09 noviembre 2024

DE TELDE A LAS PALMAS, HISTORIA DE UNA CARRETERA

Tramo de la carretera de Telde a Jinámar a la altura de La Primavera (FEDAC)

Las nuevas generaciones, acostumbradas a las autovías y autopista que casi circunvalan la isla, desconocen que la única carretera que unía la capital de la isla con el sur, entonces Juan Grande, discurría por el actual Paseo de San José, la playa de La Laja con su túnel y el pueblo de Jinámar hasta entroncar con San Juan cruzando el puente «de los Siete Ojos». Desde aquí, tras salir de la ciudad por la plaza de Arauz (hoy parque Franchy y Roca), seguía la carretera hacia Agüimes y demás localidades sureñas.

Quiso el Estado que esta carretera se construyese ya en 1848 siguiendo el camino vecinal que poco había cambiado desde tiempos de la conquista. Sin embargo, en el devenir político y económico de España, no será hasta 1863 (mejor 1866) cuando se inaugure en su totalidad tras el empuje dado a sus obras por el ingeniero teldense don Juan de León y Castillo que retoma el proyecto que de la misma ya había diseñado el ingeniero Antonio Molina (Hernández, p. 39).

«En el mismo caso [paralizada por falta de fondos] se halla la carretera cuya apertura fue autorizada en 1848 y que debía atravesar la isla por la parte del Norte uniendo a Las Palmas con el pequeño pueblo de Agaete, distante siete leguas de ellas; e igualmente acontece con el ramal destinado a enlazar la misma con Telde.
Si a tan escaso apoyo por parte del gobierno para llevar a cabo obras que imperiosamente exigen los intereses materiales en aquellas islas, y que son necesarias para el desarrollo de los elementos de riqueza que tanto al país como al Estado convienen favorecer, se agrega el abandono en que se encuentran la mayor parte de los ramos administrativos, fácilmente nos explicaremos el decaimiento de este hermoso país, su falta de población y su escasa riqueza actual, comparativamente con la que debería alcanzar («El Orbe», 8/04/1857, p. 4).

Quizás las quejas expresadas en 1857 causaron la llegada a la oficina de Obras Públicas de Gran Canaria de León y Castillo al año siguiente. Nada más pertrechar la oficina con lo necesario, se puso manos a la obra, entre otras cosas, con el proyecto que nos ocupa. De esta manera, el 15 de septiembre de 1859, ya puede presentar una memoria del mismo (Hernández, pp. 127-129), proyectando las obras en tres grandes tramos:
a) De San José al barranco de El Salto del Negro.
b) De El Santo del Negro a Juan Ruano (Vega de Jinámar).
c) De Juan Ruano a la ermita de san Pedro mártir. (Hernández, pp. 39-41).

A partir de entonces, las obras marcharían al ritmo de la financiación que el Estado le otorgaba tras declarar el proyecto como «carretera de segundo orden» y llegar a la colocación de la última piedra del séptimo arco del puente sobre el barranco de Telde el 6 de octubre de 1865 (Jiménez, p. 89).

Año 1860. Parece que ahora sí, pero no

La aprobación del proyecto no supuso el inmediato inicio de las obras. La financiación por parte del Estado no terminaba de concretarse por más reales decretos y subastas (concesiones) que se fueran aprobando.

«Un Real decreto declarando de segundo orden la carretera que partiendo de la ciudad de las Palmas termina en Telde (islas Canarias)» («La Gaceta militar», 18/07/1860, p. 3).

«Por reales decretos que publica La Gaceta, se declaran de segundo orden las carreteras que partiendo la una de la ciudad de las Palmas, en las islas Canarias, termina en Telde y la otra que partiendo de Toledo termina en Ciudad-Real» («El Día»», 19/07/1860, p. 2).

«La dirección general de Obras públicas ha señalado el día 10 de septiembre próximo para la subasta de las obras del trozo primero de la carretera de segundo orden de Palmas a Telde, cuyo presupuesto asciende a 426,478 rs. 27 céntimos» («El Reino», 26/07/1860, p. 3).

«Ministerio de Fomento. Relación por provincias de las carreteras que forman el plan general para la Península e islas adyacentes (…). Carreteras de tercer orden (…). Gran Canaria. Telde a Juan Grande por Agüimes» («El Clamor público», 2/10/1860, p. 3).

Año 1861. Sin financiación todavía

«El último correo de Canarias nos trae noticias de aquellas islas, que alcanzan hasta el 28 del pasado. Las obras públicas en Gran Canaria toman de día en día un incremento considerable, merced a la inteligencia y celo del joven ingeniero D. Juan de León y Castillo. La carretera al Puerto de la Luz, estará terminada dentro de dos meses, gracias a la actividad que han desplegado los contratistas Sres. Massieu, que a pesar de la falta de operarios y de los escasos recursos del país para esta clase de construcciones, han logrado superar todas las dificultades y hacer una obra modelo en su clase. El faro de la isleta está ya rematado por los mismos señores y pronto se comenzará a construir, y por último, la carretera de Las Palmas a Telde, tan necesaria porque pone en comunicación las dos poblaciones más importantes de la isla, también se ha rematado, y en breve se dará principio a la construcción» («El Universal»·, 24/02/1861, p. 2).

Año 1862. Por fin en proceso

«En la carretera de Las Palmas a Telde se trabaja con gran actividad, y es de esperar que muy pronto queden unidas por medio de ella los pueblos más importantes de la isla» («La Correspondencia de España», 6/01/1862, p. 3).

«El 16 de agosto se verificará en la Dirección de Obras Públicas las subastas de las carreteras siguientes: (…). El trozo tercero de las Palmas a Telde, provincia de Canarias, bajo el tipo de su presupuesto de contrata importantes 555,971 res. 52 cénts.» («La Regeneración», 10/07/1862, p. 4).

Año 1863. Conectados por la Marfea

El desarrollo de las obras en sí fue necesitando de más recursos que excedían lo presupuestado. De ahí que se suscitara el resquemor de otras provincias inmersas, también, en obras de ingeniería viaria. 

«Por el interés que puedan tener para nuestros lectores, y para complacer a algunos de provincias que lo han solicitado, ponemos a continuación un extracto de las subastas anunciadas por la dirección general de Obras públicas: (…). 4 de septiembre (…). De las obras de un fuerte para el paso del barranco de Telde, en la carretera de Las Palmas a Telde. Presupuesto, rs. vn. 453,393-64. Depósito, 22,600» («El Reino», 2/07/1863, p. 1). 

Se llevaría a cabo la mencionada subasta, finalmente, el 18 de septiembre («Gaceta de los caminos de hierro», 2/08/1963, p. 8).

No en vano, era cierto que salvar algunos escollos en el trazado de la carretera insular proyectada conllevaba un esfuerzo ingente de recursos, no solo en la época sino en la actualidad.

«Las obras públicas adelantaban en todas las islas. El 4 del actual a las once de la mañana han quedado en comunicación las dos cámaras que venían simultáneamente practicándose para el establecimiento del túnel de Mar-fea en la carretera de segundo orden de Santa Cruz (sic.) a Telde. Esa hora fue de verdadero júbilo y entusiasmo para los encargados de la obra y operarios, quienes unos en pos de otros se lanzaron por la brecha abierta en el tabique que separaba ambas cámaras» («La Correspondencia de España», 22/07/1863, p. 2).

El túnel de la Marfea o de La Laja en dirección a la capital (FEDAC)

«Dice nuestro apreciable colega el País de Canarias:
«El 28 de Noviembre último ha quedado abierta a la circulación el segundo trozo de la carretera de segundo orden de las Palmas a Telde, en esta isla.
Entre las obras que abraza este trozo, llaman la atención, por su importancia, el túnel de la mar fea, abierto en roca viva, de 111 metros de longitud; y el puente de la cuesta empedrada de cosa de 17 metros de elevación.
Solo el Estado ha podido llevar a cima la obra del túnel, obra asombrosa por la clase de roca que se ha practicado que esa la más dura que la geología nos presenta, midiendo un cubo de desmonte de 111 metros lineales, por una sección de cerca de 20 metros cuadrados, que hacen 2,200 metros cúbicos; y esto sin contar el desmonte en la misma clase de roca que ha precedido seguido al túnel propiamente dicho» («El Clamor público», 25/12/1863, p. 3).

