16 noviembre 2024

DE NÁUFRAGOS Y PRIMEROS AUXILIOS

Vista panorámica de la costa teldense (c. 1920) (FEDAC)

Desde hace algunos años, el cronista oficial de la vecina Villa de Ingenio, don Rafael Sánchez Valerón, ha venido contribuyendo a la historia canaria con una serie de artículos de investigación sobre los diversos naufragios que han acontecido en la costa teldense. Me permito aportarle la crónica de uno que no ha advertido en su encomiable labor. 

«En la prensa de las Palmas de la Gran Canaria hallamos los siguientes pormenores respecto a la pérdida del bergantín francés S. Chrysostome:
«Una lamentable desgracia tenemos hoy que comunicar a nuestros abonados. Un bergantín francés denominado S. Chrysostome, acaba de perderse al Sur de esta isla en las inmediaciones de la punta de Melenara.
Este buque salió de Marsella el 28 de Noviembre último, con cargamento de mercaderías, entre otras, aceite, abono químico y velas esteáricas, con destino a Moule (isla de Guadalupe). A las ocho de la noche del sábado 18 del actual, pasaba frente al puerto de Las Palmas con dirección al Sur. La noche se hallaba completamente oscura, y guiándose en sus cálculos por el faro, creyeron equivocadamente que se encontraban a cinco millas distante de tierra, cuando a las diez y cuarenta y cinco minutos chocó contra unas rocas por el sitio ya dicho, próximo a la costa, y se abrió, sumergiéndose en breves momentos.
Cuál sería la confusión y el pánico que se apoderó de los diez individuos que componían la tripulación, ya pueden suponerlo nuestros lectores. En los instantes mismos del siniestro, cuando el capitán Goat trataba de procurar la salvación de su gente, un banco de mar se lo lleva sepultándolo con él. Eran las doce de la noche y el buque ya había desaparecido. Los tripulantes trataron de salvarse y seis pudieron llegar a una roca donde por mucho tiempo tuvieron que luchar con la violencia de las olas, en cuya lucha perecieron dos de los seis refugiados. Al fin los cuatro restantes se lanzaron buscando tierra, que felizmente la encontraron salvándose uno de ellos en un bote de pescadores.
El mal estado en que se hallaban estos desgraciados náufragos, hizo que se les condujera al hospital de esta ciudad, después de habérseles prodigado cuantos auxilios fue posible en la jurisdicción de Telde, encontrándose ya en disposición de marchar a su país, que, según hemos oído, lo harán en el vapor francés surto en nuestra rada» («El Globo», 2/01/1876, p. 3).

Hospital San Pedro Mártir de Telde (FEDAC) 

Los auxilios en la jurisdicción de Telde referidos por la noticia fueron posibles de la mano del médico don Vicente Ruano Urquía que desde 1870 ocupaba la plaza de médico titular de nuestra ciudad (Bosch, p. 30). No pasaron de ser primeros auxilios pues el ingreso de los náufragos debió hacerse en el hospital de San Martín de la capital al que el de San Pedro Mártir de Telde había quedado agregado por ruina e inoperancia desde el 24 de noviembre de 1837 (Bosch, p. 23). 

Retrato del doctor Vicente Ruano Urquía (Cumbre, p. 1)

Del agüimense don Vicente Ruano Urquía (1852-1924) conocemos que «estudió la segunda enseñanza en Las Palmas y después, en Madrid, la licenciatura de Medicina y Cirugía, donde se especializó en enfermedades de la piel. En dicha especialidad fue alumno del renombrado profesor del Hospital de San Juan de Dios, doctor Olavides. Terminado sus estudios vino a Canarias.
La primera ocasión que se le presentó de ejercer su profesión fue en Telde, donde el Padre de Don Vicente Ruano era Notario. Obtuvo inmediatamente la plaza de Médico titular de aquella Ciudad, cargo que ejerció hasta que se trasladó a Las Palmas en 1884.
Vino impulsado por la fama de buen médico que había adquirido en Telde, cosa que confirmó aquí entre sus compañeros. Fue durante muchos años director del Hospital de San Lázaro en donde dejó un recuerdo imborrable, el mismo que aún se conserva entre muchas familias de Las Palmas. Fue el primer cirujano que aquí extrajo el «apéndice». Obtuvo también los cargos de Subdelegado de Medicina e Inspector Municipal de Sanidad. Varias memorias que redactó sobre temas profesionales, se han conservado impresas por lo valiosas que fueron en auxilio de la sanidad de la Capital y la Isla.
Fue notable su labor al frente del Museo Canario, que entonces se convierte en centro donde las frecuentes conferencias dieron vida e interés a la institución» (Cumbre, pp. 1-4).


REFERENCIAS

Bosch Millares, J. (1952). «Hospitales de Gran Canaria: el hospital de curación de la ciudad de Telde» en El Museo Canario, núm. 52, pp. 1-30.

Cumbre (1955). «Don Vicente Ruano Urquía» en Serie de 100 canarios ilustres, núm. 55, pp. 1-4. https://mdc.ulpgc.es/files/original/0a94b83aad2d6dee0f951ed2185dc61243d63e65.pdf [consultado el 14/11/24].

«El Globo», 2/01/1876.

Sánchez Valerón, R. (2024). Recopilación de naufragios en la costa de Telde https://grandio.org/Valeron/Recopilacion_de_Naufragios_en_la%20Costa_de_Telde.pdf [consultado el 16/11/24].

