31 diciembre 2024

TELDE SEGÚN LE CANARIEN

Vista de Cendro en 1939 (FEDAC)

La crónica que escribieron los capellanes de la conquista normanda al calor de los hechos vividos, conocida como Le Canarien, nos ha llegado trastocada en dos versiones según quisieran ensalzar el papel de uno u otro conquistador. 

De esta manera, la versión G (compuesta en torno a 1420) es la que más se acerca a la realidad de lo acontecido aunque, no obstante, busca ensalzar el papel de Gadifer de la Salle. Por otro lado, la versión B (compuesta en torno a 1490) fue mucho más adulterada por los descendientes del mismo Jehan de Béthencourt a quien, obviamente, ensalzaban como el único conquistador de las islas, relegando al anterior a un papel casi secundario. 

En lo que a Telde se refiere, podemos atender a los siguientes capítulos, contrastando ambas versiones a la par:


Lo primero que llama la atención es que el vocablo Telde, aún en el francés original de la redacción, se escribe tal cual aún hoy lo conocemos. De hecho, es la primera vez en la historia que así se refleja (recordemos que el obispado de Telde no era tal, sino de Telda). No ocurre así lo mismo con Agüimes o Arguineguín que, por consiguiente, eran lugares menos referidos por esos exploradores anteriores que los cronistas citan como fuente de información. Lo mismo ocurre con el desconocimiento de los topónimos Gando, Guiniguada y otros que podrían ser los lugares visitados según las distancias que se aportan.


Es en Telde donde parecen encontrar mejor acogida por los aborígenes, es más, es donde buscan refugio tras verse fuertemente repelidos en Arguineguín o no poder hacer aguada en otras partes, suponemos que el Guiniguada o Juncaillo del Sur. Quizás, los canarios que han recibido la fe, los acojan y sirvan de intermediarios ante los demás, permitiéndolos adentrarse en la misma Telde actual, barranco arriba, hasta las cercanías de las actuales Tara y Cendro.

Parece que Gadifer la ha visitado en varias ocasiones, sabe que es una zona abierta, llana, dividida en dos por un río. Sin saberlo, está legando la primera descripción de lo que fue el núcleo original del Telde actual con los barrios de Tara y Cendro en cada uno de los márgenes del río. Este río transcurría por el Barranco Real hasta su desembocadura en la zona de La Restinga (con sus yacimimentos arqueológicos), zona en la que era navegable tierra adentro con las barcazas citadas. Este era el puerto de Telde (Alonso, 2018), cuya existencia también conocen y distinguen del otro en el que han atracado y que la historiografía suele identificar con el de Gando.

Yacimiento de la Restinga en la playa de Bocabarranco, el puerto de Telde (Fotografía del autor)

Quizás, al calor de los textos y la pronta presencia de tantos aborígenes ante el desembarco, pueda tratarse más bien de otro puerto, el que conformaría la ensenada de las playas de Silva, Aguadulce y Tufia, zona bastante poblada en la época, no así Gando. Traemos a colación los poblados adyacentes de Tufia, el Goro, Las Huesas, Cuevas de Jerez, Montaña Bermeja (o Cuatro Puertas), etc.
Si tenemos en cuenta que todavía el 29 de enero de 1517 toda la ensenada de Gando se entendía como parte del señorío episcopal de Agüimes y que sus obispos establecía uno de los límites de su señorío en lo que parecen describir como Tufia, la playa del barranco de Silva, precisamente luego nominada así por el uso como puerto que le dio el hidalgo portugués, pudo ser el lugar que realmente citan los normandos como puerto entre ambas regiones, creando así el precedente al portugués citado y a los propios obispos en su señorío.

«Indicó, además, que el gobernador Lope de Sosa, aparte de lo contenido en la sentencia, repartió ciertas tierras y un ingenio que está más cerca de Agüimes que la casa y huerta edificada por don Diego de Muros en el Carrizal (…) lo que prueba que aquéllas también están fuera de realengo y que Agüimes tiene términos, los cuales existían ya en tiempo de los canarios, aunque no hubiese memoria de ellos por ser la villa más antigua que la ciudad de Las Palmas, y que Antonio Torres los había hallado, aunque algunos testigos pensaron que eran atalayas de pescadores y otros sepulturas de canarios. (…). A raíz de la apelación (…) Enrique Yañes afirmó, en nombre de la isla, que no existían tales límites, ya que los mojones se trataban de una santidad donde los canarios se acogían en tiempo de guerra, como las había en muchos lugares de la isla, y dado que dicho lugar era una aldea de la ciudad de Telde, donde residía el rey de la isla» (Aznar, pp. 237-238).

Estos mojones que se interpretaron como atalayas de pescadores y tumbas de canarios (¿Tufia?) y como una «santidad» (¿Montaña de la Santidad?), marcaron la frontera Norte del señorío de Agüimes con Telde, línea divisoria que luego fue retrotraída al barranco de Aguatona-Draguillo. En este sentido, entendiéndose santidad como corrales en los que realizaban sus rituales (http://toponimograncanaria.blogspot.com/2012/09/santidad-llanos-y-montana-de-la-san.html), podríamos ver también en ella el propio corral que sigue observándose en el yacimiento de Tufia o el desaparecido que tuvo que dar lugar al topónimo El Goro, trazándonos igualmente la frontera norte citada hacia la esquilmada Montaña de la Santidad por las de Montaña Bermeja, Águeda, etc. 

Panorámica del Morro de Tufia desde la playa de Silva (Google Maps)

La identificación que proponemos con Tufia se sostiene, además, por ser reconocida sin lugar a dudas como población de Telde ya en el siglo XVI y por ser residencia posteriormente no de un rey de la isla, sino del guayre Maninidra, cuya fama se acrecentó una vez que, cristianizado, intervino en las conquistas no solo de Gran Canaria, sino también de Tenerife, La Palma y hasta de Berbería.

En resumen, lo que traslucen ambos textos, es que Gadifer y compañía fueron bien acogidos por los aborígenes de la zona teldense dado que, en principio, no han mostrado más ánimo que el exploratorio y evangelizador. Sin duda alguna, explica esta actitud de los aborígenes su mayor grado de aculturación fruto de la labor de los misioneros que desde la Corona Aragonesa llegaron y cuyo testamento, además, les permiten recoger a los capellanes de la expedición, quién sabe, si en la denominada todavía hoy «Cueva de los Papeles», una de las del yacimiento de Montaña Bermeja, dado que no parecen haberlo encontrado en la misma Telde que sí visitan por dos días consecutivos en su segundo viaje. No obstante, de haberlo recogido en la actual Telde, lo harían en la cueva ermita en la que se juntarían los  eremitas misioneros desde sus cuevas-celdas para las celebraciones comunes.

Si bien estos misioneros fueron asesinados seguramente tras la razzia vasco andaluza de 1393 (Bonnet), sin que nada se diga de ser arrojados a la sima (invención y confusión de la historiografía canaria posterior), el camino hacia una convivencia pacífica había quedado abierto y el pozo del cristianismo en algunos de ellos.

Si efectivamente no llegó a plasmarse la idea de asentarse en ella, aprovechando la plausibilidad comprobada, para desde ella proseguir conquistando la isla, hecho que deja entrever una división entre los de Telde y los de otros bandos de la isla, es por el regreso a Francia de Gadifer enfrentado a su socio Béthencourt. 