Año 1864. La novedad, ayer como hoy

«Ayer recibimos la correspondencia de Canarias con noticias de aquellas islas que alcanzan al 26 de diciembre último, en cuya fecha, era bueno el estado sanitario de todas ellas (…). La carretera que une a Telde con las Palmas, terminada hace poco, se halla constantemente transitada por los coches de las personas más ricas del país, que han convertido a la ciudad de Telde en un delicioso sitio de recreo» («El Eco del país», 6/01/1864, p. 3).

«Canarias. Hemos recibido noticias de aquellas islas que alcanzan al 14 del corriente: (…). La rica ciudad de Telde, unida ya a Las Palmas por una buena carretera, se hallaba constantemente visitada por numerosas personas que acudían a ella a pasar los días festivos en dulce esparcimiento, y se preparaban muchas familias, de las más acomodadas del país, a veranear en aquella ciudad que tantos recursos encierra, y donde las brisas del mar extinguen casi por completo los ardores del reverberante sol de los trópicos» («La Razón española», 26/05/1864, p. 2).

El crecimiento económico de la ciudad de Telde se vio favorecido con esta vía de comunicación de primer orden que los ha conectado a la capital (con su puerto en ciernes). Así, del mismo modo, se buscó la mejora de su conexión hacia el sur. 

«Carreteras de tercer orden. (…). Las Palmas a Agüimes por Telde» («El Reino», 14/09/1864, p. 1).


1866: El puente sobre el barranco de Telde, el de los ¿Nueve Ojos?

El puente sobre el barranco de Telde (FEDAC)

Visto lo anterior, se sobrentiende que ya se podía circular por él desde 1864. Sin embargo, en honor a la verdad, el puente no se dio por finalizado oficialmente hasta dos años después.

«En los periódicos de Canarias que recibimos ayer, hallamos las noticias siguientes:
Dice El Auxiliar: (…).
El ingeniero jefe de Canarias ha sido autorizado por la superioridad, para recibir definitivamente con las formalidades de ley, las obras del puente de Telde, ejecutadas por su contratista D. Antonio Matos y Moreno» («La Reforma», 22/09/1866, p. 2).

Como en toda obra sobre plano, la realidad a veces se impone. Quizás al contratista Matos y a su cuadrilla, así como al devenir de la propia obra, debamos que el puente que León y Castillo soñó con nueve ojos (Jiménez, p. 80), se quedara finalmente en siete y, así, nombrado por todos los teldenses.


REFERENCIAS

Florido Medina, G. (2016). «El puente de los Siete Ojos cumple un siglo y Medio» en TeldeActualidad, 28/06/2016, https://teldeactualidad.com/archive/93066/cultura [consultado el 9/11/2024].

Hernández Gutiérrez, A. S. (2006). Juan de León y Castillo. Biografías de Científicos Canarios. Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria.

Jiménez Martel, G. (2002). «La carretera de Las Palmas de Gran Canaria a la ciudad de Telde. El instrumento del progreso y desarrollo de la zona sur-este de la Isla» en Boletín Millares Carló, núm. 21, pp. 63-91. 


REFERENCIAS HEMEROGRÁFICAS

«El Clamor público», 2/10/1860 y 25/12/1863.


«El Día», 19/07/1860.


«El Eco del país», 6/01/1864.


«El Reino», 26/07/1860, 2/07/1863 y 14/09/1864.


«Gaceta de los caminos de hierro», 2/08/1863.


«El Orbe», 8/04/1857.


«El Universal»·, 24/02/1861.


«La Correspondencia de España», 6/01/1862 y 22/07/1863.


«La Gaceta militar», 18/07/1860.


«La Razón española», 26/05/1864.


«La Reforma» 22/09/1866.


«La Regeneración», 10/07/1862.



05 noviembre 2024

DE CUANDO CELEBRAMOS LA PRIMERA DIVISIÓN DE LA PROVINCIA DE CANARIAS

Recreación del cortejo festivo por las calles de Las Palmas de Gran Canaria
(«La Ilustración. Periódico universal», 3/7/1852, p. 1)

La provincia de Canarias, ideada desde la obra legislativa de Cádiz (1812-1814), cristalizada en 1822 (Guimerá, p. 588) durante el Trienio Liberal, aumentó el resquemor entre los habitantes de las dos grandes islas, sobre todo en referencia a la actividad comercial, dada la capitalidad de Santa Cruz de Tenerife. Los diputados grancanarios en las Cortes, don Jacinto de León y don Cristóbal del Castillo Manrique de Lara (Guimerá, p. 571), consiguieron que S. M. Isabel II dividiera la única provincia que conformaba el archipiélago canario en dos distritos administrativos por Real Decreto del 17 de marzo de 1852.

Ante tal noticia, la alegría de los grancanarios desbordó, de tal manera, que se prepararon varios días de actos solemnes en la capital de la isla con pasacalles, bailes, banquetes, discursos oficiales, fuegos artificiales, rifas benéficas, etc., dentro de las fiestas de la Pascua. 

«Nuestro corresponsal de las Palmas de Gran Canaria, con fecha 22 de abril nos dice lo siguiente: La noticia de la división de provincias, publicada en la Gaceta del 18 de marzo, ha llenado de indecible júbilo, no solo a la isla de Gran Canaria, sino también a las de Fuerteventura y Lanzarote. Prueba inequívoca de ello, es la multitud de personas de estas, que han atravesado el mar para participar de la alegría que hoy rebosa de los pechos de los canarios. Si hubiera de pintar a ustedes con todos sus vivos colores los festejos que han tenido lugar en esta población, y el entusiasmo de que están poseídos los ánimos de estos leales habitantes, me sería preciso escribir páginas innumerables (…).

Todos los ayuntamientos, hasta de los pueblos más insignificantes, se apresuraron a venir a felicitar al de esta ciudad el domingo de Pascua (…) las fiestas continuaron durante los tres días de Pascua, habiéndose dado por este ayuntamiento un espléndido banquete» («El Sol», 14/05/1852, p. 2).

En su preparación y desarrollo destacó muy positivamente nuestra ciudad, además, como representante de toda la comarca sur de la isla. Cientos de teldenses, agitando palmas, integraron una llamativa romería civil desde el Paseo de San José hasta el extinto convento de San Agustín.

«Llegó el domingo de Pascua, día señalado por los pueblos de Guía y Telde para hacer su entrada en la Ciudad, manifestando de este modo la parte que tomaban en nuestra común felicidad (…).

Entre tanto el pueblo de Telde, acompañado de todos los demás de la parte del sur de la isla, preparaba por este lado en la iglesia del barrio de San José otra magnífica carroza, con el retrato de S. M., cuyo exquisito trabajo, obra de D. Francisco Zumbado Ripa, produjo en los espectadores, lo mismo que la de Guía, dirigida por D. Luis del Mármol, la más agradable sorpresa. Abrían la marcha a esta segunda comitiva cuatro bizarros jóvenes vestidos con los elegantes trajes de la corte de Felipe IV, y montados sobre caballos blancos como la nieve, primorosamente enjaezados; después seguía una triple y prolongada hilera de personas con palmas en la mano; y por último venía la regia carroza tirada por cuatro guerreros armados de casco y coraza, y cuatro hermosas y modestas jóvenes, vestidas de blanco, con el sedoso cabello graciosamente suelto por la espalda. Así avanzó rodeada de un inmenso gentío la vistosa comitiva, hasta que se le incorporó la de Guía con sus palmas, banderas, música, y juntas descendieron por la calle del Colegio (…).