12 noviembre 2024

TELDE CLARETIANO

Mosén Claret - Grabado de Paciano Ross (1894) (Aguilar, s/p)

De la tradición oral que han ido formando muchas familias teldenses se puede rescatar, entre otros hechos, la profunda huella que el misionero san Antonio M.ª Claret y Clará (1807-1870) y sus tres acompañantes dejaron tras su paso por las parroquias de San Juan y San Gregorio durante los últimos días de mayo de 1848.

Propio de la transmisión oral es que, con el paso de los años y de sus «transmisores», esta se vaya enriqueciendo con versiones de lo acontecido que desdibujan la realidad adornándola de anécdotas varias e, incluso, hechos prodigiosos. Baste recordar, como ejemplo de crónica de los acontecimientos, la información reseñada por nuestro cronista a cuya familia, por cierto, tocó muy de cerca la presencia del fundador de los claretianos en nuestra ciudad («TeldeActualidad», 11/05/2022).

La prensa del momento, incluso a nivel nacional, recogió también sus propias impresiones, lo que nos ofrece otra fuente para acercarnos a lo que nuestra ciudad vivió durante aquellas memorables jornadas.

«Hemos visto carta de las Palmas, capital de las Islas Canarias, de fecha 8 de noviembre. Su obispo el ilustrísimo señor don Buenaventura Codina seguía con notable aprovechamiento de sus feligreses la santa tarea de la visita pastoral, y todos acudían como extasiados a oír la divina palabra, siendo preciso en algunos pueblos predicarla en la plaza por no ser los templos bastante capaces para contener a tanta gente.
El reverendo presbítero don Antonio Claret seguía las misiones, produciendo en todas partes iguales o mayores resultados que en la parroquia de Telde. En dicha fecha solo le faltaba recorrer las parroquias de Fuerte-Ventura y Lanzarote, y pasar después al obispado de Tenerife, en donde se le esperaba con viva impaciencia, lo propio que aquel celoso prelado.
Una revolución religiosa y pacífica, la más extraordinaria que jamás se ha visto, dice la carta, está obrando Dios por medio de cuatro peninsulares en esta isla. Los libros piadosos del reverendo Claret se venden a millares» («La Esperanza», 1/1/1849, p. 2).

Llama poderosamente la atención que el artículo reseñe lo ocurrido en Telde como algo extraordinario, es más, se espera que la misión tenga en los otros lugares, al menos, los mismos resultados satisfactorios que en nuestra ciudad.

La tradición oral nos ha legado, como decía, la visión de esos días de misión «desde fuera», desde el parecer del pueblo. El P. Claret, en sus anotaciones, también nos ha legado su propia vivencia con aquellos apuntes suyos: «estos canarios me han robado el corazón» y «no ceso nunca de dar gracias a Dios por haberme enviado a estas islas». Alguien que también nos ha legado su visión de los acontecimientos y que ha pasado desapercibido, pese a haberlo vivido todo de primera mano, fue el beneficiado servidor de San Juan de ese momento, su párroco diríamos hoy, don Gregorio Chil y Morales, encargado de acoger a los misioneros y facilitar su labor.

Con esta carta le transmitía sus vivencias de la misión al obispo de la diócesis, don Buenaventura Codina, constituyendo, además, toda una crónica de la sociedad y economía teldenses del momento:

«Ilmo. Señor:

Hoy a las cinco de la mañana, después de celebrar el Santo Sacrificio de la misa, ha salido de este pueblo para la villa de Agüimes, el misionero apostólico don Antonio Claret, acompañado de los párrocos, del alcalde don Juan Mireles, secretario del M. ilustre ayuntamiento y la mayor parte de la población, quienes desde las tres de la madrugada llenaban la iglesia para recoger decían las últimas bendiciones de su Padre, y seguimos su huella hasta una distancia bastante larga de esta ciudad; desde allí nos retiramos con algunas personas que por sus años, sus achaques y destinos se encontraban imposibilitados de continuar la marcha, pero según me acaba de afirmar la persona de mi confianza a quien encargué su custodia hasta la casa de aquel venerable párroco, le seguían más de cuatrocientas personas de esta feligresía, a las que, entrando juntamente con él en la iglesia les hizo un exhorto, y han estado de vuelta llorando la ausencia de tan buen sacerdote, y bendiciendo la mano de V. S. I. que tantas gracias les prodiga. ¿Y quiénes son esas gentes que le rodeaban? No crea V. S. I. que eran las que llamamos hez del pueblo, sino las primeras familias de esta ciudad, personas ancianas y delicadas, ascendiendo a más de mil; tanto que se hizo preciso la intervención de la autoridad para abrirse paso.