Telde sí seguirá siendo el centro de acogida de los nuevos refuerzos misioneros que llegarán de la mano del obispado de Rubicón, en esta ocasión, por medio de su deán y administrador Jehan Le Verrier y los franciscanos de Fuerteventura (Alonso, 2023). Estos nuevos misioneros serán igualmente martirizados, probablemente, durante el intento de ocupación lusa llevada a cabo por el capitán portugués Fernando de Castro en 1424. Su martirio se produjo desde el Salto del Castellano (actual Mar Fea), la «alta peña que va para el mar» (Bonnet, p. 296) hecho que también fue confundido y recreado por la historiografía canaria al ser, además, rápidamente acallado para evitar la reclamación portuguesa sobre la isla. Tan confundido y recreado quedaron los martirios hasta aquí reseñados que todavía en el siglo XXI era creencia común que la Sima de Jinámar tenía conexión con el mar a la altura de la Mar Fea.


REFERENCIAS

Alonso Morales, E. C. (2018). «Acerca del Puerto de Telde, de cuando la Historia atracó en nuestra ciudad» en Guía Histórico Cultural de Telde, núm. 27, pp. 25-30.

Alonso Morales, E. C. (2023). Vida del bienaventurado Jehan Le Verrier, capellán de Jehan de Béthencourt y fervoroso apóstol evangelizador de las ínsulas de Canaria en el primer cuarto del siglo XV, deán y coadjutor del obispo de la diócesis rubicense. Imprenta online S. L. U. Zaragoza - Telde. 

Aznar Vallejo, E. (1981). Documentos canarios en el Registro del Sello (1476-1517). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

Bonnet Reverón, B. (1941). «El testamento de los trece hermanos» en Revista de Historia, núm. 55, pp. 288-305.

Serra Ráfols, E. et Cioranescu, A. (eds.). (1959). Le Canarien. Crónicas francesas de la conquista de Canarias. Vol. 1. Introducción. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

Serra Ráfols, E. et Cioranescu, A. (eds.). (1960). Vol. 2. Texto de Jean de Béthencourt. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

Serra Ráfols, E. et Ciorenescu, A. (eds.). (1964). Vol. 3. Texto de Gadifer de la Salle. Apéndice e Índice. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

23 diciembre 2024

LA NAVIDAD EN TELDE ALLÁ POR EL SIGLO XVII

Talla del Niño Jesús del Facistol (s. XVII) (Rodríguez, s/p)

El tiempo de Navidad, con su respectivo tiempo de preparación de Adviento, fue enriqueciéndose culturalmente en nuestro ciudad con diversas tradiciones que no solo provinieron del ámbito peninsular como sus primeros repobladores, sino también por el intercambio comercial con las Indias, regiones europeas como Flandes y África.

Centrada la solemnidad en torno al 25 de diciembre con la asistencia a la misa del Gallo tras una opípara cena de nochebuena, costumbre culinaria que fue abriéndose paso en las casas de los miembros del estamento privilegiado, la alegría de las pascuas se alargaba hasta la solemnidad de la Epifanía con la participación cada vez más festiva de todos los teldenses.

Entre 1685 y 1692 quedan anotadas en la sección de Cuadrante y Colecturía del archivo parroquial de San Juan las siguientes celebraciones navideñas. 

«En 1 de enero, procesión de la Circuncisión de Nuestro Señor, con un coste de 16 reales y se iba por las calles. 
En 6 de enero, procesión y misa con ministros de La Epifanía, hecha por los cofrades, su costo era de 22 reales y discurría por las calles. En ocasiones se la denomina como Fiesta de los Reyes o procesión de los Reyes Magos y en 1657 se hace alusión a ella como la Fiesta de los Morrenos (sic) y es en la única ocasión que se menciona su recorrido concreto, ya que discurría por la calle de La Cruz y regresaba a la iglesia por la calle de Diego Díaz» (Acosta et Rodríguez, p. 43).

La del inicio del año, a partir de 1700, se comenzará a denominar del Dulce Nombre de Jesús y se la hará coincidir con la procesión de La Epifanía (Acosta et Rodríguez, p. 45), suponemos que por ahorrar costes en tiempos críticos. Esta «se solemnizaba por las calles (…) saliendo el Beneficio con cruz alzada y cantando el «In nomine Jesu» (Hernández, p. 227), a saber, los versículos décimo y undécimo del capítulo segundo de Filipenses.

Así, por las calles adyacentes a la actual basílica de San Juan Bautista transcurría la comitiva religiosa entonándose «in nomine Iesu, omne genuflectatur caelestium terrestrium et infernorum et omnis lingua confiteatur, quia Dominus Jesus Christus in gloria est Dei Patris. Domine Dominus noster quam admirabile est nomen tuum in universa terra. Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc et semper, et in saecula saeclorum. Amen.
[Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén]

De esta manera la procesión del día uno de enero transcurriría con el aire solemne que imprime este canto en tono gregoriano [puede escucharse en https://youtu.be/rdpZObmllDU?si=fCl2wtsv5QnucpGF], relegándose otro tipos de cantos y bailes más festivos para la fiesta de los Reyes Magos.

Con respecto a esta, además de una procesión de similares características a la del día primero, se llevaban a cabo por la tarde «autos sacros que tenían como argumento la Adoración de los Santos Reyes» (Hernández, p. 227) y que, probablemente, sean un antecedente del que todavía conserva y celebra la Villa de Agüimes. En nuestra ciudad todavía se llevaba a cabo en la parroquia durante la primera mitad del siglo XX ante un nacimiento compuesto por las imágenes con las que contaba la iglesia, aunque no fueran las propias de un belén, en un portal efímero creado justo delante del políptico flamenco del retablo principal. Así, por ejemplo, la talla de San José, obra de Luján Pérez, se desprendía de su Niño que, recostado en el pesebre, era arropado por la Virgen (representada por una de las otras dos Marías de la imaginería de Semana Santa), todos ellos entre una mula y un buey de cartón. 

Auto de los Reyes Magos en la parroquia de San Juan Bautista de Telde
Años 1940-1950 (FEDAC)

Volviendo al siglo XVII, esta Fiesta de los Morenos, tomó su nombre por la intervención en ella de danzantes, generalmente, negros (de la población esclava africana traída como mano de obra para los ingenios azucareros teldenses). Estos, como en casi todas las procesiones de la parroquia, eran contratados para bailar abriendo paso a la procesión y acompañándola en todo su recorrido. Estas danzas, además, estaban amenizadas por el sonoro cascabeleo de los que llevaban enlazados en muñequeras y tobilleras (Hernández, p. 226).

En la misma época, se llevaban a cabo procesiones similares en los virreinatos españoles en América, lo que nos ayuda a imaginarnos lo que ocurría en la parroquial teldense. «La procesión que hacen los morenos el día de la Epifanía y pascua de los Santos Reyes Magos no es nada inferior a la de los indios, en la cual, fuera de los pendones, suelen sacar en trece pares de andas todo el nacimiento de Nuestro Redentor. Va en unas el pesebre con la gloria, en otras el ángel que da la nueva a los pastores, y en otras varias pasos de devoción, y por remate, los tres santos magos que siguen la luz de una grande estrella, que va delante, de mucho lucimiento» (Ovalle, p. 224).