El brillante cortejo hizo por fin un alto en la plazuela de San Agustín, y después de un corto descanso penetró en los espaciosos claustros del Instituto. En este espacioso salón, colgado todo de damasco carmesí, y bajo un dosel de terciopelo recamado de oro, se veía otro retrato de S. M. de cuerpo entero, teniendo a su derecha el glorioso pendón que en 1483 ondeó triunfante Alonso Jaime de Sotomayor el día 29 de abril en que se rindió el último canario. Los ayuntamientos de Guía y Telde arengaron aquí al de las Palmas, que contestó `por conduelo del señor López Botas en un sentido y elocuente discurso, terminando con un viva a la Reina, al gobierno, a nuestros dignos diputados y a la unión y prosperidad de los dos distritos. Concluido este solemne acto, se disolvió la reunión, hasta las cuatro de la tarde, en que el vistoso carro de Telde paseó de nuevo las calles de la ciudad, en el mismo orden con que hemos descrito su entrada» («La Ilustración. Periódico universal», 3/7/1852, pp. 1-2)

Estos actos de loa y gratitud a S. M. la Reina y a los diputados canarios que tal gracia habían conseguido se verán recompensados, por así decirlo, cuando la monarca conceda por Real Decreto de 11 de julio del mismo año, la categoría de «francos» a los puertos canarios.


REFERENCIAS

Guimerá Peraza, M. (1968). «El pleito insular. La división de la provincia de Canarias (1840-1873)» en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 14, pp. 535-635. 

«La Ilustración. Periódico universal», 3/7/1852.

"El Sol", 14/05/1852.

02 noviembre 2024

EL CUADRO DE ÁNIMAS DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN ¿OBRA COLONIAL DEL SIGLO XVII?

Cuadro de Ánimas o del Juicio Final - Anónimo (1675)
Basílica de San Juan Bautista de Telde (Fotografía del autor)

De este lienzo que preside el retablo de Ánimas nos dice don Pedro Hernández que «fue pintado en el año 1675, habiendo costado la obra de pintura 379 reales y 2 cuartos» (Hernández Benítez, p. 100). Sin embargo, nada nos asegura de su autor. En primer lugar, porque no hay constancia alguna en la documentación que obra en el archivo parroquial. En segundo lugar, porque el mismo lienzo carece de firma (Hernández Benítez, p. 101) o, al menos, eso afirma el benemérito sacerdote sin darse cuenta de que, quizás, sí que la tenga. Lo que ocurre es que también conoció el lienzo bastante oscurecido, tal cual lo apreciamos aún hoy. «Lástima grande que algún escrupuloso mayordomo de Fábrica, en tiempos ya lejanos, embadurnara la parte baja de este excelente lienzo, para oscurecer los artísticos desnudos en los que pueden apreciarse escorzos magníficos y rostros de un realismo sorprendente» (Hernández Benítez, p. 102). Quizás una correcta y más que necesaria restauración desvelaría una posible firma y, con ella, su autor.

Para tal fin estuvo el lienzo en los almacenes del actual Museo de Arte Sacro tras ser remitido por el sacerdote don Teodoro Rodríguez. Sin embargo, fue devuelto a su parroquia en 2000, tras más de dos décadas y sin que se apreciara mejora alguna, en tiempos del sacerdote D. Francisco González. Marcos Hernández Moreno, su restaurador, aseguró que no se podía hacer más porque en los intentos de limpieza se dañaba irremediablemente la pintura original (Calderín, p. 89)

En cuanto a la autoría, don Pedro Hernández señala que su creador debió inspirarse en artistas como Rubens o Memling, pero que, indudablemente, debe ser una obra «de escuela española sevillana» con «inspiración de la flamenca». Por si fuera obra canaria, entre los pintores que han trabajado en la basílica a lo largo de su historia, descarta a Cristóbal de Quintana al no ver comparación con otras de sus obras, señalando como hipótesis a «Juan de Silva, Juan Rodríguez o Juan Pablo» (Hernández Benítez, p. 102). No se percató, mientras escribía, de que el primero de estos tres vio la luz en Santa Cruz de la Palma en 1687, años después de la creación del lienzo que nos ocupa.

En realidad, claramente fue otra la inspiración del artista, el grabado «El juicio final» realizado en Roma por Philippe Thomassin en 1605. Así lo demuestran las coincidencias entre el grabado y la obra que nos ocupa: la disposición vertical trinitaria de Dios Padre, Espíritu Santo, Jesucristo, sobre el Mundo y el arco iris; la central del arcángel san Miguel que domina al demonio; la disposición y estilo de la puerta del paraíso en el margen izquierdo desde la que suben al cielo las ánimas; la figura del esqueleto que con su guadaña, en el horizonte, ciega las vidas, así como la del Leviatán que engulle a los condenados en el margen inferior derecho.

Grabado sobre el Juicio Final de Philippe Thomassin (1608) 
(Brewer et Fromont, p. 960)

Este grabado se dio a conocer en las Indias de la mano de los misioneros religiosos que lo usaban en sus catequesis con los indígenas. En la escuela pictórica colonial del siglo XVII arraigó como el prototipo para la representación de la escena del Juicio Final gracias al pintor Diego Quispe Tito que gustaba inspirarse en estos grabados para sus obras. Si atendemos a su lienzo «Las postrimerías o el Juicio Final» pintado, casualmente, en 1675 para la iglesia del convento de san Francisco del Cuzco, nos daremos cuenta, inmediatamente, que podría ser el autor que buscamos.

Las Postrimerías o El Juicio Final de Diego Quispe Tito (1675) (Wuffarden, p. 3) 

Por otro lado, podemos atender al cuadro de «El Juicio Final», indudablemente de la misma escuela, que obra en la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia). El parecido con el teldense también es evidente. Lástima que tampoco se conozca su autoría lo que habría ayudado a acotar la atribución que nos ocupa.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (s. XVII)
Iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia)
(Brewer et Fromont, p. 961)

Dada la procedencia de estos lienzos sobre los novísimos, podríamos aventurar cómo llegó a Telde uno de ellos. Hemos visto que este modelo iconográfico fue promovido fervientemente por los franciscanos (Wuffarden, p. 3). Casualmente, entre los años 1673 y 1674 (Rodríguez, p. 422), ejercía como servidor en la iglesia de San Juan, mientras se proveía su beneficio, el predicador conventual del cenobio minorita teldense fray Juan Pablo Díaz (Rodríguez, p. 164). Este bien pudo promover la compra del lienzo que, encargado a sus hermanos en las Indias, terminaría llegando a la parroquial en 1675.

Sabemos del trasiego de frailes franciscanos entre el convento teldense y las misiones en las Indias por lo que bien pudo venir con alguno de ellos el lienzo a las islas. Por eso no se cita el autor en los registros del archivo dado que, además, desde los prejuicios del momento, este no era más que un indígena, una obra de arte de inferior categoría.

Es lógico que para conseguir los fondos necesarios para su adquisición se llevara a cabo una cuestación entre los feligreses. Con seguridad, entre las aportaciones recibidas, se encontraba la del matrimonio formado por Francisco Yanes Perdomo y Beatriz de Ortega Sánchez cuyos dos hijos eran sacerdotes. De hecho, uno de ellos, Francisco Yanes Ortega, terminará siendo beneficiado de San Juan entre 1684 y 1694 (Rodríguez, p. 422), promoviendo la construcción de la capilla de San Ignacio de Loyola.

«Hijo de una nobilísima familia oriunda de Realejo en Tenerife» (Hernández Benítez, p. 243), no tenemos duda de que eran parientes del mayordomo de la parroquial de Santiago del Realejo, Francisco Yanes Barroso quien, en el año 1669 y por un precio bastante mayor que el teldense (759 reales), había comprado el cuadro de Ánimas que sigue obrando en la mencionada parroquia tinerfeña (Hernández Abreu, p. 102). Tampoco reseña a su autor en la documentación del archivo por lo que podemos pensar que lo ayudaron a traerlo de las Indias, si de allí procede, los religiosos franciscanos del convento de Santa Lucía ya que, a todas luces, sigue el mismo modelo iconográfico.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (1669)
Parroquia de Santiago de Los Realejos de Tenerife (Hernández Abreu, p. 102)

En resumen, parece evidente que el cuadro de Ánimas de la basílica de San Juan es una obra de arte colonial del siglo XVII y que llegó a la isla de mano de los religiosos franciscanos que allá misionaban. Dadas las características propias se puede atribuir su autoría al taller de Diego Quispe Tito (1611-1681), si no a este directamente.


REFERENCIAS

Calderín Ojeda, L. (2024). «La pintura de los Cuadros de Ánimas en Gran Canaria. Tres ejemplos significativos: Telde, Teror y Santa Brígida» en Revista de Historia Canaria, núm. 206, pp. 79-92.