Por lo que toca al fruto que ha producido la santa Misión debo manifestar a V. S. I. que esta población jamás ha presenciado cosa igual: reconciliados los enemigos más encarnizados, los pecadores más obstinados penitentes, los escándalos públicos y privados cortados y expiados, los matrimonios extraviados restablecidos, las restituciones satisfechas; y ¿por qué esto? porque nada era capaz de hacer frente al fuego de sus discursos, a la dulce insinuación de sus maneras, a la energía de sus reprensiones, a la dialéctica y fuerza de sus razones. La unción de sus palabras rendía a los oyentes, y todos, aún lo más desdeñosos, derramando abundancia de lágrimas caen a sus pies. Y ¿podía esperarse otra cosa de unos trabajos sostenidos por la práctica de virtudes las más heroicas? Una caridad ardiente, un amor infatigable por los pobres, una fe viva, una humildad sin igual, una dulzura inalterable, tal es el modelo dechado que nos ha dejado el P. Claret. Después de haber pasado los días y parte de la noche en el confesionario vuela al lecho de los moribundos que a porfía le llamaban para recibir de sus manos la reconciliación: ya reúne los niños de ambos sexos para anunciarles la palabra de Dios en un dialecto inteligible a la tierna capacidad; ya enseña a los infelices que gimen bajo el azadón y a los que llevan el peso del día y la escarcha de la noche aquellas oraciones adaptadas a su razón inculta como antídoto contra la desesperación y en donde únicamente pueden encontrar la paciencia y la resignación. El culto y protección de la Madre de Dios que circunstancias azarosas han eclipsado, le despeja, le presenta bajo su verdadero punto de vista y todos le tributan homenaje como a corredentora. Si tal es el empeño que tomaba por el dogma, no lo era menos su actividad y celo por la casa de Dios como lo demuestra el respeto al templo a pesar del concurso tan numeroso que la iglesia parroquia no tenía amplitud para contenerle; y particularmente la comunión general celebrada el domingo 28 del corriente: aquí es donde al padre misionero Claret desplegó su amor por la religión; pasó recado a todos los eclesiásticos habilitados a fin de que se sentasen en sus confesionarios desde las dos de la madrugada para reconciliar a sus confesados. Efectivamente, desde las doce de la noche ya se hallaba la iglesia atestada de gente; mas no nos fue posible dar vado a tantas almas, y como entre estas se encontraban viejos y niños, se dio principio a la misa a las doce con la mayor solemnidad, y en el entretanto el P. Claret en el confesionario hasta que llegó la hora de la comunión.

De repente sale de la sacristía con cuatro niños de a ocho años coronados y vestidos de ángeles, derramando flores delante del Santísimo Sacramento con tal orden y compostura que a todos conmovió; pero cuando él con aquel semblante de paz, y los niños con su candidez cantaron algunas jaculatorias, el pueblo no pudo contenerse y prorrumpió en llanto, al instante sube al púlpito, y aquí vierte por su boca todo el amor de su corazón. Jamás, señor, he oído discurso tan tierno, tan sentimental, tan de fuego; fue preciso contener las gentes que iban a romper en vivas y aclamaciones. Concluido, baja del púlpito para servir de maestro de ceremonias, arregla los niños, dos sostienen la toalla, dos con sus velas en las manos, contuvo los primeros ímpetus de las gentes por el ansia de recibir a Dios, y ya todo bien ordenado sube nuevamente al púlpito y durante la comunión pasó en revista todo lo concerniente a tan augusto Sacramento. A las tres de la tarde concluyó la función, habiendo comulgado más de dos mil y quinientas personas, contándose entre las familias más notables de mi feligresía.

Me abstengo de presentar a V. S. I. el todo más en detalle por no cansar la atención de V. S. I. Debí pasar al momento a dar parte verbalmente; pero como se atravesaba la Ascensión de Nuestro Señor, me parece no ser justo el abandono de la parroquia en día tal, pero mediante Dios lo verificaré muy pronto, para que V. S. I. palpe los felices efectos de las santas misiones en estos pueblos abandonados.
Dios guarde a V. S. I. muchos años.

Ciudad de Telde mayo 31 de 1848. Gregorio Chil y Morales.

S. I. aún no ha recibido la relación del párroco de Agüimes; seguramente será más sorprendente que la que antecede. En esta villa las iglesias no podía contener al auditorio; fue menester predicar y celebrar la comunión general a campo raso» («El Católico», 11/08/1848, pp. 2-3).

Este buen hacer y cercanía del beneficiado servidor, tanto con su obispo como con el misionero Claret que pronto será nombrado obispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II, motivó que fuera confirmado en su beneficio, ya como párroco titular, el 14 de marzo de 1851, junto a don Cristóbal Aguilar para San Gregorio, parroquia que hacía solo un año se había desmembrado de la sanjuanera («La Esperanza», 19/03/1851, p. 2).

Por último, hay que reseñar que el P. Claret volvió a visitar Telde cien años más tarde, en mayo de 1948, eso sí, mediante una imagen suya que peregrinó por todas las parroquias de la isla como conmemoración del centenario de la misión reseñada. Esta imagen es la que actualmente está en la Basílica de Teror, no en vano es copatrono de la diócesis de Canarias junto a la Virgen del Pino, quedando en la parroquia de San Gregorio una de mayor tamaño, de taller olotino y pasta de madera.

Honra también la memoria de nuestro santo misionero la parroquia de San Gregorio con el tondo conmemorativo que en el suelo, bajo la gran cúpula de la iglesia, recuerda la presencia del misionero en tal parroquia y que se colocó tras la última gran restauración que sufrió la parroquia en los inicios del tercer milenio.

Los retablos cerámicos que desde 1998 adornan las parroquias de la isla por donde pasó el Padrito, como era conocido, tienen el defecto de recoger la imagen propia del santo con vestidura episcopal, vestidura y condición que aún no ostentaba a su paso por las islas como «mosén Claret».