No hay constancia de tal despliegue de imaginería procesional en nuestra parroquia. En ambas solemnidades, probablemente, sería procesionado sobre unas pequeñas andas la talla del Niño Jesús «que estuvo primitivamente sobre el facistol del coro de esta iglesia, en la que se cantaban vísperas, hasta hace poco, diariamente» (Hernández, p. 111). Este Santo Niño se puede venerar hoy en la capilla de San José tras la intervención realizada en 2012 por la restauradora Beatriz Galán.

Por otro lado, cabe destacar la aportación flamenca a la Navidad teldense pues el retablo escultórico que ya obraba en la parroquia desde el siglo XVI muestra todas las escenas de la Navidad, representando en su panel central el nacimiento del Niño Jesús en el portal de Belén. Fue para los teldenses que lo admiraban en su parroquia el mejor precedente de los nacimientos o belenes que progresivamente, ya con la dinastía borbónica y reminiscencias napolitanas, se generalizarán en las casas durante el siglo XVIII.

Pormenor del retablo gótico flamenco, escena de la Natividad (Falcón, s/p)

En este sentido, no podemos obviar el papel fundamental que jugó san Francisco en la institución del pesebre navideño desde el s. XIII. Sus hijos del convento franciscano de nuestra ciudad habían creado en su claustro una capilla intitulada al Dulce Nombre de Jesús. En ella, desde 1626, se llevaban a cabo diversos actos solemnes cada uno de enero, a saber, misa cantada (con Vísperas en la tarde anterior) y una procesión claustral, todo ello por voluntad del regidor de la isla Juan Tello (Suárez, p. 285). 


REFERENCIAS

Acosta Brito, C. R. et Rodríguez Calleja, J. E. (1999). El Archivo parroquial de San Juan Bautista de Telde. Cabildo Insular de Gran Canaria. Telde.

Falcón, R. (2024). «El retablo flamenco de la Basílica de San Juan de Telde es considerado una joya a nivel mundial» en «Canarias7», 9/05/2024, https://www.canarias7.es/canarias/gran-canaria/telde/retablo-flamenco-basilica-san-juan-telde-considerado-20240509174551-nt.html
[consultado el 23/12/2024].

Hernández Benítez, P. (1958). Telde (sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos). Talleres tipográficos de Imprenta Telde. Telde.

Ovalle, A. de. (1888). Histórica relación del Reino de Chile. Vol. 2. Imprenta Ercilla. Santiago de Chile.

Rodríguez, A. (2012). «Telde restaura la talla del Niño del Facistol» en «La Provincia», 8/08/2012, https://www.laprovincia.es/gran-canaria/2012/08/08/telde-restaura-talla-nino-facistol-10523009.html [consultado el 23/12/2024].

Suárez Quevedo, D. (1992). «El convento franciscano de Telde (Gran Canaria). Notas para la historia de una institución desaparecida» en Revista de Historia Canaria, núm. 176, pp. 277-310.

02 diciembre 2024

DEL OBISPADO DE TELDE QUE NUNCA FUE


Escudo de la ciudad de Telde
(https://simbolosdecanarias.proel.net/index.php/esp/islas/gran-canaria/telde)

La radicación de la diócesis «teldensis» en lo que hoy es nuestra ciudad, fruto de la labor investigadora de Rumeu de Armas, fue rápidamente cuestionada. Ya en 1992 el investigador franciscano García Santos concluía, entre otras cosas, lo siguiente:

«No veo muy clara la ilación entre fray Bernardo y fray Bartolomé con fray Bonanat y fray Jaume, obispos teldenses, a pesar de que la bula de fray Bonanat hable de dos antecesores suyos con estos nombres, pero la bula no dice que fueran frailes. Creo que se trata de otra diócesis, aunque coincidan los nombres de Bernardo y Bartolomé con los obispos «in Insulis Fortunatis» del mismo nombre.
Es my difícil identificar «episcopus teldensis» con «obispo de Telde» para significar la población sureña de Gran Canaria; los datos referentes a Canarias, de los que la bula no hace mención, el silencio absoluto en un tema eclesial tan importante y la historia que conocemos de la Iglesia en Canarias no ofrecen a mi juicio pruebas suficientes a esta tesis.
Apunto una posible solución, no necesariamente contrapuesta:
a) Un obispado titular (cuya ubicación desconocemos) pero con el encargo de misionar en Canarias, algo parecido a lo que más tarde fue el obispado libariense de fray Alonso de Sanlúcar y fray Juan de Baeza.
b) Localizar este obispado en el continente africano y más concretamente en Tagaost, incorporando eclesiásticamente a Canarias lo que, políticamente, era una realidad» (García Santos, p. 79).

Canaria y sus islas: las islas Canarias, las islas de Canaria

Esta «realidad política» es la que no debemos dejar de tener en cuenta. En la geografía histórica de nuestro archipiélago no se pueden confundir «Canaria» y «las islas Canarias». La primera es una región más o menos amplia del continente africano y, la segunda, una de sus partes, el archipiélago más grande y cercano a su costa. De esta manera es como se debe entender en las fuentes históricas medievales y modernas las expresiones «Canaria» e «ínsulas de Canaria» (las segundas como una parte, una «propiedad», de la primera).

Ahondando en el tema desde la etimología, precisar el origen del término «canaria» no es tan fácil ya que la historia nos ha legado dos posibles atribuciones del mismo:

a) Juba II publica en torno al 6 d. C. su tratado «De Libia» en el que recoge las informaciones que ha obtenido de un viaje de exploración a las islas Canarias. En este nombra a Gran Canaria como «Canaria», dicen que por la presencia de canes. Estos «perros» se han identificado mayoritariamente con las colonias de focas que habitaban nuestras costas. Es una expedición que no conoce población alguna en la isla de Canaria por lo que algunos han querido ver en estos «perros» a los mismos aborígenes.

b) Por otro lado, como «Canaria» se bautizó la región africana en la que habitaron algunas tribus denominadas «canarii», tribus que huyeron de los límites de la Mauritania Tingitana romana traspasando hacia el sur la cordillera del Atlas cuando fueron sitiados por las tropas del cónsul Suetonio Paulino en el año 42 d. C., no porque estas tribus comieran carne de perro, lo que se ha malentendido mucho tiempo ya, sino porque como tal se comportaban, «viven como perros y comparten con estos animales las entrañas de las fieras» (Marcy, p. 249).

Mapa que muestra la localización de los canarii que refiere Suetonio
(https://www.gevic.net/info/contenidos/mostrar_contenidos.php?idcat=2&idcap=10&idcon=177)

Ante este doble uso del término, podríamos pensar que, efectivamente, se identificaba como «canes» a los indígenas por su comportamiento al margen de la civilización. La población insular y las poblaciones del Atlas, para la civilización romana, eran bárbaras, animales, «perros».