Hernández Abreu, P. (2018). «Arte y devoción en torno a la muerte. Las cofradías de ánimas de Los Realejos» en Revista de Historia Canaria, núm. 200, pp. 95-108. 

Hernández Benítez, P. (1958). Telde (sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos). Talleres tipográficos de Imprenta Telde. Telde. 

Rodríguez Calleja, J. E. (2015). La población de Telde en el siglo XVII, un modelo demográfico comparado. ULPGC. Las Palmas de Gran Canaria.

Wuffarden, L. E. (2020). «Diego Quispe Tito y el Juicio Final en los Andes» en Quipu Virtual. Boletín de Cultura Peruana, núm. 23, pp. 1-4.


OTRAS FUENTES

Brewer García, L. et Fromont, C. (2023). «From Hell to Hell: Central Africans and Catholic Visual Catechesis in the Early Modern Atlantic Slave Trade» en Art History, núm, 46, pp. 946-977.

Lozada, N. (2012). La incorporación del indígena en el Purgatorio cristiano: estudio de los lienzos de ánimas de la Nueva Granada de los siglos XVI y XVII. Universidad de los Andes. Bogotá.

Rodríguez, F. de M.ª. (1969). «Notas para un diccionario biográfico de pintores peruanos (1535-1821)» en Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, núm. 19, pp. 193-257.

29 octubre 2024

SOBRE EL ORIGEN DE LA PARROQUIA DE SAN GREGORIO TAUMATURGO DE LOS LLANOS DE JARAQUEMADA

Plaza e iglesia San Gregorio (FEDAC)

¿Fue Alonso Rodríguez de Palenzuela su fundador?

La respuesta es afirmativa si seguimos creyendo a Tomás Marín de Cubas que expuso, en el capítulo undécimo del segundo libro de su "Historia de las siete islas de Canaria", que Alonso Rodríguez de Palenzuela "tuvo en Telde tres ingenios: dos en el barranco del Perro y otro fuera del lugar junto al barrio de Los Llanos, donde hizo casa y ermita de San Gregorio; en uno de los dos primeros y la casa sucedió un vecino de Lanzarote llamado Jara Quemada, y en el segundo Cristóbal García de Moguer, del lugar del Condado, y en el de Telde Francisco de Matos, de Portugal" (Marín, f. 171).

Sin embargo, no parece que podamos tomar su afirmación muy en serio ya que el mismo historiador no la sigue sosteniendo en el capítulo decimoquinto del tercer libro de su Historia: "en este sitio que son los Llanos de Telde, que es su arrabal de la ciudad, está la Ermita de San Gregorio Obispo, fabricada por los Españoles conquistadores por memoria que decían haber visto, otros soñado, a un Santo Obispo que había fama estar regado el suelo con sangre de mártires; y yo sí lo he oído decir de muy antiguo" (Marín, f. 318). Es cierto que los Palenzuela son parte de estos "españoles conquistadores" pero Marín parece apuntar ahora a una fundación mancomunada sin dejar muy claro por parte de quiénes.

Todo parece indicar que atribuyó erróneamente a Alonso Rodríguez de Palenzuela el mismo proceder de su hermano Tomás quien sí fundó una ermita, la de San Juan de Ortega, en sus posesiones de Firgas en el año de 1490 con licencia del obispo Diego de Muros. 

El rápido traspaso de sus propiedades teldenses, que ya anota el mismo Marín, se produce mucho antes de la supuesta fundación de la ermita, ya que Alonso Rodríguez de Palenzuela "antes de finalizar el siglo XV había vendido sus dos ingenios, uno en beneficio de Cristóbal de García del Castillo y el otro a favor de Alonso de Matos (…). La causa del traspaso no fue un interés previo de abandonar las tierras recibidas (…) pensamos que Rodríguez de Palenzuela no contó entre los miembros de su familia quien continuase la explotación de sus bienes. Ello se desprende de la declaración que en 1502 realiza su hijo Alfonso al señalar que [sus padres] son vecinos de Burgos y que hacía diez o doce años él había sido ordenado sacerdote" (Rivero, p. 413). Son diversos los documentos notariales que reflejan a Tomás actuando desde la península en sus posesiones grancanarias pero no así su hermano Alonso, ni su hijo Alfonso (Morales, pp. 68-69), ni mucho menos en la ciudad de Telde.

Por lo tanto, si siguiésemos manteniendo a Alonso como el fundador, habría que retrotraer dicha acción a la década de los noventa del siglo XV, recién adquirida la propiedad y casi sin terminar de poner sus ingenios en total rendimiento. 

No obstante, el ingenio en cuyas tierras se construyó la ermita jamás fue de Alonso sino que, fueron parte de la data concedida a Gonzalo de Jaraquemada "el viejo" como pago a sus servicios en la conquista. Natural de Fregenal de la Sierra, ya había hecho carrera en la conquista de las islas como alcaide de la fortaleza de Guanapay en Lanzarote (Abreu, pp. 111-112), lo que también refleja Marín de Cubas haciéndolo "vecino" de tal isla.


¿Cuándo se fundó la ermita?

Igualmente se ha dado por sentado una fecha en torno a 1550 (Béthencourt, p. 180). Sin embargo, otros datos nos llevan a retrasar dicha fundación en el tiempo.

El testamento de Ana de Tamariz, esposa de Agustín Inglés, de 15 de octubre de 1568 ya refiere la existencia de san Gregorio y la Veracruz que, como veremos, no se trata de otra ermita sino de una cofradía en ciernes. "Ytem mando a todas las ermitas del término de esta ciudad de Telde e San Gregorio e la Veracruz a cada una un real de plata mando que se le entregue de mis bienes" (AHPLP.1, ff. 123r.-124v.). 

Del mismo modo el testamento del teldense Gonzalo Díaz de 29 de octubre de 1568. "Ytem mando a todas las iglesias y ermitas de esta ciudad e su término y a san Gregorio a cada una de ellas doce maravedís, mando que se pague de mis bienes" (AHPLP.1, ff. 119v.-120r.).

También el de María de Jaraquemada, esposa del licenciado Francisco Pérez Espinosa, de 23 de noviembre de 1568. "Ytem mando a todas las iglesias y ermitas de esta ciudad e su término y a san Gregorio a cada una de ellas medio real" (AHPLP.1, ff. 159r.-162v.)

Si, en principio, pareciera extraño que no usen la palabra ermita, capilla, oratorio, iglesia dándolo por subsumido con el encabezado del párrafo, no obstante, mayor precisión nos aportan varios testamentos del siguiente año.

Así, el de Antón Gutiérrez de 23 de febrero de 1569 nos especifica que la ermita se está construyendo. "Ytem mando que se de en limosna a la iglesia y ermita del señor san Gregorio media fanega de trigo que yo le avia prometido ¿ir? para su obra" (AHPLP.1, ff. 215r.-217v.). Hay que añadir que Antón Gutiérrez estuvo en vida muy relacionado con el obispo, al que debía dinero y con Luis Inglés, al que guardaba sus bueyes.

La misma preocupación por la terminación de la ermita muestra Luisa Troya que, en su testamento de 10 de mayo de 1569, quiere que se cumpla su manda de tres maravedís "a la obra del señor san Gregorio e la cofradía de la Vera Cruz" y, de la misma manera, con la limosna que su marido Alonso Ortiz había prometido: "ytem mando que se de de mis bienes una dobla (ilegible) a la obra del bienaventurado san Gregorio a quien el dicho Alonso Ortiz mi marido la había mandado e no se le ha dado hasta ahora" (AHPLP.1, ff. 260r.-263v.). 

También dejan limosnas para la ermita de san Gregorio, Juan González en su testamento de 21 de mayo de 1569 (AHPLP.1. ff. 265v.-267v.); Juan Márquez en el suyo de 11 de septiembre de 1569 (AHPLP.1. ff. 300v.-302v.) y Francisca Ramos que testó el 31 de mayo de 1570 (AHPLP.1. ff. 340r.-348r.).

Da la impresión de que hasta ese momento, 1569, san Gregorio no era más que una pequeña capilla u oratorio en ciernes que se proyecta transformar en una ermita o iglesia para toda la vecindad de los Llanos de Jaraquemada. Quizás hasta ese momento no era más que, "un aposento en el ingenio para a donde viniese el tiempo de la molienda con mi casa e familia e para oír los días de fiesta misa porque no se dijese dentro de la casa", tal cual nos relata en su testamento el licenciado Hernán García del Castillo sobre los orígenes de la ermita de san José de Las Longueras que él mismo terminó fundando (Hernández, p. 196). 