REFERENCIAS

Aguilar, M. (1894). Vida admirable del siervo de Dios Antonio María Claret fundador de la congregación de los misioneros hijos del inmaculado Corazón de María. Vol. 1. Establecimiento tipográfico san Francisco de Sales, Madrid.

«El Católico», 11/08/1848.

«La Esperanza», 1/01/1849 y 19/03/1851.

«TeldeActualidad», 11/05/2022, 

09 noviembre 2024

DE TELDE A LAS PALMAS, HISTORIA DE UNA CARRETERA

Tramo de la carretera de Telde a Jinámar a la altura de La Primavera (FEDAC)

Las nuevas generaciones, acostumbradas a las autovías y autopista que casi circunvalan la isla, desconocen que la única carretera que unía la capital de la isla con el sur, entonces Juan Grande, discurría por el actual Paseo de San José, la playa de La Laja con su túnel y el pueblo de Jinámar hasta entroncar con San Juan cruzando el puente «de los Siete Ojos». Desde aquí, tras salir de la ciudad por la plaza de Arauz (hoy parque Franchy y Roca), seguía la carretera hacia Agüimes y demás localidades sureñas.

Quiso el Estado que esta carretera se construyese ya en 1848 siguiendo el camino vecinal que poco había cambiado desde tiempos de la conquista. Sin embargo, en el devenir político y económico de España, no será hasta 1863 (mejor 1866) cuando se inaugure en su totalidad tras el empuje dado a sus obras por el ingeniero teldense don Juan de León y Castillo que retoma el proyecto que de la misma ya había diseñado el ingeniero Antonio Molina (Hernández, p. 39).

«En el mismo caso [paralizada por falta de fondos] se halla la carretera cuya apertura fue autorizada en 1848 y que debía atravesar la isla por la parte del Norte uniendo a Las Palmas con el pequeño pueblo de Agaete, distante siete leguas de ellas; e igualmente acontece con el ramal destinado a enlazar la misma con Telde.
Si a tan escaso apoyo por parte del gobierno para llevar a cabo obras que imperiosamente exigen los intereses materiales en aquellas islas, y que son necesarias para el desarrollo de los elementos de riqueza que tanto al país como al Estado convienen favorecer, se agrega el abandono en que se encuentran la mayor parte de los ramos administrativos, fácilmente nos explicaremos el decaimiento de este hermoso país, su falta de población y su escasa riqueza actual, comparativamente con la que debería alcanzar («El Orbe», 8/04/1857, p. 4).

Quizás las quejas expresadas en 1857 causaron la llegada a la oficina de Obras Públicas de Gran Canaria de León y Castillo al año siguiente. Nada más pertrechar la oficina con lo necesario, se puso manos a la obra, entre otras cosas, con el proyecto que nos ocupa. De esta manera, el 15 de septiembre de 1859, ya puede presentar una memoria del mismo (Hernández, pp. 127-129), proyectando las obras en tres grandes tramos:
a) De San José al barranco de El Salto del Negro.
b) De El Santo del Negro a Juan Ruano (Vega de Jinámar).
c) De Juan Ruano a la ermita de san Pedro mártir. (Hernández, pp. 39-41).

A partir de entonces, las obras marcharían al ritmo de la financiación que el Estado le otorgaba tras declarar el proyecto como «carretera de segundo orden» y llegar a la colocación de la última piedra del séptimo arco del puente sobre el barranco de Telde el 6 de octubre de 1865 (Jiménez, p. 89).

Año 1860. Parece que ahora sí, pero no

La aprobación del proyecto no supuso el inmediato inicio de las obras. La financiación por parte del Estado no terminaba de concretarse por más reales decretos y subastas (concesiones) que se fueran aprobando.

«Un Real decreto declarando de segundo orden la carretera que partiendo de la ciudad de las Palmas termina en Telde (islas Canarias)» («La Gaceta militar», 18/07/1860, p. 3).

«Por reales decretos que publica La Gaceta, se declaran de segundo orden las carreteras que partiendo la una de la ciudad de las Palmas, en las islas Canarias, termina en Telde y la otra que partiendo de Toledo termina en Ciudad-Real» («El Día»», 19/07/1860, p. 2).

«La dirección general de Obras públicas ha señalado el día 10 de septiembre próximo para la subasta de las obras del trozo primero de la carretera de segundo orden de Palmas a Telde, cuyo presupuesto asciende a 426,478 rs. 27 céntimos» («El Reino», 26/07/1860, p. 3).

«Ministerio de Fomento. Relación por provincias de las carreteras que forman el plan general para la Península e islas adyacentes (…). Carreteras de tercer orden (…). Gran Canaria. Telde a Juan Grande por Agüimes» («El Clamor público», 2/10/1860, p. 3).

Año 1861. Sin financiación todavía

«El último correo de Canarias nos trae noticias de aquellas islas, que alcanzan hasta el 28 del pasado. Las obras públicas en Gran Canaria toman de día en día un incremento considerable, merced a la inteligencia y celo del joven ingeniero D. Juan de León y Castillo. La carretera al Puerto de la Luz, estará terminada dentro de dos meses, gracias a la actividad que han desplegado los contratistas Sres. Massieu, que a pesar de la falta de operarios y de los escasos recursos del país para esta clase de construcciones, han logrado superar todas las dificultades y hacer una obra modelo en su clase. El faro de la isleta está ya rematado por los mismos señores y pronto se comenzará a construir, y por último, la carretera de Las Palmas a Telde, tan necesaria porque pone en comunicación las dos poblaciones más importantes de la isla, también se ha rematado, y en breve se dará principio a la construcción» («El Universal»·, 24/02/1861, p. 2).