Esta localización geográfica de Canaria en tierras continentales africanas terminan de clarificarlas los propios conquistadores normandos. Cuando llegan a las islas tienen claro que se encuentran en las ínsulas «de Canaria», siendo «Canaria» la región africana donde habitan otros canarios que, ambos capellanes, Bontier y Le Verrier, también desean evangelizar. Estos son los canarios «de los países del sur» (Serra et Cioranescu, p. 84) que refieren en su crónica. De ahí las expediciones de exploración de Béthencourt a la costa africana vecina al archipiélago.

No es un asunto baladí, pues al obispo teldense Jaume de Olzina describen como obispo de Canaria, que no de las islas de Canaria.

Telde, Telda, Tadla

Cuando los normandos describen Telde, en su incursión exploratoria a Gran Canaria, dan prueba de conocerla muy bien en cuanto a su geografía, población e importancia capital en la isla. Además, ambos religiosos, en su crónica, no hacen referencia alguna a que fuera cabeza de diócesis alguna aunque, sin embargo, sí lo hagan de los misioneros que en ella fueron asesinados cuyo testamento encuentran. La incursión normanda parece situar el núcleo principal de Telde en lo que hoy conforma el casco histórico de la misma si bien, es cierto, que la historiografía canaria apunta a que prácticamente la mitad de la isla era conocida así, frente a la otra mitad de Gáldar.

Podría pensarse que la presencia misionera ya justifica la realidad allí del obispado y sede que nos ocupa. El mismo Rumeu nos demuestra que ya andaban misionando por las islas algunos mallorquines en 1342 por lo que el apoyo y sanción de esa misión llegó con la creación del principado de la Fortuna y del obispado de las Islas Afortunadas, que no te Telde, en 1351. Esta diócesis, como sabemos, acogía geográficamente todo el territorio insular fronterizo a la costa africana desde la entonces isla de La Goleta (Túnez), hasta las islas Canarias. 

¿Se erigió en nuestra Telde la catedral solicitada quedando, a la par, constituida como ciudad? La respuesta, como veremos, es negativa.

La relectura de las fuentes y la cartografía histórica termina por desentrañar su emplazamiento. Tanto en la bula del obispo fray Bonanat (1369) como en la de fray Jaime (1392), ya no se hace referencia alguna a las islas Afortunadas. Rumeu identifica este obispado con el anterior porque a fray Bonanat lo llaman sucesor de sendos Bernardo y Bartolomé y, creemos, desde su querencia al engrandecimiento de la historia insular. 

Sin embargo, estos predecesores son llamados también obispos de Telde, no de las islas Afortunadas, lo que indica que son otros dos prelados al margen de los citados obispos «in Insulis Fortunatis» (García Santos, p. 79) o, menos probable, que la diócesis de las Afortunadas por fin había establecido su sede en un lugar concreto de todo el amplio marco geográfico comprendido. Sea cierta una u otra aseveración, para esta diócesis «de Telde» se redactan bulas que van dirigidas a su catedral y cabildo ya establecidos, catedral y cabildo del que no hubo constancia alguna en Gran Canaria para los normandos que arribaron a las islas ni para el resto de historiadores canarios hasta bien entrado el siglo XX.

[Frare Bonanat bisbe de Telda]
Pormenor de una carta de los reformadores de Mallorca (26 de abril de1373)
(Rumeu (1977), p. 416).

Si releemos las fuentes, en resumen, observaremos que se habla de la diócesis de Telda (que no Telde). Este topónimo señala realmente a una región en las faldas del Atlas que encabezó desde el siglo XII una de las provincias en que se dividiría el reino de Marruecos, la provincia «teldensis».

«El reino de Marruecos está sobre el Océano occidental, y comprehende las Provincias de Hea, Sus, Gésula, Marruecos, Duquéla, Esura, y Telda; y está poco poblado» (Capmany, p. 283).

«Regnum marrocanum et fezzanum.
Summa Capita.
1. Concluditur totum opus Archontologicum duobus regnis, Marrocano et Fezzano, quae in unum Imperium potentisimum coalverunt. Et primo quidem explicatur SITUS Regni Marroco, eiusque divisio in VII. provincias: quae sigillatim describuntur. Provincia Heensis, eius amplitudo, limites, urbes praecipus.
2. Provincia Susana, eius situs, limites, oppida.
3. Marrocana propie dicta. 4. Guzalensis, 5. Ducalensis.
6. Hascorana. 7. Teldensis». 
[El reino de Marruecos y de Fez. 
Capítulos. 
1. Toda la obra concluye con dos reinos, Marruecos y Fez, que se fusionaron en un Imperio muy poderoso. En primer lugar se explica la ubicación del Reino de Marruecos, y su división en siete provincias: las cuales se describen detalladamente. La provincia Heensis, su extensión, límites y ciudades principales.
2. La provincia de Susana, su ubicación, límites y poblaciones.
3. La Marrocana propiamente dicha. 4. Guzalensis, 5. Ducalensis.
6. Hascorana 7. Teldensis]. (D´Avity, p. 247).

Mapa histórico de Marruecos y pormenor de la región de Tedle
(Instituto Geográfico Nacional)

«Ultima provinciarum regni Marrocani est Tedelaea, huius sunt limites, ab Occidente Quadalhebid fluivius, quae vox significat amnem servorum; ab Oriente Ommirabilis fluvius; à Meridie Mons Atlas; á Septentrione Tenesma regio. Habet hoc terrarum spacium figuram Triangularem, cum versus Meridiem in acutum coeat cuneum, & intra Orientem & Occidentem dilatetur. Caput regiones est Tefza, oppidum antiquum, nomen trahens à quodam saxorum genere, è quibus constructum est. Incumbit hoc Demeio fluvio, nec procul abest ab alio oppico Efza, in ripa Ommirabilis Amnis, in quem Demeius influit Atlante Monte utrique originem suam praestante. Post hace occurrit Chitita, quae diu bellum sustinuit adversus Regem Fezzanum. Ultimus locus dicitur Eythiadum, abundans omnis generis alimonia». 
[La última de las provincias del reino de Marruecos es Tedelaea, cuyos límites son el río Quadalhebid al Oeste, palabra que significa río de los esclavos; al oriente el río Ommirabilis; al sur del monte Atlas; al norte de la comarca de Tenesma. Esta zona geográfica tiene forma triangular, pues hacia el Sur se une formando una cuña aguda, y se expande entre el Este y el Oeste. La capital de la región es Tefza, una antigua ciudad que toma su nombre de cierto tipo de roca con la que fue construida. Este cae sobre el río Demeius, y no está lejos de otra montaña de Ephza, en la orilla del Ommirabilis Amnis, en el que desemboca el Demeius desde las montañas del Atlas, dando origen a ambos. Después de la batalla se encontró con los chititas, que habían librado una larga guerra contra el rey de Fez. El último lugar se llama Eythiadus, y abunda en toda clase de alimentos]. (D´Avity, p. 249).

Debemos tener en cuenta, también, que esta aseveración de la sede teldense en Telda (Tadla), se fortalece cuando nos damos cuenta de las buenas relaciones entre la Corona de Aragón y la de Fez precisamente en el periodo de los dos obispos teldenses que conocemos (Sanahuja, pp. 264-265) y que, como Jaume de Olzina, ya eran experimentados misioneros en aquellas tierras. También, que ambos obispos teldenses conocidos son franciscano uno y dominico el otro, órdenes a las que se encomendó/permitió desde el siglo XIII la evangelización en la zona (García Barriuzo, p. 220). 