¿Dónde se erigió la ermita?

Ya hemos visto que no fue en tierras e ingenio de Alonso Rodríguez de Palenzuela sino en la data que recibió Gonzalo de Jaraquemada "el viejo" y que terminarían conformando el núcleo de Los Llanos de Jaraquemada, lugar donde aún se encuentra la iglesia parroquial de san Gregorio Taumaturgo.

Así, en este caso, "el aposento" originario sería uno de los del ingenio de los Jaraquemada que, por esta época, aún está en manos de Gonzalo de Jaraquemada "el mozo" quien, precisamente, testa el 6 de mayo de 1569 ocultando cualquier dadivosidad particular a la nueva ermita en sus tierras con una manda genérica: "ytem mando a todas las iglesias de esta ciudad de Telde e su término para ayuda de sus obras a cada una de ellas (ilegible) mando que se pague de mis bienes" (AHPLP.1, ff. 256r.-258v.). En su testamento instituyó como herederos universales a todos sus hijos, sin especificar el reparto de sus bienes, por lo que suponemos que esta posesión quedó en manos de su hija Ana de Jaraquemada y su esposo Juan Inglés del Castillo pues ella es la que lo gestiona en 1591 en nombre de su hijo menor, Agustín Inglés del Castillo Jaraquemada (Rivero, p. 420), dado que su esposo había muerto con anterioridad a 1580 (Fernández, p. 21). 

En los protocolos notariales de estos años podemos concretar que estos "llanos que dicen de Jaraquemada" quedaban conformados/limitados por los cercados de Arauz al oeste que daban paso al camino a Gando o a Agüimes. AL sur, por El Campillo y la Vega del Campillo (zonas que siguen surcadas por la calle Campillo y la urbanización La Vega). Al nordeste, por un malpaís (hoy el Cascajo) y por el camino al Roque, al igual que, así lo creemos, el llamado Lomo de Gonzalo Jara (hoy surcado por las calles Lepanto, 29 de abril, etc.). Por el norte, con el cercado de Arnao, surcado por El Chorrillo y limitado al este "el camino que va al ingenio viejo del molinillo" (AHPLP.2, ff. 352v.-355r.), que no era otro que el de los Picachos, camino que también enlazaba con el mencionado El Campillo y su vega, así como con el camino a Melenara. Todavía los mayores de nuestra ciudad recuerdan referirse a esta zona de entrada a la ciudad, actuales avenida del Cabildo y calle Poeta Pablo Neruda como "El Molinillo", aunque también en aquellos días se conocía de igual forma a la actual calle Picachos.

Los Llanos de Jaraquemada en torno al s. XVI
a partir de una fotografía aérea actual
(Google Maps - Fotocomposición del autor)

Los Llanos de Jaraquemada en torno al s. XVI
a partir de una fotografía de los años 50 del siglo XX
(FEDAC - Fotocomposición del autor)

Del mismo modo, nos hablan las escrituras de que, al término del siglo XVI, Los Llanos de Jaraquemada eran, sobre todo, viñedos de vecinos y foráneos que hicieron famosa a la ciudad por sus caldos (Rivero, p. 419), concentrándose muchos de estos parrales en El Campillo y su vega.


Todos estos viñedos con sus pequeñas casas y habitaciones fueron urbanizando la zona con intrincados callejones, otrora antiguas serventías de paso. En torno a la ermita, en las casas del ingenio de los Jaraquemada, se fue conformando la actual plaza de san Gregorio en medio de las residencias de los Jaraquemada, Inglés, Castillo, Alcalá, Ayala y otras importantes familias que se iban vinculando entre sí. Por ejemplo, el mencionado Agustín Inglés del Castillo Jaraquemada casará con María Ana de Ayala, hija del capitán y regidor perpetuo de la isla, Gaspar de Ayala (Fernández, p. 21). No es extraño, de esta manera, que a la actual calle Cruz de Ayala, en las inmediaciones de la mencionada plaza, se la llegase a conocer por uno de estos Ayala como "calle de Guillén de Ayala" e, incluso, "barrio de Guillén de Ayala" (Hernández, 316).

Para terminar con el proceso de urbanización comentado, la orden de 1586 del inquisidor Ortíz de Fúnez de concentrar a la población morisca en Los Llanos de Jaraquemada propició un núcleo berberisco en torno a la actual calle Barbería, realmente Berbería. Esta concentración llegó a tal extremo que el barrio pasó a ser conocido como "Llanos de Xaraquemada. Barrio de la Berbería" en 1772, y "Llanos y Berbería" o "Barrio Berberisco" aún en 1814 (Hernandez, p. 311).


¿Quién fundó la ermita?

Está claro que el terreno sobre el que se erigió la ermita fue parte de las data recibida por Gonzalo de Jaraquemada "el viejo". Por lo tanto, las personas que ostentaban la misma en torno a 1568 pusieron en marcha la fundación que, no obstante, no se tomó como una obra del todo privada sino como un proyecto vecinal, mancomunado si se quiere, pues de otra manera no se entenderían las limosnas testamentarias citadas de diversos vecinos. Esto corrobora la segunda aportación a los orígenes de la ermita que relataba Marín de Cubas en 1694.

Como hipótesis, sugiero como patrono de la obra a Agustín Inglés del Castillo que, habiendo quedado huérfano bastante joven, fue criado por su tío el licenciado Hernán Castillo (Fernández, p. 18), como sabemos, el fundador de la ermita de san José de Las Longueras. Este bien pudo inculcarle su preocupación por la asistencia espiritual en el ingenio de Las Longueras para que, de igual forma, él, su sobrino, se preocupara ahora por la de sus trabajadores en el de Los Llanos. Así, su esposa, Ana de Tamariz, ya deja en su testamento de 25 de octubre de 1568 una limosna a san Gregorio y a la Vera Cruz, ambos aún proyectos en ciernes porque la obra de la ermita está comenzando y la cofradía de la Vera Cruz no tendrá carácter oficial hasta la aprobación de sus constituciones el 5 de enero de 1573 quedando radicada, además, en la iglesia del Hospital de san Pedro mártir (Hernández, p. 205).

Un testigo firmante de su testamento es el medio hermano de su marido, Luis Inglés del Castillo Jaraquemada (Fernández, p. 17), cuya esposa fue Jerónima de la Mata Palenzuela, nieta de Alonso Rodríguez de Palenzuela. Quizás esta Palenzuela, que no su abuelo, fuera una activa promotora de la ermita junto a su marido ya que tanto este como su medio hermano Agustín aparecen relacionados como vecinos de parcelas en la zona con varios de los donantes a la obra de la ermita, cuando no son directamente sus trabajadores como Antón Gutiérrez (AHPLP.1, ff. 215r.-217v.)

En este contexto de fervor y proyecto del vecindario se fueron criando los hijos de Agustín y Ana Tamariz. Su primogénito, Juan Inglés del Castillo Tamariz, se casará con una hija de Gonzalo de Jaraquemada "el joven", Ana de Jaraquemada. En 1567 viven la paternidad por primera vez imponiendo a su primogénito un nombre nada común entre sus antepasados: Gregorio. 

Es evidente que, por la fecha del alumbramiento y el nombre escogido, la idea familiar/vecinal de erigir una ermita en honor a san Gregorio se termina de poner en marcha con el arranque de las obras.

Cabe destacar, además, que la tía paterna de este niño, Susana del Castillo Tamariz, también mostró este carácter benéfico fundacional de la familia. En 1610 patrocinó, conjuntamente con su marido, las obras de reconstrucción de la ermita de san Marcos y el convento dominico de san Pedro mártir, ambos en Vegueta, que habían sido pasto de las llamas en la retirada del corsario Van der Doez en 1599 (Fernández, p. 25).


Ermita de san Gregorio ¿pero de qué san Gregorio?