Año 1862. Por fin en proceso

«En la carretera de Las Palmas a Telde se trabaja con gran actividad, y es de esperar que muy pronto queden unidas por medio de ella los pueblos más importantes de la isla» («La Correspondencia de España», 6/01/1862, p. 3).

«El 16 de agosto se verificará en la Dirección de Obras Públicas las subastas de las carreteras siguientes: (…). El trozo tercero de las Palmas a Telde, provincia de Canarias, bajo el tipo de su presupuesto de contrata importantes 555,971 res. 52 cénts.» («La Regeneración», 10/07/1862, p. 4).

Año 1863. Conectados por la Marfea

El desarrollo de las obras en sí fue necesitando de más recursos que excedían lo presupuestado. De ahí que se suscitara el resquemor de otras provincias inmersas, también, en obras de ingeniería viaria. 

«Por el interés que puedan tener para nuestros lectores, y para complacer a algunos de provincias que lo han solicitado, ponemos a continuación un extracto de las subastas anunciadas por la dirección general de Obras públicas: (…). 4 de septiembre (…). De las obras de un fuerte para el paso del barranco de Telde, en la carretera de Las Palmas a Telde. Presupuesto, rs. vn. 453,393-64. Depósito, 22,600» («El Reino», 2/07/1863, p. 1). 

Se llevaría a cabo la mencionada subasta, finalmente, el 18 de septiembre («Gaceta de los caminos de hierro», 2/08/1963, p. 8).

No en vano, era cierto que salvar algunos escollos en el trazado de la carretera insular proyectada conllevaba un esfuerzo ingente de recursos, no solo en la época sino en la actualidad.

«Las obras públicas adelantaban en todas las islas. El 4 del actual a las once de la mañana han quedado en comunicación las dos cámaras que venían simultáneamente practicándose para el establecimiento del túnel de Mar-fea en la carretera de segundo orden de Santa Cruz (sic.) a Telde. Esa hora fue de verdadero júbilo y entusiasmo para los encargados de la obra y operarios, quienes unos en pos de otros se lanzaron por la brecha abierta en el tabique que separaba ambas cámaras» («La Correspondencia de España», 22/07/1863, p. 2).

El túnel de la Marfea o de La Laja en dirección a la capital (FEDAC)

«Dice nuestro apreciable colega el País de Canarias:
«El 28 de Noviembre último ha quedado abierta a la circulación el segundo trozo de la carretera de segundo orden de las Palmas a Telde, en esta isla.
Entre las obras que abraza este trozo, llaman la atención, por su importancia, el túnel de la mar fea, abierto en roca viva, de 111 metros de longitud; y el puente de la cuesta empedrada de cosa de 17 metros de elevación.
Solo el Estado ha podido llevar a cima la obra del túnel, obra asombrosa por la clase de roca que se ha practicado que esa la más dura que la geología nos presenta, midiendo un cubo de desmonte de 111 metros lineales, por una sección de cerca de 20 metros cuadrados, que hacen 2,200 metros cúbicos; y esto sin contar el desmonte en la misma clase de roca que ha precedido seguido al túnel propiamente dicho» («El Clamor público», 25/12/1863, p. 3).

Año 1864. La novedad, ayer como hoy

«Ayer recibimos la correspondencia de Canarias con noticias de aquellas islas que alcanzan al 26 de diciembre último, en cuya fecha, era bueno el estado sanitario de todas ellas (…). La carretera que une a Telde con las Palmas, terminada hace poco, se halla constantemente transitada por los coches de las personas más ricas del país, que han convertido a la ciudad de Telde en un delicioso sitio de recreo» («El Eco del país», 6/01/1864, p. 3).

«Canarias. Hemos recibido noticias de aquellas islas que alcanzan al 14 del corriente: (…). La rica ciudad de Telde, unida ya a Las Palmas por una buena carretera, se hallaba constantemente visitada por numerosas personas que acudían a ella a pasar los días festivos en dulce esparcimiento, y se preparaban muchas familias, de las más acomodadas del país, a veranear en aquella ciudad que tantos recursos encierra, y donde las brisas del mar extinguen casi por completo los ardores del reverberante sol de los trópicos» («La Razón española», 26/05/1864, p. 2).

El crecimiento económico de la ciudad de Telde se vio favorecido con esta vía de comunicación de primer orden que los ha conectado a la capital (con su puerto en ciernes). Así, del mismo modo, se buscó la mejora de su conexión hacia el sur. 

«Carreteras de tercer orden. (…). Las Palmas a Agüimes por Telde» («El Reino», 14/09/1864, p. 1).


1866: El puente sobre el barranco de Telde, el de los ¿Nueve Ojos?

El puente sobre el barranco de Telde (FEDAC)

Visto lo anterior, se sobrentiende que ya se podía circular por él desde 1864. Sin embargo, en honor a la verdad, el puente no se dio por finalizado oficialmente hasta dos años después.