Podría objetarse, en favor de Rumeu, que tampoco quedó constancia de una sede episcopal en la Telda continental y que, por ejemplo, tampoco León Africano la reseñó en su visita a la región de Teldis [sic] en 1526, la actual Tadla, reflejando, no obstante, la presencia de una numerosa comunidad judía que, años atrás, convivía con una igualmente numerosa de cristianos (Fanjul et Consolani, pp. 197-206). 

Sin embargo, sí quedó constancia en la historia de Telda de la presencia de una comunidad cristiana que, precisamente por su situación fronteriza entre los reinos de Marruecos y Fez, se vio envuelta en varias diatribas históricas que son las que dieron al traste con un obispado del que, no en vano, siempre se refirió estaba «in partibus infidelium» aunque Rumeu, a sabiendas de que tal descripción no cuadraba con las islas, lo considerara erróneo (Rumeu, p. 6). 

«At a remote period, Tâdlâ seems to have been inhabited by people more o less professing Christianity or Judaism. When Idrîs II conquered it in 172 (789), he found -according to the author of the Rawdat al-Kirtâs- very few Muslims, but many Christians and Jews. Leo Africanus who was in Tâdlâ at the beginning of the XVIth century mentions the large Jewish colonies there (…). In 761 (1359-1360), the Wasir al-Hasan b. `Umar, governor of Marrâkesh for the Marînid Sultân Sâlim Ibrâhim, revelled against his master and sought refuge in Tâdlâ, where he vas welcomed by the Banû Djâbir; but, when hard pressed by the Marinid troops, he had to flee to the Zanâga of the mountains who finally handed him over to his pursuers». 
[En una época remota, Tâdlâ parece haber estado habitada por pueblos que profesaban más o menos el cristianismo o el judaísmo. Cuando Idrîs II la conquistó en 172 (789), encontró -según el autor del Rawdat al-Kirtâs- muy pocos musulmanes, pero sí muchos cristianos y judíos. León Africano, que estuvo en Tâdlâ a principios del siglo XVI, menciona las grandes colonias judías de allí (…). En 761 (1359-1360), Wasir al-Hasan b. `Umar, gobernador de Marrakech del sultán marînid Sâlim Ibrâhim, se rebeló contra su maestro y buscó refugio en Tâdlâ, donde fue recibido por los Banû Djâbir; pero, presionado por las tropas marinís, tuvo que huir a los Zanâga de las montañas, quienes finalmente lo entregaron a sus perseguidores]. (Houtsma et alii, p. 602).

Por otro lado, además, nos encontramos el testimonio de Marín de Cubas que, por ejemplo, encuadró allí la labor misionera de Tadeo de Canaria, a sabiendas de que Tagaost, el lugar donde radicaba su venerada tumba, era una población no muy lejana a la costa (no en la Telda que referimos).

«Llámanle los moros el Santo Agustino Tadeo de Canaria; de allí lo llevaron, según ordenaba la carta del alcaide moro que llevaron, á otra casilla algo apartada, y abriendo la puerta se vio un gran montón de libros, que no fue posible dejar de ver y tocar algunos de ellos, y volvieron a cerrar. Este sitio está camino del monte Atlante tres leguas; hay buenos arroyos de agua y huertas de higueras y parras de uva almuñécar, que es larga como ciruelas y llaman la huerta de Telde, y nunca quisieron decir la causa ni el motivo ni el tiempo ha que tenían aquel cuerpo mirlado» (Marín, f. 201).

¿Misionó Tadeo de Canaria en el ámbito del obispado teldense o en el ámbito del obispado libariense?No lo sabemos. Para quienes lo han hecho de origen portugués, no es sorprendente que uno de los puentes históricos de Kasbah Tadla sea el «de los portugueses» pues durante su presencia en la región fue realizado. No obstante, son muy imprecisas las referencias geográficas dadas en las fuentes pues nacieron a la par que la exploración de los lugares que describían. Así, parecen hablar de una región demasiado extensa si no de dos zonas totalmente distintas y bastante alejadas entre sí. Mucho más al sur de la región de Telda, en la provincia actual de Tarudant, todavía sobrevivía una iglesia en el siglo XIX según las anotaciones del explorador John Davidson (en la que se ha querido identificar la tumba de Tadeo de Canaria). 

«Saturday, April, 16 (...) there is a town E. of  Terodant, called Tazelt, where there is a Christian church, in perfect preservation, well finished and painted, but shut up: it is held in some veneration by the natives, who can only look into it through  the windows. There are also Christian villages in the neighbourhood of the church». 
[Sábado 16 de abril (...) hay un pueblo al E. de Terodant, llamado Tazelt, donde hay una iglesia cristiana, en perfecto estado de conservación, bien terminada y pintada, pero cerrada: es tenida en cierta veneración por los nativos, quienes solo pueden mirar dentro de ella a través de las ventanas. También hay pueblos cristianos en los alrededores de la iglesia] (Davidson, p. 81).

En definitiva, Rumeu quiso engrandecer la historia de nuestra ciudad con un obispado «de Canaria» que nunca radicó en «las islas de Canaria». Es evidente que su error no fue intencionado sino que estaba fundamentado en la indiscutible presencia de misioneros en las islas así como en la creación del obispado de las Afortunadas que comprendía el archipiélago en su jurisdicción pero que, como hemos visto, nació con la mirada puesta en la evangelización del norte del continente africano en manos de los reinos infieles de Marruecos y Fez.

Conclusiones

1. La creación del obispado de Fortunia (1351), sobre el territorio insular y costero norte africano, no supuso la radicación de la diócesis en sede concreta alguna. La muerte del príncipe de la Fortuna (1348) y el pronto traslado de su obispo Bernardo a Cerdeña (1351-1354) son prueba de ello. El intento de continuar dicha evangelización con el obispo Bartolomé (1361), no sabemos si fructificó dada su temprana muerte, en torno a 1362.

2. La auténtica «fortunatarum prima civitas et sedes» no es otra que la antigua Rubicón en el municipio de Yaiza, pues con la creación de su obispado (1403), el primero realmente establecido en el archipiélago, también pasaba a ser ciudad por disposición de Benedicto XIII. En este sentido, es imposible que este antipapa soslayara la existencia de una diócesis supuestamente precedente en las islas con un obispo «teldense» todavía en funciones en 1411 como auxiliar de Zaragoza, reino de Aragón en el que como antipapa, además, encuentra por el momento total apoyo.

3. El obispado «teldensis» o «de Telda», como se redacta en las bulas, debía referir a la localización clara de la citada región en la cartografía del momento: la provincia «teldensis» del reino de Marruecos, en la ciudad de Telda (región de Tadla-Azilal actualmente). En este sentido, recordar que se enclava en la «canaria» de Suetonio, lo que no contradice la referencia de «bisbe de Canaria» hecha al obispo Jaime de Olzina (Canaria, no islas de Canaria). Esto también explica la elección del mismo como obispo teldense pues ya andaba acostumbrado a misionar en dichas tierras desde Tremecén y Fez. Marín de Cubas sitúa en esta región de Telde la misión de Tadeo de Canaria aunque todo indica que este misionó al sur del Atlas en la región del Sus marroquí.