Es una duda razonable al calor de la documentación consultada y el singular número de santos Gregorio reconocidos por la Iglesia. En el momento en que se erige la ermita ¿se está pensando en el santo taumaturgo que celebramos actualmente? Es más, el propio Marín de Cubas, cuando recoge el testimonio de su época, finales del siglo XVII, ¿habla de san Gregorio Taumaturgo o de otro al que, además, relaciona con "la sangre de mártires"? No lo sabemos. Al menos, él nos ayuda a descartar al papa san Gregorio Magno pues refiere que la ermita es de san Gregorio, obispo. Tampoco la talla original del santo nos lo aclara dado que solo refiere "San Gregorio", sin más, en su peana.

Antigua fotografía de la anterior talla de san Gregorio Taumaturgo (FEDAC)
Su lenguaje estilístico nos retrotrae al siglo XVII, destacando su parecido
con la primitiva imagen de san José de la ermita de Las Longueras
y con otras obras de Francisco Alonso de La Raya.


La antigua talla tras su restauración (Fotografía Daniel)

Si nos preguntamos primero por qué san Gregorio y no cualquier otro santo, podemos averiguar fácilmente si nuestros predecesores llanenses veneraron al santo taumaturgo desde los orígenes de la ermita o a otro santo homónimo guiados de la religiosidad propia de su época. 

"Contra los insectos que atacaban las vides, los santos preferidos eras san Gregorio Nacianceno, el papa san Gregorio Magno y san Pantaleón. Una de las razones que explican la elección de san Gregorio Nacianceno es que su festividad, el 9 de mayo, coincide con las fechas en que comienzan a brotar los tiernos pámpanos de la vid: un momento en que es especialmente crítico el peligro de los gusanos. Por la misma razón se celebran en algunas aldeas procesiones por entre las vides el día de la Invención de la Vera Cruz (3 de mayo), así como en otros días de principios del mismo mes. (...). A menudo los informes hablan solo de “san Gregorio”, pero algunos mencionan específicamente al papa san Gregorio o al san Gregorio de “marzo”, lo que nos indica que se recurría también a este santo cuya festividad se celebra el 2 de marzo. 

La cuestión de los santos Gregorios es compleja; puede ser que el responsable inicial de la confusión sea otro san Gregorio, llamado Ostiense, a cuyo santuario en Sorlada, Navarra, se acudía de toda España en la lucha contra la langosta y otros insectos. Se trataba, a lo que parece, de un santo distinto, obispo de Ostia, enviado como misionero a España por el papa y con la misión de poner fin a tales plagas. (…). Un libro contra la superstición recomendaba el uso del agua de este santuario como profilaxis con la “langosta, pulgón y otras malas sabandijas”. 

Por descontado las campesinos de Castilla la Nueva sabían de este santuario. De hecho, durante la gran plaga de langosta de 1545, una población, Almodóvar del Campo (Ciudad Real), envió un representante a Navarra con el cargo de regresar con agua bendita: 

“El día de San Gregorio Nacianceno, que es a nueve de mayo, se votó por la plaga de la mucha langosta que en los años cuarenta y cinco y cuarenta y seis sobre mil y quinientos permitió nuestro Señor que sobreviniese a toda esta tierra y talase y destruyese los panes; envió esta villa un propio al reino de Navarra, a un lugar del a do dicen estar el cuerpo del Bienaventurado Santo, y de allá trajo agua que se asperjó a los campos; y fue Dios servido que se alzase la plaga de la langosta y ansí se votó aquella solemnidad y se hizo una imagen de bulto que del dicho día se saca en procesión general por todo el pueblo”.

Ya se ve aquí la confusión entre Gregorio Nacianceno y Gregorio de Ostia, a quienes las gentes de Almodóvar consideraban el mismo santo. (…). El primer voto a San Gregorio Nacianceno que se menciona en las Relaciones con fecha es de hacia 1540”. (Christian, pp. 60-61). 

No puede ser más apropiado este santo para los vecinos de Los Llanos de Jaraquemada que, como hemos visto, se han transformado en viticultores hasta dar fama a la ciudad por sus vinos que se vendían en América e Inglaterra. Además, de igual manera que sus contemporáneos peninsulares, también aplicaron la unión san Gregorio Nacianceno - la Vera Cruz para la protección de su actividad económica "y, en cuanto al 9 de mayo, festividad de San Gregorio Nacianceno, registraba el aniversario de muchos votos hechos al santo para implorar su protección contra las plagas de la vid. En algunos de tales pueblos los vecinos iban en procesión hasta los viñedos o alrededor de las tierras comunales" (Christian, p. 144), lo que puede ser el origen de la bendición a los campos que se sigue celebrando en la actualidad durante su procesión, precisamente, a su llegada a las alturas de El Campillo y la Vega del Campillo. 

Todo indica que los llanenses hicieron un voto comunal en pro de sus vides y demás cultivos al santo Gregorio obispo, sin saber, ni preocuparse, si Nacianceno u Ostiense, erigiéndole una ermita, además, en pleno espaldarazo en la cristiandad a su devoción pues, el 9 de julio de 1568, nótese el año, el papa Pío V incluía al Nacianceno en el listado de Doctores de la Iglesia buscando contrarrestar las doctrinas protestantes. También es indicativo que, invocando la protección de la Vera Cruz el 3 de mayo, quedara en la zona el testimonio de la calle Cruz de Ayala "posiblemente por una cruz conmemorativa allí existente en lejanos tiempos" (Hernández, p. 316). 

Podemos creer, incluso, que fueran alentados por el sacerdote Gregorio de Segura, conocedor de su santo protector, del que sabemos servía en la parroquial de san Juan Bautista en el año 1566 (Rodríguez, p. 421). De igual manera que, por último, da que pensar el hecho de que si Luisa de Troya testó un 10 de mayo de 1569 acordándose con tanto fervor del santo y su ermita, no lo hiciera porque acababa de vivir su memoria el día anterior. 

Aclarar, para terminar, que al Nacianceno, un obispo capadocio que vivió entre los años 329 y 390, se le comenzó a invocar en este sentido desde que el papa Esteban lo hiciera en 885 para librar de una feroz plaga de langostas a las Galias. 


¿Cuándo se concretó en el Taumaturgo?

San Gregorio Taumaturgo comenzó a ser popular en nuestra tierra en al inicio del siglo XVII, sobre todo a partir de que su cráneo fuese traído desde Italia como reliquia a la iglesia de san Roque de Lisboa (entonces parte del imperio español) por don Juan de Borja, hijo de san Francisco de Borja y, a la sazón, mayordomo mayor de la reina.

Esta reliquia "fue considerada la más importante de toda la colección y fue recibida triunfalmente en la iglesia de san Roque el 25 de enero de 1588 en presencia del virrey de Portugal, el príncipe cardenal Alberto. La llegada de la reliquia a Lisboa favoreció la difusión del culto a san Gregorio Taumaturgo, que se convirtió en uno de los santos más venerados de la ciudad en los últimos años del reinado de Felipe II" (Condito, s/p).

A partir de esta fecha la devoción al santo taumaturgo es ya harto conocida. Se enriquece su vida con milagros que lo hacen cercano al campesinado pues era abogado contra inundaciones y terremotos. Desde entonces se multiplican las capillas, ermitas y hasta conventos intitulados a su nombre como, por ejemplo, el de franciscanos alcantarinos de la ciudad de Orihuela aprobado en 1600 y consagrado en 1610 (Nieto, pp. 193-200), por cierto, coincidiendo cronológicamente con la fundación del cenobio teldense.

De tal forma prendió la devoción a este santo, que en el virreinato de Nueva España, la ciudad de México lo nombra su patrón ya en 1607 (Zárate, pp. 134-135).

Cráneo de san Gregorio Taumaturgo - Iglesia de San Roque (Lisboa) (Condito)

Relicario de la cabeza de San Gregorio Taumaturgo
Iglesia de San Roque (Lisboa) (Condito)

La primera referencia inequívoca, hasta ahora conocida, a que la ermita teldense es "de san Gregorio Taumaturgo" la encontramos en el archivo parroquial de san Juan Bautista y data de 1647. Esta "hace alusión a que en la víspera, el 16 de noviembre, y al día siguiente, había procesión, con misa y asistencia de capellanes y de los dos beneficiados. Estos últimos cobraban 8 reales por ir desde San Juan hasta Los Llanos y otros 4 más si se hacía la procesión circular en torno a la ermita" (Canarias7, 14/11/2016). La fecha de la celebración, 17 de noviembre, disipa cualquier duda sobre el santo Gregorio celebrado. Llama la atención que desde ese momento, además, ya se arrojaban puñados de trigo al paso del santo (Hernández, p. 230), que por su fiesta está recién sembrado, para que su intercesión favorezca su futura cosecha, costumbre que se mantiene.