«En los periódicos de Canarias que recibimos ayer, hallamos las noticias siguientes:
Dice El Auxiliar: (…).
El ingeniero jefe de Canarias ha sido autorizado por la superioridad, para recibir definitivamente con las formalidades de ley, las obras del puente de Telde, ejecutadas por su contratista D. Antonio Matos y Moreno» («La Reforma», 22/09/1866, p. 2).

Como en toda obra sobre plano, la realidad a veces se impone. Quizás al contratista Matos y a su cuadrilla, así como al devenir de la propia obra, debamos que el puente que León y Castillo soñó con nueve ojos (Jiménez, p. 80), se quedara finalmente en siete y, así, nombrado por todos los teldenses.


REFERENCIAS

Florido Medina, G. (2016). «El puente de los Siete Ojos cumple un siglo y Medio» en TeldeActualidad, 28/06/2016, https://teldeactualidad.com/archive/93066/cultura [consultado el 9/11/2024].

Hernández Gutiérrez, A. S. (2006). Juan de León y Castillo. Biografías de Científicos Canarios. Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria.

Jiménez Martel, G. (2002). «La carretera de Las Palmas de Gran Canaria a la ciudad de Telde. El instrumento del progreso y desarrollo de la zona sur-este de la Isla» en Boletín Millares Carló, núm. 21, pp. 63-91. 


REFERENCIAS HEMEROGRÁFICAS

«El Clamor público», 2/10/1860 y 25/12/1863.


«El Día», 19/07/1860.


«El Eco del país», 6/01/1864.


«El Reino», 26/07/1860, 2/07/1863 y 14/09/1864.


«Gaceta de los caminos de hierro», 2/08/1863.


«El Orbe», 8/04/1857.


«El Universal»·, 24/02/1861.


«La Correspondencia de España», 6/01/1862 y 22/07/1863.


«La Gaceta militar», 18/07/1860.


«La Razón española», 26/05/1864.


«La Reforma» 22/09/1866.


«La Regeneración», 10/07/1862.



05 noviembre 2024

DE CUANDO CELEBRAMOS LA PRIMERA DIVISIÓN DE LA PROVINCIA DE CANARIAS

Recreación del cortejo festivo por las calles de Las Palmas de Gran Canaria
(«La Ilustración. Periódico universal», 3/7/1852, p. 1)

La provincia de Canarias, ideada desde la obra legislativa de Cádiz (1812-1814), cristalizada en 1822 (Guimerá, p. 588) durante el Trienio Liberal, aumentó el resquemor entre los habitantes de las dos grandes islas, sobre todo en referencia a la actividad comercial, dada la capitalidad de Santa Cruz de Tenerife. Los diputados grancanarios en las Cortes, don Jacinto de León y don Cristóbal del Castillo Manrique de Lara (Guimerá, p. 571), consiguieron que S. M. Isabel II dividiera la única provincia que conformaba el archipiélago canario en dos distritos administrativos por Real Decreto del 17 de marzo de 1852.

Ante tal noticia, la alegría de los grancanarios desbordó, de tal manera, que se prepararon varios días de actos solemnes en la capital de la isla con pasacalles, bailes, banquetes, discursos oficiales, fuegos artificiales, rifas benéficas, etc., dentro de las fiestas de la Pascua. 

«Nuestro corresponsal de las Palmas de Gran Canaria, con fecha 22 de abril nos dice lo siguiente: La noticia de la división de provincias, publicada en la Gaceta del 18 de marzo, ha llenado de indecible júbilo, no solo a la isla de Gran Canaria, sino también a las de Fuerteventura y Lanzarote. Prueba inequívoca de ello, es la multitud de personas de estas, que han atravesado el mar para participar de la alegría que hoy rebosa de los pechos de los canarios. Si hubiera de pintar a ustedes con todos sus vivos colores los festejos que han tenido lugar en esta población, y el entusiasmo de que están poseídos los ánimos de estos leales habitantes, me sería preciso escribir páginas innumerables (…).

Todos los ayuntamientos, hasta de los pueblos más insignificantes, se apresuraron a venir a felicitar al de esta ciudad el domingo de Pascua (…) las fiestas continuaron durante los tres días de Pascua, habiéndose dado por este ayuntamiento un espléndido banquete» («El Sol», 14/05/1852, p. 2).

En su preparación y desarrollo destacó muy positivamente nuestra ciudad, además, como representante de toda la comarca sur de la isla. Cientos de teldenses, agitando palmas, integraron una llamativa romería civil desde el Paseo de San José hasta el extinto convento de San Agustín.

«Llegó el domingo de Pascua, día señalado por los pueblos de Guía y Telde para hacer su entrada en la Ciudad, manifestando de este modo la parte que tomaban en nuestra común felicidad (…).

Entre tanto el pueblo de Telde, acompañado de todos los demás de la parte del sur de la isla, preparaba por este lado en la iglesia del barrio de San José otra magnífica carroza, con el retrato de S. M., cuyo exquisito trabajo, obra de D. Francisco Zumbado Ripa, produjo en los espectadores, lo mismo que la de Guía, dirigida por D. Luis del Mármol, la más agradable sorpresa. Abrían la marcha a esta segunda comitiva cuatro bizarros jóvenes vestidos con los elegantes trajes de la corte de Felipe IV, y montados sobre caballos blancos como la nieve, primorosamente enjaezados; después seguía una triple y prolongada hilera de personas con palmas en la mano; y por último venía la regia carroza tirada por cuatro guerreros armados de casco y coraza, y cuatro hermosas y modestas jóvenes, vestidas de blanco, con el sedoso cabello graciosamente suelto por la espalda. Así avanzó rodeada de un inmenso gentío la vistosa comitiva, hasta que se le incorporó la de Guía con sus palmas, banderas, música, y juntas descendieron por la calle del Colegio (…).