4. La única referencia de «episcopus teldensis, insule canarie», además en un documento civil, no se ha podido contrastar al no encontrar el documento que, por otro lado, tampoco consultó Rumeu sino que le refirieron. Anotar que, por la supuesta datación del documento, 1369, lo más lógico es que hubiera citado al archipiélago como «insulis fortunatis».

5. El obispado libariense continuó la misión originaria de la diócesis de las Afortunadas, adentrándose a misionar en las tierras de lo que se denominaba Berbería y que alcanzaba al desierto del Sáhara (García Oro). No en vano, este, en la cartografía del momento, aparece denominado como desierto de Libia. Por lo tanto, se equivocan los autores que han identificado el obispado libariense con el de Lyrba (Turquía). En este sentido, hay que recordar que algunos autores identifican a los «canarii» continentales como un pueblo libio (Marcy, p. 249).

6. La etimología de Telde (tâdlâ), significa «gavilla» (Gibb, p. 75), nos habla de las mieses, de la fertilidad de la gran vega de Telde. Del mismo modo, las similitudes geográficas de ambas zonas, una extensa y fértil llanura irrigada por ríos que bajan de los montes Atlas (de la cumbre de nuestra isla). Esta etimología bien podría centrar el diseño del nuevo escudo de nuestra ciudad que, como hemos visto, no refleja la verdadera historia de la misma, por mucho que sigamos empeñados en celebrar cada «7 de noviembre» o denominarnos «prima civitas et sedis» e, incluso, «arzobispal ciudad».

Del mar hasta la cumbre, Telde la fértil
(Propuesta del autor)

8. Como hipótesis a estudiar, cabría pensar que los aborígenes que radicaron en Telde y que así la llamaron, bien pudieron ser canarii procedentes de la región de Telda. De allí fueron traídos por los romanos como esclavos para proveerse de cereal, como en la isla de Lobos lo hicieron de púrpura. No en vano, como describe León el Africano, Telda se halla «a poniente el el Río de los Esclavos» (Fanjul et Consolani, p. 120), si bien es cierto que no sabemos a qué esclavos refiere, si canarii de Tadla o  sus vecinos al oeste, ghomara (¿gomeros?), o al sur aourebas (¿auaritas?), todas ellas tribus bereberes (Peyronnet, pp. 53-54). También podría pensarse que el tránsito de misioneros en el obispado de Fortunia, si fue el mismo que terminó radicado en Tadla, pudo originar la denominación de lugares similares con el mismo nombre.


REFERENCIAS

Capmany y de Montpalau, A. de. (1783). Diccionario geográfico universal que comprende la descripción de las quatro partes del mundo (…). G-O. Vol. 2. Real Compañía de Impresores y Libreros. Madrid.

D´Avity, P. (1628). Archontología cosmica, sive imperiorum, regnorum, principatum, rerumque publicarum omnium per totum terrarum orbem (…). Francofurti ad Moenum, Sumptibus Lucae Jennisi.

Davidson, J. (1839). Notes taken during travels in Africa. J. L. Cox and sons. London.

Fanjul, S. et Consolani, N. (trad.). ([1526] 1995). Descripción general del África y de las cosas peregrinas que allí hay. Lumwerg editores. Barcelona.

García Barriuzo, P. (1984).  «La constitución jerárquica histórica y actual de la Iglesia en Marruecos» en Revista Española de Derecho Canónico, núm. 116, pp. 217-282.

García Oro,  J. (2003) «La misión franciscana en Canarias. La conciencia misionera de la Iglesia moderna resucita en Canarias» en Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, núm. 16, pp. 13-48.

García Santos, J. (1992). «La evangelización luliana. El obispado de Telde» en Almogarén, núm. 9., pp. 55-85.

Gibb. H. A. R. (ed.). (1998). The Encyclopaedia of Islam: T-U. Vol. 11. Brill. Países Bajos.

Houtsma. M. T., Wensinck, A. J., Gibb, H. A. R., Heffening, W. Et Lévi-Pronvençal, E. (1993). First encyclopaedia of Islam. 1913-1936. Vol. 7. S-Taiba. E. J. Brill. Leiden, New York, Köln.

Marcy, G. (1962). «Nota sobre algunos topónimos y nombres antiguos de tribus bereberes en las islas Canarias» en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 8, pp. 239-289.

Marín de Cubas, T. ([1694] 1993). Historia de las siete islas de Canaria. Canarias Clásica. La Laguna.

Peyronnet (1919). «Histoire du Tadla des origines a 1910» en Bulletin de la Société de Geographie d´Alger et de l´Afrique du nord, núm. 24, pp. 49-69.

Rumeu de Armas, A. (1977). «El báculo del obispo de Telde, fray Bonanat Tarí» en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 23, pp. 409-417.

Rumeu de Armas, A. ([1986] 2001). El obispado de Telde. Misioneros mallorquines y catalanes en el Atlántico. M.I. Ayuntamiento de Telde. Madrid-Telde.

Sanahuja Ferrer, P. (2020). «La diplomacia de la Corona de Aragón durante la Guerra de los Dos Pedros (1356-1362). Granada y Fez» en La España Medieval, núm. 43, pp. 245-267.

Serra Ráfols, E. et Cioranescu, A. (eds.). (1964). Texto de Gadifer de la Salle. Apéndice e Índice. Vol. 3. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.

16 noviembre 2024

DE NÁUFRAGOS Y PRIMEROS AUXILIOS

Vista panorámica de la costa teldense (c. 1920) (FEDAC)

Desde hace algunos años, el cronista oficial de la vecina Villa de Ingenio, don Rafael Sánchez Valerón, ha venido contribuyendo a la historia canaria con una serie de artículos de investigación sobre los diversos naufragios que han acontecido en la costa teldense. Me permito aportarle la crónica de uno que no ha advertido en su encomiable labor. 

«En la prensa de las Palmas de la Gran Canaria hallamos los siguientes pormenores respecto a la pérdida del bergantín francés S. Chrysostome:
«Una lamentable desgracia tenemos hoy que comunicar a nuestros abonados. Un bergantín francés denominado S. Chrysostome, acaba de perderse al Sur de esta isla en las inmediaciones de la punta de Melenara.
Este buque salió de Marsella el 28 de Noviembre último, con cargamento de mercaderías, entre otras, aceite, abono químico y velas esteáricas, con destino a Moule (isla de Guadalupe). A las ocho de la noche del sábado 18 del actual, pasaba frente al puerto de Las Palmas con dirección al Sur. La noche se hallaba completamente oscura, y guiándose en sus cálculos por el faro, creyeron equivocadamente que se encontraban a cinco millas distante de tierra, cuando a las diez y cuarenta y cinco minutos chocó contra unas rocas por el sitio ya dicho, próximo a la costa, y se abrió, sumergiéndose en breves momentos.
Cuál sería la confusión y el pánico que se apoderó de los diez individuos que componían la tripulación, ya pueden suponerlo nuestros lectores. En los instantes mismos del siniestro, cuando el capitán Goat trataba de procurar la salvación de su gente, un banco de mar se lo lleva sepultándolo con él. Eran las doce de la noche y el buque ya había desaparecido. Los tripulantes trataron de salvarse y seis pudieron llegar a una roca donde por mucho tiempo tuvieron que luchar con la violencia de las olas, en cuya lucha perecieron dos de los seis refugiados. Al fin los cuatro restantes se lanzaron buscando tierra, que felizmente la encontraron salvándose uno de ellos en un bote de pescadores.
El mal estado en que se hallaban estos desgraciados náufragos, hizo que se les condujera al hospital de esta ciudad, después de habérseles prodigado cuantos auxilios fue posible en la jurisdicción de Telde, encontrándose ya en disposición de marchar a su país, que, según hemos oído, lo harán en el vapor francés surto en nuestra rada» («El Globo», 2/01/1876, p. 3).