Quizás sea este devenir social y económico de Los Llanos de Jaraquemada lo que motivó que, finalmente, se celebrara a san Gregorio Taumaturgo. Las primeras familias que hicieron voto al santo obispo por sus vides han ido desapareciendo, el cultivo de la vid ya no es el motor económico de la zona, como ya lo reflejan algunas escrituras de 1591 vendiendo tierras que eran antiguos parrales (AHPLP.2, ff. 265v.-267v y 352v.-355r.). Del mismo modo, el patronato de la familia del Castillo Jaraquemada, quien cediera el solar de la ermita, ha entrado en decadencia no sólo por la temprana muerte de Agustín Inglés del Castillo Jaraquemada (Fernández, p. 21), sino también por la disipada vida de su hermano mayor, Gregorio del Castillo Jaraquemada, quien ostenta el mayorazgo y fuera alcalde de la ciudad entre 1590 y 1595. 

No gozó de buena honra pues muy pronto quedó señalado socialmente con intervención del Santo Oficio de la Inquisición incluida. Gregorio no fue un marido ejemplar. Maltrataba a su esposa a la que, además, engañaba frecuentemente en múltiples relaciones extramaritales. Su esposa, pese a todo, en un estado de celos perenne y con el ánimo de sentirse correspondida y bien tratada, creyendo hechizado a su marido, recurrió a una de las brujas teldenses, Catalina Déniz, para que por medio de hechizos, sortilegios y amarres, le devolviera a su marido soñado.

Todos terminaron siendo señalados ante la Inquisición ya que Catalina Déniz fue denunciada y procesada entre junio de 1606 y octubre de 1608. Catalina fue condenada mientras que Leonor no tuvo sanción alguna, bien por su abolengo, bien porque, a la sazón, su esposo Gregorio era el propietario y arrendador de la residencia del mismo Inquisidor (Fra, pp. 29-44).

Como vemos, si este matrimonio fue el encargado de llevar adelante el proyecto heredado de terminar y dotar la ermita del santo en sus tierras, es lógico que el pueblo prefiriera obviarlo. Este olvido también fue favorecido por el reemplazo en la posesión del mayorazgo en manos de otra rama de la familia, concretamente en la figura de Lorenzo del Castillo Olivares Maldonado Lezcano, al no tener Gregorio hijos varones, quien, además, pronto pasó a residir en La Palma (Béthencourt, p. 70) por lo que su posible patronato sobre la ermita lo olvida en manos de la Iglesia.

La ermita quedaba al albur de los acontecimientos sociales que, en tiempos de crisis, no permitían costear fiesta alguna. Así comenzó el siglo XVII, con el ataque del pirata Van der Doez y, además, la peste que entre 1601 y 1606 asoló Gran Canaria y muy especialmente Telde (Anaya et Arroyo). Cuando se reanimó el culto en la ermita, probablemente de la mano de los frailes franciscanos llegados a la ciudad en 1610, se promovió que la ermita fuera "dotada", es decir, asumida por la parroquia de San Juan como lugar de culto al que atender, no solo como oratorio vecinal. Esta dotación coincide con los años en que ya se anota la fiesta al santo y, concretamente, al santo Taumaturgo.

Probablemente, los franciscanos del cenobio teldense, que ejercían como curas servidores de la parroquial de San Juan en ocasiones, certificaron el cambio devocional llevados, bien de la experiencia oriolana de 1610 de sus correligionarios alcantarinos, bien de la nueva moda devocional. Entre 1647 y 1648, ejerció como tal fray Tomás de Higueras (Rodríguez, p. 422), quien bien pudo retomar personalmente la celebración del santo obispo Gregorio con una feligresía que lo tenía como abogado de sus cultivos. 

Si en estos momentos el cultivo ha pasado a ser mayoritariamente de cereal y se celebra al santo recién iniciada su siembra para que proteja y lleve a buen término la cosecha, la fiesta se traslada a los primeros días del otoño y, de esta manera, el santo obispo Gregorio que se celebraba pasó a ser el Taumaturgo sin mayor problema porque, al fin y al cabo, los antepasados de los que heredaron la devoción al santo, tampoco hicieron hincapié en si Nacianceno, Ostiense, etc. De hecho, más que cambio devocional debemos hablar de clarificación documental por parte de los nuevos capellanes en los registros de la parroquia, sin que supusiera para nadie escándalo alguno, seguía siendo san Gregorio obispo, el de siempre, el que nos intercede por todos desde la siembra a la cosecha.

Por otro lado, ya la devoción al santo obispo no es la principal en el templo, pues surge en la feligresía otra que, incluso, ensombrecerá a la del Taumaturgo. Se trata de Nuestra Señora del Buen Suceso que, al contrario de lo que siguen sosteniendo algunos historiadores, jamás fue titular de la ermita desde sus orígenes.

Antigua fotografía de Ntra. Sª. del Buen Suceso (FEDAC)

Simple y llanamente porque su advocación no surge en la historia de la Iglesia Católica hasta que Mariana Francisca de Jesús Torres, religiosa concepcionista franciscana de la ciudad de Quito (Ecuador), experimenta varias apariciones y revelaciones marianas entre los años de 1599 y 1635 que le dan a conocer esta nueva advocación (Sousa). A la par, en Europa, conocedor o no de estas revelaciones místicas allende los mares, el papa Paulo V nominó de igual manera a una imagen de la Virgen que le presentaron unos hermanos obregones españoles, la cual habían encontrado en la sierra castellonense, precisamente, durante su viaje de peregrinación a Roma (Capmany, pp. 302-303).

Finalmente, el obispo de Quito consagra la imagen que la Virgen pidió que se hiciera como "Buen Suceso, de la Purificación o Candelaria" en 1611, año en que también fue solemnemente entronizada en el hospital madrileño homónimo la imagen de los obregones consagrada por el papa.

En este sentido, no podemos obviar, además, el arco temporal en que florece en Gran Canaria esta devoción. En la parroquia de san Lorenzo, creada en 1640, en torno a 1652 cuando Catalina de Armas Marichal manda su imagen desde Fuerteventura (Cazorla, pp. 16-17). En la parroquia de Carrizal desde que el capitán Juan Ambrosio Lorenzo Béthencourt promovió la erección de una ermita en su honor en 1657 (García Correa, p. 191). En la ermita de san Gregorio, la vecina Beatriz Hernandez deja impuesto un aniversario en 1675 para que los beneficiados de San Juan acudan a la ermita a hacer procesión con la imagen de la Virgen alrededor de la misma (Hernández, p. 188). De esta memoria anual, además, hay constancia en los registros parroquiales entre 1685 y 1691 (Rodríguez, p. 43) aunque suponemos que la imagen y devoción a la misma habían llegado con anterioridad a 1675 a la ermita.

Ya en el siglo XVIII, además, se desarrollará la tercera gran devoción del templo, la de santa Rosalía, culto hoy olvidado pero que llegó a contar con cofradía propia (Béthencourt, p.190 y Hernández, p. 188).

Por último, paralelamente a este resurgir de la devoción al santo Gregorio obispo como protector de las cosechas en Telde, surge también en Los Granadillares de Tamaraceite, lugar que terminará siendo conocido como Cortijo de San Gregorio. También allí, entre 1667 y 1705, se erige una ermita a San Gregorio del que tampoco sabemos muy bien su concreción. La que se ha hecho en el papa San Gregorio Magno en la cercana iglesia de Siete Puertas es posterior.
 

¿Es la parroquia actual fruto de la primitiva ermita?

Teniendo en cuenta la documentación consultada, la primitiva ermita bien pudo ser levantada por los albañiles Antón de la Mar y Antón de la Palma que son contratados por el alcalde mayor de Telde, Juan Chacón, el 28 de julio de 1568, para construir un tanque de sillería en El Chorrillo de la ciudad para recolectar el agua que fluye desde la pared del cercado de Antonio Arnao. Ellos mismos, además, se encargarán de proveer los sillares, la cal y demás materiales, comprometiéndose a tenerlo listo en dos meses (AHPLP.1, ff. 30v.-32r.).  

