI era creencia común que la Sima de Jinámar tenía conexión con el mar a la altura de la Mar Fea.


REFERENCIAS

Alonso Morales, E. C. (2018). «Acerca del Puerto de Telde, de cuando la Historia atracó en nuestra ciudad» en Guía Histórico Cultural de Telde, núm. 27, pp. 25-30.

Alonso Morales, E. C. (2023). Vida del bienaventurado Jehan Le Verrier, capellán de Jehan de Béthencourt y fervoroso apóstol evangelizador de las ínsulas de Canaria en el primer cuarto del siglo XV, deán y coadjutor del obispo de la diócesis rubicense. Imprenta online S. L. U. Zaragoza - Telde. 

Aznar Vallejo, E. (1981). Documentos canarios en el Registro del Sello (1476-1517). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

Bonnet Reverón, B. (1941). «El testamento de los trece hermanos» en Revista de Historia, núm. 55, pp. 288-305.

Serra Ráfols, E. et Cioranescu, A. (eds.). (1959). Le Canarien. Crónicas francesas de la conquista de Canarias. Vol. 1. Introducción. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

Serra Ráfols, E. et Cioranescu, A. (eds.). (1960). Vol. 2. Texto de Jean de Béthencourt. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

Serra Ráfols, E. et Ciorenescu, A. (eds.). (1964). Vol. 3. Texto de Gadifer de la Salle. Apéndice e Índice. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

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