Hospital San Pedro Mártir de Telde (FEDAC) 

Los auxilios en la jurisdicción de Telde referidos por la noticia fueron posibles de la mano del médico don Vicente Ruano Urquía que desde 1870 ocupaba la plaza de médico titular de nuestra ciudad (Bosch, p. 30). No pasaron de ser primeros auxilios pues el ingreso de los náufragos debió hacerse en el hospital de San Martín de la capital al que el de San Pedro Mártir de Telde había quedado agregado por ruina e inoperancia desde el 24 de noviembre de 1837 (Bosch, p. 23). 

Retrato del doctor Vicente Ruano Urquía (Cumbre, p. 1)

Del agüimense don Vicente Ruano Urquía (1852-1924) conocemos que «estudió la segunda enseñanza en Las Palmas y después, en Madrid, la licenciatura de Medicina y Cirugía, donde se especializó en enfermedades de la piel. En dicha especialidad fue alumno del renombrado profesor del Hospital de San Juan de Dios, doctor Olavides. Terminado sus estudios vino a Canarias.
La primera ocasión que se le presentó de ejercer su profesión fue en Telde, donde el Padre de Don Vicente Ruano era Notario. Obtuvo inmediatamente la plaza de Médico titular de aquella Ciudad, cargo que ejerció hasta que se trasladó a Las Palmas en 1884.
Vino impulsado por la fama de buen médico que había adquirido en Telde, cosa que confirmó aquí entre sus compañeros. Fue durante muchos años director del Hospital de San Lázaro en donde dejó un recuerdo imborrable, el mismo que aún se conserva entre muchas familias de Las Palmas. Fue el primer cirujano que aquí extrajo el «apéndice». Obtuvo también los cargos de Subdelegado de Medicina e Inspector Municipal de Sanidad. Varias memorias que redactó sobre temas profesionales, se han conservado impresas por lo valiosas que fueron en auxilio de la sanidad de la Capital y la Isla.
Fue notable su labor al frente del Museo Canario, que entonces se convierte en centro donde las frecuentes conferencias dieron vida e interés a la institución» (Cumbre, pp. 1-4).


REFERENCIAS

Bosch Millares, J. (1952). «Hospitales de Gran Canaria: el hospital de curación de la ciudad de Telde» en El Museo Canario, núm. 52, pp. 1-30.

Cumbre (1955). «Don Vicente Ruano Urquía» en Serie de 100 canarios ilustres, núm. 55, pp. 1-4. https://mdc.ulpgc.es/files/original/0a94b83aad2d6dee0f951ed2185dc61243d63e65.pdf [consultado el 14/11/24].

«El Globo», 2/01/1876.

Sánchez Valerón, R. (2024). Recopilación de naufragios en la costa de Telde https://grandio.org/Valeron/Recopilacion_de_Naufragios_en_la%20Costa_de_Telde.pdf [consultado el 16/11/24].

12 noviembre 2024

TELDE CLARETIANO

Mosén Claret - Grabado de Paciano Ross (1894) (Aguilar, s/p)

De la tradición oral que han ido formando muchas familias teldenses se puede rescatar, entre otros hechos, la profunda huella que el misionero san Antonio M.ª Claret y Clará (1807-1870) y sus tres acompañantes dejaron tras su paso por las parroquias de San Juan y San Gregorio durante los últimos días de mayo de 1848.

Propio de la transmisión oral es que, con el paso de los años y de sus «transmisores», esta se vaya enriqueciendo con versiones de lo acontecido que desdibujan la realidad adornándola de anécdotas varias e, incluso, hechos prodigiosos. Baste recordar, como ejemplo de crónica de los acontecimientos, la información reseñada por nuestro cronista a cuya familia, por cierto, tocó muy de cerca la presencia del fundador de los claretianos en nuestra ciudad («TeldeActualidad», 11/05/2022).

La prensa del momento, incluso a nivel nacional, recogió también sus propias impresiones, lo que nos ofrece otra fuente para acercarnos a lo que nuestra ciudad vivió durante aquellas memorables jornadas.

«Hemos visto carta de las Palmas, capital de las Islas Canarias, de fecha 8 de noviembre. Su obispo el ilustrísimo señor don Buenaventura Codina seguía con notable aprovechamiento de sus feligreses la santa tarea de la visita pastoral, y todos acudían como extasiados a oír la divina palabra, siendo preciso en algunos pueblos predicarla en la plaza por no ser los templos bastante capaces para contener a tanta gente.
El reverendo presbítero don Antonio Claret seguía las misiones, produciendo en todas partes iguales o mayores resultados que en la parroquia de Telde. En dicha fecha solo le faltaba recorrer las parroquias de Fuerte-Ventura y Lanzarote, y pasar después al obispado de Tenerife, en donde se le esperaba con viva impaciencia, lo propio que aquel celoso prelado.
Una revolución religiosa y pacífica, la más extraordinaria que jamás se ha visto, dice la carta, está obrando Dios por medio de cuatro peninsulares en esta isla. Los libros piadosos del reverendo Claret se venden a millares» («La Esperanza», 1/1/1849, p. 2).

Llama poderosamente la atención que el artículo reseñe lo ocurrido en Telde como algo extraordinario, es más, se espera que la misión tenga en los otros lugares, al menos, los mismos resultados satisfactorios que en nuestra ciudad.

La tradición oral nos ha legado, como decía, la visión de esos días de misión «desde fuera», desde el parecer del pueblo. El P. Claret, en sus anotaciones, también nos ha legado su propia vivencia con aquellos apuntes suyos: «estos canarios me han robado el corazón» y «no ceso nunca de dar gracias a Dios por haberme enviado a estas islas». Alguien que también nos ha legado su visión de los acontecimientos y que ha pasado desapercibido, pese a haberlo vivido todo de primera mano, fue el beneficiado servidor de San Juan de ese momento, su párroco diríamos hoy, don Gregorio Chil y Morales, encargado de acoger a los misioneros y facilitar su labor.