También pudieron trabajar en la labor de carpintería de la ermita los carpinteros Gregorio Simón y Gaspar de Cerrada que, en 1563, trabajaban en la techumbre de una nueva capilla en la ermita de Santa María de la Antigua (Lobo, p. 25) de nuestra ciudad, capilla que ya terminará en 1577 el segundo. Del mismo modo, Diego Cabello, del que sabemos que ejercía en la ciudad su oficio en 1569 muy relacionado con su antiguo alcalde Juan de Zorita (AHPLP.1, ff. 278r.-278v.).

Finalmente, como última hipótesis, quién sabe si como maestro mayor de la obra fungió el mismo que por entonces trabaja como tal en las obras de la Catedral. Se trata de Pedro de Narea, vecino de Telde, que así mismo lo refiere en 1568 en el establecimiento de un condominio sobre su viñedo en la Vega Mayor (AHPLP.1, ff. 54v.-57r.). 

Hasta el día de hoy se sostiene que esta ermita fue sufriendo modificaciones bien para arreglar desperfectos fruto del tiempo, bien para ampliar su espacio dado el crecimiento de la población. Así, sabemos que el actual templo es fruto de un nuevo proyecto y obras que arrancan en torno al año 1700, tal cual se sigue pudiendo comprobar en la pétrea inscripción que obra sobre su portada lateral, en aquel momento principal, donada por el licenciado Diego Romero Tello de Medina (Béthencourt, p. 182).

"Esta p(uerta) dio el
Li(cencia)do D. D(ie)go. Romero
Tello de Medina, Com(isari)o
del s(ant)o off(icio) de la in(qui)ss(i)ón.
Año de 700"
Cartela sobre la puerta lateral de la iglesia de San Gregorio Taumaturgo de Telde
(Fotografía del autor)

Sin embargo, surge la duda de si este proyecto fue trazado de nueva planta dado que casi ocho décadas más tarde, Francisco de Morales, en su testamento de 1777, sigue manifestando que su casa linda por un lado con "la ermita vieja de san Gregorio" (Hernández, p. 189). Si linda con la vieja edificación es porque en otro lugar está la nueva (terminada o por finalizar) ya que, por el contrario, se habría limitado a reflejar que linda con la ermita. La misma duda se acrecienta si atendemos al testamento del presbítero Antonio Sánchez Dávila de 1778 que da información sobre "la nueva ermita" (Hernández, p. 189).

No es descartable que se escogiera realizar la nueva edificación desde cero porque la ermita original estuviera muy cerca, si no anexa, a otras construcciones de ámbito familiar que no se podían derribar dado el trazado de callejuelas estrechas propio de épocas pretéritas. 

De nueva planta o ampliando remozando la anterior a lo largo de los siglos, el templo actual "empezó a fabricarse a fines del siglo pasado a expensas del vecindario, que se aumentaba considerablemente, y por el laudable celo de un vecino que, profesando la más tierna devoción a Nuestra Señora del Buen Suceso, deseaba ver levantado un edificio donde se le diese culto competente" (Hernández, p. 191). La devoción primitiva al taumaturgo fue perdiendo raigambre en la medida que la feligresía también fue abandonando las labores agrarias por actividades de otros sectores económicos. En el contexto de la inauguración del nuevo templo, la talla de la mencionada advocación de la Virgen sufrió la desafortunada intervención del escultor Macario Batista hasta el punto de quedar del todo irreconocible, si no es que se desechó y talló una imagen completamente nueva (García Rodríguez, p. 223). 

Con todo, en 1807 los vecinos de Los Llanos celebraron "la colocación" (finalización) de la nueva ermita con fuegos artificiales según se desprende de la solicitud efectuada el 17 de octubre por el síndico personero de la ciudad de Telde, Felipe Gómez Navarro, a la Real Audiencia, organismo que lo permitió con la condición de que se tomaran las debidas precauciones (AHPLP.3, exp. 4195).

Procesión de Ntra. Sra. del Buen Suceso, San José y San Antonio en 1930 (FEDAC)

En resumen, en el caso de que el actual templo fuera trazado de nueva planta, cabría preguntarse dónde radicaba la ermita original y qué fue de la misma. En la tradición oral que yo mismo he conocido, se ha señalado la edificación del número 9 de la calle Rivero Béthencourt, hoy heladería y otrora bar "Los Tres Hermanos", como la ermita original, nada descabellado al estar frente a la portada lateral del actual templo. Sería interesante comprobar si entre los antepasados de los propietarios de las edificaciones anexas se hallaba el mencionado Francisco de Morales.

Aún parece adivinarse la antigua ermita (Fotografía del autor)

Cosas de la historia, si un Gregorio marcó el origen de las obras de la ermita, otro Gregorio vivió su creación como parroquia en 1847, don Gregorio Chil y Morales, entonces beneficiado de la parroquia de San Juan (Hernández, p. 152). 


¿Cuántas imágenes del santo existieron?

Precisamente también la tradición oral habla de que la primera imagen del santo fue pétrea y de no más de medio metro de altura, según recoge nuestro cronista oficial (Teldeactualidad, 23/11/2022).

La segunda, de la que ya hemos hablado, sigue conservándose, ahora perfectamente restaurada ya que sufrió, no solo el deterioro propio por el paso del tiempo, sino también su transformación en san Blas cuando fue removida de su retablo por la actual. 

Retrato (idealizado) de Luján Pérez del pintor Amaranto Martínez (González Sosa)
Pormenor del rostro de la talla del santo obra de Luján Pérez (González Padrón)

Esta es una bella obra de Luján Pérez que, teniendo en cuenta la descripción física que nos han legado de su rostro algunos pintores, parece ser un autorretrato del imaginero que quiso dejar en ella su autorretrato para la posteridad al prestar sus facciones al santo obispo taumaturgo.


A modo de epílogo

Con el ánimo de clarificar y valorar nuestro pasado y patrimonio, me atrevo a aportar algunas ideas que creo que son clave para ello:

La ermita y devoción a San Gregorio obispo data de los años finales de los sesenta del siglo XVI. En 1569 se inician sus obras que, para una edificación reducida, no se alargarían en el tiempo, estando terminadas para el último cuarto del mencionado siglo. No la fundó Alonso Rodríguez de Palenzuela. Fue una fundación mancomunada entre los vecinos aunque, es cierto, que fue clave el patronato de los Inglés Castillo Jaraquemada (y demás familias importantes con ellos relacionados por vínculos matrimoniales) al ser los dueños del solar donde se erigió.

Los habitantes de Los Llanos de Jaraquemada escogieron al santo Gregorio obispo, como el resto de sus contemporáneos, para la protección del nuevo cultivo al que habían apostado sus economías familiares: los viñedos. En este sentido, la antigua talla del santo podría pasar a venerarse como la que fue, san Gregorio Nacianceno. Así, en los primeros días de mayo la parroquia podría celebrar la Vera Cruz (3 de mayo) y al santo (9 de mayo), recuperándose el sentir y fervor de nuestros predecesores. Además, sería un espaldarazo para la tradición del enramado de las cruces en nuestras calles que se está incentivando nuevamente. 

Todo lo anterior, por supuesto, no impide que nuestras fiestas sigan siendo las de san Gregorio Taumaturgo pues, no en vano, nos encaminamos hacia los cuatrocientos años desde que, con seguridad, era el Taumaturgo el celebrado y al que imploraban los llanenses por sus cosechas de cereal. 

En este sentido, además, también sería positivo que se reavivaran las otras devociones del templo que podrían celebrarse conjuntamente en la primera quincena de septiembre, dado que el 4 es la festividad de la santa Rosalía y Nuestra Señora del Buen Suceso bien podría celebrarse por su natividad, el 8 de septiembre, o por su onomástica, el 12 del mismo mes pues, no en vano, su procesión siempre se realizó "en fecha variable, entre el 10 y el 15 de septiembre" (Acosta et Rodríguez, p. 44), según los registros parroquiales de san Juan Bautista.


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