El brillante cortejo hizo por fin un alto en la plazuela de San Agustín, y después de un corto descanso penetró en los espaciosos claustros del Instituto. En este espacioso salón, colgado todo de damasco carmesí, y bajo un dosel de terciopelo recamado de oro, se veía otro retrato de S. M. de cuerpo entero, teniendo a su derecha el glorioso pendón que en 1483 ondeó triunfante Alonso Jaime de Sotomayor el día 29 de abril en que se rindió el último canario. Los ayuntamientos de Guía y Telde arengaron aquí al de las Palmas, que contestó `por conduelo del señor López Botas en un sentido y elocuente discurso, terminando con un viva a la Reina, al gobierno, a nuestros dignos diputados y a la unión y prosperidad de los dos distritos. Concluido este solemne acto, se disolvió la reunión, hasta las cuatro de la tarde, en que el vistoso carro de Telde paseó de nuevo las calles de la ciudad, en el mismo orden con que hemos descrito su entrada» («La Ilustración. Periódico universal», 3/7/1852, pp. 1-2)

Estos actos de loa y gratitud a S. M. la Reina y a los diputados canarios que tal gracia habían conseguido se verán recompensados, por así decirlo, cuando la monarca conceda por Real Decreto de 11 de julio del mismo año, la categoría de «francos» a los puertos canarios.


REFERENCIAS

Guimerá Peraza, M. (1968). «El pleito insular. La división de la provincia de Canarias (1840-1873)» en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 14, pp. 535-635. 

«La Ilustración. Periódico universal», 3/7/1852.

"El Sol", 14/05/1852.

02 noviembre 2024

EL CUADRO DE ÁNIMAS DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN ¿OBRA COLONIAL DEL SIGLO XVII?

Cuadro de Ánimas o del Juicio Final - Anónimo (1675)
Basílica de San Juan Bautista de Telde (Fotografía del autor)

De este lienzo que preside el retablo de Ánimas nos dice don Pedro Hernández que «fue pintado en el año 1675, habiendo costado la obra de pintura 379 reales y 2 cuartos» (Hernández Benítez, p. 100). Sin embargo, nada nos asegura de su autor. En primer lugar, porque no hay constancia alguna en la documentación que obra en el archivo parroquial. En segundo lugar, porque el mismo lienzo carece de firma (Hernández Benítez, p. 101) o, al menos, eso afirma el benemérito sacerdote sin darse cuenta de que, quizás, sí que la tenga. Lo que ocurre es que también conoció el lienzo bastante oscurecido, tal cual lo apreciamos aún hoy. «Lástima grande que algún escrupuloso mayordomo de Fábrica, en tiempos ya lejanos, embadurnara la parte baja de este excelente lienzo, para oscurecer los artísticos desnudos en los que pueden apreciarse escorzos magníficos y rostros de un realismo sorprendente» (Hernández Benítez, p. 102). Quizás una correcta y más que necesaria restauración desvelaría una posible firma y, con ella, su autor.

Para tal fin estuvo el lienzo en los almacenes del actual Museo de Arte Sacro tras ser remitido por el sacerdote don Teodoro Rodríguez. Sin embargo, fue devuelto a su parroquia en 2000, tras más de dos décadas y sin que se apreciara mejora alguna, en tiempos del sacerdote D. Francisco González. Marcos Hernández Moreno, su restaurador, aseguró que no se podía hacer más porque en los intentos de limpieza se dañaba irremediablemente la pintura original (Calderín, p. 89)

En cuanto a la autoría, don Pedro Hernández señala que su creador debió inspirarse en artistas como Rubens o Memling, pero que, indudablemente, debe ser una obra «de escuela española sevillana» con «inspiración de la flamenca». Por si fuera obra canaria, entre los pintores que han trabajado en la basílica a lo largo de su historia, descarta a Cristóbal de Quintana al no ver comparación con otras de sus obras, señalando como hipótesis a «Juan de Silva, Juan Rodríguez o Juan Pablo» (Hernández Benítez, p. 102). No se percató, mientras escribía, de que el primero de estos tres vio la luz en Santa Cruz de la Palma en 1687, años después de la creación del lienzo que nos ocupa.

En realidad, claramente fue otra la inspiración del artista, el grabado «El juicio final» realizado en Roma por Philippe Thomassin en 1605. Así lo demuestran las coincidencias entre el grabado y la obra que nos ocupa: la disposición vertical trinitaria de Dios Padre, Espíritu Santo, Jesucristo, sobre el Mundo y el arco iris; la central del arcángel san Miguel que domina al demonio; la disposición y estilo de la puerta del paraíso en el margen izquierdo desde la que suben al cielo las ánimas; la figura del esqueleto que con su guadaña, en el horizonte, ciega las vidas, así como la del Leviatán que engulle a los condenados en el margen inferior derecho.