Con esta carta le transmitía sus vivencias de la misión al obispo de la diócesis, don Buenaventura Codina, constituyendo, además, toda una crónica de la sociedad y economía teldenses del momento:

«Ilmo. Señor:

Hoy a las cinco de la mañana, después de celebrar el Santo Sacrificio de la misa, ha salido de este pueblo para la villa de Agüimes, el misionero apostólico don Antonio Claret, acompañado de los párrocos, del alcalde don Juan Mireles, secretario del M. ilustre ayuntamiento y la mayor parte de la población, quienes desde las tres de la madrugada llenaban la iglesia para recoger decían las últimas bendiciones de su Padre, y seguimos su huella hasta una distancia bastante larga de esta ciudad; desde allí nos retiramos con algunas personas que por sus años, sus achaques y destinos se encontraban imposibilitados de continuar la marcha, pero según me acaba de afirmar la persona de mi confianza a quien encargué su custodia hasta la casa de aquel venerable párroco, le seguían más de cuatrocientas personas de esta feligresía, a las que, entrando juntamente con él en la iglesia les hizo un exhorto, y han estado de vuelta llorando la ausencia de tan buen sacerdote, y bendiciendo la mano de V. S. I. que tantas gracias les prodiga. ¿Y quiénes son esas gentes que le rodeaban? No crea V. S. I. que eran las que llamamos hez del pueblo, sino las primeras familias de esta ciudad, personas ancianas y delicadas, ascendiendo a más de mil; tanto que se hizo preciso la intervención de la autoridad para abrirse paso.

Por lo que toca al fruto que ha producido la santa Misión debo manifestar a V. S. I. que esta población jamás ha presenciado cosa igual: reconciliados los enemigos más encarnizados, los pecadores más obstinados penitentes, los escándalos públicos y privados cortados y expiados, los matrimonios extraviados restablecidos, las restituciones satisfechas; y ¿por qué esto? porque nada era capaz de hacer frente al fuego de sus discursos, a la dulce insinuación de sus maneras, a la energía de sus reprensiones, a la dialéctica y fuerza de sus razones. La unción de sus palabras rendía a los oyentes, y todos, aún lo más desdeñosos, derramando abundancia de lágrimas caen a sus pies. Y ¿podía esperarse otra cosa de unos trabajos sostenidos por la práctica de virtudes las más heroicas? Una caridad ardiente, un amor infatigable por los pobres, una fe viva, una humildad sin igual, una dulzura inalterable, tal es el modelo dechado que nos ha dejado el P. Claret. Después de haber pasado los días y parte de la noche en el confesionario vuela al lecho de los moribundos que a porfía le llamaban para recibir de sus manos la reconciliación: ya reúne los niños de ambos sexos para anunciarles la palabra de Dios en un dialecto inteligible a la tierna capacidad; ya enseña a los infelices que gimen bajo el azadón y a los que llevan el peso del día y la escarcha de la noche aquellas oraciones adaptadas a su razón inculta como antídoto contra la desesperación y en donde únicamente pueden encontrar la paciencia y la resignación. El culto y protección de la Madre de Dios que circunstancias azarosas han eclipsado, le despeja, le presenta bajo su verdadero punto de vista y todos le tributan homenaje como a corredentora. Si tal es el empeño que tomaba por el dogma, no lo era menos su actividad y celo por la casa de Dios como lo demuestra el respeto al templo a pesar del concurso tan numeroso que la iglesia parroquia no tenía amplitud para contenerle; y particularmente la comunión general celebrada el domingo 28 del corriente: aquí es donde al padre misionero Claret desplegó su amor por la religión; pasó recado a todos los eclesiásticos habilitados a fin de que se sentasen en sus confesionarios desde las dos de la madrugada para reconciliar a sus confesados. Efectivamente, desde las doce de la noche ya se hallaba la iglesia atestada de gente; mas no nos fue posible dar vado a tantas almas, y como entre estas se encontraban viejos y niños, se dio principio a la misa a las doce con la mayor solemnidad, y en el entretanto el P. Claret en el confesionario hasta que llegó la hora de la comunión.

De repente sale de la sacristía con cuatro niños de a ocho años coronados y vestidos de ángeles, derramando flores delante del Santísimo Sacramento con tal orden y compostura que a todos conmovió; pero cuando él con aquel semblante de paz, y los niños con su candidez cantaron algunas jaculatorias, el pueblo no pudo contenerse y prorrumpió en llanto, al instante sube al púlpito, y aquí vierte por su boca todo el amor de su corazón. Jamás, señor, he oído discurso tan tierno, tan sentimental, tan de fuego; fue preciso contener las gentes que iban a romper en vivas y aclamaciones. Concluido, baja del púlpito para servir de maestro de ceremonias, arregla los niños, dos sostienen la toalla, dos con sus velas en las manos, contuvo los primeros ímpetus de las gentes por el ansia de recibir a Dios, y ya todo bien ordenado sube nuevamente al púlpito y durante la comunión pasó en revista todo lo concerniente a tan augusto Sacramento. A las tres de la tarde concluyó la función, habiendo comulgado más de dos mil y quinientas personas, contándose entre las familias más notables de mi feligresía.

Me abstengo de presentar a V. S. I. el todo más en detalle por no cansar la atención de V. S. I. Debí pasar al momento a dar parte verbalmente; pero como se atravesaba la Ascensión de Nuestro Señor, me parece no ser justo el abandono de la parroquia en día tal, pero mediante Dios lo verificaré muy pronto, para que V. S. I. palpe los felices efectos de las santas misiones en estos pueblos abandonados.
Dios guarde a V. S. I. muchos años.

Ciudad de Telde mayo 31 de 1848. Gregorio Chil y Morales.

S. I. aún no ha recibido la relación del párroco de Agüimes; seguramente será más sorprendente que la que antecede. En esta villa las iglesias no podía contener al auditorio; fue menester predicar y celebrar la comunión general a campo raso» («El Católico», 11/08/1848, pp. 2-3).

Este buen hacer y cercanía del beneficiado servidor, tanto con su obispo como con el misionero Claret que pronto será nombrado obispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II, motivó que fuera confirmado en su beneficio, ya como párroco titular, el 14 de marzo de 1851, junto a don Cristóbal Aguilar para San Gregorio, parroquia que hacía solo un año se había desmembrado de la sanjuanera («La Esperanza», 19/03/1851, p. 2).

Por último, hay que reseñar que el P. Claret volvió a visitar Telde cien años más tarde, en mayo de 1948, eso sí, mediante una imagen suya que peregrinó por todas las parroquias de la isla como conmemoración del centenario de la misión reseñada. Esta imagen es la que actualmente está en la Basílica de Teror, no en vano es copatrono de la diócesis de Canarias junto a la Virgen del Pino, quedando en la parroquia de San Gregorio una de mayor tamaño, de taller olotino y pasta de madera.

Honra también la memoria de nuestro santo misionero la parroquia de San Gregorio con el tondo conmemorativo que en el suelo, bajo la gran cúpula de la iglesia, recuerda la presencia del misionero en tal parroquia y que se colocó tras la última gran restauración que sufrió la parroquia en los inicios del tercer milenio.

Los retablos cerámicos que desde 1998 adornan las parroquias de la isla por donde pasó el Padrito, como era conocido, tienen el defecto de recoger la imagen propia del santo con vestidura episcopal, vestidura y condición que aún no ostentaba a su paso por las islas como «mosén Claret».


REFERENCIAS

Aguilar, M. (1894). Vida admirable del siervo de Dios Antonio María Claret fundador de la congregación de los misioneros hijos del inmaculado Corazón de María. Vol. 1. Establecimiento tipográfico san Francisco de Sales, Madrid.

«El Católico», 11/08/1848.

«La Esperanza», 1/01/1849 y 19/03/1851.

«TeldeActualidad», 11/05/2022,