Grabado sobre el Juicio Final de Philippe Thomassin (1608) 
(Brewer et Fromont, p. 960)

Este grabado se dio a conocer en las Indias de la mano de los misioneros religiosos que lo usaban en sus catequesis con los indígenas. En la escuela pictórica colonial del siglo XVII arraigó como el prototipo para la representación de la escena del Juicio Final gracias al pintor Diego Quispe Tito que gustaba inspirarse en estos grabados para sus obras. Si atendemos a su lienzo «Las postrimerías o el Juicio Final» pintado, casualmente, en 1675 para la iglesia del convento de san Francisco del Cuzco, nos daremos cuenta, inmediatamente, que podría ser el autor que buscamos.

Las Postrimerías o El Juicio Final de Diego Quispe Tito (1675) (Wuffarden, p. 3) 

Por otro lado, podemos atender al cuadro de «El Juicio Final», indudablemente de la misma escuela, que obra en la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia). El parecido con el teldense también es evidente. Lástima que tampoco se conozca su autoría lo que habría ayudado a acotar la atribución que nos ocupa.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (s. XVII)
Iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de Siachoque en Boyacá (Colombia)
(Brewer et Fromont, p. 961)

Dada la procedencia de estos lienzos sobre los novísimos, podríamos aventurar cómo llegó a Telde uno de ellos. Hemos visto que este modelo iconográfico fue promovido fervientemente por los franciscanos (Wuffarden, p. 3). Casualmente, entre los años 1673 y 1674 (Rodríguez, p. 422), ejercía como servidor en la iglesia de San Juan, mientras se proveía su beneficio, el predicador conventual del cenobio minorita teldense fray Juan Pablo Díaz (Rodríguez, p. 164). Este bien pudo promover la compra del lienzo que, encargado a sus hermanos en las Indias, terminaría llegando a la parroquial en 1675.

Sabemos del trasiego de frailes franciscanos entre el convento teldense y las misiones en las Indias por lo que bien pudo venir con alguno de ellos el lienzo a las islas. Por eso no se cita el autor en los registros del archivo dado que, además, desde los prejuicios del momento, este no era más que un indígena, una obra de arte de inferior categoría.

Es lógico que para conseguir los fondos necesarios para su adquisición se llevara a cabo una cuestación entre los feligreses. Con seguridad, entre las aportaciones recibidas, se encontraba la del matrimonio formado por Francisco Yanes Perdomo y Beatriz de Ortega Sánchez cuyos dos hijos eran sacerdotes. De hecho, uno de ellos, Francisco Yanes Ortega, terminará siendo beneficiado de San Juan entre 1684 y 1694 (Rodríguez, p. 422), promoviendo la construcción de la capilla de San Ignacio de Loyola.

«Hijo de una nobilísima familia oriunda de Realejo en Tenerife» (Hernández Benítez, p. 243), no tenemos duda de que eran parientes del mayordomo de la parroquial de Santiago del Realejo, Francisco Yanes Barroso quien, en el año 1669 y por un precio bastante mayor que el teldense (759 reales), había comprado el cuadro de Ánimas que sigue obrando en la mencionada parroquia tinerfeña (Hernández Abreu, p. 102). Tampoco reseña a su autor en la documentación del archivo por lo que podemos pensar que lo ayudaron a traerlo de las Indias, si de allí procede, los religiosos franciscanos del convento de Santa Lucía ya que, a todas luces, sigue el mismo modelo iconográfico.

Cuadro de Ánimas o de El Juicio Final - Anónimo (1669)
Parroquia de Santiago de Los Realejos de Tenerife (Hernández Abreu, p. 102)

En resumen, parece evidente que el cuadro de Ánimas de la basílica de San Juan es una obra de arte colonial del siglo XVII y que llegó a la isla de mano de los religiosos franciscanos que allá misionaban. Dadas las características propias se puede atribuir su autoría al taller de Diego Quispe Tito (1611-1681), si no a este directamente.


REFERENCIAS

Calderín Ojeda, L. (2024). «La pintura de los Cuadros de Ánimas en Gran Canaria. Tres ejemplos significativos: Telde, Teror y Santa Brígida» en Revista de Historia Canaria, núm. 206, pp. 79-92.

Hernández Abreu, P. (2018). «Arte y devoción en torno a la muerte. Las cofradías de ánimas de Los Realejos» en Revista de Historia Canaria, núm. 200, pp. 95-108. 

Hernández Benítez, P. (1958). Telde (sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos). Talleres tipográficos de Imprenta Telde. Telde. 

Rodríguez Calleja, J. E. (2015). La población de Telde en el siglo XVII, un modelo demográfico comparado. ULPGC. Las Palmas de Gran Canaria.

Wuffarden, L. E. (2020). «Diego Quispe Tito y el Juicio Final en los Andes» en Quipu Virtual. Boletín de Cultura Peruana, núm. 23, pp. 1-4.


OTRAS FUENTES

Brewer García, L. et Fromont, C. (2023). «From Hell to Hell: Central Africans and Catholic Visual Catechesis in the Early Modern Atlantic Slave Trade» en Art History, núm, 46, pp. 946-977.

Lozada, N. (2012). La incorporación del indígena en el Purgatorio cristiano: estudio de los lienzos de ánimas de la Nueva Granada de los siglos XVI y XVII. Universidad de los Andes. Bogotá.

Rodríguez, F. de M.ª. (1969). «Notas para un diccionario biográfico de pintores peruanos (1535-1821)» en Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, núm. 19, pp. 193-257.